Berlín, crisol artístico
Cruce de caminos. Artistas en Berlín
13 febrero, 2000 01:00De la serie "Caras". Montajes digitales de Vibeke Tandberg
La "exportación" de artistas, en el marco de las políticas de promoción cultural internacional, es un asunto delicado que hay que abordar con criterios muy sólidos. Se trata de una práctica sin duda necesaria, muy descuidada en España, para abrir puertas a los artistas fuera de su país de origen. Cruce de caminos se mueve en los márgenes de la promoción oficial, puesto que cuenta con los apoyos de distintos organismos públicos de algunos de los países de nacimiento de los creadores seleccionados. Pero no encaja exactamente en ese tipo de convocatorias, ya que, por una parte, como ya he adelantado, no se limita a artistas alemanes, sino que se abre a un abanico de nacionalidades de creadores que han elegido Berlín como lugar de encuentro, y, por otra, la selección la ha realizado un comisario español, Pablo Llorca, capaz de sostener un criterio independiente de presiones políticas o comerciales, y de dar en el blanco entre la abundancia y disparidad de propuestas artísticas de la que es hoy, por su vitalidad, capital artística alemana.Berlín ha sido en la última década un "crisol artístico" (en palabras de Llorca) europeo. Las ayudas para vivir en la ciudad ofrecidas por la Könstlerhaus Bethanien y la DAAD y los en un principio económicos precios del suelo en el antiguo Berlín oriental favorecieron la instalación de la ciudad de artistas de todas las procedencias, especialmente de las áreas nórdica y eslava. En esta exposición se recoge esa realidad cosmopolita, con artistas procedentes de Alemania (un tercio de los seleccionados, ninguno nacido en la ciudad), Bulgaria, Países Bajos, Finlandia, Gran Bretaña, Noruega y Suiza que en algún momento de la década han trabajado en Berlín. La selección, entre todos los posibles, ha optado por algunos de los menos conocidos por el público español, lo que acrecienta el interés de la muestra.
De entre las propuestas, destacan en mi opinión las de Thomas Demand (Munich, Alemania), que expuso no hace mucho en una colectiva en el Instituto Alemán de Madrid, y que construye meticulosamente espacios interiores y exteriores con papel y cartón para fotografiarlos a continuación; A.K. Dolven (Oslo, Noruega), con proyecciones de vídeo de una gran sutileza; Ueli Etter (Marthalen, Suiza), que elabora un recorrido por un imaginario parque temático; Ceal Floyer (Karachi, Pakistán), que expuso en la colectiva Malos hábitos en la galería Soledad Lorenzo, con una sencilla instalación sonora con alto poder de sugerencia; Via Lewandowsky (Dresde, Alemania), que diseña sádicas "máquinas para matar"; Nedko Solakov (Cherven Briag, Bulgaria), con su divertida Serie tonta, instalación que reúne cuadros y dibujos con geniales historias sobre gusanos, lunas, religión y sexo; Vibeke Tandberg (Oslo, Noruega), con la serie Caras, en las que realiza toda una combinatoria digital de dos rostros distintos con resultados totalmente verosímiles y, por ello, tremendamente inquietantes; y Susanne Weirich (Unna, Alemania, 1962), con un "mapa imaginario de las pasiones" que se extiende sobre las paredes de una de las salas sala.
Menos convincentes o rutinarios son los trabajos de Anneke van der Eerden (Hertogenbosch, Holanda), Eric Hattan (Wettingen, Suiza), Jukka Korkeila (Hämeenlinna, Finlandia) y Manfred Pernice (Hildesheim, Alemania).