El alzhéimer afecta a cerca de 50 millones de personas en todo el mundo, de las que 800.000 viven en España, según las estimaciones de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Se calcula que para el 2030 la cifra mundial crecerá hasta los 70 millones. Los mecanismos tras este trastorno neurodegenerativo que provoca deterioro cognitivo hasta acabar causando la muerte todavía son materia de investigación, y aún no existen terapias que lo mitiguen. Pero los investigadores han hallado un buen aliado preventivo en el té verde y el resveratrol, un polifenol presente en las uvas y otros alimentos.
La revista científica Free Radical Biology and Medicine ha publicado el trabajo de un equipo científico de la Universidad de Tufts, en Estados Unidos, que ha relacionado recientemente el herpes común con la aparición del alzhéimer. El virus fomentaría la aparición de placas de proteínas denominadas beta-amiloide y anormalmente plegadas, que son características de la enfermedad. Han realizado la investigación con ayuda de modelos de cultivo de tejidos de 2D y 3D de neuronas humanas vivas.
En concreto, han simulado la formación de la placa, la gliosis, que se produce cuando el cuerpo genera la mayor cantidad de células gliales, que son las que sustentan a las células nerviosas. También han reproducido la neuroinflamación y la señalización neuronal alterada, con el objetivo de evaluar un panel de 21 medicamentos y suplementos con supuestos beneficios neuroprotectores. Así han podido identificar que las catequinas del té verde y el resveratrol "tienen fuertes propiedades antiplaca, beneficios neuroprotectores funcionales y neurotoxicidad mínima".
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Recrear el cerebro
Estos elementos, destacan los investigadores, brindan apoyo "para su investigación adicional como preventivos y terapias para la enfermedad de alzhéimer". Valoran que otros componentes químicos, como la citicolina y la metformina (fármacos psicoestimulantes y antidiabéticos, respectivamente) o la curcumina de la cúrcuma, también redujeron la formación de placa y fueron mínimamente tóxicos, pero "no protegieron contra las deficiencias inducidas por el virus en la señalización neuronal".
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Los investigadores han creado el modelo usando una esponja de seda no reactiva sembrada con células de piel humana que se reprogramaron genéticamente para convertirse en progenitores de células madre neurales. Estas células crecen y pueblan la totalidad de la esponja, con lo que se forma una red 3D de neuronas que reaccionan de forma similar a lo que ocurre en el cerebro humano y permiten reproducir diversos procedimientos para su evaluación.
Esperanza y cautela
Con todo, el equipo de científicos es prudente con sus conclusiones. Advierten que los efectos constatados en el laboratorio no siempre se traducen de la misma forma a los pacientes, aunque no minimizan el descubrimiento. Consideran que se trata de un paso significativo porque no existe cura para el alzhéimer ni una forma de prevenir su progresión al margen de los medicamentos que potencialmente podrían frenarla, pero que todavía están en fase de pruebas. En cambio, el resveratrol y las catequinas, que son seguros y accesibles, pueden ser incorporados fácilmente a la dieta como suplementación.
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Las catequinas del té verde ya habían atraído el interés de la ciencia por sus propiedades antioxidantes en el contexto oncológico, mientras que las del resveratrol también eran apreciadas por sus efectos anti-envejecimiento. No obstante, en el estudio se cuestiona que ambos compuestos sean capaces de cruzar la barrera hematoencefálica, un logro imprescindible en el caso de los tratamientos del alzhéimer. Asimismo, no tienen mucha biodisponibilidad, así que no se absorben correctamente en el cuerpo o el torrente sanguíneo.
Además de este beneficio, hasta ahora desconocido, que aporta el té verde, también se trata de un buen antioxidante con otras muchas propiedades. Por su parte, el resveratrol no solo podemos hallarlo en frutas como la uva, sino que también está presente en otros alimentos como los arándanos, la remolacha, los pistachos, los cacahuetes, el cacao e incluso el vino tinto aunque este último, conteniendo alcohol, es la opción menos saludable de la lista.
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