Cézanne, dentro y fuera
Detalle de Nieve fundiéndose en Fontainebleau (1879, 1880)
58 pinturas de Cézanne -49 óleos y 9 acuarelas- procedentes de museos y colecciones privadas de todo el mundo, la mayor parte nunca vistas en España, se exponen, junto a nueve obras de otros artistas, como Pissarro, Gauguin, Bernard, Derain, Braque, Dufy y Lhote, en el Museo Thyssen. La retrospectiva, comisariada por Guillermo Solana, tiene el paisaje y las naturalezas muertas como temas centrales. Con motivo de esta gran muestra, la primera desde hace treinta años en nuestro país, el crítico José María Parreño y el artista Alfonso Albacete recorren los misterios, las emociones, los motivos, los pliegues y las texturas de la obra del pintor francés.
Para cerciorarse basta comprobar que frente a las casi infinitas exposiciones dedicadas a todos los que le consideraban su padre, de Cézanne no se ha hecho una sola en nuestro país desde hace treinta años. Tuvo lugar en el MEAC en 1984 y su comisaria fue Paloma Esteban. Aunque solo fuera por eso, esta muestra en el Museo Thyssen sería ya una noticia de primer orden. Pero además es una exposición muy notable por la calidad de las obras conseguidas y por el "cariño intelectual" (¿se pude decir eso?) con que está concebida por su comisario, Guillermo Solana. Así pues, no nos encontramos ante una mera reunión de cuadros importantes, procedentes de medio mundo (Europa y Estados Unidos, claro, pero también Australia y Japón). Es que además está tramada para materializar una interpretación novedosa del "maestro de Aix". Una de las cualidades que constituyen una obra clásica (ya se trate de literatura o de artes plásticas) es que ofrece una lectura distinta a cada generación de lectores/espectadores. En este caso, Solana decide, con lógica aplastante, contemplar al viejo pintor obsesionado por el paisaje desde la perspectiva de uno de los grandes renovadores del arte del paisaje. Me refiero a Robert Smithson (1939-1973), autor de una obra famosa de Land Art, Spiral Jetty, un malecón en forma de rizo instalado en 1970 en las aguas del Gran Lago Salado (Utah).Cézanne no es un excéntrico como Dalí, ni un atleta sexual como Picasso, es sólo un pintor y eso para la industria es poca cosa
Lo que distingue las creaciones del Land Art de otras obras de arte en la naturaleza es que no podemos trasladarlas. No porque sean desmesuradas o porque estén inspiradas en un lugar en el que adquieren pleno sentido, sino porque se hacen parte del lugar. Porque son ya el paisaje que han modificado. Smithson partió de lo que llamaba la dialéctica site-non site para teorizar sobre esa necesidad de ir al lugar, físico y concreto, a realizar la obra. Y también del efecto que tenía traer al espacio artístico elementos procedentes de la naturaleza. Y escribió acerca de Cézanne en relación con todo ello. Pues bien, estas reflexiones, que datan de finales de la década de 1960, son la base de la interpretación del comisario. Dicho lo anterior, tiene todo el sentido el título elegido: Cézanne Site / Non-site, pero pienso que contribuye a esa reclusión en las vitrinas de la erudición que padece el pintor.
Bañistas, 1880
Ahora, unas líneas para situarlo: de la misma generación que Renoir y Monet, amigo de Zola desde la infancia, su maestro reconocido fue Pisarro. Expuso con los impresionistas en 1874 y 1877, obteniendo críticas de una crueldad ejemplar. Decidió entonces retirarse a Aix en Provence, dispuesto a seguir su camino de espaldas al público. En 1895 un joven marchante llamado Ambroise Vollard organizó una amplia muestra que logró situar su obra en el mercado y darle a conocer a una nueva generación de artistas, que en adelante le profesaron una ilimitada admiración. Pocos años antes de su muerte era ya un pintor consagrado, con un lugar de honor en el Salón de Otoño e incluso en las Exposiciones Internacionales.El siguiente capítulo se titula "El fantasma de la Sainte Victoire" (la montaña que pintó reiteradamente) y creo que es el centro de gravedad de la exposición. Aquí vemos una corta serie de cuadros de la célebre cumbre y una -realmente impresionante- serie de naturalezas muertas. La idea que subyace a esta comparación es la de que esos dos polos opuestos de la pintura que son el paisaje y el bodegón, en Cézanne llegan a ser intercambiables. Los pliegues de sus bodegones tienen un carácter geológico. En las sucesivas mesas en las que está colocado un cántaro, este ocupa un lugar central o que al menos ordena el universo de la mesa en torno a sí, imponente como una montaña. Y en la sección siguiente, "Juego de construcciones", esta idea se completa, pues encontramos el efecto inverso. Paisajes compuestos en escalera, con términos sucesivos. En ellos las edificaciones podrían merecer el comentario de De Chirico: "El templo griego está al alcance de la mano, podríamos agarrarlo como un juguete".
Y ahora, después de haber leído esto esto, olvídenlo, y olviden también la tesis de la exposición. Entren a verla como si fueran a dar un paseo, un paseo tan hermoso por la pintura como pudiera serlo por la naturaleza.