La ruta del miedo por las urgencias de Barcelona: “Vamos de cabeza a otro confinamiento”
Los rebrotes se desbocan en la capital catalana y los municipios aledaños. Ya hay un hospital donde los sanitarios están advertidos de que se pueden quedar sin vacaciones.
18 julio, 2020 02:32Noticias relacionadas
En urgencias del Hospital de Bellvitge (L’Hospitalet) ya advierten a todo el que llega preguntando qué hacer si tiene síntomas de Covid-19: “Si está muy mal, que venga. Si su estado no es muy grave, que vaya primero al CAP que le corresponde”. Están cribando casos y derivando a los ambulatorios, porque el repunte en Barcelona y alrededores es real y en el hospital lo reconocen: el coronavirus ha vuelto (si es que alguna vez se fue) con más fuerza que nunca.
La situación es grave, hasta el punto que la Generalitat ha recomendado a los barceloneses un confinamiento domiciliario. La capital está afectada, pero también su vecina L’Hospitalet, de la que solamente le separa una calle. Muchos de sus casos se están tratando en el Hospital Moisés Broggi de Sant Joan Despí, el primer centro ‘tensionado’ de Cataluña. Es decir, el único en el que a sus médicos ya les han advertido de que pueden quedarse sin vacaciones si la situación no mejora.
La situación no parece, desde fuera, tan crítica como en los meses de marzo y abril. Es porque los hospitales (aún) no están saturados, ya hay test y se sabe de la amenaza del Covid-19. Pero desde dentro, los sanitarios son los primeros en no verlo claro. “La gente se ha relajado demasiado y se ha olvidad de las normas de seguridad, Si seguimos así, vamos e cabeza a otro confinamiento”, le cuenta una fuente sindical a EL ESPAÑOL, desde donde realizamos una ruta por las urgencias de los puntos más críticos del coronavirus en Barcelona. Los hospitales están preocupados, los CUAP saturados y los CAP desbordados.
Hospital tensionado
“Los médicos ya saben que pueden quedarse sin vacaciones este año y así se les ha hecho saber”, cuentan desde el Hospital Moisés Broggi de Sant Joan Despí. Es uno de los muchos municipios del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) amenazados por el rebrote de Covid-19 de verano. El Moisés Broggi asume muchos de los casos procedentes de zonas de L’Hospitalet como La Torrasa, uno de los principales focos de los rebrotes. Es, el Broggi, un hospital ‘tensionado’. Advertido de lo que puede pasar en verano: que la gente tenga que confinarse en pleno mes de julio.
En la puerta, igual que en la del Hospital del Bellvitge (el otro gran centro que atiende a la gente de L’Hospitalet y donde se derivan a los más graves) no se percibe sensación de colapso. Una decena de personas espera a sus familiares a a salida de Urgencias, y solamente hay una mujer que reconoce tener a su padre, de 72 años, ingresado por síntoma de Covid-19: “Se empezó a encontrar mal ayer, lo trajimos y lo ingresaron; sabemos poco más”, reconoce.
En gran medida se debe a que en los hospitales tienen claro el proceso de cribaje: las urgencias hospitalarias solamente atenderán a las personas en peor estado y con perfil de riesgo evidente. Lo advierten en la ventanilla de admisiones de Urgencias, donde reconocen que el incremento de pacientes con síntomas de Covid-19 se ha incrementado mucho en los últimos 4 o 5 días. En el Broggi reconocen tener a medio centenar de personas diagnosticadas, de las cuales, 5 o 6 están en la UCI. La nota positiva es que no se ha registrado ningún deceso.
Pero, aunque no se perciba sensación de colapso, los médicos reconocen que la situación es preocupante. En el Broggi no han desmantelado la planta que habilitaron para atender a afectados por el patógeno; la han reforzado y se espera que vaya a más en los próximos días. Como principal causa de estos rebrotes, la poca concienciación de la ciudadanía: “Nos hemos relajado y ahí están los resultados. Es Barcelona, Lleida y una zona importante de la costa de Girona. O nos mentalizamos, o vamos de cabeza a otro confinamiento”, le cuenta a EL ESPAÑOL una fuente de los sindicatos de sanitarios.
CUAP, el paso intermedio
El CUAP Pura Fernández está en un polígono industrial de L’Hospitalet. Es el siguiente paso en la ruta del sintomático, si en Bellvitge no consideran que el paciente esté lo suficientemente grave. En la puerta del CUAP ya advierten con un cartel: “Hay dos horas de espera”. CUAP significa Centro de Urgencias de Atención Primaria, lo que vendría a ser el paso intermedio entre el hospital y el ambulatorio de barrio. Ahí también reconocen que que “en los últimos 3 o 4 días ha habido un aumento de casos bastante importante”. Los pacientes con síntomas son valorados aparte por los médicos, que deciden ingresarlos en el Broggi, en Bellvitge… o mandarlos a casa. “Si los síntomas no son muy graves y dan positivo en la PCR, lo mejor es el confinamiento domiciliario”, explican en admisiones.
Sin embargo, no parece que la ciudadanía sea plenamente consciente de lo que está sucediendo. A media tarde, la gente busca la sombra de los parques de L’Hospitalet, muchos de ellos sin mascarillas. En uno de los bares de la calle Cobalt (donde se ubica el CUAP), dos hombres debaten, en torno a dos cervezas, acerca de la inconsciencia de sus convecinos. Lo hacen, eso si, sin mascarilla puesta.
En el CUAP también recomiendan que el primer paso que dé la persona con síntomas sea el de consultar en el ambulatorio de su barrio. En el CAP, su centro de proximidad, el último eslabón de la sanidad pública. Este movimiento es el que está permitiendo que en los hospitales todavía no se haya decretado la alarma por colapso, porque ahora hay pruebas PCR suficientes como para que en los centros de barrio se puedan diagnosticar casos. Pero es precisamente en estos CAP donde se está notando más el rebrote, y en algunos casos es difícil de sobrellevar.
Atasco en los CAP
Del hospital al CUAP y de ahí al CAP. Siguiendo la ruta del covid salimos de L’Hospitalet y nos adentramos en Barcelona. Para pasar de una ciudad a tra solamente hay que cruzar una calle. En Barcelona hay un barrio que se llama Eixample Esquerra (Ensanche Izquierda) y que es el que más afectación de Covid-19 tiene en toda la ciudad. En la puerta de su CAP, el Comte Borrell, se forma una notable cola de gente. La mayoría, vecinos que vienen a preguntar qué hacer si tienen síntomas de Covid-19. Sufren el rebrote más duro de los 29 que se han declarado oficialmente en toda la capital catalana. Rebrotes que, a menudo, se funden con los de la vecina L’Hospitalet de Llobregat, dada su proximidad y la constante movilidad de los habitantes de ambas urbes. Cambiamos de municipio, pero el problema es el mismo. Son las dos ciudades más pobladas de Cataluña, lo que convierte este área en un auténtico polvorín.
En el Comte Borrell hacen esperar su turno a todos los pacientes en la acera, les obligan a respetar las medidas de seguridad y hay un cartel en la entrada que ya advierte: “En este centro, las pruebas PCR no se hacen a la carta. Será un médico el que decida si se deben practicar o no”. El aviso viene porque la noticia ha calado entre gran parte de los vecinos: el barrio es el más afectado de Barcelona y uno de los puntos más candentes de toda Cataluña.
Una sanitaria, tapada hasta arriba y con mascarilla y pantalla, selecciona los casos y hace un primer filtro. También reconoce el incremento tan evidente de consultas en los últimos días relacionadas con el coronavirus. Y a la pregunta de si se está colapsando el centro, su única respuesta es señalar con la mirada al resto de personas que hacen cola en la acera, esperando que les digan si son susceptibles de hacerse el test o no.
“Ahora tenemos tests suficientes y podemos hacerlos a los pacientes que vienen con síntomas claros o que saben que han estado en contacto con alguna persona que haya dado positivo. En invierno se descontroló más la cosa porque faltaban pruebas. Pero aun y así….” concluye, dejando la frase abierta, con la mirada de nuevo en la cola, cada vez más nutrida, que se forma en la puerta del ambulatorio.
Pero unos metros más abajo hay un par de bares y bancos para sentarse. En ambos hay gente sin mascarillas. La calle es un hervidero, huele a viernes por la tarde. De los de toda la vida, de los de salir de trabajar y arreglarse para salir. O de volver de la playa y prepararse para la fiesta. Uno de los camareros del bar, cuando se le pregunta, gruñe y vaticina un nuevo confinamiento en breve. Su compañero le discute y empiezan a debatir sobre las consecuencias económicas de un nuevo cierre. “O nos morimos de virus, o nos morimos de hambre” concluye la conversación.
O de ambas cosas. Barcelona y su área metropolitana están viviendo los peores momentos de la pandemia, que ya parecía olvidada y enterrada el mes pasado. Desde el sector sanitario advierten de que estamos abocados a un nuevo confinamiento si seguimos ignorando las medidas de seguridad. Si eso sucede, los bares y los comercios volverán a cerrar. Ese sería el golpe definitivo que le asestaría el coronavirus a muchos pequeños y medianos empresarios, a muchos trabajadores. Aunque Barcelona, en verano, es tan difícil de controlar como una pandemia. El sol, el turismo, la playa (que está a reventar) y el hartazgo por un confinamiento del que no hemos aprendido nada.