Los orange wines son como esa gabardina maravillosa que te compraste en un arrebato de auto esplendidez y que no consigues sacar del fondo del armario porque nunca sabes cuándo ponértela. Son vinos tan «raros-barra-diferentes», a medio camino entre un blanco con cuerpo y un tinto ligero, que cuesta identificar el momento perfecto para tomarlos. Pues bien, tenemos la respuesta: el otoño. Esta estación del año es la ideal, tanto para lucir la gabardina como para pedir una copa de vino naranja.
La clave para entender la singularidad de los orange wines es recordar que son vinos blancos elaborados como si fuesen tintos. “La fermentación con pieles da lugar a vinos blancos diferentes y muy naturales, pues se logra el desarrollo de ciertos aromas complejos y sabores mucho más intensos”, añade la distribuidora Primeras Marcas. Su color puede variar desde un tono paja o cobrizo hasta el naranja intenso, dependiendo de la evolución, pero son vinos que, por su profundidad, no dejan a nadie indiferente. Si te atreves a probarlos, aquí van unas propuestas.
Orange Gold, de Gérard Bertrand
Una buena razón de por qué los vinos naranjas están ganando cada vez más adeptos es Orange Gold, del francés Gérard Bertrand, elaborado a partir de la mezcla de chardonnay, garnacha blanca y viognier, que aportan volumen, y marsanne, mauzac y moscatel, que enriquecen la complejidad aromática del vino. Un ensamblaje inédito de variedades mediterráneas que rinde homenaje a los primeros orange wines de la historia, cuyo origen se remonta a unos 4.500 años atrás, en la actual Georgia. P.V.P.: 12,90 €
Pesseroles Brisat, de Mas Martinet
Amparado por la D.O.Q. Priorat, este vino pálido y excepcional, elaborado con un mimo extremo por la bodega Mas Martinet, supone un viaje emocional a la recuperación de los llamados brisat o brisados, vinos de uva blanca macerados con la piel, complejos e intensos. Pesseroles Brisat proviene de la finca ubicada en el camino que le da nombre, plantada en 2002 con variedades tradicionales del Priorat como la picapoll blanc, la Pedro Ximénez y la garnacha blanca. P.V.P.: 45 €
Bat Berri, de Itsasmendi
Los txakolís también pueden ser naranjas. Preueba de ello es este vino de Itsasmendi, con D.O Txakoli de Bizkaia, cuya elaboración sigue una maceración carbónica de 15 días con racimo entero y una fermentación espontánea con levaduras indígenas en depósito troncocónico inox. Es el único vino de la bodega vasca que realiza la maloláctica de forma natural. Su crianza combina la tina vieja y la tinaja de arcillas blancas para afinar. La nariz de este orange txakolí es intensa, una explosión de fruta de la pasión y albaricoque, con toques balsámicos como la planta de té y un sugerente fondo fresco de eucalipto. P.V.P.: 20 €
Península Skin Contact
Con Skin Contact, Península Vinicultores explora los matices de la larga maceración con pieles y sin apenas sulfuroso. Procedente de un viñedo ecológico de albariño situado en Cuenca, a una altitud de entre 700 y 900 metros, este vino fermenta y macera con los hollejos durante 182 días en depósito de acero inoxidable. No se clarifica y tan sólo se le añade un mínimo aporte de sulfuroso justo en el momento del embotellado. El resultado es un vino fresco, de marcada acidez, con apetecibles notas de albaricoque. P.V.P.: 19,90 €
Martín Códax Orange Wine
La bodega gallega Martín Códax recupera las prácticas más tradicionales de los viticultores del Salnés, con este orange wine de edición limitada (924 botellas) hecho a partir de uva albariño. Se trata de un vino blanco anaranjado y con alma de tinto, en cuyo proceso de elaboración y crianza la uva permanece en contacto con sus hollejos y pepitas, siguiendo un riguroso y esmerado proceso para garantizar su pureza varietal y la esencia original de los vinos de este valle. P.V.P.: 14,50 €
Orange Wine, de El Grifo
La querencia por investigar y sorprender está en el ADN de la bodega lanzaroteña El Grifo, y prueba de ello es su Orange Wine. Un blanco con alma de tinto destinado a satisfacer la curiosidad de los paladares que se alejan de lugares comunes. Concebido como una aventura, la primera botella de este vino naranja vio la luz en 2017 tras un experimento de vendimia, pero su personalidad ha hecho que hoy sea una de las referencias estrella de la bodega. Moscatel de Alejandría fermentada con sus hollejos y pepitas, un vino naranja natural y sin sulfitos intenso y complejo, con un final astringente y un toque salino. Pura rebeldía volcánica. P.V.P.: 24 €
Tardor, de Terra Remota
Puede que sea el brisat más internacional, una joya nacida en l’Empordà con la idea de descubrir los límites de los vinos naranjas. Una combinación atípica de la chenin y la garnacha blanca, producidas de manera orgánica, cuya peculiar elaboración otorga al vino un carácter intenso diferente. “Una reliquia vinícola que representa la madurez de una gran bodega”. Un vino brillante, de reflejos anaranjados, con buen volumen y un toque yodado en boca que lo hace absolutamente imprescindible. P.V.P.: 85 €