Empieza como acaba. Y, al mismo tiempo, el principio y el final son diametralmente opuestos. Un primer plano de una niña apuntando una pistola sirve para abrir el cuarto episodio de The Last of Us. Un niño amenazando con un arma similar a esa misma joven, Ellie, es la imágen que cierra.
En la saga postapocalíptica los paralelismos y el lenguaje de símbolos siempre han sido importantes, como demuestra este episodio. Pero no tanto como sus protagonistas, Joel y Ellie, que durante esta parte de su viaje empiezan por fin a congeniar, y a demostrar por qué la pareja enamoró a jugadores de todo el mundo.
Sirvan como ejemplo los tres momentos en los que la chica inmune le cuenta chistes a un Joel más bien desganado. De nuevo, una de esas secuencias sucede al principio y otra, al final. Pasa del más puro rechazo a deleitarse en el humor, a eso que hace de la vida algo que disfrutar, a no poder evitar reírse. Entremedias, una intentona que acaba en empate. Son tres pasos muy significativos en la evolución del dúo.
Ellie es una chica divertida. Y sin reparos. No se corta a la hora de vacilar a su protector, echando una ojeada a una revista pornográfica y haciendo preguntas incómodas sólo para reírse y poner un tono de color en ese mundo gris.
Joel, su nuevo maestro, sigue impartiendo clases maestras de supervivencia. Primero, con el manejo de un sifón para aprovechar la gasolina venida a menos. Después, con el cuidado a la hora de descansar para no atraer a indeseables con las hogueras.
Le habla de Tommy y de los Luciérnagas. La facción que persiguen en su viaje ofrecía esperanza, algo que al que fuera veterano de guerra le sentó como anillo al dedo. Por las palabras de Joel es evidente que su hermano es alguien que pone mucha ilusión en aquello que emprende, y los considerados como terroristas captaron su atención por su idealismo.
Todas las enseñanzas van dando forma al camino que recorren, creando una sensación de viaje que casa a la perfección con la narración y la obra. Y entremedias, le revela una verdad absoluta: el café era lo mejor que existía antes de la pandemia del Cordyceps.
El nuevo Pittsburgh
El contrabandista, sin embargo, no es de demasiada ayuda a la hora de que la joven aprenda a leer un mapa. Lo compensa cuando, a continuación, le enseña a no fiarse de nadie y así evitar una emboscada.
El encuentro de la pareja con ese grupo de habitantes de Kansas City recrea una de las secuencias más icónicas del videojuego. Previamente, incluso, suena el 'Alone and Forsaken' de Hank Williams que en esa parte del juego ponía la ambientación a tono. Las dotes de Joel les permiten sobrevivir aunque finalmente es ella quien demuestra su valía y acaba con el asaltante que estaba ahogando a Joel.
La última lección de Joel a Ellie tiene lugar cuando POR FIN (y disculpen las mayúsculas) le da permiso para usar un arma y le enseña a usarla. Se trata de la misma pistola que la joven encontró a escondidas en la casa de Bill en el aclamado tercer capítulo y con la que jugaba al comienzo de este episodio. Con ella, Ellie salva la vida a Joel.
Él, pese a todo lo que ha sufrido y el mundo que les rodea, se negaba a que una niña deba portar un arma o que viera la crueldad de su propia especie con sus propios ojos. Y menos todavía de que fuera partícipe de ella. El padre que lleva dentro le pedía construir una barrera. Pero Ellie no es una chica cualquiera y es experta en saltar muros o encontrar escondrijos en cualquier muralla. Así, el experto contrabandista empieza a confiar en ella.
Este capítulo que dirige Jeremy Webb supone una disrupción muy positiva respecto a la obra original. Aprovechando las capacidades únicas del medio, y el talento de la actriz Melanie Lynskey, que hace de Kathleen, se cuenta la perspectiva de los "cazadores" de Kansas City. La acompaña Jeffrey Pierce, que interpreta a Perry, su mano derecha.
Son los dos miembros principales de un grupo al que se da un mayor grado de motivación en sus acciones. Ellos han sufrido en sus carnes las pérdidas generadas de liberarse contra FEDRA, los militares, en esa ciudad. Y cuando la historia de la serie se traslada allí, todavía quedan deudas por saldar.
Humanizar humanizar, humanizar...
La presencia de este grupo encaja perfectamente con la temática de la serie, que tiene a la humanidad en el foco. Si bien en el anterior episodio sólo apareció un infectado que no duró más que unos segundos en pantalla, en este capítulo se va un paso más allá. Número de infectados vistos: cero. El argumento de que es "una serie de zombies" se va desinflando.
En esa línea, The Last of Us pretende humanizar a todos los personajes, ya sean protagonistas o secundarios. Y eso no significa hacerles parecer buenas personas, sino exponer su complejidad. ¿"Cómo lo sabías?", le pregunta Ellie a Joel acerca de la emboscada. "He estado en ambos bandos", le contesta él, en la frase más reveladora de quién es realmente.
No es, ni muchísimo menos, un héroe. No hace nada por salvar al mundo. Su familia es su único propósito. Y tampoco es una figura de acción. El prisma realista que ofrece la serie deja claro que es alguien cansado, al que le duelen las rodillas al levantarse y con sordera de un oído. Alguien, hay que insistir, humano.
Volviendo a Joel y Ellie empieza a haber más que un respeto mutuo. El hombre huraño que no parecía poder sonreír acaba no pudiendo contenerse ante una de las bromas que la joven había memorizado de un libro. Ese momento de luz en esta serie es como un candelabro en una sala oscura. Como una luciérnaga, incluso. El brillo se pierde cuando una nueva pistola entra en escena. Claro que ahora son Joel y ella quienes están en el objetivo del arma. Acaba como empieza.
'The Last of Us' está disponible en HBO Max.