Luis García Jambrina, entre la sonrisa y el escalofrío: “La muerte es un personaje fascinante”
El escritor zamorano desmenuza su regreso al relato mortuorio con la obra 'Muertos S.A.', una recopilación de cuentos a caballo entre el miedo y el divertimento
31 octubre, 2021 14:52El escritor Luis García Jambrina presenta una recopilación de relatos que "se aparece" 16 años después de su primera edición, en 2005, con nuevas historias para reír y temer. Jambrina suma nueve relatos inéditos más un prólogo y un epílogo, lo que completa una veintena de textos que dotan de una nueva dimensión al popular título.
Durante una entrevista con la Agencia Ical, el autor zamorano desmenuza su propuesta al lector, su visión de la muerte y la literatura, e incluso sus creencias, sin tabúes, en el plano espiritual. Doctor en Filología Hispánica con premio extraordinario por la Universidad de Salamanca y máster en Guion de Ficción para Televisión y Cine, en la actualidad es profesor titular de Literatura Española en la Usal.
Tras más de una década como crítico literario, es director de los Encuentros de Escritores y Críticos de las Letras Españolas en Verines y de la revista Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno, sobre quien escribió junto a Manuel Menchón el ensayo 'La doble muerte de Unamuno'. Además, es autor de la saga de manuscritos sobre Fernando de Rojas, cuya próxima entrega, según adelanta, ya está en el horno.
Pregunta- ¿Qué es lo que va a encontrar el lector que se acerque por primera vez a los relatos mortuorios de Luis García Jambrina?
Respuesta- En este caso, se trata de una edición muy ampliada. La primera tenía nueve relatos y esta tiene 20, incluyendo el prólogo y el epílogo. El lector se va a encontrar un libro muy unitario en el que todo gira en torno a la muerte, a los muertos y los aparecidos, aunque con diferentes tonos y enfoques, que van desde lo humorístico a conceptos más serios y elegíacos. He querido explorar la gran variedad de posibilidades de un tema como este. Lo importante era acercarse a la muerte de una manera distinta a la habitual, que siempre es muy grave, muy solemne, muy trascendente o muy truculenta. He tratado de evitar eso y enfocarlo de otra manera. Jugar mucho con elementos fantásticos y de intriga, pero siempre con mucha ironía. También es un libro que trata sobre escritores y libros. Es un homenaje a la literatura, de alguna manera. Además, visto desde la perspectiva de hoy, también considero que la primera edición del 2005 es el comienzo de todo lo que hice después. Porque me he dado cuenta de que todas las novelas que he escrito luego tienen mucho que ver con este libro de relatos. Es como si ahí estuviera la raíz o la semilla de todo. He ido tirando de diferentes hilos y de ahí han ido saliendo las otras novelas, que también tienen esa variedad de tonos, pero que todas tienen que ver con la muerte. Incluso, el ensayo que publiqué con el director de cine Manuel Menchón, 'La doble muerte de Unamuno', en el que el tema es el mismo.
P- ¿Cómo cambia la perspectiva de la muerte después de 16 años?
R- La siento más próxima y más posible, pero sigo intentando afrontarla con naturalidad. Creo que, dejando aparte las diferentes edades, en la sociedad actual tenemos a la muerte muy oculta y muy relegada. Salvo estos días, en que los cementerios se llenan, el resto del año a los cementerios no va nadie. Yo soy visitante asiduo y, habitualmente, no encuentras a nadie, salvo a alguien paseando, o casos puntuales. Lo hemos visto también durante la pandemia, cómo la muerte fuera de las escandalosas cifras era algo que permanecía oculto. No queremos saber nada de ella, ni tenerla en cuenta. Y yo creo que es un error porque, de lo contrario nos daría una perspectiva que nos permitiría disfrutar más de la vida y de una forma más tranquila y relajada. Esto lo decían mucho los clásicos. Personalmente, en 15 años tampoco ha habido un gran cambio, pero sí, quizá la tenga más presente.
P- ¿Hay que desenfadarse, entonces, con la muerte?
R- Yo creo que sí. Hay que verla con humor y con ironía. Y tratar con ella de tú a tú, con naturalidad. Siempre se la ha representado de manera muy tétrica. Ya que estamos hablando de cuentos, de literatura, yo creo que es un personaje fascinante. Quizá el más importante de la historia de la literatura, de una manera más o menos explícita o más o menos escondida. Da muchísimo juego. Es lo que he tratado de hacer en el libro. Y, efectivamente, hay que aprender primero a tenerla en cuenta y, al mismo tiempo, a burlarse de ella. Yo creo que eso es algo muy saludable.
P- ¿Es ahí dónde se encuentra la transgresión de estos relatos, su política incorrecta?
R- Es lo que dicen mis editores y algunos de los que leyeron aquella primera edición del libro. Yo no soy quién para decirlo, pero ojalá sea así. Ser políticamente incorrecto hoy en día es lo mejor que le puede pasar a un escritor o a un artista. Si no, significaría que estás siendo muy convencional a la hora de tratar, por ejemplo, un tema como este. Siempre me ha tentado la transgresión. Lo que pasa es que casi nunca depende del autor. A veces intentas ser transgresor y resulta que no. Y luego, cuando no te lo esperas, resulta que sí lo eres. En mi caso, sí que me gustaría descolocar un poco al lector y que el libro le depare buenos momentos, incluso algunos divertidos, y también que le deje un poquito pensativo.
P- ¿Se encuentran más sustos que risas o viceversa?
R- En alguna ocasión he contado que es un libro para leerlo con una sonrisa en la boca y un escalofrío en la espalda. Eso sería para mí lo ideal. No son truculentos, pero sí juego mucho con algunos elementos de la literatura fantástica e incluso de terror, como los aparecidos o los resucitados, y en algunos está presente la muerte. Siempre buscando eso, un pequeño escalofrío, pero luego esa sonrisa cómplice. El libro de 'Las mil y una noches' creo que es el modelo de esto. Está hecho, precisamente, para conjurar la muerte, o aplazarla, o burlarse de alguna manera de ella. Y de ahí ese tono jocoso y divertido, pero al mismo tiempo sin excluir ese terror y ese miedo que nos causa. Es un libro que trata de jugar un poco con diversas emociones, contradictorias y contrapuestas, pero que es bonito tratar de mezclaras.
P- ¿Cómo se entrelazan los relatos del libro con personajes históricos de la literatura?
R- En la primera parte, efectivamente, hay varios relatos sobre eso que yo llamo los grandes enigmas de la literatura española, que tienen que ver con algunos autores y, generalmente, grandes. Y en torno a esos misterios he tratado de hacer los relatos. Uno de ellos era sobre la muerte de Unamuno, que para mí siempre fue un enigma y muy sospechosa. A pesar de lo que dijeran la versión oficial y las biografías. Ese cuento y los otros dos que hay en esa primera parte son los que luego me llevaron a escribir la primera novela sobre Fernando de Rojas. En un principio pensaba hacer un relato más para añadir a una edición futura de 'Muertes S.A.'. Lo que pasa que ese relato terminó convirtiéndose en una novela y ahora son seis novelas. El principio estaba ahí. Ya había hecho esos cuentos sobre escritores, que no son nada pedantes ni eruditos. Están hechos con la intención de divertir y emocionar a los lectores. Pero vi que funcionaban, igual que utilizar escenarios conocidos, como la ciudad de Salamanca, y ese fue el punto de partida para la mayor parte de las novelas que escribí luego.
P- Hablando de Unamuno y su "doble muerte", vuelven a confluir esos dos conceptos...
R- Lo curioso de este relato es que en él utilizo los recuerdos de una mujer a la que yo no conocí. Esta mujer era adolescente cuando murió Unamuno y era su vecina. Ella estaba fascinada con ese 'viejecillo' y lo seguía por las calles y tal. Así, le contó a su nieta que cuando Unamuno murió, aquel día 1 de enero, ella se levanta y se entera de la muerte de ese vecino al que le tenía tanto cariño y estuvo convencida de que lo habían matado, de que lo habían envenenado, concretamente. Se lo contó a su nieta, ella a su vez a su marido y resulta que los dos fueron editores de la primera edición del libro. El marido es quien me lo contó a mí y escribí ese cuento que está relatado desde los ojos de esa mujer, de esa niña entonces. Eso me permitía dar también mi versión de a muerte de Unamuno sin necesidad de documentar ni justificar nada, porque yo partía de los recuerdos de una persona. Ese tema quedó ahí y al cabo de 15 o 16 años volví sobre él, pero ya de otra manera. La verdad es que hay muchas cosas que se repiten, tanto en los cuentos como en las novelas, y se pueden hacer conexiones entre unas cosas y otras.
P- ¿Halloween se está comiendo a Todos los Santos?
R- A mí no me parece mal. Halloween es una colonización. Pero es que la fiesta de Todos los Santos lo es también. La mayoría de los españoles estamos bautizados, pero no somos católicos. Y seguimos todavía celebrando 'machaconamente' esas festividades. Para mí, tan invasora esa una cosa como la otra. No es que entre una cosa y la otra yo defienda a Halloween, pero tantas razones hay para celebrar lo uno como lo otro. Halloween es además una fiesta más vinculada a los niños, y eso me encanta. No tengo ningún problema con que se coma a Todos los Santos. Ojalá se los comiera. Es curioso porque tenemos aquí dos fechas que mucha gente confunde y que van seguidas. El 1 es el día de Todos los Santos y el 2 es el Día de los Difuntos. Y yo creo que lo natural sería celebrar el Día de los Difuntos, de todos los difuntos, sean santos o no sean católicos. Sin embargo, la fiesta potente, la que es festivo, es la del día 1. Y del día 2 casi nadie tiene conciencia porque lo asimilan a la primera. Entonces, ojalá. A mí no me importa. Yo ya estoy muy harto de que, frente a la invasión de otras culturas, se defienda una que, la verdad, yo ya no siento como mía. Y muchísima gente tampoco. Yo creo que la Iglesia Católica debería retirarse ya de una vez y las fiestas deberían ser todas mucho más civiles. De modo que, bienvenido Halloween.
P- Sin embargo, la convivencia entre vivos y muertos tiene mucho de fe, habida cuenta de que no hay testimonios de algo cierto. ¿Qué cree Luis García Jambrina?
R- Volviendo al tema de antes, a mí me fastidia mucho que la Iglesia Católica haya monopolizado todo lo que tiene que ver con la trascendencia, con lo sagrado, con lo religioso en general, con la muerte, con las postrimeras. Es como si no hubiera otra maneras de entender o de vivir esta cuestión. Yo no creo que haga falta tener una fe religiosa, en el sentido de creer en una determinada confesión, para tener un sentido de lo trascendente y de permanencia después de la muerte. Yo creo que los muertos permanecen de alguna manera. Unas veces parece que son ellos los que no acaban de irse y, por otro lado, permanecen cuando se les recuerda. Es muy importante mantener viva su memoria. Si no es para esto, no es necesaria ninguna religión oficial. Son sentimientos mucho más primarios, pero también incluso desde a razón se pueden tener. Yo creo que hay algo y que esa separación entre lo uno y lo otro no es nítida. No hay fronteras. De alguna manera se convive, o se debería convivir con los muertos y seguir dialogando con ellos.
P- ¿Cuál es el próximo proyecto?
R- Ya está en el horno. Acabo de corregir pruebas de la siguiente novela, que es el sexto manuscrito, que saldrá el 12 de enero en Espasa. Se titula 'El manuscrito de niebla'. Fernando de Rojas sigue siendo el protagonista y también Antonio de Nebrija, tan vinculado a Salamanca, el gran humanista y autor de 'La gramática castellana'. El año que viene es el quinto centenario de su muerte y yo he querido celebrarlo con esta novela en la que trato de divulgar un poco su figura. Más o menos, el nombre todo el mundo lo conoce pero no se sabe casi nada de él, apenas hay biografías. Yo creo que es un personaje fantástico y bastante divertido. El problema es que casi todo lo que escribió está en latín y no está adscrito a ningún genero literario, por así decirlo. Pero es un personaje fascinante y creo que es muy importante conocerlo y sentirse orgulloso de él. Fue un tipo muy peleón y muy transgresor. Aquí sobre todo, en Salamanca. Cuando llegó a la Universidad se dedicó combatir la barbarie que la había asolado, el oscurantismo y la intolerancia. Y creo que eso le hace un personaje muy actual. Lo que rescato en la novela es un episodio que se conoce poco de su vida, que es que sufrió un proceso inquisitorial. Se lo incoa el inquisidor general, Diego de Deza, que fue prior de San Esteban, obispo de Salamanca y el preceptor del Príncipe Don Juan. Hay una confrontación entre estos dos personajes, pero también hay crímenes y mucha peripecia. Además, tiene mucha importancia el mundo de las imprentas y las librerías salmantinas. Estamos a principios del siglo XVI, en un momento en el que empieza su esplendor. Es un mundo que creo que ahora a los lectores les atrae mucho, todo lo que tiene que ver con el libro antiguo y, además, también hay manuscritos robados que Rojas tiene que recuperar.