Mario Casas como N. en 'Escape'.

Mario Casas como N. en 'Escape'.

Cine

Mario Casas y Rodrigo Cortés te golpean la nariz en 'Escape'

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N. (Mario Casas) acabó a la vez con la vida de su esposa y con su cordura; la suya y la de todo el mundo a su alrededor. Ya no queda institución social, jurídica o mental que pueda arrojar luz sobre su universo, desde ahora absurdo y medio-risible, esparcido en grumos tan puramente anecdóticos como, decían, el propio sentido común.

Cual Thoreau pero al abrigo de la locura, o un Teseo que pasa “cien años esquivando al Minotauro para quedarse a vivir en el laberinto”; así describe el mismo Rodrigo Cortés (Pazos Hermos, Ourense; 1973) la carcajada de héroe de la novela que adapta libremente, de Enrique Rubio. N. rompe la ley una y otra vez, desea entrar en prisión sin que sepamos bien por qué. De hecho, no sabemos muy bien por qué actúa así, más allá de la excusa -mala- de la enésima mujer accidentada.

Lo que sí sabemos es que N. es. Es, tanto como puede serlo un torbellino antipsicológico, un paciente capaz de convertir a su terapeuta en un cuentista cruel, y la percha perfecta para este calcetín kafkiano, vuelto del revés, con todos los hilachos de lo funcional y lo funcionario al aire. Aunque la película suene a marcianada al compararla con la sobriedad dura de Enterrado (2010) o El amor en su lugar (2021), Escape no se aleja tanto de la aspereza de Concursante (2007) o de la obra literaria del mismo Cortés.

En el abrirse paso incansable y a contrapelo de N. hacia la nada más absoluta, Escape brilla por las chispas de su propia fricción, la que nos arranca una sonrisa descolocada al capitular un aparente thriller criminal con los nombres de los siete enanitos de Blancanieves. Para movilizar este contrasentido, Cortés confía en la polifonía de un coro de “locos y sus temas”, un 13, Rue del Percebe magnético y autoconsciente.

Mientras que José Sacristán ridiculiza al juez ofendido al que interpreta al exagerar -sólo un pelín- el rigor de su voz, Blanca Portillo se divierte endulzando la tranquilidad de quien viene de ser Teresa de Jesús con las sombras de una villana inquietante. Y por favor, abandonemos ya la desconfianza ante las capacidades actorales de Mario Casas, alguien que ha rellenado de puro cuerpo, entre farfullos y resoplidos, una carcasa vacía.

Abandonemos ya la desconfianza ante las capacidades de Mario Casas, alguien que ha rellenado de puro cuerpo una carcasa vacía

Aunque el mayor logro de Escape es haberse convertido en ponzoña para la crítica, porque con sólo describir los oxímoron sobre los que se aposenta, ya parecemos avalarla (no nos extraña nada que Martin Scorsese, cerebralidad y valentía, comprara la idea). Pero querríamos ver un desarrollo consecuente del enfado sumiso de Anna Castillo, un personaje con verdadera carga dramática. ¡La actriz lo sostendría!

Asimismo, la puesta en escena netflixea un poco en su recurrencia algo manida a la saturación del color y al uso de lentes anamórficas para explicar el espíritu laberíntico de la ciudad y de la cárcel. Los oscuros habitantes de la prisión, presuntos atolladeros morales, tampoco pasan de la anécdota. Los tendremos por última de tantas resistencias de un tebeo que morirá con los crocs puestos, antes que doblegarse a su propia naturaleza de épica-antiépica: otro cuento sobre un tipo dolido, uno entre tantos otros. 

Escape

Dirección: Rodrigo Cortés.

Guion: Rodrigo Cortés, a partir de la novela de Enrique Rubio.

Intérpretes: Mario Casas, Anna Castillo, José Sacristán, Blanca Portillo, Guillermo Toledo, Josep Maria Pou.

Año: 2024.

Estreno: 31 de octubre.