Al cine desde el respeto
José Luis Gómez en Pascual Duarte (1975) de Ricardo Franco
De forma un poco sorprendente, pese a lo prestigioso y prolongado de su obra, mucha de ella narrativa, Camilo José Cela fue adaptado al cine pocas veces y de forma tardía, pero con una voluntad de hacer algo importante que revela el respeto de productores y directores a los originales.
La primera, anecdótica, incursión de Cela en el cine fue como actor, en Manicomio (1953), la ópera prima de Fernando Fernán Gómez quien explicó que "se me ocurrió la boutade de que siete u ocho intelectuales conocidos de la época fueran los que estaban encerrados en el manicomio. Como en el cuento de Poe figura que cada uno es un animal, cuando le dijimos a Camilo que si quería hacer el burro pegando coces, dio saltos de alegría. Le pareció una maravilla y se puso muy contento". Al parecer fue también Fernán-Gómez quien primero quiso hacer una adaptación de La familia de Pascual Duarte a principios de los 60 y en el anteproyecto participó entonces el inagotable productor Elías Querejeta, quien años después retomaría la adaptación.
Pascual Duarte (1975), dirigida por Ricardo Franco, con guión de éste y Emilio Martínez Lázaro. Según Querejeta, "procedimos a despojar la novela de todas las adherencias y a quedarnos con el contenido central. Pero al mismo tiempo hay una modificación sustancial porque la película empieza con una cuerda de presos, que son presos de la guerra civil" y, según Franco, "al enfrentarnos al texto de Cela esbozamos un esquema que se alejaba de cualquier naturalismo, tremendismo o fantasma sicológico, ampliando su discurso político a un contexto mucho más amplio". Este Pascual Duarte es una película seca y muy dura que retrata a un personaje embrutecido y describe el ambiente que, junto a otros factores, provoca su estallido de violencia, una violencia que no se trata de justificar pero que, en mayor o menor medida, es medioambiental y que se muestra sin ningún efectismo ni ningún alivio. José Luis Gómez ganó merecidamente el premio de interpretación en el Festival de Cannes.
La otra obra mayor de Cela llevada al cine fue La colmena (1982), una empresa sólo posible en circunstancias determinadas, cuando desde la Administración se apostó decididamente por apoyar un cine de prestigio, basado en textos ilustres, y cuando la televisión empezó a involucrarse en la producción española. El productor y guionista José Luis Dibildos trabajó durante mucho tiempo en ese proyecto: "La novela me apasionaba porque en ella se cuenta una tragedia por medio del humor. A partir de retazos se narra con sobriedad el ambiente de unos seres humanos condicionados por una época de frío, hambre, miedo y represión... fue mi trabajo más complejo y ambicioso, lleno de recuerdos de infancia y juventud. Soñaba con una película coral, una especie de concierto humano, un paisaje de rostros para la crónica del Madrid de posguerra que exigió 1.500 figurantes y 60 actores que encarnasen a los personajes más destacados. Contó con el mayor reparto estelar y el más cotizado de la historia del cine español". Mario Camus, gran lector y por tanto especialista en adaptaciones literarias (poco antes había realizado una serie de televisión sobre Fortunata y Jacinta de Galdós y a continuación de La colmena realizó su famosa versión de Los santos inocentes de Delibes), se encargó de dirigirla apoyándose en esa brillante producción que permitió una reconstrucción de época y ambientación.
Su mérito, y el de Dibildos, estuvo en que el factor decorativo no se impusiera sobre el narrativo (algo frecuente en el cine de época, aunque sea época reciente). La colmena, una de las películas más importantes y significativas de esa etapa del cine español (ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín), es un gran espectáculo, incluso cuando más sórdido, y una narración que equilibra una gran cantidad de personajes y de situaciones, que muestra dramas y no pierde nunca el sentido del humor y que, desde luego, saca partido de muchos de los mejores actores de la historia del cine español y también de algunos invitados, como el propio Cela. Todo el oficio de Dibildos y de Camus se pone de manifiesto en esta adaptación con voluntad de fidelidad al original y de creación de una obra nueva.
Finalmente, La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona (1978) no es exactamente una adaptación sino un pretexto. Una anécdota real y cómica dio lugar a un libro de Cela (que también aquí aparece) y, sobre la base de éste, se escribió una comedia erótica por encima de la media del subgénero postcensura: el director Ramón Fernández dispuso de una producción suficiente y de un buen reparto para este entretenimiento que apuesta más por la picaresca que por el desnudo vergonzante.
Leer otros capítulos
1. Qué sola la mañana...
2. El latido del aire
3. Aquellos años cuarenta
4. Papeles de un erudito
5. La voz tras la mordaza
6. El testigo de Arrabal
7. De muchos y de buenos amigos
8. El Nobel, para uno de Padrón
9. El escritor y su personaje
10. El narrador: cómo se hace una novela
11. También era un poeta
12. El escritor oficial, el poeta auténtico
13. En el corazón de la novedad
14. Tres obras y dos versiones
15. Un canto a la supervivencia
16. Al cine desde el respeto
17. Galicia de ida y vuelta
18. Cautivos en la isla
19. Vuelta a La Alcarria
20. Dama oscura
21. La casa de la Vida
22. Profesor de energía