Macarons de vainilla, receta
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Hace mucho tiempo que los macarons atraparon mi atención, esos pastelitos tan monos y de colores tan variopintos tenían que ser míos, sólo míos. El problema es que nunca he tenido la oportunidad de comprarlos en alguna pastelería para probarlos y cuando quieres algo y no lo encuentras tu deseo va en aumento.
Fue a raíz de esto que me puse a investigar recetas, en lo que todos los reposteros coinciden es que son unos pasteles muy difíciles de elaborar, he visto fotos de mil y un problemas distintos durante el proceso, por lo que a mi deseo de probarlos se unían el miedo al fracaso y al reto de poder lograr un resultado aceptable.
Así que tras sopesar varias recetas me quedé con la de Alma, así explicada por ella parecía taaaan sencillo que tenía que probar, resultara lo que resultara.
Lo que os pido de antemano es que seáis benévolos conmigo, son macarons y mi primer intento, seguid el hilo y a ver que sale de toda esta locura por las cosas monas y dulces.
Preparación de los Macarons de vainilla con crema de avellanas
En un bol mezclamos el azúcar glass con la almendra molida, simplemente es cuestión de ligar ambos ingredientes secos con una espátula.
En otro bol montamos las claras de huevo a punto de nieve, una vez montadas añadimos los 40 gramos de azúcar normal y batimos lentamente, cuando el azúcar esté incorporado agregamos la esencia de vainilla y el colorante para conseguir el color deseado en nuestras claras y batimos de nuevo. Yo he usado claras de huevo pasteurizadas y sirven perfectamente.
Añadimos nuestras claras rosas al bol donde teníamos el azúcar glass y la almendra molida hasta ligarlo todo. Tras este paso nos debe quedar una masa con textura papilla de bebé.
Rellenamos una manga con la mezcla y sobre el tapete de macarons vamos rellenando los distintos círculos, es recomendable ir con cuidado y no poner masa en exceso porque se nos saldrá de los círculos delimitados y no nos quedaran unos macarons bonitos, pudiendo incluso unirse unos con otros. Yo he usado un tapete especial para macarons pero si no tenéis podéis haceros una plantilla con círculos del mismo tamaño en una hoja de papel para hornear.
Ahora llega el paso importante, es necesario dejar la masa secar sobre el tapete hasta que podamos tocar la superficie sin que se nos pegue la masa a los dedos. Ahora se seca más rápido porque hace calor, en mi caso que vivo en Sevilla y ya las temperaturas han subido mucho en 30-45 minutos estaban ya secos.
Una vez estén secos nuestros macarons los metemos al horno a una temperatura de 170ºC durante 10-12 minutos.
Tras terminar de hornear nuestro macarons los dejamos enfriar completamente sobre la bandeja del horno, tardará un poquito pero es importante que queden totalmente fríos.
Ya tenemos fríos los macarons de vainilla, ahora rellenamos una manga con nuestra deliciosa crema de avellana (receta aquí) para ponerla sobre una de las partes de los macarons. Yo he puesto la manga en el centro y he ido apretando pero sin llegar al borde ya que al poner la otra parte del macaron y hacer presión se expandirá hasta el borde.
Cuando tengamos todas las mitades de los macarons rellenos con la crema montamos las otras mitades encima y hacemos un poquito de presión para que queden ambas “galletas” unidas.
¡Macarons listos! Si se quiere se pueden decorar por encima con un poquito de crema, con azúcar glass, cacao en polvo, etc., yo los he dejado sin nada. Salen más o menos unos 30 macarons (60 partes).
Resultado
Divertidos y deliciosos macarons, personalmente estoy muy contenta porque para ser la primera vez les ha salido su pie y todo. El pie del macaron es la parte con aspecto de “esponja” que toma contacto con la crema.
Estos macarons quedan con textura crujiente y lisa por la parte superior, esponjosos en el interior ¡Una delicia para el paladar!
Como imagináis se pueden hacer mil combinaciones distintas en cuanto al sabor del macaron y del relleno. Yo estoy deseando ponerme de nuevo manos a la obra, han resultado ser un éxito y la paciencia bien merece la pena.
Por cierto, hemos notado que estaban muuuucho más buenos el día después de hornearlos.