Cuando Estrella de Diego era pequeña recuerda que las ventanas del Museo del Prado estaban abiertas de par en par. En verano incluso los rayos del sol entraban golpeando directamente sobre los cuadros de Goya. Desde entonces las cosas han cambiado y el museo que recorría de joven ha derivado en otro más profesional y abierto a lecturas actuales. De eso trata, precisamente, El Prado inadvertido, un libro a medio camino entre el ensayo y la memoria personal que la catedrática e historiadora del arte publica con Anagrama.
"Siempre digo que es un libro sobre mis fantasmas. Está el fantasma por excelencia que es la mano de mi madre, una mano que se ha ido haciendo anciana y que se convierte en el hilo conductor", sostiene Estrella de Diego. El Prado inadvertido es como un paseo de una tarde al que acuden recuerdos a la mente de su autora: sus visitas de pequeña al museo, el MoMA de Nueva York y las obras que allí residen, como Las señoritas de Avignon de Picasso o American People Series #20 Die de Faith Ringgold, Jorge Luis Borges y su relato Pierre Menard, autor del Quijote… toda una colección de emociones en primera persona acompañan al lector en un viaje que se vuelve emocional.
Después de varias décadas visitando con regularidad la pinacoteca hay quien podría pensar que se puede perder cierta ilusión, pero Estrella de Diego sigue manteniendo intacta la emoción que le produce el museo de su vida. Su relación con él es tan estrecha que recientemente se ha rumoreado que podría ser su próxima directora. "Eso es pura fantasía o, más bien, una sobreinterpretación de las redes como pasa a menudo. Estoy feliz estando en el patronato y ayudando desde allí en lo que se pueda", zanja. En cualquier caso, asegura que cada visita al Museo del Prado la siente como el reencuentro con unos cuadros que se han convertido en "amigos".
Ensayo con vida propia
En la génesis de este libro nos encontramos con Miguel Zugaza, director del Prado entre 2002 y 2017. Estrella de Diego se había planteado tomarse un año sabático cuando Zugaza la instó a hacer una relectura de la pinacoteca desde sus intereses teóricos: el feminismo, lo queer y la decolonialidad. De aquello surgió un seminario que tuvo lugar el año 2015 en el que se intercambiaron ideas y se visitaron las salas desde nuevas perspectivas.
Al año siguiente la invitaron a repetir la experiencia y entonces Estrella de Diego propuso implicar al departamento de restauración y de fotografía. Tras aquello, decidió convertir en libro aquella experiencia. Pero la vida se interpuso y, como cuenta al inicio, se inundó su casa, se murió su madre y su padre después, y cuando por fin empezó a escribirlo llegó la pandemia.
"Durante estos años una también se revisa y han pasado muchas cosas desde el punto de vista del género y la decolonialidad de modo que el libro también necesitaba actualizarse", asegura. Esto lo ha visto en las aulas en las que imparte clase: "Antes, cuando hablaba de género los estudiantes me miraban extrañados, pero en los últimos años siento que la gente está dentro de un concepto más queer de las cosas", subraya.
Nuevas lecturas
En este sentido, el museo también se ha ido transformando. Para Estrella de Diego uno de los cambios más importantes ha sido su profesionalización. "Lo que ahora nos parece normal, como que haya un control de temperatura, iluminación y humedad, entonces no había", recuerda. No se queda en ese nivel, también "ha cambiado su fórmula de exponer las obras. Cada vez se va haciendo más dúctil, se va abriendo", arguye. En este sentido, De Diego destaca tres aspectos.
Por un lado, "la visibilidad de las mujeres artistas ha cambiado tanto que cuando abre Reencuentro hay varias obras pintadas por mujeres". Esto fue, sin duda, algo "importantísimo", pero Estrella de Diego pone sobre la mesa que los "museos siempre son más lentos que la sociedad porque son los reservorios de la historia". En este sentido, en el aula debate con sus alumnos había quien recriminaba que no hubiera más obras firmadas por mujeres en la exposición Invitadas. "La cuestión es que no las hay. Esa fantasía de que los almacenes del Prado están llenos de cuadros maravillosos de mujeres no es real, ojalá", se lamenta.
Sin embargo, un aspecto sobre el que sí pone el foco es que existen obras "que habrá que atribuir porque están mal, pero eso ocurre aquí y en otros lugares. De hecho, un cuadro precioso de la exposición era un retrato de Sofonisba Anguissola que había sido atribuido recientemente", recuerda.
El segundo aspecto que Estrella de Diego destaca es el que tiene que ver con la decolonialidad y con cómo el Prado lo ha abordado a lo largo del tiempo. "Unos diez años antes de Tornaviaje hubo una exposición cuya tesis era cómo el arte virreinal sigue al europeo, cuando lo interesante es justo lo contrario, cómo el arte europeo se impregna de él", subraya.
Este ensayo ha estado vivo desde el momento en el que empezó a escribirlo pues cuando las galeradas estaban ya entregadas el museo inauguró Tornaviaje, lo que llevó a su autora a modificar la parte de América Latina para actualizar su relato. "Ahí entendí que la forma en la que estaba escribiendo el libro era la correcta", afirma.
El tercer rasgo en el que De Diego posa su mirada es, inevitablemente, Las meninas y sus cambios de ubicación. La obra maestra de Diego Velázquez se ha mostrado de diferentes maneras, incluso con un espejo en la sala. No hay duda de que "sigue siendo el eje del museo porque es una pieza rara y compleja". No obstante, en Reencuentro se quedó "fascinada porque había una acumulación de grandes obras que en cierto modo las cancelaba".
Retroalimentación
Por supuesto, si el museo ha cambiado su manera de exponer y de organizar las muestras, el visitante también ha modificado su conducta. "Antes íbamos a mirar y ahora hay quien contempla, quien analiza o quien no hace sino tachar algo de su lista. Hay muchos públicos y cada uno entra de una manera distinta". En cualquier caso, Estrella de Diego opina que el museo se ha abierto a las nuevas corrientes de lecturas y, sobre todo, "trata de estar más cerca de la gente. Vivimos con la ilusión de que los museos educan y al mismo tiempo tiendo a creer que hay una retroalimentación: la gente se impregna del museo y el museo de la calle".
También es verdad que en cierto modo algunos museos se han ido masificando a lo largo de los años. Para De Diego "ahora son sitios a los que ir, pero cuando era pequeña no era así. Creo que está bien porque de todos esos niños que van con el colegio habrá 20 a los que no les interese en absoluto y otros 10 a los que sí".
En definitiva, la historiadora del arte, catedrática y miembro del Patronato del Museo del Prado cree "en la fuerza de los museos, de las obras de arte y en la reflexión que crean porque el arte consuela, ayuda, abre la mente y te hace pensar".