"El texto sabe cosas que el autor desconoce", asegura uno de los dramaturgos españoles que más mima y explora el lenguaje. Por eso, y por una obra que ya es historia del teatro patrio, Juan Mayorga ingresa el próximo domingo en la Real Academia con un discurso sobre el silencio y las ideas claras frente a las polémicas.
"He sido un admirador de la Academia desde siempre, desde mucho antes de que pudiese pasar por mi imaginación ingresar en esta casa. La Academia me ha orientado como hablante del español y como escritor una y otra vez", reconoce el dramaturgo Juan Mayorga (Madrid, 1965), académico electo que el próximo domingo leerá su discurso para ocupar la silla M de la institución. Que sus alabanzas a la casa de las palabras no son vacías lo demuestra su teatro de ideas, donde la cuestión del lenguaje -la cuestión de cómo lo usamos y cómo somos usados por él- es la cuestión política por excelencia, como expresa su frase "El texto sabe cosas que el autor desconoce".
Embargado a partes iguales entre la alegría y la responsabilidad, el autor y director apura las horas para su citado discurso, que lleva por título Silencio, "cuidando los dos últimos espectáculos que he dirigido, El mago e Intensamente azules. Yo entiendo el teatro así, no se trata sólo de custodiar lo logrado, sino que estoy preguntándome constantemente cómo conseguir que la obra sea más teatral, más compleja, más atractiva, más honda...", reconoce.
Pregunta. ¿Qué crees que puede aportar un hombre del teatro como tú al cuidado y al debate de la lengua?
Respuesta. El teatro ha tenido una presencia constante en la Academia y desde luego no puede estar ausente de ella. Al fin y al cabo es, entre otras cosas, el arte de la palabra pronunciada. El teatro me ha educado en la escucha y en el examen de lo que escucho y hace que esté permanentemente atento a lo que las personas hacen con las palabras y a lo que las palabras hacen con las personas. Los que nos dedicamos a esto prestamos una atención especial a las palabras en situación y en acción, y en este sentido espero que esta experiencia pueda ser útil para algunos de los trabajos de la Academia. Espero poder hacer mi contribución.
"El teatro puede ser entendido como un laboratorio de examen de la lengua que hay y de la que podría haber"
P. Habla del papel de la palabra dentro del teatro, pero ¿cuál sería el papel del teatro dentro de todo el extenso mundo de la palabra?
R. Es una pregunta masiva. Siempre digo que desde los griegos el teatro es un arte que nos permite examinar en asamblea las posibilidades de la vida humana. Y dentro de ese examen es muy importante el de la lengua cotidiana y los lenguajes posibles. El teatro tiene una capacidad extraordinaria para examinar la palabra y para crearla, puede ser entendido como un extraordinario laboratorio de examen de la lengua que hay y que podría haber. Por un lado, nos permite examinar la palabra que de hecho utilizamos, que en ocasiones, pensemos en Beckett o en Pinter, es capaz de hacer que el espectador se asombre e incluso se asuste ante la palabra que utiliza. Pero el teatro también es creador de palabra. El espectador puede salir de una obra con nostalgia y con envidia de palabra, como sucede cuando asistimos a un lorca o a un valle que de algún modo salimos enriquecidos en palabra.
Una ausencia de silencio
P. Estamos hablando ahora de palabra, pero su discurso se titula precisamente Silencio, ¿qué pretendo narrar con él?
R. Al saber que entraba en la Academia, me hice la pregunta, creo que natural, de cuál es la palabra más importante para el teatro, aquella que sería la última a la cual renunciaría para hacer teatro. Y fue esta. El título responde o se refiere a la palabra silencio, pero también al fenómeno y a la idea que esa palabra nombra. Se trata de una palabra muy importante en el hecho teatral y esa importancia corresponde primero a la que tiene en nuestro vivir. Si el teatro corresponde a la vida, la centralidad del silencio en el teatro corresponde a la que tiene en nuestras vidas. Y eso me lleva a una reflexión sobre el silencio en general y en el teatro que acompaño de un breve hacer memoria de algunos momentos en que el teatro me puso ante el drama del silencio. En ese recordatorio comparto ciertas impresiones sobre obras como, por ejemplo, la Antígona de Sófocles, La casa de Bernarda Alba de Lorca, el Woyzeck de Büchner, La vida es sueño de Calderón, El jardín de los cerezos de Chéjov, el teatro beckettiano...
"Hoy domina la necesidad de la respuesta automática, pero en un auténtico diálogo es fundamental el tiempo de silencio"
Pero más allá del teatro, Mayorga considera que hace falta más silencio en nuestras vidas, en las privadas y, especialmente en la pública."Estamos rodeados y atravesados de ruido y pareciera que cualquier tiempo de silencio es tiempo vacío y tiempo perdido cuando puede ser todo lo contrario, tiempo ganado y de plenitud", reflexiona. "El mundo de la política es el ejemplo que se viene a la mente, y es cierto que está lleno de eso, pero no sólo él. Es un hecho que hoy lo dominante es la necesidad de la respuesta automática, cuando precisamente en la conversación, en un auténtico diálogo es fundamental ese tiempo de silencio que exige la escucha del otro. Se ha extendido un simulacro de diálogo que consiste en reacciones verbales automáticas, donde las respuestas y las réplicas casi anteceden a las preguntas".
Algo que el dramaturgo considera fatal, pues "es muy importante el silencio para encontrarse con uno mismo y especialmente con otros, porque el silencio es condición para pronunciar las propias palabras y sobre todo para escuchar las del otro, algo mucho más importante", insiste. "El teatro es un arte de la escucha y hay algo maravilloso en el hecho de que unos seres humanos se reúnan en un callar compartido para escuchar las palabras que vienen del escenario. Porque finalmente, lo decisivo no son las palabras que reciban, sino las propias palabras y los propios silencios. El silencio importante es el del espectador, que le permite pensar en las palabras y en los silencios de su propia vida".
La (polémica) realidad de la lengua
P. Le da la réplica de su discurso Clara Janés, una de las pocas mujeres de la RAE, ¿considera que la evolución de la institución va pareja a la de la sociedad o se podría hacer más?
R. Hay mujeres muy importantes en la Academia, figuras muy relevantes en sus campos de trabajo, y siento un inmenso honor porque una poeta y traductora tan importante como Clara me dé respuesta. Por lo demás, creo que está en la cabeza de casi todos los académicos que, como ocurre en cualquier ámbito de la sociedad, cada día habrá y ha de haber más mujeres, y que llegará un tiempo que haya más mujeres que hombres, como ocurre en otros campos. De esto no hay ninguna duda.
"El lenguaje inclusivo es un debate del que la Academia no puede permanecer ajena. Mucha gente, yo el primero, necesita orientación"
P. Otro debate en el seno de la Academia es del leguaje inclusivo. Usted, que le da mucha importancia al lenguaje, ¿cómo se posiciona?
R. En lo que a la Academia se refiere debo, en este y otros asuntos, tomarme precisamente un tiempo de silencio para escuchar a personas que llevan años pensando y estudiando este tema. Se trata de un asunto muy importante, una conversación de la que la Academia no puede permanecer ajena. Es una cuestión abierta y respecto de la que mucha gente, yo el primero, está pidiendo orientación. En esa conversación, como en todas, es muy importante la escucha del otro, oír todas las posiciones sin ridiculizarlas a priori, porque es muy fácil buscar los extremos y lo risible en lugar del consenso.
P. También hay posturas encontradas en cuanto a si la RAE debe ser un mero órgano registrador de la realidad del idioma o de si debe tener un papel normativo más estricto, ¿qué opina?
R. Precisamente en esa tensión es en donde trabaja la Academia. Una de las imágenes de la RAE es la de faro. La integran personas con un conocimiento y experiencia tal de las palabras que pueden ayudar al resto a comunicarse, a hacer un uso más valioso, más rico del lenguaje. Es ahí dónde está el trabajo de la Academia, no debe limitarse a registrar, sino participar en las conversaciones e incluso orientar. Recordar que nuestro lenguaje tiene una historia y hacernos conscientes de por qué usamos ciertas expresiones. Si la Academia está en el centro de polémicas es porque el lenguaje está en la vida misma, y por eso es muy lógico que de pronto haya gente que se manifieste y se tome como algo muy importante que al sólo adverbio se le ponga o se le quite el acento.
"Si la Academia está en el centro de polémicas es porque el lenguaje está en la vida misma y por eso es tan importante"
P. Hay una tensa convivencia entre nuestro español y el de los países de Latinoamérica. Siendo el teatro un campo de efervescencia total del lenguaje, rasgo que distingue las lenguas de América, ¿qué opina de la pluralidad del idioma?
R. Dirijo un Máster en Creación Teatral en la Universidad Carlos III y es para nosotros fantástico el tener alumnos de distintos lugares, y en particular de varios países de Latinoamérica. Este año, de los 17 alumnos hay un colombiano, una uruguaya, dos peruanos… Es maravilloso escuchar distintos acentos y también otros vocabularios y modismos. El español no es propiedad de los españoles, es de todos los que lo utilizamos, que vivimos en esa lengua. Es algo extraordinario que compartimos, y un trabajo muy importante de la Academia es trabajar en la unidad del idioma. Pero unidad no significa reducción, sino extensión y debemos procurar el conocimiento de todas esas variedades para que el español siga siendo una lengua tan hospitalaria a personas y experiencias.
Esperando al maestro
P. Todavía ni ha ingresado usted, pero ¿quién considera que faltaría en la Academia?
R. Hay mucha gente a la que me gustaría ver y que merece estar allí. Pero te voy a decir sólo un nombre, el primero en el que pienso, que es mi maestro en el teatro José Sanchis Sinisterra.
P. Preparar el discurso y el ingreso le habrá consumido bastante tiempo, pero ¿qué es lo próximo suyo que veremos sobre las tablas?
R. Estoy trabajando en dos obras que no acaban de salirme. Una se llama La colección, y trata sobre un asunto que me interesa desde hace mucho tiempo pero no consigo abordarlo: el mundo del coleccionismo, un mundo de poder y deseo. Luego estoy también con otra que se llama La gran cacería, que nace del impacto que me produce el ver un mosaico romano en la isla de Sicilia, pero no sé adónde irá. Aunque también podría decir que estoy en un tiempo de silencio, de reflexión y de escucha.