Bruce Nauman, crónica en bucle
La severidad creativa del artista nos conduce de pieza en pieza entre sonidos, espacios e imágenes en esta cuidadísima exposición del Museo Picasso de Málaga
24 junio, 2019 00:37Bruce Nauman. Estancias, cuerpos, palabras. Museo Picasso Málaga. San Agustín, 8. Málaga. Comisarios: Eugen Blume y José Lebrero Stals. Hasta el 1 de septiembre
"Era una noche oscura y tormentosa. Tres hombres estaban sentados alrededor de una hoguera. Uno dijo: "Jack, cuéntanos una historia", y Jack dijo: "Era una noche oscura y tormentosa. Tres hombres estaban sentados alrededor de una hoguera. Uno dijo: "Jack, cuéntanos una historia", y Jack dijo (…)".
La crónica en bucle, un género narrativo renunciante en el que se reaviva la escucha iniciada por Samuel Beckett de las palabras "sin palabra", acumuladas una a una, peldaño a peldaño, ordenadas en una escalera por la que el oído baja tanto como sube y sube tanto como baja, ha ocupado la vida artística de Bruce Nauman (Fort Wayne, Indiana, 1941). El Museo Picasso de Málaga ha producido una exposición antológica cuidadísima sobre la obra de este veterano de la severidad creativa; de pieza en pieza nos conduce la muestra entre sonidos, espacios e imágenes que anudan nuestro discernimiento a lo que se repite. De 1983 es el anuncio luminoso Life, Death, Love, Hate, Pleasure, Pain; esas seis palabras en alternancia incompatible, ordenadas en círculo, que se iluminan una después de otra, contradiciéndose, y todas juntas al final, se estampan en nuestras pupilas como matasellos de neón, insistentes, capaces de imponer su repetición obsesiva sobre nuestro ritmo cardíaco.
La severidad creativa de Bruce Nauman nos conduce de pieza en pieza entre sonidos, espacios e imágenes en esta cuidadísima exposición
Con la retrospectiva de este rehacedor de espacios, signos, errores y percepciones añade el programa del Museo Picasso a su haber un nuevo hito del arte norteamericano. Se han sucedido tres en su reciente programa de exposiciones: Jackson Pollock (2016), Andy Warhol (2018) y ahora Bruce Nauman. Al alojar la obra de estos tres artistas con llamativo respeto por un orden cronológico, el museo ha querido dar cabida temporal a los tres grandes episodios del arte estadounidense posteriores a 1945 que encarnan. Nauman se mide, así pues, con los más notables, e implícitamente es honrado como representante de toda una época en la cultura artística.
A finales de este último febrero se clausuró en el MoMA una enorme retrospectiva de Nauman, pero en España no había habido una exposición del artista desde 1993, cuando la programó el Museo Reina Sofía, en época de María Corral. Sabemos que una generación española de intérpretes intelectuales de la creación contemporánea, entre ellos José Luis Brea, quedó particularmente impactada por el conocimiento de su obra a través de aquella exposición. También José Lebrero, hoy director del Museo Picasso de Málaga, que lo ha volcado con formidable esmero en una muestra con aptitudes para dejar un rastro tan persistente como aquella de hace un cuarto de siglo.
De altavoz de Nauman ejerce en esta ocasión Picasso. Para las 93 piezas que se reúnen no solo se reservan salas de exhibición temporal, sino también espacios de tránsito, como el patio principal y otros cuantos; de modo que el edificio del museo pueda tenerse en su conjunto por caja de resonancia del artista norteamericano. Los ecos se extienden también hasta el subsuelo, hasta la sala arqueológica con restos fenicios que tiene el palacio. O quizá ocurre al revés: desde ese sótano resuenan las creaciones del norteamericano hasta alcanzar las salas grandes. Ahí abajo, entre ruinas, una durísima instalación de audio y vídeo de 1987 con seis canales, Clown Torture, atormenta nuestra soledad. El abismo tautológico tiene aquí por tema los sufrimientos infligidos a un payaso. Se repiten sus lamentos, las pruebas con las que se le castiga, el trabalenguas que una y otra vez reproducen sus labios. Su humillación se perpetúa sine die en esos lastimeros vídeos entreverados, que juntos trenzan el tiempo de la cultura o lo representan.
Los tormentos del payaso son tema también de la instalación Shit in your Hat - Head on a Chair, que data de 1990. En esta perturbadora pieza es la cabeza la parte del cuerpo en la que expresamente se ceban las ofensas al clown. En la mortificación de este personaje, ese tema antiguo, pero de progresiva actualidad, hay siempre un recuerdo de los sufrimientos de Orfeo y, cómo no, de la barbarie de su ejecución. El más señalado despojo de la civilización fue, a qué dudarlo, la cabeza cortada de Orfeo. Pocos motivos tan insistentes en las piezas de Nauman como las cabezas arrancadas. Las hay en vídeo, en cera, en bronce, en neón, en tinta; toda "noche oscura y tormentosa" de la cultura humana repite una misma decapitación. Tan presente está este asunto enorme, que afecta por igual a los tres grupos de obras a cuya diferenciación apunta el título de la muestra: estancias, cuerpos y palabras.
Cada paso que damos por la exposición mueve al temor; a cada paso en su recorrido hay una alarma en forma de fotografía, de instalación, de registro sonoro. Y esa parte de las obras que cabe describir como "estancias" son expresamente recorrido alarmado, vivencia de un espacio que presiona contra nuestro cuerpo, que hostiga nuestra seguridad, que hace extrañas para nosotros nuestras propias percepciones. Hacer experiencia de la soledad en el interior de la Yellow Room significa temer por uno mismo. Ahí no suena lejos la grabación de Violin Tuned D E A D, realizada en 1969, en la cual Nauman saca a un violín las notas re-mi-la-re [D-E-A-D]. Lo escuchamos en bucle, como un fraseo de Beckett.