La casa de Antonio López (Tomelloso, 1936), en Madrid, da a los cuatro puntos cardinales. Pintor de ventanas, amaneceres y atardeceres, sabe muy bien por dónde sale el sol y dónde se pone la luna. Señala a un lado y a otro con unas manos deformadas: "¡Mira que churro de dedo! —dice risueño—, no me molesta en absoluto”. Conserva en su jardín todo tipo de artilugios, una escultura de un desnudo destrozado, que se ha propuesto restaurar, muebles viejos y hasta unos fogones en los que sigue elaborando la cola con la que prepara él mismo sus lienzos, tal y como le enseñaron en la escuela de Bellas Artes.
Habla tranquilo, cercano, obsequiándonos con una carcajada en cada una de sus frases, mientras nos acompaña al interior de esta casa-estudio en la que el tiempo parece haberse detenido. Lo hizo el 17 de febrero de 2020, cuando fallecía su mujer y compañera, la también pintora María Moreno, "Mari". Y esa vida compartida rezuma en cada uno de sus rincones, en las fotos que empapelan las estancias donde vemos a un jovencísimo, y atractivo, Antonio López haciendo el servicio militar; o en los recuerdos de su viaje de bodas a Guardamar "para pintar el mar".
En la cocina, más iconos: unos exuberantes membrillos, que en cualquier momento pueden saltar a sus pinturas, y una nevera de la que saca una jarra con agua de cebada, esa que, recuerda, "antes vendían en todos los chiringuitos de Madrid". Y tras esta lección de historia castiza se sienta, casi obediente, con los brazos apoyados en una mesa camilla llena de medicinas. En uno de sus extremos conserva un ramo de rosas blancas lleno de marcas pintadas: "me lo trajo una visita y me pareció tan bonito que me puse a pintar la transformación de esas flores hacia la destrucción". Estas mismas señales saltan también a las paredes, e incluso a la mirilla de la puerta, a la altura exacta del centro de su mirada, listas para que en cualquier momento apoye sobre ellas uno de sus lienzos. La creación no entiende de lugares, ni de tiempos.
Pregunta. Me han advertido de que a las siete en punto tengo que dejarle pintar, ¿no es un poco tarde?
Respuesta. Estoy pintando una ventana de noche, pero no me pongo todas las tardes porque a veces al abrirla siento frío. Hay cosas que no dependen de mí, los modelos, el sol, la luna… En mi mano solo está levantarme todos los días a la misma hora, entre las ocho y cuarto y las ocho y media.
"La vejez te permite decir cosas que no se pueden decir de joven. El mundo de los viejos es muy interesante y ofrece mucho"
P. ¿Sintió esa misma falta de control cuando pintó a la Familia Real?
R. Hice el retrato a partir de una fotografía. Con mi manera de trabajar, si hubieran tenido que posar juntos como en la época de Goya… El encargo me interesó mucho desde el principio. Había hecho matrimonios, pero nunca una familia completa: un padre, una madre y unos hijos. Y eso fue lo que me atrajo, y no de quiénes se trataba.
Un pintor en La Zarzuela
P. ¿Dio instrucciones al menos de cómo debía ser esa fotografía?
R. Estuve en el Palacio de la Zarzuela y fue un verdadero desastre. No encontré ningún lugar adecuado y no me atrevía a fisgar por las habitaciones, así que volví a casa con un material que no me inspiraba en absoluto y tuve que proponerles a los Reyes que vinieran a mi estudio, donde tenía muy buena luz e íbamos a estar tranquilos. Y así fue. Vinieron vestidos para el retrato, en el mes de julio, poco antes de sus vacaciones y con un calor tremendo. Yo les dejé que se colocaran como acostumbran, ¡cómo iba a dirigir a unas personas que tienen un control tan grande sobre su espacio!
P. ¿Es usted monárquico?
R. No sé qué es ser monárquico. Si los Reyes hacen un buen trabajo, por qué no. Yo les estimo mucho, conmigo se han portado de una manera muy cariñosa, han ido a mis inauguraciones, y tengo la sensación de que también me estiman.
P. Y después de semejante encargo, ¿le quedaba algo por hacer?
R. Me había atrevido sin temor con todo menos con el arte religioso, porque si no llegaba a través de un encargo siempre se me cruzaban otros motivos más inmediatos. Y el momento ha llegado, tengo tres proyectos en marcha, uno de ellos un Cristo crucificado para la Catedral Nueva de Vitoria. Va a estar despierto, con poco sufrimiento, para apoyar a las personas que le pidan ayuda. Me hace muchísima ilusión.
P. ¿Porque es creyente?
R. Porque me parece que es un tema hermoso si lo enfocas de una manera sincera. Me gusta sacar fuera lo que queda de todo eso dentro de mí. Y algo queda. En otras épocas el arte tenía que ver con los dioses, estaba en las iglesias, atañía a todos, a los ricos y a los pobres, y ahora ya no se habla para todos. Nunca ha habido una época con un arte tan sumamente individualizado.
P. ¿Sigue teniendo la religión mucho peso en la España actual?
R. Creo que lo ha tenido y que nos hemos ido alejando. La Iglesia se equivocó oponiéndose a las nuevas formas de conocimiento que traía la Ciencia y que entraban en contradicción con sus creencias. Nuestra religión ha sido muy castradora, sobre todo en los últimos siglos, cuando era más débil, como siempre pasa. La gente fuerte no tiene nunca tanto miedo.
P. ¿Y usted a qué le tiene miedo? ¿Le preocupa la muerte?
R. No pienso nada en ella. Pienso en el peligro de la muerte de gente que quiero, pero en la mía ni por un momento. Y no porque no haya atravesado situaciones difíciles. Me gusta la vida, me gusta la gente, hemos nacido para vivir como las moscas. Y estoy muy conforme con mi edad, no volvería atrás.
Ausencias insustituibles
P. ¿Se ha sentido solo con el paso del tiempo?
R. Con él han llegado muchas ausencias que son insustituibles. Se han muerto mis amigos y mi mujer, pero el mundo del arte es buen compañero de viaje. A pesar de todas estas experiencias dolorosas, me siento muy anclado a él, por mi propia vida, por mis amores. La vejez, si llegas bien, te permite hablar de cuestiones que no se pueden decir de joven con tu trabajo. El mundo de los viejos ofrece opciones muy interesantes.
P. Se puede hablar sin ninguna autocensura, por ejemplo…
R. Uy, yo me censuro mucho. No me gusta herir a nadie, tengo cuidado, prudencia.
P. Pero ya sabe que a partir de los ochenta solo se dice la verdad en las entrevistas…
R. ¿Sí? Yo creo que hay viejos muy tramposos.
"La religión ha sido muy castradora, sobre todo en los últimos siglos, cuando era más débil, como siempre pasa"
P. Ha vivido mucho. Nació en 1936, un año que ha marcado nuestra historia. ¿Fue muy larga la sombra de la guerra?
R. Nací 6 meses antes de que empezara, el 6 enero de 1936. De ese momento de la guerra conservo un par de recuerdos: una visita con mi madre a ver a mi padre, que estaba en el frente en un pueblo que se llama La Roda de Albacete. Hacía muchísimo frío y patiné, me caí... También recuerdo las ausencias... Pero la posguerra en Tomelloso no se notó mucho. Si un muchacho tiene qué comer, la calle para jugar y un padre y una madre que le quieren, ¿qué más puede pedir? Mi infancia fue hermosa.
P. Ha detenido su pincel en los motivos más humildes, ¿le importan poco las cosas materiales?
R. Me ha preocupado siempre mucho el dinero. La obsesión que otros tienen con la muerte, en mi caso ha sido por el dinero. Nuestro trabajo es inestable y a veces debo tener cuidado.
P. ¿Se ha sentido en apuros alguna vez?
R. Tengo lo necesario para vivir y un poco más, pero es algo que tiene que ver con la seguridad. Veo siempre todo muy volátil y pienso en los funcionarios que tienen un sueldo, aunque sea modesto, y una jubilación, frente a los artistas que nunca sabemos qué va a pasar al año siguiente. Quizá resulte antipático decirlo, pero es algo que nos ocurre a muchos pintores. El mundo del arte tiene esa parte de amenaza, de no saber si a lo largo de tu vida se va a mantener ese apoyo que sientes cuando alguien te compra un cuadro.
P. Y fíjese que usted trabaja con una buena galería, que tiene reconocimiento…
R. Pero es que en España todo está un poco traído por los pelos. No sé cómo será en América, a lo mejor es igual. Bette Davis puso una vez un anuncio buscando trabajo, ofreciéndose, cuando ya era una mujer madura con toda su gloria. Y Greta Garbo abandonó el cine. Es un mundo en el que la parte mala es muy mala, como cuando te entregas a un amor. Hay en ti una parte frágil ante el riesgo. A pesar de todo aquí estoy pintando y haciendo planes de trabajo.
P. Siempre tan volcado en su obra, ¿le ha dado tiempo a tener otras aficiones?
R. No he viajado mucho, pero tengo la impresión de que no he necesitado otro espacio que el del arte, que es muy amplio. También soy muy aficionado al cine. La última película que he visto ha sido una de John Ford, El hombre que mató a Liberty Valance, me la he visto en dos tramos. Me gustan Fassbinder, Almodóvar, Buñuel, Pasolini, a pesar de Los 120 días de Sodoma, con esa se equivocó, la soberbia es muy peligrosa. Mi hija me pone también música en internet, le pido a Violeta Parra, a la Mistinguett, a Raquel Meller, a Concha Piquer… El final de Violeta Parra fue una verdadera pena. No debería de ser así, pero a veces hacer las cosas bien tiene un precio muy elevado, mientras que a otros no hay quien les hinque el diente. Lo de que el tiempo pone a cada uno en su lugar no es verdad en absoluto.
"No sé qué es ser monárquico, pero sí que estimo mucho a los Reyes eméritos, han sido siempre muy cariñosos conmigo"
P. Veo que tiene en el sofá la prensa de hoy, El País y el ABC. ¿Le llega hasta aquí el ruido político?
R. Más que el ruido político, me avasalla el ruido del mundo ante el que hay que defenderse un poco porque, si no, no se puede vivir. No quiero ver la televisión ni escuchar la radio, leo el periódico y estoy en Madrid, que significa estar donde ocurren las cosas, las que te gustan y las que no. No tengo la impresión de estar desinformado, por un lado, por lo que percibes y, por otro, por lo que presientes, y no solo de España, sino de la vida que llevamos.
P. ¿Y qué es lo que le preocupa de esta forma de vida?
R. Que es muy contaminante, algo que nos debería inquietar lo suficiente como para cambiar nuestros hábitos. Necesitamos mejores guías, escuchar más a los científicos, a los que saben. No hay más que pararse a mirar lo rápido que se ha puesto en marcha la vacuna de la Covid. Cuando el hombre se lo propone, desde la ciencia se sabe lo que hay que hacer. Solo tenemos un planeta y una vida, y muchas cosas hermosas que disfrutar. Gastar y pisotear no tienen ninguna belleza, habría que buscar otros espacios con ayuda de las personas que realmente tienen influencia en la sociedad.
La ciudad del artista
P. ¿Ha notado muchos cambios en todos estos años que lleva mirando con atención la ciudad?
R. Aunque tengamos cuartos de baño y nos lavemos todos los días, las ciudades cada vez son más grandes y están más sucias. Madrid ha crecido mucho desde que empecé aquel cuadro en 1975, ¡vivía Franco todavía! Y ha empeorado. Cuanto más grandes son las ciudades, más difícil se hace habitarlas, hay que hacer más renuncias, y eso que a mí Madrid me ofrece mucho. Me ofrece temas. Si no fuese así, seguramente me iría.
P. ¿Se mueve mucho por ella?
R. Sí, siempre hay motivos. No conduzco, pero cojo el metro.
P. ¿Y no le han frenado ni los años ni la Covid?
R. No, nada, en el trabajo nada. Otra cosa es en la sensación que me produce ahora la vida, que se ha oscurecido. Ha sido una alarma que nos ha advertido de que hay que tener cuidado, que nuestros actos tienen consecuencias, estas y peores. No me ha afectado porque yo, antes de todo esto, ya era muy pesimista con la forma de vida que llevamos. Creo que los políticos no se lo toman en serio, se entretienen en una cantidad de asuntos increíbles en vez de reunirse todos y ver qué se puede hacer para que nuestra vida cambie. Es fundamental que el dinero no tenga la importancia que tiene, que no mande tanto lo económico, que haya otros motivos.
"Más que el ruido político, me avasalla el ruido del mundo ante el que hay que defenderse porque, si no, no se puede vivir"
P. ¿Qué opina de este momento actual en el que somos tan políticamente correctos?
R. Mientras no te quemen en la calle como en El Hereje de Miguel Delibes… La censura ha estado siempre instalada en todas las sociedades y en realidad ahora se arriesga poco. No nos podemos permitir una sociedad tan ignorante como la nuestra en una época en la que se sabe tanto, en la que hemos llegado hasta la Luna. Es una ignorancia que no entiende de edades, son los jóvenes pero también sus abuelos. A mí me ha costado mucho ir aprendiendo.
P. ¿Tendrá esto algo que ver con el complejo de inferioridad que tenemos los españoles?
R. España tiene mucha riqueza natural, tiene un mar que la rodea, es un lugar privilegiado. Y nosotros hemos tenido la suerte de nacer aquí. Pero hace falta que apostemos por la ciencia y que no sea solo un país de servicios, como me dijo una vez la mujer de un ministro, al que vienen los extranjeros a pasárselo bien. Eso es algo que nos hiere, aunque no nos demos cuenta. España tuvo su momento de gloria en la época de Velázquez y ahora los artistas solo pensamos en salir fuera, en exponer en China, en América, en París, en vender, y no sentimos que aquí estemos suficientemente atendidos. Parece, además, que con la pandemia no hemos aprendido y que solo queremos volver a donde estábamos, sin corregir nada.
Pintor de la Gran Vía y escultor de Día y Noche, las cabezas de Atocha, Antonio López es el último del grupo de los realistas de Madrid al que el Museo Thyssen rindió tributo en 2016. Premio Princesa de Asturias (1985) y Velázquez (2006), la galerista Juana Mordó le puso en el mapa, y en la colección del MoMA.