Dana White, seguidor de Trump y “cruel”: así es el hombre detrás del Mayweather - Mcgregor
Ha sido la persona que ha llevado a cabo las negociaciones para el combate del año. Su madre habla de él como una persona “arrogante y egoísta”.
18 junio, 2017 02:43Noticias relacionadas
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Usted puede ser gordo, feo, antipático, drogadicto, estúpido y mala persona. Y está en su derecho. Qué se le va a hacer, tiene que haber gente ‘pa to’ -o eso dicen-. Sin embargo, su abuela -o su madre- jamás lo verán así. Para ellas, usted será delgado, guapo, sociable y buena persona; es decir, el chico perfecto. Y estarán seguras de ello sin que nadie sepa el porqué. Así es en muchos hogares. En otros, en cambio, no ocurre lo mismo. Por ejemplo, en casa de Dana White, presidente de la UFC (Ultimate Fighting Championship), circuito profesional de las MMA (Artes Marciales Mixtas). Allí, la cosa cambia: la madre de Dana, en su biografía, dejó escrito que su hijo es “egoísta, arrogante y cruel”. ¿La razón? Podemos dejarlo en que lo vale: es multimillonario -aunque no se haya calculado su fortuna- y, sobre todo, ha montado un imperio y ha llevado las negociaciones para organizar la pelea entre Mayweather y Mcgregor.
“Da igual si eres rico o pobre, la vida te da la oportunidad de conseguir dinero”, suele decir Dana. Y bien que lo sabe. Él, en realidad, nunca pensó que llegaría a ser multimillonario. Sin embargo, lo es. Y, sobre todo, lo va a seguir siendo. La pelea entre Mayweather y Mcgregor le asegura una pensión de por vida. Él, desde el principio, ha sido el que ha llevado las negociaciones del “circo” -como lo ha definido el exboxeador Óscar de la Hoya- que tendrá lugar el próximo 26 de agosto en el T-Mobile Arena de las Vegas. Un combate que constará de 12 asaltos y que se regirá por las reglas del boxeo. En juego, una bolsa de 1.000 millones de dólares para los dos protagonistas principales y un lucrativo negocio detrás: asientos de ring a razón de 150.000 euros y unos derechos de televisión vendidos a precio de saldo (se estima que cada estadounidense pague 99 dólares de media por ver la pelea). Una barbaridad.
El combate, por tanto, es lo de menos; por sí solo, antes de que Mayweather y Mcgregor se hayan puesto los guantes, ya genera unos ingresos multimillonarios. ¿La culpa? De Dana White, que sabe muy bien lo que hace. O, al menos, así lo ha parecido siempre. Casi desde pequeño, el niño nacido en Manchester (Connecticut) siempre tuvo las ideas claras. Y eso es básico en cualquier ámbito de la vida. Él quería hacer carrera en el mundo del deporte y, a la postre, lo ha conseguido. Por eso mismo, montó un gimnasio en Las Vegas, dio clases y peleó como aficionado. Y por eso mismo, también, decidió dirigir las carreras de Tito Ortiz y Chuk Lidell, luchadores de MMA (Artes Marciales Mixtas).
Pero eso no fue más que el preludio de lo que estaba por venir. En 2001, convenció a los hermanos Fertitta (multimillonarios involucrados en el mundo del juego y las licencias en el Estado de Nevada) para que compraran lo que fue el germen de la UFC, una liga de artes marciales mixtas que se encontraba prácticamente en quiebra. Y sus dos amigos aceptaron el reto: pusieron el dinero y nombraron a Dana White presidente de una disciplina que desde entonces no ha parado de ganar adeptos.
Resulta paradójico, pero antes de su entrada, las artes marciales mixtas eran algo marginal: estaban prohibidas en 36 estados por su violencia y destinadas a desaparecer más pronto que tarde. Sin embargo, los hermanos Fertitta, con la ayuda de Dana White, reflotaron el negocio: hicieron el reglamento más conservador y atractivo y crearon un reality show llamado The Ultimate Fighter, algo así como un Operación Triunfo de luchadores que emitió gratis la MTV. Y, a partir de ahí, la disciplina no ha parado de crecer: en 2011, la Fox compró la emisión de todas las peleas hasta 2018. Y, en 2016, los hermanos vendieron el circuito de la UFC a la agencia IMG por 4.000 millones de euros. Eso sí, se aseguraron que Dana White seguía siendo el presidente. Y, la verdad, no les ha venido nada mal.
DEVOTO DE DONALD TRUMP
“Nadie nos tomaba en serio, excepto Donald Trump. Él fue el primero en reconocer el potencial que nosotros veíamos en la UFC y nos alentó a construir nuestro negocio”, reconoció poco después Dana White. De ahí su apoyo al actual presidente de Estados Unidos y su militancia política: ha participado en algún discurso del Partido Republicano y no esconde ‘sus’ colores. De hecho, el mismo día de las elecciones, se encontraba en el Hotel Península, el mismo donde se hospedaba Hillary Clinton. Hasta que se enteró de la victoria de Trump: “Estaba en ropa interior, completamente dormido, pero salté de la cama y me dirigí al Hilton (lugar donde celebró su victoria el mandatario estadounidense)”.
Su carrera llena de éxitos se justifica, además, por el hecho de ser el descubridor de Mcgregor, convertido en icono de la UFC. Dana fue al Trinity College de Dublín para recibir una medalla de oro y volvió con el bueno de Conor bajo el brazo. Allí, muchos le contaron la historia de un irlandés que se crió en una familia humilde (su padre era taxista y exboxeador, y su madre jugó al fútbol hasta los 12 años), que fue fontanero y que aprendió a pelear tutelado por Tom Egan, el primer referente irlandés de la UFC. Y Dana no dudó: vio su potencial, le ofreció un contrato y, a día de hoy, el luchador de MMA gana 15 millones de euros en cada una de sus peleas.
El próximo 26 de agosto, ese irlandés, que ha sido el único luchador en ganar dos títulos en simultáneo en la MMA, y Mayweather se verán las caras en el T-Mobile de Las Vegas en un combate que, para muchos, no tiene sentido. Al fin y al cabo, Mcgregor no se ha subido nunca a un cuadrilátero y se enfrentará a un campeón mundial hasta en cinco categorías distintas. Pero, quién sabe, el mundo del deporte, a menudo, basa su épica en retos imposibles. Aunque, por otra parte, y a estas alturas, quizás ya no le importe a nadie. Ni a esos multimillonarios espectadores que acudirán al combate como si fueran a una pasarela de moda, ni a los boxeadores, ambos más pendientes de esa bolsa de 1.000 millones de dólares que de su prestigio.