Roman Ondák en el Palacio de Cristal
Es uno de los artistas más destacados de Europa del Este en la última década, cuyo ascenso se volvió meteórico con su intento de medir el universo en el MoMA en 2007. Ahora Roman Ondák llega al Palacio de Cristal con su primera exposición individual en España. Desafiando nuestra percepción, nos invita a que le montemos una buena Escena.
El que proyectó en el MoMA en 2007, Measuring the Universe, le hizo popular, aunque por aquel entonces Ondák había participado en muchas exposiciones y bienales, como la de Venecia, São Paulo o Manifesta. Empezó siendo una sala vacía y se fue llenando con el tiempo de las marcas que dejaban los visitantes en la pared anotando su altura, nombre y fecha. Hasta 90.000 había solapadas. "El hecho de anotar la medida en la pared, como cuando eres pequeño, alude a la idea de evolución. También remite a ese eterno deseo de medir la escala del universo, de conocer nuestro lugar en el mundo. También es una reflexión sobre la energía que es capaz de generar una masa de gente. Es como un reloj en el que cualquier momento importa. Ese mensaje siempre está implícito en mis obras", añade.
Measuring the Universe, 2007-2008. Museo MARCO de Vigo, dentro de la exposición El medio es el museo
-Una vez más, el espacio de exposición está vacío...
-Mi intervención está fuera del Palacio, aunque a ella se accede desde el interior, por ‘la puerta de atrás', la que se usa para la entrada y salida de las obras. A través de ella, el público accede a una plataforma que he construido alrededor del edificio. Desde fuera, incluso desde dentro, apenas se percibe, ya que imita el exterior. Por primera vez, podrá verse desde fuera lo que pasa dentro y viceversa. Lo que allí ocurra constituye esa escena a la que alude el título. Es un juego entre lo que ves y lo que imaginas, entre exterior e interior; entre lo que es real y lo que es arte. Arte que trata de copiar la realidad...
-La idea de réplica, el enclave natural y ese juego de interior y exterior recuerdan a Loop, su propuesta para el pabellón de Chequia y Eslovaquia en la Bienal de Venecia de 2009. ¿Hay conexiones entre ellas?
-Sí, es el trabajo más cercano. En el Retiro he duplicado un fragmento del Palacio, y en la Bienal dupliqué la naturaleza exterior que rodeaba el pabellón. La coloqué dentro, como una extensión de los Giardini. Se convirtió en un lugar de paso, que la gente atravesaba casi sin darse cuenta de que era un proyecto artístico. Mi idea fue trasladar la misma tensión que sentí al ser el primer artista eslovaco en ocupar este pabellón. Aludía al legado de Checoslovaquia, dividida en 1993 en República Checa y Eslovaquia. Hablaba de ese conflicto, de tener que cruzar un sitio para llegar a otro igual.
Aprender a caminar
La idea de desplazamiento siempre ha estado presente en su trabajo. Le sirve para reflexionar sobre la percepción, la distancia y la imaginación. En I'm just acting in it (2004) diez personas dibujaron al artista mientas caminaba por el espacio vacío de la exposición, y en Untitled Journey (2003) amigos suyos le retrataron a raíz de las instrucciones que Ondák les dio de un viaje en tren.
Loop, 2009. Bienal de Venecia
- Es, seguramente, la más invisible de cualquiera de mis proyectos. Comparte muchas similitudes con Loop. Todo es imprevisible para un niño de un año; también en la carrera de un artista. Mi interés era hablar de las expectativas del artista en una galería y del que acude a ver su exposición.
-¿Y qué rol tiene el público?
-En mis obras el espectador es también un "actor", el que da sentido a toda la propuesta. Es el que termina la obra.
-Nicolas Bourriaud llamó a eso Estética relacional, una de las tendencias del arte en los 90. ¿Se identifica con ella?
-Hay quien dice que mi obra corresponde a esa estética relacional pero veremos dentro de 20 años si esa sigue siendo la definición de este movimiento. También dicen que mi trabajo encierra una "crítica institucional". Pero mi contexto es otro. Me formé con el sistema comunista de finales de los 80, que era como estudiar en el siglo XIX. En la antigua Checoslovaquia no había nada que pudiéramos llamar centro, ni museos y galerías que pudiese tomar como objeto de mi crítica. A principios de los 90 me gradué como pintor, y aunque suene raro, ya que mi trabajo gira en torno a los límites del espacio, siempre se inspira en la pintura. El próximo 12 de octubre, de hecho, tengo una exposición en Common Guild, Glasgow, donde mostraré algunas pinturas de cuando tenía 15 o 16 años. Las presentaré junto al objeto que había pintado, que colocaré sobre el cuadro de modo que éste parezca una sombra del objeto. Sigue la idea de espejo que encierran muchas de mis obras, también la intervención en el Palacio de Cristal.
-¿Qué pintores le interesan?
-Me gusta Picasso. Estoy estudiando ahora la evolución de sus primeros años al cubismo. Me gustan los artistas que han sido capaces de concentrarse en una situación de su vida o que han podido transformar su vida en arte.
Teaching to Walk, 2002
-Sí, tiene que ver con entender tu posición como individuo en la sociedad. Si puedes profundizar en eso puedes transformar algunos de esos momentos en obras de arte. Mi trabajo habla de relaciones humanas, de lo comunes que son muchas veces esos universos que creemos absolutamente individuales...
-¿Cómo es el suyo?
-El universo es algo que sólo podemos imaginar y el arte rivaliza con nuestra percepción del universo. Ambos son una invitación a soñar.