'Anora', Palma de Oro en Cannes: la rebeldía de una 'Pretty Woman' del siglo XXI
- Sean Baker se reivindica como un cineasta singular, capaz de amar a sus personajes con el corazón de Chaplin, la irreverencia de John Landis y la compasión de Robert Bresson.
- Más información: Sean Baker, Palma de Oro en Cannes con 'Anora', la epopeya de una prostituta
Si algo caracteriza la trayectoria de Sean Baker (Summit, 1971) –además de su admirable capacidad para empatizar con sus personajes– es su interés por la cara oculta del comercio sexual. En Starlet (2012), retrató la toma de conciencia de una estrella del porno interpretada por Dree Hemingway, bisnieta de Ernst; y luego, en Tangerine (2015), elogió la batalla por la entereza emocional de dos prostitutas transexuales.
En The Florida Project (2017), una madre debía prostituirse para mantener a su hija, mientras que los protagonistas de Red Rocket (2021) cargaban con el estigma de haber protagonizado unos vídeos sexuales. Este escaparate de adversidades podría hacer pensar en un cine de la sordidez, pero la mirada humanista de Baker perfila una celebración de la resistencia y la lucha por la dignidad, cualidades esenciales de la protagonista de Anora, Palma de Oro en Cannes.
La joven Anora (una deslumbrante Mikey Madison) prefiere ser llamada Ani. Así es como esta bailarina de un club de lap dance neoyorquino oculta sus orígenes eslavos, aunque es justamente este rasgo identitario el que convertirá a Anora en el objeto de deseo del hijo de un oligarca ruso, Ivan (Mark Eydelshteyn), que se garantizará la compañía en exclusiva de la escort.
Siempre cerca de su protagonista, pero evitando en todo momento juzgarla de forma tajante, Baker invita al espectador a participar del encantamiento que experimenta Ani al gozar de los lujos que le provee Ivan. Esto acerca Anora a la fábula de la Cenicienta, que ya tuvo una traslación al ámbito del comercio sexual en la icónica Pretty Woman (1990). Sin embargo, Baker no se contenta con seguir el patrón narrativo de la damisela en apuros y convierte Anora en una obra que toma al espectador a contrapié, como un bumerán capaz de girar sobre sí mismo en el aire… hasta en dos ocasiones.
En su primer cambio de rumbo, Anora transita del relato romántico a un lugar equidistante entre el thriller criminal y la comedia de enredo. Baker es un sagaz observador de las subculturas marginales por las que se mueven sus personajes, y en este caso sabe sacar punta tanto del universo del ocio nocturno para adultos como del ecosistema que rodea al hijo del oligarca, formado por matones de poca monta incapaces de mantener bajo control al insolente retoño.
En este tramo, el director exhibe su talento para prolongar hasta la extenuación el frenesí narrativo y la comicidad más salvaje, en un registro que remite a Jo, ¡qué noche! (1985) de Scorsese y a las recientes Good Time (2017) y Diamantes en bruto (2019) de los hermanos Safdie.
El segundo golpe de timón conduce Anora hacia su memorable recta final, en la que se evidencia que el sueño de Ani puede convertirse en una pesadilla. Es aquí cuando, al perfilar abiertamente una lucha de clases, el filme se desmarca de gran parte del cine independiente americano actual, con la excepción del trabajo de Kelly Reichardt.
Al oponer la arrogancia de los poderosos y la vulnerabilidad de los olvidados, Baker se reivindica como un cineasta singular, capaz de amar a sus personajes con el corazón de Chaplin, la irreverencia de John Landis, y la compasión de Robert Bresson. Y es que, de la mano de un emotivo y demoledor desenlace, Baker invita a repensar Anora, con su aguda disección del culto a la riqueza, como una revisión de El dinero (1983) de Bresson, pero con una heroína trágica a la altura de la maltratada protagonista de Mouchette (1967).
Anora
Dirección y guion: Sean Baker.
Intérpretes: Mikey Madison, Mark Eydelshteyn, Yuriy Borisov.
Año: 2024.
Estreno: 31 de octubre