La pandemia de Covid-19 termina por colocar a cada país frente a un espejo. Por un lado, un puñado de países en Asía y Oceanía han optado por la 'supresión' del virus: cierres estrictos, rastreamiento exhaustivo y confinamiento ante la primera detección positiva para garantizar una vida normal el resto del tiempo. Los demás han optado por la 'mitigación', tratando de 'convivir' con el SARS-CoV-2 sin llevar la ocupación hospitalaria al punto del colapso. Para los del segundo grupo, en el que se encuentra España, el guion ha terminado siendo el mismo: solo varían los tiempos.
Así, si bien la Semana Santa ha sido más restrictiva de lo que muchos querrían tras meses de fatiga pandémica, mirar hacia el actual foco de la pandemia, América del Sur, trae a la memoria nuestra propia situación de hace un año. En Chile, el 97% de la población ha pasado estas festividades en confinamiento estricto, incluyendo a los siete millones de habitantes de la capital, Santiago de Chile, con las fronteras cerradas y la prohibición de cualquier actividad económica más allá de la esencial. Hay, sin embargo, una diferencia: el 45% de los chilenos, cerca de siete millones de habitantes, ya ha recibido al menos una dosis de vacuna contra la Covid.
Se trata de una cobertura vacunal que coloca a Chile como terceros del mundo, solo superados por Israel y Reino Unido, países inmersos en una progresiva desescalada amparada en el avance de la inmunización, y por delante de Estados Unidos, en pleno 'rebote' económico y con perspectivas optimistas. Europa, que ha vacunado a poco más del 13% de su población -España, con un 12,6%, está en la media- debería envidiar el caso chileno, pero lo que se está produciendo en el cono sur roza el colapso hospitalario, con una ocupación de UCI del 95% y una positividad que ha superado el 10%. ¿Qué ha podido pasar?
El gobierno de Sebastián Piñeira lo apostó todo por la vacunación con un acuerdo por 10 millones de dosis con el laboratorio chino Sinovac: el fármaco CoronaVac, de hecho, empezó a inocularse antes en el país andino que en el la propia China. El escenario recuerda al de Israel y su privilegiado contrato con Pfizer, con el que se aseguró una amplia cobertura pagando más por vial que la UE y accediendo a colaborar con datos públicos. Pero Tel Aviv no aflojó las restricciones hasta bien avanzada la campaña de vacunación, mientras Santiago las levantó para permitir a los chilenos disfrutar del verano austral (diciembre-marzo) y reactivar la economía.
De nuevo asoma el reflejo: el verano en el hemisferio norte también trajo una 'segunda ola' para Europa en otoño que fue más leve en España, y una tercera tras las Navidades, que no lo ha sido. Pero hay otra diferencia significativa que, junto a la vacunación, protagoniza la evolución de la pandemia en 2021: la de las variantes del SARS-CoV-2. Del mismo modo que la variante B.1.1.7 o 'británica' ha terminado por imponerse en nuestro país, en Chile lo ha hecho la P.1 o 'brasileña'. Al tener en común una mayor capacidad de contagio, provocan que más pacientes jóvenes requieran de hospitalización y camas UCI, aunque se reduzca la mortalidad de los más mayores por la protección que brinda la vacuna.
Sin embargo, ni siquiera esto puede garantizarse. La vacuna de Sinovac es de doble dosis, como las de Pfizer y Moderna, y la inmunización con una eficacia de un 90% no llega hasta dos semanas después de la segunda, explica la Dra. Muriel Ramírez, académica de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica del Norte, a Deutsche Welle (DW). Los efectos de la vacunación en el primer trimestre se comprobarán a partir de ahora y hay posibilidades verosímiles de que su eficacia haya descendido frente a las nuevas variantes.
Lo que se puede estar produciendo es, de hecho, un caldo de cultivo que puede determinar la evolución de la pandemia. "A la vez que se está vacunando tenemos un aumento muy grande de contagios y esa combinación no es buena, porque hace que los virus tiendan a defenderse y a mutar. No me extrañaría que, si la situación continúa así, podamos tener una variante chilena”, declara la Dra. Ramírez a DW. El error reside, advierte la especialista, en considerar a la vacuna como la "bala de plata" contra la Covid-19 sin considerar la importancia de las restricciones y el refuerzo de la asistencia sanitaria.
El aviso de 'The Lancet'
Un estudio publicado el pasado marzo en la prestigiosa revista The Lancet Infectious Diseases anticipaba un escenario coherente con el chileno. Mediante un modelo de simulación, se contrastó el proceso de inmunización con diferentes escenarios de relajación de las medidas de control. En base a los resultados se obtuvieron distintos valores de R (número reproductivo de una enfermedad infecciosa), y a partir de ellos, previsiones de ingresos hospitalarios y fallecimientos desde enero de 2021 hasta enero de 2024.
"Nuestra modelización sugiere que es poco probable que el despliegue de la vacunación en adultos detenga por completo la propagación de los casos de Covid-19", explicaba uno de los investigadores, Matt Keeling, de la Universidad de Warwick (Reino Unido). "Una liberación repentina y temprana de las restricciones probablemente provoque una oleada grande de infecciones, mientras que la relajación gradual de las medidas durante muchos meses podría reducir el pico de futuras oleadas".