¿Han acabado los efectos digitales en el cine con los efectos especiales artesanales? ¿Ha matado el CGI los FX? ¿Es para tanto? El festival de Sitges, escaparate del cine fantástico y de terror en presente, es el mejor lugar posible para lanzar la pregunta y que te contesten los que mejor lo saben. Por un lado, este año están pasando por el festival algunas de las figuras clave de los efectos especiales y de maquillaje: los estadounidenses Rick Baker y Tom Savini, y el japonés Yoshihiro Nishimura, este último director de cine y responsable de los FX de algunas películas de Sion Sono. Por otro lado, Sitges abraza en los filmes programados desde los efectos digitales más avanzados hasta los efectos especiales más entrañablemente cutres.
Para Baker, que se retiró de su profesión hace unos meses al no encontrar su lugar en un presente dominado por el CGI (imágenes generadas por ordenador) y las prisas, la respuesta es un sí rotundo: "Dejé el negocio porque siento un gran amor por las películas y por mi equipo, y ahora esas dos cosas han pasado a ser secundarias. No importan ni las historias ni los profesionales. Todo va de cuánto dinero puedes hacer".
El maestro de los efectos especiales y de maquillaje, en cuyo currículo figuran filmes como Un hombre lobo americano en Londres (1981) y Videodrome (1983), reconocido este año en el festival con el Premio Màquina del Temps a su trayectoria, tiene un discurso comprensiblemente pesimista sobre el asunto. "Es como si el cine hubiera perdido su corazón, su alma. Cuando rodamos Un hombre lobo americano en Londres cada día era una aventura porque creíamos en nuestro trabajo. Amábamos hacer películas, y esa actitud ha desaparecido", cuenta Baker.
Lo más triste es que los directores que hacen ese tipo de películas no tienen margen para decidir
El especialista asegura que no disfruta con el cine a lo grande dominado por el digital: "Soy un nerd de los efectos especiales artesanos. Lo más triste es que los directores que hacen ese tipo de películas no tienen margen para decidir. Trabajan con unas prisas y una presión desde producción que les impiden ser creativos. Por suerte, aún hay filmes donde encuentras lo otro, y eso me hace pensar que aún hay gente en la industria a la que le importa nuestro oficio… Hay más gente preocupada por hacer dinero”.
Tradición y modernidad
El pesimismo de Baker es más que comprensible pero, sí, aún queda mucha gente en el fantástico y el terror que apuesta por la artesanía, por lo físico, por las heridas abiertas. Por un lado, algunos directores consolidados que trabajan a lo grande han sabido combinar tradición y modernidad y, en sus películas, usan las herramientas digitales sin prescindir de lo hecho a mano. Por otro, existe un cine independiente fantástico y de terror que se alimenta de esa artesanía.
Serían ejemplo de lo primero el caso de Guillermo del Toro, que hoy estrena La cumbre escarlata (2015), y de Quentin Tarantino, entusiasta de los efectos físicos y amiguísimo de Greg Nicotero, autoridad en la materia (es el responsable de los efectos especiales de maquillaje de The Walking Dead) con quien ha contado en muchas de sus películas. También, poniendo un par de ejemplos más cercanos, los de J.A. Bayona y Jaume Balagueró.
Bayona cuenta que el espectador está acostumbrado a acabados más perfectos, por lo que decidió mezclar las dos técnicas para no perder verosimilitud
En su nueva película, Bayona vuelve a combinar efectos digitales y artesanos y cree que "el secreto está en la mezcla". "Cuando empezamos con Un monstruo viene a verme quisimos tirar de lo tradicional, pero nos dimos cuenta de que no acababa de funcionar porque el espectador está acostumbrado a acabados más perfectos. Así que decidimos mezclar las dos cosas para no perder verosimilitud: la perfección fotográfica del digital y el alma de lo artesanal. Es curioso, los artistas que trabajan con prostéticos suelen tener una visión negativa de los artistas digitales. Lo mismo sucede al revés, y no debería ser así porque lo ideal es la solución intermedia”, cuenta el director de Lo imposible (2012).
Balagueró coincide con él y añade: "Soy partidario de los efectos físicos cuando son posibles porque los percibes mucho más realistas. Pero es verdad que a veces, cuando buscas algo más sofisticado, no funcionan. Lo que no me gusta es la tendencia a sustituir efectos especiales fáciles de hacer por efectos digitales sólo para ganar tiempo en rodaje y, con ello, abaratar costes. Pasa mucho y no es lo ideal".
Por otro lado, en relación a esas propuestas más modestas, según Diego López (programador de la sección Brigadoon de Sitges, apartado dedicado a las producciones más underground), "hay todo un cine de terror independiente que apuesta por lo artesanal, donde el trabajo de artistas como Nicotero, Robert Kurtzman y Howard Berger, que también trabajan en filmes más comerciales, y de otros profesionales menos conocidos tiene muchísima importancia".
Hay todo un cine de terror independiente que apuesta por lo artesanal
Es el caso de las películas de cineastas como Rob Zombie (The Lords of Salem) y Eli Roth, que este año ha estado en Sitges con Knock Knock (2015), película de acoso en la que reúne a Keanu Reeves y Ana de Armas. "Roth siempre apuesta por los efectos especiales artesanos, tanto porque le gustan como porque se lo piden las historias. En The Green Inferno, por ejemplo, hizo una apuesta brutal por ellos".
Vida más allá del digital
Ha cambiado la coyuntura y el uso del digital ha llegado hasta extremos de delirio. Quizá el caso más claro sean las películas de The Asylum, la productora de serie B que hay detrás de Sharknado (2013), aquella película chiflada de la estampida de tiburones, y de otros despropósitos con premisas y soluciones imposibles. Pero sigue habiendo espacio para el trabajo manual, para que profesionales como David Martí y Montse Ribé (DDT), ganadores del Oscar por su trabajo en El laberinto del Fauno (2006), o David Ambit (Inside FX), responsable de los efectos de maquillaje de la saga que abrió [Rec] (2007), sigan desplegando su increíble trabajo artesano. Martí y Ribé han contado más de una vez, por ejemplo, que algunos creadores de efectos digitales recurren a ellos para que diseñen los modelos originales sobre los que trabajar.
Otro ejemplo claro de la vigencia de los efectos especiales y de maquillaje de toda la vida es que un tipo como Tom Savini, artista de efectos especiales y de maquillaje en filmes como Maniac (1980), Viernes 13 (1980) y Creepshow (1982), apueste por compartir su legado. El maestro, también presente este año en Sitges, imparte anualmente un ambicioso curso sobre su oficio en el Douglas Education Center de Pennsylvania. De eso va en parte Smoke and Mirrors: The Story of Tom Savini, documental dirigido por Jason Baker que repasa su vida y obra y que puede verse en el festival.