Los españoles olvidados de Palomares piden ayuda a Sánchez: Biden premia a quienes vinieron a limpiar
Quieren que España exija a Estados Unidos, que acaba de reconocer la peligrosidad a los militares estadounidenses que limpiaron Palomares, que descontaminen conjuntamente los terrenos tras 56 años de inactividad.
9 abril, 2022 04:56Noticias relacionadas
"Aquel día, además de una bomba, nos cayó una losa", dice Pascual Soler, un palomareño que tenía 17 años y le vendía leche a una señora justo cuando ocurrió el accidente. Luego le expropiarían la herencia: tierras declaradas como afectadas, como les pasó a todos, para empobrecerlos doblemente. Pero tras 56 años, Pascual está, como todo Palomares, harto de mala fama. En Palomares todos quieren que por una vez sean noticias felices las que les afecten. Son reacios a hablar con la prensa, porque sienten que cada vez que lo hacen les vuelve a caer la bomba.
No es el 17 de enero de la efeméride, y que EL ESPAÑOL pregunte en abril hace que se extrañen. Casi todos se cierran en banda. Porque de Palomares lleva España entera casi sesenta años hablando de lo mismo: de las bombas y del baño de Fraga. Atienden a este periódico para pedir que se descontamine de una vez. No lo hacen para pedir ayudas económicas, compensaciones o reconocimientos, como acaba de ocurrir en Estados Unidos, sino porque saben que solo descontaminando se limpiará también el nombre de la pedanía almeriense.
"Mira, esto que te voy a contar te va a parecer muy bestia, pero es verdad: cuando fue el 25 aniversario o por ahí, Interviú sacó un reportaje contando que aquí había nacimientos de niños con síndrome de Down, con fotos de niños que no eran ni de aquí. Y todos los medios que vienen, todos los años, vienen con el titular hecho".
El de la memoria de elefante se llama Emilio: ha elegido su nombre ficticio porque, como muchos en este rincón almeriense que linda con Murcia, teme hablar con la prensa por no dañar a su pueblo, y si lo dañase sin querer, no quiere ser reconocido ni reprendido por ello.
En resumen. En Palomares, una de las once pedanías de Cuevas de Almanzora (Almería) están hartos de la casilla de salida y de que se hable de radiactividad peligrosa para la salud cuando en estos años no se les ha hecho ni estudio epidemiológico que pueda determinar que haya mayor incidencia de cánceres allí que en Puerto Hurraco, por citar otro pueblecito español marcado de por vida.
Están hartos de que los productos de su huerta, como todos los de España, pasen y superen con nota controles exhaustivos para su consumo, mientras siguen cargando con esa mala fama y se importan frutas, verduras y hortalizas de fuera de la UE con una laxitud que no se les exige al producto europeo. Y se quejan de que se siga hablando y hablando mientras que no se ejecuta la limpieza prometida de los terrenos contaminados, que comenzaron a expropiarse y a vallarse a partir de 2006, sin que hoy hayan acabado las expropiaciones.
Cosas raras
Efectivamente, no es enero, es abril, y en Almería acaban de ocurrir cosas extrañas. Ha llovido e incluso nevado en estos días. Tanta rareza coincide con otras dos. La primera es que el Gobierno estadounidense acaba de reconocer que los militares norteamericanos que limpiaron Palomares en 1966 estuvieron expuestos a sustancias altamente tóxicas. La segunda cosa extraña es que el Gobierno de Pedro Sánchez ha incluido una disposición en el Real Decreto de Medidas Urgentes de Ucrania que modifica la Ley sobre Energía Nuclear de 1964.
A los 1.600 militares estadounidenses que durante dos meses estuvieron limpiando Palomares de restos de fuselaje y de tierra contaminada con plutonio -239 tampoco se les ha hecho un estudio epidemiológico. Pero eso no ha impedido que, a finales de marzo, la congresista Jahana Hayes, del Partido Demócrata, haya logrado sacar adelante en la Cámara de Representantes de Estados Unidos la Honoring Our PACT Act, una ley que reconoce que los ahora veteranos estadounidenses en Palomares estuvieron expuestos a sustancias altamente tóxicas.
La Honoring Our PACT Act les abre la puerta a los que siguen vivos para poder recibir tratamientos médicos y otros beneficios 56 años después. La administración Biden ha dado este importante paso reconociendo que, efectivamente, sus militares, "en su mayoría soldados de color, que fueron a los que mandaron limpiar", como recuerdan en Palomares, estuvieron expuestos al plutonio durante dos meses.
La administración Sánchez, por su parte, ha aprobado otra medida el pasado 29 de marzo: el Real Decreto ley 6/2022, por el que se adoptan medidas urgentes en el marco del Plan Nacional de respuesta a las consecuencias económicas y sociales de la guerra en Ucrania. En el mismo texto que permite un alivio a todos los españoles a la hora de ir a la gasolinera, y sin que tenga vinculación alguna con Ucrania, se ha modificado la Ley 25/64 sobre energía nuclear redactada bajo el régimen franquista.
El contencioso
La jugada podría traducirse en Palomares en que al pueblo les ha salido tres veces seis en la tirada de los dados. Porque la maniobra española, lejos de ayudar, podría retrasar años el Plan de Limpieza y Descontaminación… a ejecutar de manera conjunta entre Estados Unidos y España, tal y como se acordó inicialmente en octubre de 2015.
Entonces se rubricó "una declaración de intenciones" sobre un "Programa de Remediación del entorno de Palomares", entre el ministro de Exteriores, García-Margallo, del Gobierno de Rajoy, y el secretario de Estado de EE. UU., John Kerry, del Gobierno de Obama. Hasta hoy no se ha movido nada en absoluto.
En la disposición final primera del decreto de Ucrania, se añade, entre otros cambios, un nuevo apartado al artículo 9. Se denomina 9 bis y en él se recoge como 'suelo o terreno contaminado radiológicamente aquel que contiene o está contaminado con radionucleidos en una concentración tal que su utilización comporte un riesgo radiológico inaceptable para la salud humana o el medioambiente y así se haya declarado mediante resolución por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, previo informe del Consejo de Seguridad Nuclear'.
El cambio no es baladí. El Gobierno reconoce ahora que el Ministerio para la Transición Ecológica es el competente para determinar qué suelos están o no contaminados, cuando hasta la fecha era responsabilidad del Consejo de Seguridad Nuclear. Además, iniciaría el cumplimiento de una directiva de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom), que desde 2013 exige a los países miembros que controlen, de tenerlas, sus zonas contaminadas nuclearmente. España ni siquiera las tiene declaradas oficialmente. Con este cambio en la ley ya podrá hacerlo, aunque con mucho retraso.
Y por otro, -y aquí entraría Palomares- el giro legislativo podría echar por tierra el contencioso administrativo abierto por Ecologistas en Acción en 2017 que se encuentra en el Tribunal Supremo. En él, los ecologistas reclaman al CSN y al Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) la ejecución del Plan de Limpieza de los terrenos de Palomares, aprobado en 2010 y exigido por Europa. Ahora, al modificar por decreto la ley, ni el CSN ni el Ciemat serían competentes.
José Ignacio Domínguez, el abogado de Ecologistas en Acción que presentó el recurso subraya a este periódico que, a tenor de lo ocurrido, ya ha presentado un escrito de ampliación ante el Supremo. Con la maniobra, "el Gobierno mata dos pájaros de un tiro", porque el TS "podría haberles obligado a limpiar".
Al margen, en 2019 la Comisión Europea exigió que a finales de 2021 España debía informar de los "progresos" en limpieza y descontaminación "definitivos" dentro del Plan de Rehabilitación y Limpieza aprobado en 2010 "para evitar cualquier inaceptable riesgo radiológico", por los "contaminantes" en las 40 hectáreas afectadas.
Europa indicó que se debe eliminar el suelo contaminado para su "depósito de forma segura" en un almacenamiento "a largo plazo". Y que es consciente de que esa labor debe desarrollarse con un acuerdo en firme entre España y Estados Unidos. Es abril de 2022, en Almería ha llovido, e incluso nevado, cosa rara, pero en España ha ocurrido lo normal: que no se ha ejecutado nada en absoluto.
La duda razonable
José Herrera Plaza, autor de dos libros sobre el accidente de Palomares, explica a EL ESPAÑOL que efectivamente, no hay estudio epidemiológico ni en España ni en Estados Unidos. Pero "mientras las instituciones españolas lo que han hecho desde 1966 es atribuirles una falsa presunción de inocencia, en Norteamérica ahora la presunción es de culpabilidad".
Considera que la aprobación de la Ley de Veteranos de Palomares "supone el reconocimiento de la duda razonable. Ello se traduce en que un cáncer de pulmón, hígado, huesos o del sistema linfático de esos veteranos ha podido estar motivado, o no, por su exposición al plutonio en 1966". Pero esos veteranos, "los que más, permanecieron en la zona 80 días, la mayoría mucho menos".
Algo más de 1.200 vecinos "se quedaron definitivamente con un entorno con un 97% de la contaminación original, pues solo se llevaron un 3% a los Estados Unidos, quedando un 20% enterrado en dos fosas secretas, y el 77% restante escondido mediante arado profundo". Luego se cultivó, se construyó, y no fue hasta 2006 cuando comenzaron las expropiaciones y los vallados.
El Día D a la hora H
Era plena Guerra Fría, pero de eso Isabel no sabía nada de nada. Tenía 13 años, hacía frío, eso sí, y estaba con su madre aquel 17 de enero de 1966. Como todos los lugareños, ya apenas levantaba la vista al cielo: estaba acostumbrada al ruido que todos los días, en torno a las 10,15 de la mañana, provocaban un B"52 y un avión de repostaje apareándose sobre los cielos de esta zona del levante almeriense.
El bombardero siempre iba con bombas de hidrógeno: Estados Unidos hacía vuelos diarios hasta la frontera soviética, y el de repostaje salía de la Base estadounidense de Morón, en Sevilla, y le suministraba combustible en vuelo para que el bombardero pudiera continuar su trayecto hasta Estados Unidos. Así un día, y otro, y otro. Ya nadie miraba al cielo. Hasta que llegó el 17 de enero de 1966.
Hacía un viento huracado. Al iniciar la maniobra en la que el avión de repostaje se colocaba sobre el B'52, chocaron. el impacto y la explosión pudieron verse a cientos de kilómetros de distancia. Cuenta Isabel que echó a correr con su madre, mientras llovían trozos de metal, para buscar a su abuela. Luego, que uno de los pilotos norteamericanos -ninguno sobrevivió- cayó con parte de su avión sobre el cementerio. "No se me olvidará en la vida. Estaba carbonizado, y con la mano estaba apretando el botón de eyección, que no funcionó", cuenta emocionada.
"Aquí solo pagaron tres cosechas", recuerda Emilio, quien por aquel entonces tenía 3 años. Las que consideraron que se iban a perder por la contaminación nuclear. "Muchos cogieron el dinero. Pero era tan poco, una miseria, que mi abuelo lo rechazó. Para él fue un insulto".
En la localidad todos se quejan de que parezca que las 3 bombas solo cayeran únicamente sobre Palomares, que carga con la fama, cuando cayeron también sobre Villaricos (otra pedanía) y Vera, el municipio colindante, además de la cuarta, que cayó al mar y no detonó. Las bombas bajaban con paracaídas, pero éstos iban en llamas: al caer a tierra, dos de las bombas sufrieron daños, se abrieron, y el fuerte viento esparció el plutonio.
La misma tarde del accidente comenzaron a llegar soldados norteamericanos. Tras un trabajo de dos meses conjunto con los españoles, Estados Unidos se llevó únicamente 270 gramos de plutonio en la tierra recogida en 4.810 barriles y se dio por terminada la limpieza. Pero en Almería quedaron 8.730 gramos de los 9 kilos que se liberaron en forma de aerosoles, y se enterraron mediante arado. Y ahí siguen, mientras la política medioambiental la marca la Agenda 2030.
Con el tiempo, el plutonio, que no emite rayos gamma y es peligroso por inhalación, se acaba transformando en americio, que sí emite radiaciones. Son elementos artificiales, y ninguno de los dos está presente en la naturaleza, pero sí en determinadas zonas de Palomares, Villaricos y Vera, todas ellas expropiadas por el Gobierno y cercadas. Anualmente, el Ciemat realiza mediciones de la flora y la fauna del lugar. Y detecta su presencia.
Palomares, hoy
En Palomares hay, sobre todo, mucho extranjero, pocos niños y autóctonos de la tercera edad que en su mayoría emigró a Alemania, Suiza o Barcelona, y que con los años retornó al pueblo. Hoy se vive del turismo, de la agricultura, de las pensiones y de un puñado de empresas medianas y pequeñas que generan a Cuevas de Almanzora más puestos de trabajo, ingresos y riqueza que ninguna otra pedanía.
Podría decirse que el turismo no es ya ni estacional: en la localidad viven tantos ingleses como palomarenses durante todo el año, y en verano van a más. Hay varios bares, y las calles están llenas de gente y de guiris jubilados y sonrosados que beben vino al sol."En Palomares nos hemos levantado con mucho esfuerzo y sin ayuda", cuenta Paco, un empresario autóctono de segunda generación.
Paco y Emilio eran de los que solían ir a Madrid, al Ciemat, cada año a hacerse los análisis para controlar su estado de salud, dentro de un programa de control sufragado íntegramente por Estados Unidos, hasta que en 2010 dio por finalizado su apoyo financiero y, aunque continúa haciéndose, desde entonces paga España: viaje, alojamiento, comida y una gratificación por las molestias.
"Al principio solo íbamos los nativos, pero ahora se ha abierto también a gente que es de fuera y que lleva un determinado número de años viviendo aquí. Pagan 200 euros por acudir y el viaje se hace en taxi".
-¿En taxi?
-Sí, en taxi. Seleccionan a cien personas y van 10 personas cada semana, en taxi a la ida y a la vuelta. Nos hospedamos en Atocha, en el Hotel Mediodía. Llegamos un domingo, el lunes vamos en ayunas, nos hacen las pruebas y el martes tenemos que ir otra vez a dejar una botella con dos litros de orina. Allí en el hotel nos tienen que llamar los meones.
Paco también cuenta a El ESPAÑOL que cada verano, hasta antes de la pandemia, se celebraba en la playa el Dreambeach Villaricos, un macro festival de música electrónica que cuenta con artistas internacionales del calibre de David Guetta, quien fue cabeza de cartel en 2017. Concita a unas 80.000 personas y este año se vuelve a celebrar. "Pues es la playa de Palomares, pero el festival se llamaba hasta hace muy poco Villaricos. Eso cómo se come", dice indignado con la mala fama que ha hecho que se borre el nombre de Palomares de todo excepto para hablar de las bombas.
El momento ha llegado
Son las once de la mañana y es día de mercadillo. La principal arteria del pueblo está llena de puestos de vistosa fruta y verdura, ropa, y otros productos como pasteles, encurtidos o chacinas.
Miguel Jordano tiene 67 años y es un sargento de la Legión jubilado. Se toma un coñac al sol de la terraza del bar Valero, mirando el devenir de las compras y el trasiego de gente. Era un bebé cuando el accidente, pero lo recuerda porque como toda su generación, y las venideras, ha crecido marcado. Y porque, además, vive en la calle 17 de enero.
“Aquí nadie te va a hablar. Aquí no tenemos cojones para reivindicar nada. Estamos como corderos callados porque hablar nos hace daño. Vete al centro de día, que allí están muchos de los que lo recuerdan todo, y verás cómo te dicen que ha pasado mucho tiempo ya y que está todo olvidado”.
El centro de día se llama Las Bomberas. En una mesa, cerca de la barra, juegan a las cartas un grupo de hombres mayores, todos ellos testigos del accidente. La mayoría emigró tiempo después a Alemania, a Suiza, o Barcelona, y regresaban a Palomares a pasar las vacaciones, hasta que se quedaron definitivamente.
Hay música acompañándoles, pero nada de pasodobles, ni copla, ni canciones cliché, si es que las hubiera cuando se piensa en qué música es la de un centro de día de mayores. Al contrario. Lo que suena casualmente parece una banda sonora buscada expresamente para acompañar la temática que origina la incursión: Walk of Life de Dire Straits y, a continuación, Beds are Burning de Midnight Oíl.
"¿Cómo podemos bailar
cuando nuestra tierra se está dando la vuelta?
¿Cómo dormimos
mientras nuestras camas están ardiendo?
El momento ha llegado,
para decir que ya está bien.
Para pagar el alquiler,
para pagar nuestra parte".
Los hombres interrumpen los naipes y hacen sitio en la mesa de juego a este periódico con cortesía y algo de desgana, porque la partida prometía. Uno se levanta, y advierte que se va a buscar a su mujer, "que es la que sabe del tema". Por supuesto, no vuelve.
A los ancianos les sorprende, porque por una vez la cuestión no es sobre lo que pasó, sino sobre lo que va a pasar o no ahora. Por eso los se quedan no dicen, como auguraba Miguel Jordano, que ha transcurrido mucho tiempo. Lo que dicen es que no quieren jugar porque ya no creen en nada, cuando ellos sí han cumplido las reglas del juego. No creen en la limpieza de los terrenos contaminados, ni en que haya cambio alguno en la situación tras 56 años de espera.
"A Martín le han expropiado ahora la nave donde tenía a las vacas", dispara uno. "Pero no le han pagado nada, ¿No? ¿O sí?", pregunta otro tirando a matar y desatando una amarga carcajada colectiva. El accidente solo les dejó ruina y olvido excepto un día al año, y tras salir trabajando solos de la miseria, los auténticos veteranos de Palomares han elegido hacer como que han olvidado para protegerse.
Uno de ellos es Diego Flores Artero. "Pon los dos apellidos, que no me importa. Y pon también que me apodan Diego El Ruso, y que estuve en la cárcel en los tiempos de Franco". También está Carlos Navarro, Pedro Marín, Pedro Lanos, Máximo Macipe y Luis López. Se protegen tanto que alguno pregunta dos veces:
-Pero ¿para qué necesitas que te de mi nombre?
-Pues en principio, para ponerlo en el pie de foto.
De la mesa de jugadores sale una voz. "¡Anda ya, no seas más tonto, que no te van a meter en la cárcel!".
Los alcaldes pedáneos
José Antonio Navarro está acodado en la barra. Fue alcalde pedáneo de Palomares de 1987 a 1995 por el PSOE "¿De EL ESPAÑOL? ¿Del de Pedro J.? No sé si me va a gustar lo que me vas a preguntar".
Al hombre le gusta la cuestión. "A mí me parece estupendo que por fin se pueda llegar a una solución, que pasa por que nos quiten la lacra que tenemos encima, que se limpien los terrenos y que Estados Unidos cumpla su palabra. Que Biden haya reconocido lo de sus militares es un paso. Por eso, como socialista le pido a Pedro Sánchez que agilice los trámites para que esto llegue a su final, y que si se reúne con Biden, que se lo exija".
-¿Usted cree que si esto hubiera ocurrido en el País Vasco o en Cataluña la situación sería la misma?
-No, no. Segurísimo. Hace años que estaría todo limpio.
El actual alcalde pedáneo, Óscar Velasco cuenta a este periódico que "lo que nos afecta de esta modificación legal es que pueda retrasar la fecha para descontaminar", y que le consta que "el Gobierno está por la labor de hacerlo". Al igual que José Antonio Navarro, es tajante: "Urge la descontaminación".
Incide en que en julio de 2021 se amplió la zona delimitada, "que se cedió al Ministerio". Actualmente, Velasco asegura que se encuentra en conversaciones con el Gobierno para ver cómo proceder tras el cambio de la ley, que pide que los titulares de los terrenos presenten unos informes "que ya están hechos" para ver si sus terrenos son calificados por el Ministerio como contaminados, y en qué grado.
Los sin miedo
Ni Pascual Soler ni Martín Jiménez tienen miedo a hablar. "Es vergonzoso que esto ocurra en la Unión Europea, y en Andalucía. Aquí parece ser que se considera que no tenemos más valores que acumular mierda, como acaba de pasar en Huelva, a dónde han llegado todos esos barcos con tierra contaminada de Montenegro".
Es incomprensible. "A todos los políticos les digo que esto no es un desierto. Que Palomares siga 56 años después con estas zonas contaminadas, cuando los vecinos vivimos al lado... yo tengo dos hijos y tres nietos, y no quiero que sigan viviendo en una zona contaminada".
Martín Jiménez estaba en Huércal-Overa, una localidad cercana, y vio la explosión. Luego emigró a Suiza con su mujer, veraneaba en Palomares y viven su jubilación en el pueblo. "Lo que pedimos los de Palomares es que quien contamina, debe descontaminar. No queremos convivir más tiempo con la contaminación, lo que queremos es vivir tranquilos. Pero al no descontaminar no nos han dado opción".
La reunión entre Sánchez y Biden
Moncloa lleva trabajando varios meses para que se produzca una reunión entre Pedro Sánchez y Joe Biden antes de que tenga lugar la Cumbre de la OTAN del 29 de junio en Madrid. En Palomares lo que quieren es que Sánchez aborde con Biden en ese encuentro la descontaminación sin más dilaciones.
"Estados Unidos lo que debe hacer es poner el dinero y descontaminar. Que está muy bonito pasearse por el cielo con bombas atómicas y que se te caiga un avión a tierra. Y si lleva bombas atómicas, usted es responsable". Martín continúa y apela a Pedro Sánchez a que proceda con la descontaminación. "Si el problema estuviera en el centro de Madrid, cerca de Moncloa, ya habrían descontaminado".
"Yo le diría a Pedro Sánchez", se arranca Pascual, "que nosotros fuimos los que empezamos a sufrir con el accidente, pero es que seguimos viviéndolo todavía, y somos muchos los vecinos que vivimos pegados a la zona contaminada. Por eso, yo le diría si su familia vería bien que estuviera conviviendo con la radiactividad, como lo estamos haciendo nosotros, después de 56 años. Yo creo que no".
"Yo no quiero esto para nadie, ni para la familia ni las hijas de Pedro Sánchez, pero para la mía tampoco. Ya da vergüenza que en tantos años no se haya hecho nada. Y temo que van a seguir sin hacer nada porque le han quitado la responsabilidad al Ciemat para que no sea el Ciemat ni el CSN los que tengan que hacer la descontaminación".
Así que "hay que exigirles a los americanos lo que tenga que exigirles. Y si los americanos no lo hacen, nuestro Gobierno tiene que velar por nosotros, por los españoles que estamos conviviendo con esta situación. Que ya está bien".
Las señales de advertencia
La zona vallada y acotada, en los alrededores de Palomares, pero también en territorio del término de Vera y en Villaricos, suma hasta 40 hectáreas, y tiene carteles cada cierto número de metros.
En junio de 2019, la misión de verificación de la Comisión Europea estuvo en Palomares para velar por el cumplimiento del artículo 35 del Tratado Euratom. Entre otras recomendaciones, señalaba que "hay vallas y señales de advertencia en todas las áreas contaminadas".
Lo sorprendente es que desde 2006 todo el mundo sabe el motivo, pero los sucesivos gobiernos no lo cuentan. La CE advertía hace 3 años que "podría mejorarse la información pública mediante la inclusión de un símbolo de advertencia de radiación, como una pegatina, en las señales de advertencia". En 2022, los carteles siguen sin indicar por qué se restringe el paso, aunque eso sí: advierten que la responsabilidad de pasar a la zona contaminada es únicamente para el infractor.