Letur sigue buscando a Mónica, Jonathan, Manuel y Juan: "Nos gritaron 'socorro' antes de que se los tragara el agua"
El pueblo aún no se recuperea de la considerada peor DANA del siglo. Antonia, de 86 años, fue rescatada. Mientras que Dolores, de 92, fue hallada sin vida.
Una tarde normal en Letur (Albacete) se convirtió en un infierno en tan sólo tres minutos. "Ni siquiera podría decir que llovía mucho, sólo un poco. Era una lluvia buena. De las que te gustan cuando estás tranquila en casa", dice María, que hasta hace unas horas vivía en una bonita casa de piedra con teja árabe que ahora yace destrozada.
"Yo me enteré de que debía marcharme porque me mandaron un vídeo de WhatsApp donde se veía la cantidad de agua que traía el río. Dije: '¿Eso es aquí?' No lo podría creer", comenta Luis, mientras da una calada a un cigarro y ve los restos de lo que una vez fue el casco antiguo del pueblo. Todos los recuerdos relacionados con el trágico martes de los vecinos tienen una misma conexión: nadie sabía qué pasaba hasta que, de repente, nada volvió a ser lo mismo.
Algunos se dieron cuenta por los gritos. Otros, porque vieron furgonetas flotando. Hubo algún vecino que consiguió marcharse antes de la llegada de los restos de la considerada peor DANA del siglo. En cambio, seis desaparecieron en la profundidad del agua marrón, de esa cascada en la que se convirtió el pueblo manchego de apenas 1.000 habitantes. Antonia, Dolores, Jonathan, Mónica, Manuel y Juan. Sus familiares lloraban desconsoladamente frente al trabajo de cientos de rescatistas, militares y policías.
Una fallecida y cuatro desaparecidos
Y todavía el pueblo llora. Dolores, de 92 años, fue hallada fallecida al término de la mañana de este miércoles. Según fuentes oficiales, su cuerpo se encontraba en el primer nivel de los dos que tiene su casa. No pudo ascender más alto para ponerse fuera de peligro. Antonia, de 86 años, y desaparecida también durante toda la noche, fue encontada con vida junto a su hijo. Aunque aturdida, fue rescatada por los servicios de la Guardia Civil justo cuando se cumplían 24 horas del inicio de la mayor catástrofe que se ha visto en la sierra del Segura.
Para buscar a las personas que faltan —o a más, incluso, pues no se descartan más desapariciones— hay 200 personas trabajando sin descansos aprovechando las horas de sol pero también las de la noche. La historia del matrimonio conformado por Jonathan y Mónica, de 37 y 38 años, es la que más se repite entre los vecinos de Letur. Los dos se encontraban en su casa, esperando en el balcón a ser rescatados por un helícoptero, cuando la riada se llevó la vivienda por delante.
Esa casa es el epicentro de la tragedia. La primera que se ve de frente al llegar al centro del pueblo. De color blanco, sufrió, según los especialistas, "una mordida" [golpe de agua que rompió la estructura] que hizo que la construcción se viniera prácticamente abajo. Lo peor, sin duda, lo explica José Luis mientras vuela a sus espaldas un helicóptero de la Guardia Civil. "Virgen santa", dice. "No podré borrar esa imagen de mi cabeza nunca", continúa, mientras las lágrimas comienzan a brotar desde sus ojos. "Nos gritaban socorro antes de que se los tragara el agua. Se nos fueron de las manos. Es muy duro", sentencia en relación al matrimonio.
'Incapaz de describirlo'
A pesar de sentirse destrozado, José Luis explica también que pudo ver cómo se salvaba una vecina, Elena. "Consiguió agarrarse y la riada no pudo llevársela. Pero no podré borrar jamás el ver a las personas gritando socorro mientras no puedes hacer nada". Al igual que él, ahora viviendo en una caravana, muchos vecinos se han quedado desde anoche sin casa. La mayoría han sido recolocados ya tras ser albergados en el colegio público del pueblo.
Fernando se consuela diciendo que no tuvo que lamentar pérdidas personales pero sí cuenta, mientras relata lo sucedido, que "lo ha perdido todo". Justo debajo de su casa, lo que antes era su gestoría está completamente destrozada. Ya sólo hay barro, muebles rotos y documentos destruidos. Al lado, su garaje, donde mantenía tres coches, inservibles ahora, y varias pertenenencias de alto valor personal.
"Soy incapaz de describirlo. Estaba todo cerrado por si el agua entraba en la casa, pero es que de repente llegaron olas de unos tres metros", dice, mientras señala la marca que la corriente hizo en la fachada de su casa. A pesar de haber mantenido todo hermético, la fuerza del agua rompió una ventana del negocio y el resto ya es predecible. No hay nada servible.
Escombros, barro y efectivos
Carmina, enfermera, también llora, mientras atiende a los medios presentes. Dice que es necesario limpiar el monte, que la ríada tomó muchísima fuerza por toda la maleza que arrastraba. "Todas las muertes son horribles. Pero es que morir así...", finaliza. Desde que se confirmó el fallecimiento de Dolores, el pueblo continúa en vilo. Y no es capaz de respirar bien con la desaparición —todavía— de Jonathan, Mónica, Manuel y Juan. "¿Si podrían estar vivos? Yo ya no sé".
Al término de la tarde del miércoles todos los albergados en el colegio público comenzaban a bajar hasta el centro del pueblo. Muchos eran incapaces de observar el horizonte, reducido a escombros, barro y miembros de emergencias. Atrás dejaron todo, dicen: partieron con una muda de ropa y algunos no pudieron siquiera hacerse con medicamentos necesarios. "Llevo con la misma ropa desde ayer. Pero eso es lo de menos. No he comido nada. Ni comí, ni cené. No puedo creer lo que ha sucedido... en un momento", suspira Sofía, de unos 30 años.
Otros comenzaron a llegar desde otros lugares próximos, como Madrid, donde residen de manera habitual, trabajan o estudian. El rostro de Carmen, una joven de 19 años, era desolador una vez veía en directo cómo había quedado "su pueblo, el de sus padres y el de sus abuelos". Junto a ella, sus padres lloraban. Otros grupos simplemente observaban. Atónitos. Y una vez la noche cayó, todos enmudecieron.