Timothy J. Clark y Anne M. Wagner: "El Guernica es una pintura de la modernidad, de la catástrofe"
Anne M. Wagner y Timothy J. Clark. Fotografía: Joaquín Cortés / Román Lores
Cuando a finales de 1937 se clausura la Exposición Internacional de París, España está inmersa en plena guerra civil y no puede recuperar el Guernica. Comienza entonces el viaje del lienzo que le llevará al MoMA de Nueva York, donde permanecerá hasta 1981. Ese año regresa a España, al Casón del Buen Retiro, y 11 años después pasa a la colección permanente del Museo Reina Sofía donde, desde entonces, ocupa un lugar fundamental.En el 80 aniversario de su creación, el Museo Reina Sofía inaugura la exposición Piedad y terror en Picasso: el camino a Guernica que pone su atención sobre la iconografía utilizada por el artista malagueño en los años previos a 1937. Charlamos sobre ella con sus comisarios,Timothy J. Clark y Anne M. Wagner, historiadores del arte y profesores eméritos de la Universidad de Berkeley. Clark es, además, autor del libro Picasso and Truth: From Cubism to Guernica (2013).
Pregunta.- ¿Qué hace del Guernica un icono universal?
Respuesta.- Esta pregunta daría para mucho. Quizá sea que consigue dar forma a ese terrible no lugar en el que se convierte la guerra y la muerte en su forma moderna, mecanizada, encarnada en el bombardeo masivo. Representa además el esfuerzo del ser humano por intentar entender, incluso in extremis, lo que le está pasando.
P.- ¿Qué motivos repite Picasso en los años anteriores al Guernica? R.- Uno de los temas centrales es su fascinación por lo monstruoso, que no es visto aquí sólo como algo patético sino que también puede aparecer cargado de dignidad e incluso de hermosura.
P.- ¿Qué obras no nos podemos perder?
R.- Son muchas las cosas que alimentaron este cuadro. No dejen de fijarse en Las tres bailarinas (1925), Figura (1927) y en los estudios de 1930 para La Crucifixión (en formato digital en esta exposición).
P.- ¿Qué tiene esta muestra que nos haga reflexionar más allá de una visita al Guernica?
R.- Esperamos que todas estas obras que abonaron el camino para lo que después fue el Guernica -todas ellas realizadas desde 1925- sacudan al espectador. Queremos mostrar la imagen que tenía Picasso del mundo. Para él la habitación era un lugar de contención y de deleite, de las dos experiencias al mismo tiempo. En el Guernica esta habitación colapsa y toma matices realmente épicos.
Los edificios destrozados que dejó tras su paso el bombardeo hacen que interiores y exteriores convivan en un mismo espacio."Representa el final de una manera de estar en el mundo. Por eso hablamos del Guernica como una pintura de la modernidad. La modernidad como catástrofe".
P.- ¿Qué rol tienen las figuras femeninas en este mural?
R.- Son las portadoras de toda la carga sentimental de la escena. Limitar a ellas los papeles protagonistas es una manera de subrayar que el bombardeo de Guernica golpeó a un objetivo civil, algo que no había ocurrido antes. Es muy importante señalar cómo aparecen representadas: sufren, se consumen, lloran a sus hijos muertos en los brazos, aparecen con el pecho descubierto... Una de ellas flota por encima de la escena sosteniendo una lámpara que simboliza la verdad. Frente a ellas, la deshumanización de la única figura masculina -transformada en escultura- se convierte en un icono que ha sido vaciado de poder, de pasado. P.- ¿Y de dónde viene esta paleta monocroma?
R.- Las fotografías en blanco y negro de los periódicos fueron un detonante pero ante todo se trata de un recurso recurrente en toda su obra. Está ligado a la memoria del cubismo: al momento en el que él y Braque estaban verdaderamente seguros de haber descubierto una nueva epistemología. El monocromo cubista vuelve, en el Guernica, como el símbolo de la fuerza y de la ambición histórica de esta pintura. Nos está pidiendo que aceptemos la imagen como algo definitivo, cristalizando la experiencia del siglo.
@Luisaespino4