La limonada devuelve la música a los niños del barrio de La Latina
Las fiestas de La Paloma recaudan fondos para la educación musical de los más pequeños del centro de Madrid.
3 agosto, 2016 02:57Noticias relacionadas
La Plaza de Cascorro se pone guapa: prepara sus barras y sus puestos de carne, va enganchando guirnaldas a los balcones. Aunque ahora, a media tarde, el sol pegue fuerte y sólo unos cuantos valientes se dejen caer por las terrazas. La estatua de Eloy Gonzalo suda y aguanta, porque barrio también es resistencia. La Latina escucha acercarse las fiestas de San Cayetano -previas a las de San Lorenzo y las de La Paloma- como las pisadas de un animal prehistórico. Hay una gloria líquida que se llama limonada y no es tan inocente como suena: se bebe fría y rápida, es dulce -con escalofrío final- y te hace hablar y entrecerrar los ojos. Dicen que lleva vino blanco -empiezas a entenderlo todo-, un poco de melocotón y dios sabe qué ingrediente oscilante entre el juguete preferido de la infancia y el último orgasmo.
El Almacén de Vinos (calle Calatrava, 21; en el epicentro de La Paloma) es, en realidad, Casa Gerardo. Un bar histórico con tinajas como soldados, quesos provocando sobre la barra y baldosas antiguas. Un rincón familiar donde el camarero se aprende tu nombre antes de que se lo digas y recarga la jarra por intuición. Su limonada no cuesta pagarla no sólo porque siempre apetezca otra, sino por lo que indican los carteles: su venta servirá para comprar instrumentos y ayudar en el sistema de becas de la Orquesta-Escuela de Barrio. "La LOMCE ha reducido la música, como actividad docente, a la mínima expresión. A nada. A una hora a la semana. Y nosotros consideramos que la música merecería el mismo tiempo que las ciencias sociales o que las matemáticas". Habla Fernando, un padre del barrio, mientras da un sorbo al mejunje.
La LOMCE ha reducido la música a la mínima expresión. Y nosotros consideramos que merecería el mismo tiempo que las ciencias sociales o que las matemáticas
Tres Asociaciones de Madres y Padres del distrito centro -Nuestra Señora de la Paloma, San Ildefonso y Vázquez de Mella, con previsión de que el próximo curso se incorpore el colegio Antonio Moreno Rosales- están levantando el proyecto, apoyados por la Camerata de Cuerdas San Isidro, la Asociación La Matraca Música y demás músicos colaboradores a nivel particular, entre ellos, profesores del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.
Crear barrio
Ellos lo llaman "crear barrio" y el concepto no puede tener más fuerza. "Como vivimos en Centro, tenemos algunas carencias... y una que nos afecta especialmente es la de las escuelas de música. A nivel de logística", explica Ruth, otra de las madres implicadas. "Cuando eres padre, es muy difícil conciliar todo y trasladar a niños a sitios que están lejos. Una familia que consigue mantener la educación musical de tres hermanos tiene mucho mérito... por eso quisimos facilitarlo y acercar la música aquí, dar clases extraescolares en el colegio".
Dicen que la música vertebra y es cierto. Quieren demostrar que La Latina no es sólo Rastro, terraza, tapa y copa: que hay vida infantil, que hay educación, arte y familia. Al principio, financiado por los padres -que podían-, los niños se reunían unas horas a la semana en el colegio y empezaban a soltarse participando en el coro. Más tarde, comenzaban a toquetear el violín, a aprender a colocarlo; a sentarse frente al piano o a entenderse junto a una guitarra.
Limonadas por violines. Por qué no, si la Orquesta Escuela de Barrio ha sido uno de los proyectos más votados en los presupuestos participativos del Ayuntamiento. 360 niños ya están preinscritos con vistas al nuevo curso -desde Primero de Infantil hasta Sexto de Primaria-; habrá 28.810 euros para equipamiento musical en estos colegios públicos. "Lo interesante, lo que tenemos en mente, es que no se quede sólo en clases de música para niños, sino que puedan participar también adultos: que toquen con ellos, que ensayen...", explica la profesora de Música Rita López, impulsora de la idea. "Se trata de que hagamos algo todos juntos".
Tienen suerte de contar con ciudadanos todoterreno que se implican: "Hay un papá que es papá, pero además es profesor de la extraescolar de música, entrenador de fútbol y dirige un coro", cuenta Fernando. "Otra profesora es madre y además, canta ópera de maravilla. Es un tipo de gente especial que siente la música, que la vive en la vida cotidiana y nos la está contagiando".
Dentro de la cultura, la música es un arte que, por su propia esencia, sólo brilla cuando conjuga el esfuerzo de todos. Es una experiencia positiva, de colaboración, de aprendizaje
Ruth relata lo ilusionante que será para los niños el poder tocar con mayores. "Que ambas partes vayan al mercado, se encuentren y uno diga '¡Pepe! Que tenemos que ensayar...', esas son las cosas que hacen barrio. Esto en realidad es un pueblo, nos conocemos todos. Queremos hacer de esto una seña de identidad", sonríe. También David Rigaud, de la Camerata de San Isidro, defiende la capacidad unificadora de la música: "Dentro de la cultura, la música es un arte que, por su propia esencia, sólo brilla cuando conjuga el esfuerzo de todos. Es una experiencia positiva, de colaboración, de aprendizaje", explica. "Veteranos enseñan a jóvenes de cara a un resultado común, que es el concierto... y a los mayores les dinamiza tocar con gente que empieza".
Bach vs Guns n'Roses
Sarah tiene sólo diez añitos y quiere ser "la mejor tocando el violín". ¿Por qué el violín y no otro instrumento? "Porque me parece muy bonito", responde, tímida y dulce. "Y mis profesores me enseñan muy bien. Tengo uno del coro que me enseña todas las notas... y otro que me enseña a tocar... primero me enseñaron a coger el violín y después a tocar canciones", explica. ¿Sus preferidas? "Muchas... pero sobre todo Ovejitas y Cuerda al aire". También sus dos hermanos, que son más pequeños y ahora están en coro, van a aprender a tocar. Uno, también el violín; otro el piano.
La madre de las criaturas se llama Begoña. Habla con emoción del proyecto: "Mi hija no había cogido un violín en su vida... y su padre, que es muy manitas, le hizo primero uno de cartón, precioso, preparado para que aprendiera a cogerlo. Ella seguía empeñada y yo pensaba 'qué lástima, vamos a tirar 200 euros porque esto es una cosa muy difícil...'", relata. "El día de la fiesta solidaria -la de fin de curso- no me podía creer el resultado. Se me saltaban las lágrimas. Para mí es imposible escuchar un violín sin llorar. Pero ver a mi hija tocando cuatro piezas sin que se le fuera una nota... es increíble que los profesores, en tan poco tiempo, hayan sido capaces de tanto". Y cuántos talentos silenciosos tendrán la oportunidad de realizarse gracias a la Orquesta-Escuela de Barrio.
Mi hija no había cogido un violín en su vida: el día de la fiesta solidaria no me podía creer el resultado. Se me saltaban las lágrimas
La limonada sigue bajando; la tarde hace rato que cayó. Quien tuvo la idea de que el elixir mágico financiase el proyecto es Gerardo, copropietario del Almacén de vinos -también participan otros bares de la zona, como N del T, Casa Mateos, Casa Antonio o Los Ángeles-. Él es un apasionado de la música. Su hijo, Juan, tocaba el piano desde los cuatro años, pero ahora, con 14, se aburría y lo había dejado. El hecho de tocar con otros chavales le ha devuelto las ganas. "Eso les motiva: juntarse y sacar una pieza... ya no te digo de Bach, pero sí de los Guns N'Roses. Ahí está el gusanillo", sonríe Begoña. Chín, chín.