Esta exposición se inicia apelando al recuerdo de la palabra para terminar con el sonido de la voz mezclada. Nos pide revisar nuestra memoria, la de los días de estudio de Literatura española recitando los versos modernistas de Rosalía de Castro (“Adiós ríos, adiós fontes…”) y de Gustavo Adolfo Bécquer (“Volverán las oscuras golondrinas…”) en su título para descubrirnos, a la salida, uno de los poemas gallegos de García Lorca en la voz de la artista Julia Fuentesal, de Fuentesal Arenillas, que lo lee con acento andaluz. Toda la propuesta de Ángel Calvo Ulloa y Pedro G. Romero, ambos comisarios, se despliega a través de intercambios poéticos para reflexionar sobre la periferia como una condición de pensamiento.
Todo centro tiene sus márgenes, pero también en los perímetros se establecen otros centros. Por ello, en este “teatro de operaciones” que arman con una selección de obras y documentos de 26 artistas gallegos o andaluces, reclaman algo más que un encuentro fuera de la capital. Es un movimiento horizontal a lo largo de un eje atlántico, de sur a noroeste en ambos sentidos, organizado en cinco núcleos: poesía, modernidad, trabajo, éxodos y lo excéntrico.
Este camino, como un buen diálogo, deambula en un paisaje. No es una representación literal de la naturaleza, sino de la vivencia humana sobre él. A los lados de lo moderno, entendido como desarrollo, como lo troncal y vertebrador, se quedan otras formas de hacer, de pensar, de vivir.
Este margen se presenta como se invoca la memoria de lo pequeño, como alternativa a la Historia con mayúsculas –sí, son herederos de Walter Benjamin–. La concepción fuera de jerarquías del filósofo alemán también articula a los protagonistas: modernos y contemporáneos que reclaman la artesanía como “un pensamiento manual”, lo popular como aquello que se ha abandonado, obligados por el hambre o por la política, migrando para trabajar en regímenes de explotación o exiliándose para poder vivir fuera de la dominación. Así, todo se percibe más plural.
Las piezas presentes en las salas de la Casa de Iberoamérica, recuperada para un programa reflexivo a través del arte, forman un entramado pensado finamente. Destaca la sencillez de los conos de papel de Fernando García, la instalación de imágenes aleatorias de la Nova Escultura Galega, perfectamente alineadas de manera formal con trabajos de Inmaculada Salinas y Cristina Mejías, la visita anarquista a la playa de Isaías Griñolo, las grabaciones de Juan Isaac Silva o la escultura performática de Alegría y Piñero.
Entre todas configuran una reunión de diferentes acentos para hablar de eso a lo que llamamos identidad, más como estado que como lugar, y trazar una genealogía de la España que pudo ser.