El Jumbo, una máquina perfecta en el Tour de Van Aert y Vingegaard: de las cetonas a hacer historia
El equipo neerlandés ha cumplido su gran reto de ganar el Tour de Francia con el corredor danés y ha tenido en el ciclista belga al más completo.
24 julio, 2022 02:15¿Habrán sido las famosas cetonas? ¿O las concentraciones en Tignes? ¿O es simplemente que son los mejores y por fin han sido capaces de demostrarlo? Seguramente sea un poco de todo. Pero este Tour de Francia será recordado por muchas cosas, pero sobre todo por la demostración tan monstruosa que ha realizado el Jumbo-Visma, equipo que ha dominado la carrera de principio a fin. Después de muchos intentos han cumplido su objetivo y Jonas Vingegaard les ha dado la victoria en la ronda francesa.
Tras años de cierto tedio y de poca batalla, el Tour de Francia ha conseguido lo que parecía impensable. Poner a la mayoría de aficionados al ciclismo de acuerdo en su favor. La edición de este 2022 ha sido la más emocionante y espectacular que se recuerda en muchos años. Seguramente en décadas. Y para ello no ha sido necesario que hubiera una renta pequeña en lucha por el maillot amarillo o por el podio.
Solo un recorrido duro, exigente y, sobre todo, muy bien elegido y seleccionado en momento y lugar. Y además, un equipo que se ha propuesto dar una de las exhibiciones más impresionantes que se recuerdan. Se puede dominar un Tour de Francia como lo hacía el antiguo Sky, poniendo un treno imbatible y esperando a que una leyenda como Chris Froome ejecutase en el momento que deseara, o como lo ha hecho el Jumbo-Visma, jugando al ataque, dando espectáculo, siendo protagonistas y dejando días para el recuerdo fuera cual fuera el terreno.
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Jumbo-Visma, números y nombres
Jumbo-Visma suma esta temporada un total de 32 victorias. De momento, son primeros en la clasificación de la UCI que cuenta los puntos conseguidos en el periodo de 2020 a 2022, ese tan comentado que está poniendo en serio peligro la permanencia de varios equipos como Movistar, Bike-Exchange, Lotto Soudal e Israel Premier-Tech en la categoría World Tour.
De estas más de tres decenas de victorias, seis han llegado en la carrera más prestigiosa del mundo, en el Tour de Francia. Tres de Wout Van Aert, dos de Jonas Vingegaard y una más de Christophe Laporte. Ellos tres han sido, seguramente, los corredores más destacados de un equipo que ha rendido a un nivel espléndido. Se podría decir que casi perfecto. Para ayudarles han tenido a corredores de la talla de Primoz Roglic, Steven Kruijswijk, Nathan Van Hooydonck, Sepp Kuss y Tiesj Benoot. Y todavía podrían sumar una victoria más en la última etapa que le resta a la carrera, el citado sprint de París.
Una agrupación de estrellas en la que no están nombres como Tom Dumoulin, Edoardo Affini, Robert Gesink o Rohan Dennis. Sin embargo, ha destacado, sobre todo, por haber trabajado por primera vez como un verdadero bloque. Algo que habían perseguido durante mucho tiempo y que han ido logrando poco hasta tener su obra maestra lista para reventar el Tour de Francia y para doblegar al gran fenómeno ciclista de las últimas décadas, Tadej Pogacar. Han conseguido que el esloveno, que parecía imbatible, ahora sea visto como un mortal más y que muchos se empiecen a plantear que ese al que comparaban con Eddy Merckx puede no ser mejor que Jonas Vingegaard.
El equipo ha dejado a un lado su guerra egos, al menos los que se podían manejar, y ha sabido ser imbatible en todos los terrenos. Kuss y Kruijswijk, gregarios de lujo para la montaña. Van Hooydonck, un gigante rodador para el llano. Laporte y Benoot, dos multiusos capaces de brillar en cualquier terreno. Y después, las estrellas, con libertad para sacar su magia, pero con responsabilidad para ponerse al servicio del equipo.
Las caídas dictaron sentencia en la pelea entre Roglic y Vingegaard por quién debía ser el líder del equipo y el esloveno, perdedor de la contienda, no dudó en trabajar en favor de su joven compañero, a la postre ganador del Tour. Y para darle brillo a esta organización perfecta estaba el verso libre de Van Aert. El belga, calificado ya como el ciclista más potente que se ha visto nunca en la ronda francesa ha hecho de todo y todo lo ha hecho bien. Incluso cuando hacía algo no muy beneficioso para su equipo, también tenía su parte buena en favor del espectáculo.
La obra maestra del Jumbo
A pesar de lo que pueda parecer, este Tour de Francia no arrancó en Dinamarca. Al menos no para el Jumbo. Este Tour ha sido ideado en el seno más interno de la factoría neerlandesa de la manera más cuidadosa posible por dos mentes privilegiadas como Richard Plugge, manager general, y Merijn Ziemman, su director deportivo.
Entre los dos han hecho una selección de alrededor de diez corredores a los que han ido modelando y dando forma, reuniendo casi siempre en las mismas carreras y enseñándoles a correr como un bloque como preparación del Tour de Francia. Un plan que se ha ido testando en varias pruebas como la Paris-Niza, la Itzulia o el Dauphiné a lo largo del curso, pero con el objetivo de dar la campanada en París después de muchos años de esfuerzo y de desembolso económico.
Desde la aparición de las famosas cetonas, una especie de combustible alternativo que utiliza el cuerpo cuando hay escasez de suministro de glucosa, Jumbo siempre ha estado buscando en cada detalle esas comentadas ganancias marginales. El debate sobre esta sustancia ha estado durante un tiempo sobre la mesa y es probable que tengan algo de culpa en el impresionante rendimiento que está registrando el equipo los últimos cursos.
Las cetonas se forman cuando no hay suficiente azúcar o glucosa para alimentar las necesidades que tiene el cuerpo. Una falta de ese combustible que suele ocurrir en periodos de dietas o ayunos, una situación en la que suelen vivir los ciclistas. Por ello, la administración o la producción masiva de estas sustancia supone un beneficio tan importante, porque permite al organismo regular esa falta de azúcar sin recurrir a subir ni un solo gramo.
Sin embargo, junto a las cetonas y a otros misterios, también se encuentran las míticas concentraciones en Tignes en las que el núcleo duro del Jumbo ha ido forjando su plan para derrocar a Pogacar y vencer en el Tour de Francia. Desde allí ha nacido una obra maestra que tuvo su comienzo en la jornada inaugural y que culminará en París.
En la primera etapa, la crono individual por las calles de Copenhague, consiguieron meter a tres corredores en el Top10. Quizás, su único gran lunar fue no coger el maillot amarillo aquel día bajo la figura de Wout Van Aert, segundo sobre la cabra. Sin embargo, el belga consiguió hacerse con la preciada prenda solo un día después al quedar también segundo en el sprint de Nyborg.
En la etapa cuatro llegó la primera exhibición coral de la factoría neerlandesa. En una etapa destinada al sprint, Jumbo aprovechó un repecho a 11 kilómetros de meta para lanzar a Van Aert que, vestido de amarillo, demarró con fuerza, soltó a todo el pelotón y les ganó el pulso en una escapada exprés. Él, que podría haber peleado la victoria sobre el llano, decidió jugársela para ofrecer una exhibición de potencia como pocas se recuerdan. Fue la primera gran demostración de poderío de los de Merijn Zeeman.
Solo un día después, en la quinta jornada, la temida de los adoquines, Jumbo-Visma fue capaz de demostrar el salto cualitativo que habían dado durante esta temporada con el objetivo de ganar el Tour. Camino de Arenberg, un intratable Pogacar torturó a todos los favoritos a la general. A todos menos a un Wout Van Aert que fue capaz de tirar de todo el pelotón al completo durante más de 20 kilómetros y de manera asombrosa.
El resultado final fue que, a pesar de que Tadej había manejado rentas por encima del minuto, solo terminó consiguiendo 13 segundos de renta en meta y un importante desgaste para sus piernas. Mientras tanto, favoritos como Nairo Quintana, Geraint Thomas, Vlasov, Adam Yates o Enric Mas llegaron hasta el final salvando el día y sin desgaste. Y todo porque en su grupo venía Jonas Vingegaard.
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Ese día, el Jumbo-Visma vivió su primer gran golpe, ya que una caída provocó una grave lesión a Primoz Roglic. Sin embargo, el triple ganador de La Vuelta recibió el apoyo de Nathan Van Hooydonck y de Tiesj Benoot principalmente para poder llegar a meta, donde debía evaluar daños. Incluso ese grave percance supuso una nueva oportunidad para que Jumbo demostrara su gran capacidad de gestión. Roglic actuaría como segunda baza y como gregario de lujo de Vingegaard en su guerra por derribar a Pogacar. Todo antes de retirarse nueve etapas después con una doble fractura de vértebras y un hombro dislocado.
Una jornada después, en la etapa seis con final en Longwy, el Jumbo-Visma vivió uno de esos momentos tan peculiares que ha tenido durante la carrera. Van Aert, en lo que sería su último día de amarillo, decidió meterse en la fuga y trotar en una cabalgada de más de 100 kilómetros para intentar ganar, de la manera más espectacular posible, una etapa que podría haber peleado en una llegada en la que Pogacar se impuso Matthews.
Aquel día dejó de ser el líder, pero hasta eso le salió bien, ya que cargó a UAE con esa responsabilidad. En una jornada en la que recibió críticas por su falta de compañerismo a la hora de gastar energías de forma innecesaria, engrandeció a la carrera con un ataque que emocionó a todos los espectadores.
La siguiente demostración del Jumbo-Visma fue más moral que espectacular. Ya sin la defensa del maillot amarillo que portaba Pogacar, en la etapa siete, la primera de montaña, llegó el rayo de esperanza que los neerlandeses necesitaban para ver que podían pelear por el Tour. Tadej ganó su segunda etapa en la exigente subida de la Super Planche des Belles Filles. Sin embargo, fue por un suspiro ante un intratable Vingegaard. El danés se quedó a centímetros de la gloria, pero halló un premio mayor: podía hacer daño al que hasta ahora había visto como imbatible.
Para colmo, un maltrecho Roglic superó al resto de favoritos demostrando que el Tour iba a ser cosa de dos. Y al día siguiente, Van Aert volvió a tapar bocas consiguiendo su segunda victoria de la carrera en el final en Lausanne. Todos les salía rodado por primera vez. El belga ha sido protagonista durante toda la carrera ganando, metiéndose en fugas o dando exhibiciones en el llano y en la montaña en favor de sus compañeros.
En la etapa once llegó la que podría calificarse como la obra maestra del Jumbo-Visma. El día que decidieron salir a ganar la carrera de verdad. Si en Arenberg la habían salvado, camino del Col du Granon la iban a destrozar. Aprovechándose de la debilidad de UAE en todos los terrenos, por las bajas y también por la falta de nivel, pusieron un ritmo infernal en el pelotón que terminó dejando a Pogacar solo y sin compañeros de equipo a más de 60 kilómetros de meta.
Ahí, Roglic y Vingegaard empezaron a soltar un ataque tras otro a los que Pogacar salía más por instinto que por cabeza. El esloveno, desbordado, se lanzaba a por todo lo que se movía sin darse cuenta que estaba cayendo en la trampa. Sin tiempo para alimentarse e hidratarse de forma correcta, fue derrochando su depósito hasta quedarse completamente vacío en el último coloso montañoso del día. Después de haberse visto rodeado por corredores como Kuss o Kruijswijk, además de los dos líderes, terminó reventando tras el último demarraje de Jonas Vingegaard, un órdago para el que no tuvo respuesta.
Jumbo había conseguido lo imposible, la primera gran crisis de Pogacar en carrera, su primera gran derrota de verdad. Aquel día, el esloveno cedió casi tres minutos y aunque después lo intentó, todos en el fondo sabían que el Tour había quedado visto para sentencia salvo percance del nuevo líder. Se soñaba con una gesta de Tadej, pero lo cierto es que sus piernas ya no eran las del principio de carrera y todo fue gracias a una táctica global diseñada y ejecuta de manera magistral en los Alpes.
Con la general bajo control gracias a las impresionantes piernas de Vingegaard, Jumbo siguió disfrutando las aventuras de un Van Aert que por el camino había reventado la lucha por el maillot verde. Solo sufrieron un día, en la etapa con final en Peyragudes, cuando Mikkel Bjerg y Brandon McNulty consiguieron romper la fortaleza de los neerlandeses, los cuales pagaron los esfuerzos. Sin embargo, el líder aguantó las acometidas de Pogacar y todo quedó en un susto.
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Y por si todo esto fuera poco, por el camino Vingegaard se ha traído también el maillot de lunares de la montaña en una clasificación en la que un sprinter, rodador y contrarrelojista como Van Aert ha sido quinto por encima de nombres como Pinot, Thomas o Gaudu. En realidad, el belga puede ser y hacer lo que quiera porque ha conseguido robar buena parte de su merecido protagonismo al único ciclista capaz de doblegar al que estaba, y está, destinado a ser el sucesor de Eddy Merckx.
Van Aert, el mejor
¿Puede un corredor ser el mejor del Tour de Francia sin haberlo ganado? Es una pregunta que parece fácil de responder ya que la clasificación general suele premiar siempre al más fuerte de la carrera y, sobre todo, al más regular. Sin embargo, la actuación de Van Aert ha sido tan impresionante porque ha conseguido romper todos los esquemas.
Ahora que está de moda el debate sobre si debería plantearse intentar correr un Tour pensando en la general, lo que está claro es que el belga ha demostrado que si quiere puede ser el más fuerte. Ha corrido de una manera generosa y valiente durante las tres semanas al completo. Ha sido el mejor contra el crono, ha peleado por los sprints, ha vivido en las escapadas y ha sido el mejor gregario en la montaña. Y para colmo, ha vestido el maillot amarillo y ha destrozado la lucha por el verde de la regularidad.
Van Aert ha sido un monstruo capaz de torturar a todo el pelotón al completo. Suya ha sido la culpa de que se haya volado en este Tour porque siempre que se metía en la escapada, el grupo delantero llevaba una marcha más. Y cuando este tiraba del pelotón, los escapados se veían obligados a pisar el acelerador para no ser cazados por el prodigio belga que ponía su ritmo en el gran grupo. Que una sola persona haya sido capaz de eso en una carrera que contaba de salida con 176 ciclistas de máximo nivel es una absoluta marcianada. Y es cada día que pasa, Wout parece menos de este mundo.
Se marcha de este Tour dejando una sensación de dominio y poderío como no se recuerda nada igual en la historia del ciclismo. Ha sumado tres victorias de etapa, que podrían ser cuatro si consigue levantar los brazos en el sprint de París, y ha firmado otros cuatro segundos puestos. Es decir, que con un poco de suerte podría haberse llevado la friolera de un tercio de las etapas de este Tour de Francia. Una barbaridad.
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El motivo, más que el posible desgaste de kilómetros, esfuerzos y viajes que podría acarrearle, era otro. El ciclocross es un deporte muy explosivo y eso provoca que corredores como Van Aert desarrollen una musculatura mayor de la habitual. Una circunstancia contraproducente en su preparación del Tour de Francia, donde debía afinar lo máximo posible para, a pesar de sus características físicas, rendir en la montaña. El belga aceptó la recomendación a cambio de tener la libertad de hacer casi lo que le viniera en gana en la ronda francesa.
Su propio jefe de equipo así lo reconocía hace unos días afirmando que un corredor como Van Aert no puede correr un Tour y pretender que no haga su propia carrera. Todo dentro de los límites que Jumbo sí ha sabido encontrar este curso. Una perfecta simbiosis que ha dejado una exhibición de 21 días sin parangón alguno.
Jonas Vingegaard, el ganador
Tener un corredor como Van Aert en tu propio equipo y aún así llevarte buena parte de los méritos y del protagonismo es algo muy difícil. Para conseguirlo, como mínimo, se debe ganar el Tour de Francia metiéndole tres minutos a todo un Tadej Pogacar. Y eso es lo que ha hecho en estas tres semanas el príncipe danés que ya ha escrito su nombre en la historia del ciclismo mundial.
Vingegaard había llegado al Tour de Francia sin hacer demasiado ruido. Entraba dentro de la lista de favoritos, pero la duda era saber si estaría al nivel de Roglic o si quedaría un peldaño por debajo. Y eso eran dos o alguno más respecto a Pogacar. Pero el paso de los días ha ido demostrando que Jonas ya no es un aprendiz, es un maestro consumado.
Como ya le sucedió el año pasado, Vingegaard ha tenido que tomar la responsabilidad del Jumbo de manera forzosa por una caída de Roglic. En 2021 no fue capaz de plantar cara a un imponente Pogacar que no tuvo rival. Sin embargo, este año había llegado más preparado y, sobre todo, más mentalizado de que tenía que aguantarle el duelo al esloveno pasara lo que pasara con Roglic. De hecho, todas sus pretensiones eran ir a ganar el Tour. Y quien considerara a Primoz el único líder ya podía ir cambiando de idea.
Después de sucumbir ante Pogacar en Tirreno-Adriático y de tener que ceder la victoria a Roglic en el Critérium del Dauphiné, Jonas ha sabido esperar su momento para presentar su candidatura a nuevo rey de la bicicleta mundial. Cedió en sus primeras batallas ante Pogacar también en Francia, pero aquella etapa en la Super Planches des Belles Filles le sirvió para decirle al mundo, y a Tadej en primer lugar, que esta vez le iba a costar mucho vencerle. Y como se pudo ver solo unos días después en Telegraphe, Galibier y Granon, que él era el más fuerte del Tour de Francia.
El danés recogerá en París su primer título y abrirá lo que promete ser una rivalidad legendaria para la próxima década en las mejores carrera del mundo. Ya puede ser considerado como el mejor escalador del planeta y, visto lo visto en las cronos que ha hecho en el Tour, puede ser perfectamente considerado como uno de los mejores sobre la cabra. Al menos, estar por encima de hombres como el propio Pogacar o Primoz Roglic, ciclistas que no solo cimentan sus triunfos en la altura, si no también contra el reloj.
Jonas se lleva de Francia un Tour, dos victorias de etapa, el maillot de la montaña y el liderazgo del equipo más potente del mundo. Una situación perfecta para seguir haciendo historia durante muchos años y para convertirse en una gran leyenda.