Adolfo Suárez. Ambición y destino
Gregorio Morán
29 mayo, 2009 02:00Adolfo Suárez en su escaño del Congreso de los Diputados. Foto: Fernando Quintela
Con el paso de los años la figura de Adolfo Suárez, tan combatido en su época, ha adquirido una estatura casi mítica. Todos recordamos su gesto valiente aquel aciago día 23 de febrero de 1981, cuando al salir en defensa del general Gutiérrez Mellado, zarandeado por los golpistas, reivindicó la dignidad del Estado español, mancillada por un felón con bigotes y tricornio. Aquel gesto heroico no le sirvió sin embargo para aumentar su crédito político, porque al año siguiente casi todos los españoles preferimos votar a los políticos que el 23-F se habían ocultado bajo sus escaños. Fue sólo a mediados de los noventa cuando comenzó el culto a Suárez, una vez que éste hubo renunciado a la política activa. Los golpes que el destino le ha reservado en estos últimos años no han hecho más que incrementar el respeto que la opinión pública manifiesta hacia su persona. Un respeto que es evidente en Adolfo Suárez: ambición y destino, el nuevo libro que le ha dedicado Gregorio Morán.Gregorio Morán (Oviedo 1947) publicó un primer libro sobre Suárez en 1979, cuando él era un joven periodista de investigación y Suárez se hallaba en la cúspide de su poder. Aquel libro, Adolfo Suárez: historia de una ambición, no gustó en el entorno de la Moncloa. Treinta años después y tras haber publicado algunos libros fundamentales para comprender nuestra historia reciente, como Los españoles que dejaron de serlo (1982), sobre la cuestión vasca, y Miseria y grandeza del Partido Comunista de España, 1939-1985 (1986), Morán afronta de nuevo la biografía de Suárez en una obra que abarca desde sus años juveniles hasta su retirada de la política.
El propio título muestra una valoración que no es la misma que en 1979, pues si la ambición es un rasgo casi consustancial a la trayectoria de un político, la palabra destino nunca se invoca para personajes mediocres. Durante los casi cinco años que ejerció la presidencia del gobierno, de 1976 a 1981, el destino de España y el de Adolfo Suárez se imbricaron. Vista desde la perspectiva del tiempo transcurrido, las deficiencias de su gestión resultan evidentes, pero su balance global resulta muy positivo. Los capítulos dedicados a esos años constituyen, por supuesto, la parte más interesante de Adolfo Suárez: ambición y destino y Gregorio Morán ha optado por situarlos al comienzo de la obra. Es un acierto, porque el lector se siente muy pronto cautivado por su ágil, documentada y en ocasiones polémica narración de aquel período crucial de nuestra historia, pero, por otra parte, ello lleva a que el resto del libro, que aborda los años iniciales y los años finales en la biografía política de Suárez, represente un anticlímax.
El estilo incisivo y a veces mordaz de Morán contribuye al placer de la lectura. Respecto al propio Suárez destaca su grandeza, pero no oculta sus defectos, incluida su amplia incultura, que le llevó a creer que hacía un descubrimiento al destacar la importancia estratégica del estrecho de Ormuz. Pero la vena satírica y malévola de Morán se ceba sobre todo con algunos personajes de su entorno. Leopoldo Calvo Sotelo no era ciertamente un político carismático, pero resulta un tanto cruel describirlo como un cruce entre Buster Keaton y un oficial de notarías. Los democristianos de UCD resultan particularmente mal parados en las páginas del libro, mientras que acerca de los socialdemócratas Morán recuerda que sus colegas de partido les llamaban "los rabanitos", rojos por fuera, blancos por dentro y siempre cerca de la mantequilla.
Como en una tragedia clásica, la historia de Suárez tiene una etapa de ascenso y otra de caída, con el año 1979 como punto de inflexión, y ambas están íntimamente entrelazadas, ya que algunas de sus decisiones en la etapa de ascenso contribuyeron a la generalizada hostilidad que acompañó a su caída. España podía haberse quedado atorada durante algunos años en un régimen de semilibertad y si no fue así se debió sobre todo a la audacia de Suárez, que en tan sólo dos años culminó la Transición. Era algo difícil de imaginar cuando dos años antes el rey Juan Carlos y su asesor Torcuato Fernández Miranda le eligieron como el dúctil político que había de impulsar la reforma de las instituciones. Resultó tener un carácter más firme del previsto y muy pronto fue él quien controló en exclusiva la agenda política.
Las páginas más fascinantes del libro se refieren a la caída de Suárez. Durante un período en que España experimentaba un grave deterioro económico y sufría los zarpazos más sangrientos del terrorismo, Suárez se vio acosado por una conjunción de ofensivas diversas. La de los socialistas fue a veces hosca, como aquella alusión de Alfonso Guerra al "tahúr del Mississippi", pero en definitiva estaban en su papel de partido de la oposición. Más insólita fue la enemistad que se encontró en su propio partido, entre quienes le consideraban un arribista carente de principios y aspiraban a una "gran derecha". La cúpula empresarial se sumó también a la ofensiva, y todo ello dio alas al sector golpista de las Fuerzas Armadas.
Finalmente la actitud del propio rey resultó crucial para forzar la dimisión de Suárez, y a ello se refieren algunas de las páginas más polémicas de Morán. Quizá nunca sepamos qué ocurrió exactamente en determinada ocasión, pero en conjunto su interpretación me parece convincente. Ahora podemos comprender la dramática alusión de Adolfo Suárez en el mensaje televisivo en que anunció su dimisión: "Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea una vez más un paréntesis en la historia de España". Para evitarlo dimitió y el fracaso del 23-F aseguró el futuro de la democracia.