Ayer presencié en La Maestranza una esperada corrida de toros. El cartel no era para menos: Morante, Pablo Aguado y Juan Ortega con toros de Juan Pedro.
El resultado no fue el deseado pero se vieron cosas buenas. Con el capote los tres torearon a gusto y con la muleta hubo clase pero sin emoción que es la salsa y el picante de los toros.
Pero bueno, yo salí contento, sobre todo por encontrarme a un viejo amigo, nada menos que a Curro Romero. Mis recuerdos con Curro que revivimos, son varios y muy positivos: le gané como abogado una injusta sanción impuesta por el entonces ministro del Interior Juan José Rosón. La multa de dos millones de pesetas, a él y a su picador Diego Mazo lo fue por una bronca en la plaza de Las Ventas. Luego la Audiencia Nacional, anuló las dos sanciones por considerar que la Ley de Orden Público que habían aplicado no estaba para eso. Vamos que Curro y su picador no eran unos terroristas.
Luego, en una entrevista a Curro este dijo después de otra bronca en Madrid que no volvería a torear de Despeñaperros para arriba. Yo, recién elegido alcalde de Ciudad Rodrigo, le llamé y le hice rectificar y toreó en agosto de 1983 un festival benéfico. Claro que acompañado de El Viti, Pedrés, Jaime Ostos, Andrés Hernando y un jovencísimo José Luis Ramos.
Finalmente, hace pocos años, le dimos en el Senado el Premio de nuestra Asociación Taurina Parlamentaria. Curro, con el ingenio que le caracteriza, recordó lo que pesan las almohadillas qué a veces le tiraban. Pero él ha sido sobre todo un faraón del toreo y así se le recordará.
Ahora, desde el Puente de Triana, recuerdo la famosa copla: "Que bonita está Triana cuándo le ponen al puente banderas republicanas". También lo está sin ellas "jozu".