El de Mi gran noche es un circo de diez pistas lleno de triples saltos mortales con tirabuzón a terminar sobre trapecio. Siempre arriba.
Especial Nochevieja: mientras protestan afuera los trabajadores despedidos, los del plató se dan a la esquizofrenia del show business.
Jose es un hombre en paro enviado por la ETT a trabajar como figurante en el programa. En pleno agosto. Y al lado de una gafe Blanca Suárez.
“Tú estás aquí para hacer lo que te digan: aplaudir cuando te toca aplaudir, reír cuando te toca reír, besar cuando te toca besar”.
Esa frase se va lanzada contra nosotros, ciudadanos alienados por la telebasura. Finísima sátira que sorprende ver en el cine del bilbaíno.
Primer golpe de efecto contundente: Raphael encarnando a Darth Vader, un alter ego en el que encaja perfectamente. Risotadas en la sala.
Hugo Silva y Carolina Bang compiten por ver cuál de ellos saldrá de aquí para alcanzar la ansiada fama en los circuitos de prensa rosa.
Del duelo de divas que hay entre Raphael y Annade (Mario Casas) será difícil salir indemne, o al menos sin haber soltado alguna carcajada.
Ah, y la choni que embauca a Adanne es la visión del director de esa juventud de ninis adictos a Sálvame. Visión decadente, por supuesto.
Cuando descubras cuál es el detonante argumental de la peli no podrás dejar de pensar en El Ángel Exterminador. Ni tampoco en El Guateque.
Y al final todos los personajes acaban logrando lo que querían, menos un happy end que un café para todos.
Hay tantas subtramas en Mi gran noche que su estructura marcha por la vía de la acumulación, pero muchas de ellas son prescindibles.
La comedia funciona por lo triunfal de su reparto. Segura, Areces, Pávez y demás, a cada cual encarnando algo más esperpéntico.
Pero los gags funcionan menos en el sentido de screwball que como el rancio más clásico de la España del desarrollismo. Zafiedad por bandera.
El montaje es anfetamínico y si pestañeas te lo pierdes. Por desgracia esta histeria colectiva, aunque alegórica, termina cansando la vista.
En realidad, De la Iglesia vuelve a firmar una película muy suya, con ese desequilibrio del que siempre hace gala, esta vez aún más hortera.
Eso sí, Mi gran noche vuelve a recordarnos que, nos guste o no, De la Iglesia es la más clara encarnación de Berlanga del cine actual.
Y no te irás sin cantar mentalmente durante días: "Qué pasará. Qué misterio habrá. Puede ser mi gran noche"…