Las alarmas saltaron en diciembre pasado. Tras semanas sin contagios locales, un brote de 83 contagios en Sídney obligó al Gobierno a bloquear los barrios y distritos más afectados. Los epidemiólogos volvieron a pedir a los ciudadanos que volvieran a utilizar las mascarillas, que muchos ya habían desechado, y las recomendaciones por la distancia social volvieron. Sídney, que llevaba meses disfrutando de una normalidad casi plena, pasó las Navidades confinada, en un encierro obligatorio para unas 250.000 personas del distrito Playas del Norte de la ciudad.
Lo que entonces fue un duro golpe a una población que creía haber superado ya el virus, terminó revelándose la solución a un posible descontrol de la pandemia. Ahora, Australia cuenta ya 10 días sin contagios locales y las autoridades anunciaron ya la relajación de las medidas de restricción.
"Me han informado de que llevamos diez días consecutivos con cero casos de transmisiones comunitarias en toda Australia, mientras que tristemente el mundo ha sobrepasado los 100 millones de casos de covid y casi 17.000 vidas se han perdido en las últimas 24 horas", dijo en un tuit el ministro australiano de Salud, Greg Hunt.
Australia es uno de los países que mejor ha gestionado la pandemia del coronavirus. El país ha seguido una estrategia de imponer medidas de aislamiento estrictas en zonas que presentan un alto índice de casos, en cuanto se detecta un brote. Esto permite el aislamiento de los casos y que el virus no se propague a otras zonas del país.
Además, a Australia tampoco le tiembla el pulso a la hora de cerrar sus fronteras, especialmente las internacionales, que se espera que sigan clausuradas hasta que la mayoría de habitantes ya haya recibido la vacuna.
Gladys Berejiklian, jefa de gobierno de Nueva Gales del Sur, el estado más poblado del país oceánico, dijo que a partir de este viernes se permitirán reuniones al aire libre de hasta 50 personas y de 30, incluyendo menores, en espacios cerrados, entre otras medidas.
Sin embargo, el uso de las mascarillas faciales seguirá siendo obligatorio en el transporte público y otros espacios en los que es difícil mantener la distancia interpersonal "para proteger a los más vulnerables y para reconocer que en ciertos lugares cerrados se está en mayor riesgo", precisó Berejiklian a los periodistas en Sídney.
Berejiklien insinuó que las restricciones se suavizarían aún más en dos semanas si no hubiera más casos, y agregó que estaba "logrando el equilibrio adecuado" entre el crecimiento económico y el control del virus.
“Ambos van de la mano, no se puede tener una economía abierta a menos que se asegure de tener los ajustes de salud correctos”, dijo, mientras instaba a los habitantes de Sídney a salir y hacerse la prueba de Covid-19 incluso para los “más suaves de síntomas ”.
Las otras jurisdicciones de Australia llevan más tiempo sin infecciones locales de la covid-19, como el estado de Victoria, el segundo más poblado y epicentro de la segunda ola nacional de la pandemia, que ya lleva 21 días sin contagios comunitarios.
Asimismo, el estado de Queensland, el tercero más poblado del país, reportó este mes un caso de la Covid-19 con una cepa altamente contagiosa, por lo que durante tres días estuvieron confinados 2,3 millones de habitantes de la ciudad de Brisbane, medida que ha logrado contener su propagación desde hace más de dos semanas.
Otros estados como Tasmania o Australia Occidental desde hace meses registran pocos casos de la enfermedad, principalmente de personas que provienen fuera de su jurisdicción, por lo que sus habitantes viven una práctica normalidad.
Australia, que mantiene sus fronteras internacionales cerradas y suspendió temporalmente el lunes los viajes sin cuarentena desde Nueva Zelanda por un caso con la variante sudafricana, acumula unos 28.800 contagios de Covid-19 desde el inicio de la pandemia, incluyendo 909 fallecidos y más de 115 casos activos.
La mayoría de las infecciones en Australia, que comenzará a vacunar a su población a fines de febrero, se dieron por el rebrote en Melbourne a causa de fallos en las cuarentenas de los centros para viajeros internacionales que obligaron a confinar a unos 5 millones de habitantes entre julio y noviembre del año pasado.