Mesuras

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El Cultural

Medir como forma de pensar

La Fundación Cerezales Antonino y Cinia reúne en 'Mesuras' la obra de 18 artistas en torno al concepto de medir. Hay en ella encuentros insólitos

6 septiembre, 2019 18:01

Mesuras

Fundación Cerezales Antonio y Cinia. Antonino Fernández, 76. Cerezales del Condado (León). Comisario: Jorge Blasco. Hasta el 17 de noviembre

Sería una descortesía hacia quien me esté leyendo no presentar mínimamente el lugar en que se desarrolla esta exposición. Entre otras razones, porque surge de la propia dinámica de trabajo de ese centro: una Fundación con un nombre muy largo (Fundación Cerezales Antonino y Cinia), como son largos sus tiempos de trabajo y será larga la proyección de su labor. Situada en Cerezales del Condado, un pueblecito próximo a la ciudad de León, y creada por quienes discretamente le dan nombre, su vocación es, "el desarrollo del territorio y la transferencia de conocimiento a la sociedad mediante dos vías de acción: la producción cultural y la etnoeducación". Así que, aunque el hermoso edificio esté firmado por un estudio de arquitectos de moda, como es el de Zaera y Llaguno, este lugar tiene menos que ver con un museo tradicional que con un laboratorio o un centro de estudios. Su propósito no es, pues, instalar obras de arte indiscutibles entre árboles y vacas, para atraer al adinerado público correspondiente y que esos flujos “dinamicen” la zona. No, la Fundación es y está allí para los vecinos del entorno rural. Y creo que es coherente con esa intención.

Con todo, Mesuras, que así se titula esta muestra, reúne 18 obras en torno a dos ideas, tal y como señala Jorge Blasco, su comisario: que hay dimensiones que no se pueden medir con los patrones al uso, por un lado. Y por otro, que "mesurar" es no sólo medir, sino también pensar algo analizándolo. Esto nos lleva al centro de la cuestión: los sistemas de medición son herramientas fundamentales para la creación de conocimiento (también para el comercio), y su misma e imprescindible estandarización anula cualquier peculiaridad individual. Pero la experiencia subjetiva, la de cada uno de nosotros, se fija precisamente en lo peculiar. Y el arte desarrolla esa atención y hace compartible la experiencia.

En exposiciones como ésta los objetos son menos importantes que las ideas. El arte ha ido derivando de la belleza a la sugerencia de pensamientos

La heterogeneidad es una de las características de Mesuras. Ese principio de apertura da lugar a encuentros insólitos, pero también puede debilitar la propuesta, al dar la impresión de que casi cualquier cosa podría caber en ella. Entre las aportaciones más ortodoxas y menos conocidas se encuentran los cuadros o “cartas topográficas” (ambas de 1764) procedentes de la Real Chancillería de Valladolid, que son en realidad pinturas de los terrenos en disputa. El propósito meramente instrumental no era óbice para que el pintor desarrollase sus dotes de observación sobre del territorio. Procedentes también de un archivo y del mismo siglo, son el grupo de “respuestas” que conformaron el Catastro que el Marqués de la Ensenada llevó a cabo interrogando minuciosamente a las autoridades locales de todo el país acerca de propiedades, industrias y comercio. Quizás en el otro extremo, el de la máxima potencia poética y mínima utilidad práctica, podríamos situar la obra de Clara Montoya: una colección de cilindros de cobre de 3,8 centímetros, que es la distancia que cada año se aleja la Luna de la Tierra. Ensartados en un vástago, como continuará haciendo hasta 2024, nos permiten experimentar sensiblemente esa dimensión.

Encontramos también varias alusiones a la topografía: Ana Amorim borda sobre tela los recorridos que hace diariamente, una especie de mapa que sólo ella puede interpretar, pero cuya belleza está ante nuestros ojos. Las rutas de ascenso a los picos de Montserrat de Lluís Hortalà, son otro ejemplo. Donde se cruzan ciencia y arte surge un territorio extraordinariamente fértil. En el pasado, ese lugar no era excéntrico: basándose en la relación de la música con la aritmética, descubierta ya por Pitágoras, Kepler trató de asignar a los planetas notas musicales. En esa estela puede situarse el repertorio de sonidos medidos, de L. Martínez del Campo o la selección de partituras de Llorenç Barber. A su vez, la obra de Lara Almarcegui, Descampado en la ribera del Ebro, medirá el paso del tiempo, permaneciendo como una isla silvestre en medio del crecimiento urbanístico gracias al compromiso de preservación “para siempre” que ha logrado la artista para dicha parcela.

Pep Vidal trabaja también con la naturaleza. Este doctor en física presenta Árbol de 19 metros cortado en 7 volúmenes iguales, una reflexión acerca de los patrones de crecimiento vegetal, que lo es también acerca de a qué podemos llamar hoy escultura. Igualmente en el ámbito de la botánica, se sitúan dos propuestas simétricas. El Herbario de plantas artificiales, de Alberto Baraya, que consiste en una cuidadosa catalogación de la botánica artificial con la que convivimos. Y entraña un comentario irónico del paradigma científico y del exotismo como reivindicación cultural. En el lado opuesto, está el Herbario de plantas industriales de Rosell Meseguer. Con la técnica de la cianotipia, creada por una botánica y fotógrafa inglesa a mediados del siglo XIX, realiza un herbario de plantas industriales, que es también un estudio sobre la minería del pasado y el presente.

En exposiciones como ésta los objetos son menos importantes que las ideas. Y las ideas son más ricas de lo que parecen. El arte ha ido derivando de la belleza de las formas a la sugerencia de los pensamientos. No sabría decir si eso significa que nos hemos vuelto más profundos o menos sensibles. En todo caso, vemos también que se incorporan al arte soportes nuevos, como es el archivo. Al que en adelante miraremos con otros ojos.