Antonio Cano Vindel (Madrid, 1958) es catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Desde que se licenció en la misma universidad en 1985 ha estado centrado en el estudio de las emociones, especialmente de la ansiedad. Es autor de más de 100 publicaciones y dos decenas de libros, y el creador de un sistema de medición de la ansiedad utilizado internacionalmente, el Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad o ISRA. Además, ha presidido durante 18 años la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS).
En el último año, un 6% de los españoles ha padecido un trastorno de ansiedad. A lo largo de la vida, una de cada cuatro personas sufrirá este o depresión, los llamados trastornos mentales comunes. Ambos los conoce muy bien Antonio Cano, que se ha dedicado a su estudio y medición desde hace más de tres décadas.
El psicólogo no tiene buenas noticias que darnos. Primero, porque no sabemos reconocer cuándo la ansiedad, que es una emoción como otra cualquiera, nos supone un problema. Por lo general, tardamos diez años en hacerlo. Segundo, porque tendemos a solucionar todo con medicamentos, lo que no es, ni de lejos, la forma más eficaz y segura de hacerlo.
Pero, en lugar de mitificar este trastorno que se ha disparado con la pandemia, Cano trata de bajarlo a tierra: igual que aprendemos a estresarnos sabemos cómo podemos dejar de hacerlo. Aunque no nos lo pongan fácil.
- Su carrera abarca ya cerca de 40 años. ¿Cómo ha evolucionado la salud mental de los españoles en este tiempo?
- Sobre todo ha evolucionado en el sentido de que se habla de ello, se conoce más. No es que sea mejor o peor, porque es difícil medir la evolución en términos de prevalencia, aunque las estimaciones que se hacen por parte de la OMS vienen a señalar que la salud mental en el mundo está empeorando.
Una prueba de ello ha sido la pandemia, ha supuesto un estrés para todo el mundo, a nivel global, y eso se ha traducido en un aumento de los síntomas físicos, del estrés y de los problemas emocionales. La OMS habla de un 20-25% de aumento de los trastornos de ansiedad y de la depresión.
- La pandemia, la inflación, la guerra de Ucrania… ¿La ansiedad define la sociedad actual?
- La ansiedad es una emoción, en primer lugar, y está siempre con nosotros. Está presente cada vez que puede ocurrir un resultado negativo. Para un periodista, que está continuamente haciendo un trabajo que leen los demás, la ansiedad forma parte de su quehacer cotidiano, pero para otras profesiones también porque continuamente algo puede salir mal. Puede que no llegues a tiempo a algo, que no des una buena imagen, etc.
Si te refieres a los problemas de ansiedad, sí, son cada vez más problemas de nuestro tiempo. A los trastornos de ansiedad y depresivos, los dos principales trastornos emocionales, se les llama trastornos mentales comunes, por ser frecuentes. ¿Cuánto de frecuentes? Según el estudio epidemiológico más importante que se ha hecho en España, en los últimos 12 meses habría más de un 6% de ansiedad y un 4% de depresión, pero si lo analizamos a lo largo de la vida, los trastornos depresivos serían los más prevalentes. Entre unos y otros significaría que una de cada 4 personas, aproximadamente, ha sufrido, en algún momento, un trastorno depresivo o de ansiedad.
- ¿Cómo estamos respecto a países de nuestro entorno?
- En el estudio epidemiológico promovido por la OMS de trastornos mentales de Europa, que se hizo al final en más de 50 países de todo el mundo, España no era de los países más altos en prevalencia de ansiedad y depresión.
Por ejemplo, la prevalencia de la ansiedad es el doble en Francia y el triple en EEUU. Sin embargo, somos líderes en consumo de psicofármacos, lo cual quiere decir que mucha que no llega a cumplir los criterios de un trastorno de ansiedad o depresión también consume psicofármacos, y eso es un problema que tenemos.
- ¿Por qué en España se consumen más este tipo de fármacos?
- Por varias razones. La primera, porque los profesionales los prescriben. La segunda es que la sociedad lo acepta y lo demanda; no todo el mundo, cada vez hay más gente que tiene reparos para consumirlos. Lo tercero, el desconocimiento: mucha gente que conduce no sabe que aumenta en un 60% el riesgo de accidentes.
Otros países, como Alemania, Reino Unido o Australia, han tomado conciencia de que eso [el consumo de psicofármacos] no era la solución sino otro problema más y han intentado buscar soluciones basadas en la evidencia.
Es como cuando, si te sientes mal, bebes. A lo mejor te puede ayudar a sentirte mejor, y desde luego los psicofármacos son mejores que el alcohol, pero no tiene sentido. A una persona que está nerviosa porque está aprendiendo a conducir, ¿le damos un calmante para que reduzca su capacidad perceptiva? No, hombre, hay que enseñarle a conducir, a manejar su miedo a conducir, etc. y eso se consigue con la información y la práctica y teniendo paciencia.
- Ir a un psicólogo sale más caro que consumir psicofármacos porque lo último está financiado y lo primero no. ¿Deberían financiarse las consultas de los psicólogos?
- Todos los países que han disminuido el consumo de tranquilizantes están tratando de hacer accesibles a la mayoría de la población los tratamientos psicológicos. Empezando por Reino Unido, que ha sido un ejemplo para todos los demás países y ahora presume de que duplicar el número de personas que accede a tratamiento psicológico es coste-efectivo: se reducen los gastos. Al final, el mayor despilfarro es no usar medios eficaces.
- ¿Sabemos reconocer la ansiedad o lo hacemos cuando ya es demasiado tarde?
- Hay un retraso de diez años, en todo el mundo, en la demanda de atención para los trastornos de ansiedad, y en eso España no es una excepción. Sin embargo, los trastornos de ansiedad son muy tempranos. El 50% de la población que desarrolla un trastorno de ansiedad lo tiene ya a los 14 años. Eso quiere decir que la ansiedad habría que enseñar a reconocerla en la escuela. Eso no es así, con lo cual muchas personas que tienen un trastorno no saben que lo tienen.
Con la ansiedad sucede algo especial, diferente a otras emociones. La gente puede reír o llorar según las circunstancias, no se siente mal por ello, por lo general. Pero perder el control en un examen, tener mucha ansiedad al hablar en público, etc. parece que es una debilidad. Esa sensación de control percibido, muchas veces, lo vivimos como una debilidad. Si no sabes lo que te pasa, si crees que es una debilidad y hay estigma en torno a los trastornos de ansiedad, si no tienes un diagnóstico, si cuando vas te dan unos fármacos que no te resuelven el problema y, a veces, te atontan… No es fácil.
- ¿Cómo podemos reconocer la ansiedad?
- Quien tiene un trastorno de ansiedad lo reconocerá por tres observaciones. Una de ellas es malestar psicológico producido por la preocupación y el nerviosismo; otra es alta activación corporal (tasa cardiaca, temperatura, tasa respiratoria, etc.). Cada uno tiene sus propios síntomas pero nota que va acelerado.
Tercero: pérdida del control percibido. Si notamos que ha aumentado el nerviosismo, la activación fisiológica y la sensación de pérdida de control, entonces tenemos mucha ansiedad y es probable que cumplamos los criterios de algún trastorno de ansiedad, aunque eso no significa nada del otro mundo: puedes aprender en cualquier momento a desarrollar ese cuadro y también puedes aprender a manejar la ansiedad como lo hacías antes.
- ¿Y cómo podemos manejar esa ansiedad, protegernos?
- Hay tres estrategias fundamentales. Primero, no interpretar la realidad como muy amenazante: "Es muy probable que suceda algo malo, no podré afrontarlo, nadie me ayudará…" No ponerse en lo peor, tratar de corregir esa interpretación de la amenaza, de un posible resultado negativo. Además, no estar pendiente de esa posible amenaza: si focalizamos la atención en ella, fomenta la ansiedad. Si estamos todo el tiempo pensando, dando vueltas al problema, lo estamos magnificando de forma permanente.
La tercera es algo muy común: cuando alguien tiene mucha ansiedad y empieza a tener malestar, alta activación y sensación de pérdida de control, tiende a evitar la situación en la que se encuentra porque asocia que esa situación es la que le produce esa ansiedad, y a veces no lo es. Por ejemplo, me gusta conducir pero he tenido un ataque de pánico conduciendo y ahora evito hacerlo. Eso hace desarrollar una disfuncionalidad. Esas son las claves: no rumiar y no evitar.
- Ha hablado antes del concepto de estigmatización de las enfermedades mentales, algo que sigue a la orden del día si uno mira las redes sociales.
- Quizá sí, por varias razones. Una de ellas es que esa democratización de la información lleva, por un lado, a que cualquiera 'sepa' más medicina que el médico. O más psicología que el especialista que estudió psicología clínica, y eso es malo. Hoy en día, todo el mundo sabe de todo.
Por otro lado, en las redes sociales se tiende a fomentar el desarrollo de una expresión emocional de felicidad, con fotografías de "mira donde estoy, a donde he viajado"… La gente no pone en sus redes "mira qué resfriado tengo". Se está fomentando la expresión de emociones positivas y parece que las negativas no existen. Claro que existen: en la vida hay ratos buenos y disfrutas de emociones agradables, y ratos malos donde lo pasas mal, estás triste, enfadado…
Además, hay determinadas redes sociales que fomentan ideales que son trastornos de alimentación en jóvenes. Es un trastorno muy cercano de la ansiedad y la depresión y se fomenta explícitamente dando consejos sobre cómo reducir el peso a base de vomitar, por poner un ejemplo.
- Al igual que las redes sociales ponen avisos para evitar los bulos sobre la Covid, ¿quizá deberían avisar también sobre los trastornos psicológicos?
- Yo participo activamente en distintas redes sociales y lo que sucede es que los algoritmos hacen que tú sigas a personas que comparten tus mensajes. Hay grupos de psicólogos con los que podemos comentar cosas pero, la gente que tiene problemas, ¿sigue a los psicólogos? Muchas veces no, en lugar de seguir a psicólogos sigue a youtubers y otros personajes que viven de hablar de estos temas no solo sin saber sino, muchas veces, padeciendo ellos mismos esos trastornos de los que hablan.
- ¿Sigue habiendo mucho intrusismo en la psicología? ¿Y mucha terapia no avalada científicamente?
- Las dos cosas. Por un lado, intrusismo, que es alguien que no tiene la titulación pero ejerce; y por otro lado, la pseudoterapia, que incluso no solamente usan terapias que no están basadas en la evidencia los que no tienen la titulación, sino que la utilizan incluso los que la tienen.
- ¿Ha notado que hayan crecido las pseudoterapias en los últimos tiempos?
- Siempre ha habido. Ahora, con el crecimiento de las redes sociales, probablemente ha crecido. El hecho de que se haya democratizado el acceso a poder decir lo que quieras a todo el mundo significa que, a veces, el vídeo de una sociedad científica se ve muy poco, pero el de personas que fomentan el desarrollo de trastornos de alimentación tiene un millón de visitas en poco tiempo.
Las terapias que han demostrado más eficacia en los trastornos mentales comunes son pura lógica. Parten de la vivencia de que todos tenemos emociones y tenemos que aprender en un momento dado a responder con una intensidad o frecuencia excesivas porque hemos tenido un estresor psicosocial importante, un percance en la vida. Por ejemplo, si a una persona le asaltan con violencia, puede aprender a evitar la calle donde le asaltaron.
Todos tenemos emociones, miedo, y tenemos la capacidad de evitar situaciones que nos generan malestar, el deseo de salir corriendo. Por lo tanto, se pueden adquirir esas respuestas nuevas y que sean desadaptativas en un momento de nuestra vida, pero también se puede aprender a manejarlas. Eso es la evidencia.
Cualquier terapia que no suene lógica, que no la prescriba un profesional que esté en una sociedad científica, que tenga una solidez de conocimientos y una experiencia, a lo mejor no funciona.
- Ha hecho falta una pandemia para que comencemos a hablar de salud mental pero, ¿hemos visto ya todas sus consecuencias? ¿Qué nos queda por ver?
- Lo que hemos visto es que, cuando toda la humanidad está sometida a estrés, la mayoría de los individuos sufren sus consecuencias y están más activados a nivel mental, físico y corporal. Eso tiende a remitir cuando ya manejas mejor el entorno; por ejemplo, cuando hay vacunas. Hemos aprendido que, cuando estás estresado, estás más nervioso y pueden ocurrir más cosas tristes, todo el mundo está más triste y puede desarrollar síntomas de ansiedad y depresión.
Aparte de la ansiedad y la depresión, se desarrollan problemas de pareja, aumenta la violencia machista, la violencia contra los hijos… Aumentan los problemas que tengan que ver con las emociones. Por ejemplo, ha crecido la irritabilidad, los conflictos de pareja y las separaciones. ¿Por qué? Si estás estresado, estás más irritable, y si tienes que estar confinado con una persona con la que ya tenías algún problema, a lo mejor los problemas aumentan.
Las emociones afectan a funciones vitales como el sueño, la capacidad de pensar, de desplazamiento, de deambular, la capacidad de comer, la función sexual… Todo eso se va a ver afectado por el estrés de la pandemia. Cuando hay mucho estrés, los problemas pueden ser muy variados.
- Con los confinamientos, el uso de mascarilla… ¿Hemos salido más tímidos, o con más ansiedad social, de esta pandemia?
- No es el principal problema. Puede ser más importante para personas que ya tenían factores de riesgo, personas inhibidas socialmente o personas que atraviesan una época importante de su desarrollo como la adolescencia.
Puede ser que algunos niños y adolescentes estén teniendo problemas para quitarse la mascarilla, pero no creo que ese sea el gran problema de las mascarillas. Puede que algunas personas que ya eran muy tímidas les cueste más relacionarse, porque una de las cosas que también ha descubierto de la pandemia, que ya lo sabíamos pero lo ha puesto encima de la mesa, es que somos seres sociales, necesitamos la comunicación y el afecto.
Puede ser que ahora personas que tienen problemas para eso tengan aún más porque han estado encerradas y aisladas durante estos dos años, pero tampoco es el gran problema: esa persona, antes o después, tenía más riesgo de desarrollar ansiedad y fobia social.
- ¿Nuestra sociedad hiperconectada ha favorecido el aumento de la ansiedad social?
- La sociedad de internet ayuda a las personas con fobia social a creer que tienen relación con los demás. Internet facilita la comunicación a distancia. Pero ojo porque eso no son las relaciones sociales presenciales, de manera que quien crea que tiene mil amigos por tener mil contactos en una red social está muy equivocado. Amigos son las personas con las que, además de estar en las redes, hablas por teléfono y quedas, realizas actividades con ellos y son personas importantes en tu vida.
La ansiedad es una respuesta adaptativa del cuerpo antes una situación de emergencia. Solo cuando supera ciertos niveles que impiden un desarrollo normal de la vida cotidiana se considera patológica. Según la OMS, el trastorno de ansiedad aumentó un 25% en todo el mundo el primer año de la pandemia. Los jóvenes de entre 20 y 24 años y las mujeres fueron las más afectadas. En España, ese mismo año el consumo de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes creció un 4,5% respecto al año anterior y un 10% respecto a 2010.