Glenda León, el sonido de las nubes
El MARCO de Vigo le dedica una exposición en la que la artista establece vínculos con la tierra y el tiempo sin perder de vista la clave política
12 julio, 2021 18:25Que la exposición de Glenda León (La Habana, 1976) suceda ahora, coincidiendo con el verano y el desenmascaramiento en los espacios exteriores, no es casual, sino parte de la conspiración que la artista urde con las nubes, con el tiempo y con el mundo cuando trama esta muestra desde el encierro en los tiempos del confinamiento.
Titulada Música de las formas y producida por el MEIAC de Badajoz, desembarca ahora en la primera planta del MARCO de Vigo, comisariada por José Jiménez, como un acto radical de libertad y de transformación del caos del mundo. Las piezas de León, bellas y sencillas, son brillantes en su contenida potencialidad e impecables en su factura. El recorrido se estructura en tres momentos: el primero ‘Tierra y cielos’, en la sala principal, el segundo ‘La espiral del tiempo’, y por último la sección que da nombre a la exposición, ‘Ver la música’ que propone la sonoridad del mundo como transcripción plástica. El resto de las piezas establecen vínculos con la tierra y el tiempo sin perder de vista la clave política, uno de los puntos fuertes y más interesantes de la producción de esta artista cubano-española, que entre otros méritos destaca por su participación en la 50.º edición de la Bienal de Venecia en el Pabellón cubano, el premio de la Fundación Pollock-Krasner y sus colaboraciones con la galería Juana de Aizpuru.
León traduce en dibujos sobre pentagramas el vuelo de las mariposas, las montañas, la danza de las abejas
Pero evitemos reducir el trabajo de Glenda León a una simple sinestesia y miremos más lejos. Miremos al cielo, por ejemplo que nos ofrece terrenal y lleno de nubes en su Cielo (2009) como el que puede aparecer en cualquier casa de cualquier barrio a través del proceso de descascarillado de una pintura común.
La artista utiliza como materia prima la magia de lo cotidiano y la descubre para nosotros en las paredes y en los suelos, en las constelaciones que dibuja a lápiz uniendo varios puntos que marcan unos chicles olvidados en Estrellas masticadas, serie I (2015), unas fotografías sobre papel Arches; o a través del sencillo acto de mirar al cielo y construir con las nubes un mapamundi (Dirigir las nubes, vídeo monocanal 2008-2017), un alegato en favor del poder volitivo individual y de la confianza en el infrautilizado potencial mental del ser humano. “Cualquier individuo puede dirigir las nubes. El evento ha sido pocas veces avizorado, ya que hoy día casi nadie mira con detenimiento el cielo”, escribe en la cartela.
En otras propuestas como Espejismos. Historia oculta del espejo roto (2019) propone un juego de semejanzas donde el tronco de un árbol se refleja sobre un espejo cortado siguiendo el dibujo de su perfil y en el que el espectador participa a través de su reflejo. Pero quizá la pieza que mejor dialoga con la propia arquitectura del museo MARCO de Vigo sea Jardín Emocional (2021), un dibujo de un electrocardiograma del latido del mismo corazón de la artista creado ex profeso para este espacio, que lleva a la tridimensionalidad del lenguaje del crecimiento de las plantas.
Al entrar en la sala interior, pasando el vestíbulo principal del primer piso, encontramos una serie de obras en las que la literatura, el cine y la música conviven. Es el caso de En tres tiempos (2014), una pieza que hace un guiño al tiempo en forma de polvo de monedas y polvo de oro inspirado en la novela Momo de Michael Ende, o en las lágrimas que se pierden en la lluvia, inspiradas en el monólogo final del replicante Roy Batty Blade Runner en la serie Cada lágrima es una forma del tiempo (2019) o la música de las esferas del universo platónico.
León traduce para nosotros el vuelo de las mariposas, el sonido de las grietas, en las montañas, de los delfines al desplazarse, de las venas del cuerpo, o de la danza de las abejas en dibujos sobre pentagramas. Su mirada sintoniza con la naturaleza desde una perspectiva femenina y ecologista, transformando lo cotidiano hacia lo místico, declinando artefactos sencillos y afilados que vibran y resuenan en nuestras retinas. Artefactos que también cuestionan las superestructuras de nuestro mundo occidental como el capitalismo o la democracia. En Estados transitivos: Mundo Político IV (2016-2020) crea una barrera de museo, de las que impiden acercarse a las piezas, hecha con el hilo reciclado de banderas de ciento ochenta países o La silla del poder (2014) una butaca antigua tapizada con la fotografía en blanco y negro de la audiencia atiborrada de un mitin de Fidel Castro.
Esta exposición es una buena oportunidad para acercarse al universo plástico y poético de esta artista y acompañarla en su peculiar forma de interpretar y cuestionar el mundo.