La ministra de Seguridad Social, Elma Saiz, y el anterior titular de este departamento, José Luis Escrivá.

La ministra de Seguridad Social, Elma Saiz, y el anterior titular de este departamento, José Luis Escrivá. Europa Press

Macroeconomía

Los ingresos por cotizaciones crecen el triple que el número de trabajadores y el doble que los salarios desde 2019

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En los últimos años, los ingresos por cotizaciones a la Seguridad Social no han dejado de crecer mes tras mes. La introducción de nuevas figuras como el Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI) y el incremento de lo que pagan trabajadores y empresarios han disparado las entradas de dinero un 33% desde 2019, en un crecimiento que triplica con holgura el del número de ocupados y duplica el avance de los salarios.

Según los datos de ejecución presupuestaria, hasta el 30 de septiembre los ingresos por cotizaciones a la Seguridad Social registraron un incremento del 7,8% respecto a 2023. En lo que va de año, dichos ingresos suman 123.694 millones de euros, 8.982 millones más que un año atrás.

Si se toma como referencia el último año que no estuvo afectado por la pandemia de la Covid-19, esto es, 2019, el incremento de los ingresos por cotizaciones sociales alcanza los 31.087 millones de euros, ese 33,6% más. Y el alza supera ampliamente el de otros indicadores claves para el porvenir del sistema de Seguridad Social.

Así, la evolución de la ocupación, aunque positiva, está muy por debajo de los ingresos por cotizaciones. En concreto, los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) revelan un incremento del 9,81% entre 2019 y 2024, hasta alcanzar esos 21,8 millones de trabajadores.

Por su parte, los salarios han crecido un 16,08%, pasando de un sueldo bruto mensual de 2.358,96 euros de media antes de la pandemia a otro de 2.738,23 euros en el segundo trimestre de este año.

Es decir, que el boom del empleo no explica por sí solo el crecimiento de los ingresos de la Seguridad Social. Por tanto, sólo esa subida de las cotizaciones sociales, así como la introducción de nuevos mecanismos que gravan la actividad laboral, explican la brecha entre el mercado laboral y la recaudación.

En cualquier caso, esa brecha no es casual. El sistema público de pensiones presenta un problema de déficit año tras año, incluso contando con las transferencias y préstamos que el Estado otorga a los fondos de la Seguridad Social para garantizar su suficiencia. Y la previsión es que la situación empeore en un futuro cercano, con la jubilación del grueso de las cohortes de la generación del baby boom.

Sin embargo, precisamente las pensiones de jubilación sí siguen el ritmo a los ingresos por cotizaciones. En 2019, la nómina mensual que percibían los trabajadores retirados era de 1.143,55 euros; cinco años después, y tras un incremento del 26,57%, esa pensión media es de 1.447,36.

En cualquier caso, el aumento de los ingresos, impulsado por el encarecimiento de las cotizaciones, puede suponer un relativo y temporal respiro para las arcas de la Seguridad Social. Sin embargo, no está claro si bastará para asegurar la sostenibilidad del sistema en el futuro.

La jubilación de la generación del baby boom, que alcanzará su pico en las próximas décadas, supone un reto mayúsculo. Aunque los ingresos crecen, la presión sobre los gastos también lo hace. Las proyecciones demográficas anticipan un fuerte incremento en el número de pensionistas, lo que obligará a destinar aún más recursos a las pensiones y posiblemente a otras partidas de gasto sanitario y social.

Este contexto de creciente gasto y envejecimiento de la población plantea la cuestión de si las medidas actuales son suficientes o si será necesario adoptar nuevas reformas en el futuro. Desde Bruselas, instituciones como la Comisión Europea ya han advertido sobre los desafíos a los que se enfrenta el sistema español en los próximos años, instando a asegurar su viabilidad a largo plazo sin comprometer el equilibrio presupuestario.

En última instancia, el sistema de pensiones se encuentra en una encrucijada. Si bien la recaudación ha logrado crecer de forma sólida en los últimos años, la pregunta que queda en el aire es si este ritmo será suficiente para afrontar las demandas de una población cada vez más envejecida y con expectativas crecientes de una pensión digna.