Nos emplaza Fermín Jiménez Landa el 16 de Septiembre de 2031 en el bar San Calisto. Una cita en un lugar incierto que nunca podrá ser. Bajo esa premisa imposible llega a Madrid el artista que, hoy sí, acude puntual a nuestro encuentro real. O casi. Porque la realidad con Jiménez Landa (Pamplona, 1979) es siempre relativa. Objetos que no pretenden ser, que cambian de significado a la primera de cambio son habituales en su trabajo. Un conceptual pasado por el tamiz del humor y del absurdo que conquista al espectador en cuando logra traspasar la primera capa. Alfombras enterradas y desenterradas, agua embotellada del lago de los cisnes, febriles tuberías de cobre, monedas aplastadas por un tren... Cuando todavía puede verse en el Artium de Vitoria su exposición Turno de noche, inaugura en Madrid, en la galería Bacelos, su segunda individual.
Pregunta.- ¿Qué encontramos en su exposición de Madrid? ¿Algún hilo conductor entre las piezas?
Respuesta.- Pues, mira, no sé si decirte que sí o que no. A priori no lo hay. Hay una fuga en cada pieza, hacia el pasado y hacia el futuro, hacia ultramar y hacia Andalucía. Parece que al final está ahí el hilo conductor, en la escapada, en estar en otro lado. Hay elementos del desplazarse como las vías del tren o el cabo del marinero, hay un cordón que pertenece a alguien que huye de la justicia -que no me lo quería dar por si tomaban muestras de su ADN-, hay referencias a viajes musicales, a la desaparición de Bas Jan Ader y objetos sencillamente cambiados de sitio.
P.- ¿Cuánto hay de absurdo en su trabajo?
R.- Hay bastante, soy muy tradicional en ese sentido.
P.- El cambio de sentido, la desubicación de los objetos con los que trabaja, sea una piscina, una tubería o una mesa, es ya algo habitual y reconocible en su trabajo. ¿Qué es primero el objeto o la idea?
R.- Buena pregunta, no lo tengo nada claro. Supongo que van a la vez, hay ideas contenidas en los objetos y por eso te acercas a ellos. Trabaje como trabaje uno, todo el mundo da pasos intuitivos, luego mira atrás, analiza, sigue otro paso... Cuando me acerco a una piscina supongo que probablemente haya motivos para hacerlo. Entonces empiezo a pensar en el hecho de que imitan a la naturaleza, pienso en que en una época todo el mundo quería una para subir de estatus, en que se ven desde google maps y sigo, sigo por ahí.
P.- ¿Qué papel juega lo lúdico?
R.- Un papel muy importante, desde luego. Tampoco tenía un plan especial para lo lúdico pero es mi única manera de trabajar, o más bien de no trabajar. Y una vez está ahí no queda más remedio que decir que lo lúdico es otra manera de conocer el mundo, ni mejor ni peor. Como método de pensar ese mundo está muy bien pero tiene sus peligros, soy consciente.
Numismática, de Fermín Jiménez Landa en la galería Bacelos de Madrid
P.- El espectador ante sus obras experimenta cercanía en algunos casos, decepción en otros, las más de las veces esboza una sonrisa, ¿usted qué pretende?
R.- Supongo que querer controlar eso sería un error. De todas maneras procuro que las cosas ocurran equilibradamente.
Demasiada cercanía, decepción o humor no creo que funcionara. Soy consciente que estoy al filo del abismo del gag, por ejemplo. Pero cuando trabajo no pienso en esos términos. Pienso en el espectador cuando me preocupo de que se transmita la información, que se entiendan las cosas, pero por lo demás hago una especie de suposición; que al espectador le gustan las mismas cosas que a mí y que está del mismo humor que yo.
P.- ¿Cuáles diría que son los referentes e influencias más cercanos de su trabajo?
R.- Muchos artistas como
Roman Ondak, Jiri Kovanda,
Francis Alÿs, Jason Dodge o Kirsten Pieroth. En cine, de otra manera,
Werner Herzog y
Antonioni, por ejemplo. En literatura
Julio Cortázar en la manera de hacer pero últimamente
me he sorprendido a mí mismo copiando a Patricia Highsmith y a Herman Melville. Copiando, literalmente.
P.- ¿Lo tiene fácil o difícil un artista de su generación?
R.- Muy difícil, muy difícil. Lo tiene difícil cualquier persona de mi generación. Pero no hay que lamentarse, estoy aburrido de lamentos. Este domingo hay elecciones, podríamos empezar por echar a los culpables de esas dificultades en las urnas (Partido Popular) y votar a alguien que no nos vaya a vender a los bancos y a las grandes compañías de nuevo (o sea, a Ciudadanos tampoco). Aún así lo tendremos difícil porque a los grandes poderes no los hemos votado. Y no sólo eso,
al contrario de lo que piensan algunos, hacer arte ¡es muy difícil!
P.- Ha vivido fuera de España, ¿hay que salir fuera para conseguir un lugar en el arte español?
R.- En realidad he vivido poquísimo fuera de España. No creo que haya influido en mi posición -por otro lado bastante irrelevante- en el arte español. De hecho donde más he vivido ha sido en Grecia, cosa que no ha alterado en nada mi carrera en términos de poder (en otros términos muchísimo). No creo que haya que salir fuera, pero está muy bien hacerlo. Eso sí,
me parece un poco aburrido y autómata que todo el mundo haga un máster en Londres. Hay otros mundos ahí fuera y son maravillosos.
P.- Con dos individuales en museos este año (MAZ de Guadalajara, México, y Artium de Vitoria) y esta de Bacelos, este año no ha parado... ¿Qué próximos proyectos tiene en marcha?
R.- No mucha cosa, no me voy a hacer el interesante. Tengo muchas ganas de hacer ciertos trabajos; un proyecto sobre el rayo verde que va a tener una primera fase en Valencia, varios proyectos más sobre desapariciones, cosas que están por cuajar. Estoy muy, muy motivado y por otro lado espero no hacer nada un tiempo, leer unas novelitas y beber mucho gazpacho.