Los asesinos de Ardines compraron el bate de béisbol en un chino por 8 euros
EL ESPAÑOL accede a los más de 250 folios del sumario, donde se detalla la planificación del crimen. Pedro se obsesionó tanto con espiar a su mujer que buscó micrófonos, cámaras ocultas e incluso test de paternidad por internet.
28 febrero, 2019 20:17-"El problema es ese, tu amor hacia mí no es un amor sincero. No es de mí de quien tú estás enamorada. ¡¡Yo sí!! YO TE AMO (sic.)".
Katia Blanco aún conserva en su memoria los días de diciembre del año 2017. También los mensajes de Whatsapp de su marido. Fue por esas fechas cuando este, Pedro Nieva Abaigar, entró en un estado permanente de desazón, de celos y de rabia. Un estado del que ya nunca más saldría y que acabaría desembocando en la muerte de su amigo de la infancia, de su vecino de veraneo y de su amante. En el asesinato de Javier Ardines.
-Tú eres mi único punto débil, tú y solo tú, lo demás no me importa, no me importa ni mi propia vida. (...) Iba a ser el hombre más feliz del mundo.
EL ESPAÑOL ha tenido acceso a los más de 250 folios del sumario del caso. En ellos, los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil dan cuenta de sus pesquisas, de cómo fue urdido el crimen meses antes del 16 de agosto, de cómo Pedro buscó todos los métodos posibles para espiar a su mujer y poder saber qué hacía, con quién quedaba, si se veía o no se veía con Ardines.
En aquellas jornadas de hace dos años, Pedro le desveló un secreto que ella guardaba desde hacía 30: las relaciones sentimentales esporádicas que había mantenido con el que era el único concejal de Izquierda Unida en Llanes. A partir de ahí, cuando comenzó el año 2018, Nieva entró en una espiral, en una huida hacia adelante que desembocó meses después en la preparación del crimen.
Un crimen en cuyo móvil muchos veían como una venganza política. Esa era la sospecha. La verdad, al final, ha sido la de una suerte de telenovela ambientada en la joya turística y rural del oriente asturiano. Pedro comenzó a dudar de todo. Incluso se puso a buscar por internet cómo realizar test de ADN para determinar la paternidad de sus hijos. El temor a que ni siquiera sus hijos fueran suyos le consumió. Una vez descubrió la infidelidad, los celos le devoraron y acabó orquestando todo lo que vino después hasta destruir por completo al que durante muchos años había sido su amigo.
Una cafetería de Ocharcoaga
Jesús Muguruza es un buen amigo de Pedro Nieva en Bilbao, donde vive con su mujer Katia desde hace bastantes años. Ellos se conocieron, aproximadamente, dos antes del crimen. Durante varios días del primer semestre del 2018, que el detenido no es capaz de precisar, Muguruza advierte en varias ocasiones a un Pedro alicaído, taciturno y menos hablador que de costumbre. Algo le pasa, anda inquieto, intuye. Cuando va a preguntarle, Pedro le contesta con sinceridad, respondiéndole que "había descubierto que su mujer le estaba siendo infiel con un primo que vive en la zona de Asturias".
Después de esa revelación, relata el sumario, alrededor del mes de junio del año 2018, comienza la preparación del crimen. Este se produce a finales de julio. Pedro ofrece a Jesús una buena cantidad de dinero por viajar hasta Llanes y pegarle una paliza a Ardines. O directamente por asesinarle. Este extremo todavía está por confirmar, ya que las versiones de los detenidos difieren entre sí, pero queda claro que Nieva tenía la capacidad financiera suficiente como para sufragar esa operación.
Según su propia declaración, Muguruza se niega, pero le dice que conoce a un hombre en Argelia, que cree que él lo puede hacer. Se refiere a Djillali, uno de los dos llamados sicarios que remataron al concejal a la puerta de su casa. Le hacía falta el dinero, y por eso le daba igual lo que hubiera que hacer a cambio. Djilali, en cambio, apunta en su declaración que la primera propuesta del marido celoso era la de matar a Javier Ardines. Él le dijo que palizas sí, pero que matar no, que él no hacía eso.
Algunos días después de esta proposición, Pedro le dice a Jesús que hay que concertar una cita para " tomar un café y hablar del tema". Ambos quedan en una cafetería que hay en una plaza de la localidad de Ocharcoaga (Vizcaya). Allí, Pedro, Jesús y Djilali, uno de los sicarios, se juntan por primera vez.
Pedro le explica su objetivo al sicario: quiere que le pegue una paliza a un hombre en Asturias. Este le dice que tiene un amigo que está fuerte. Y que entre los dos lo pueden hacer. Quedan en ir varios días después a Asturias para que Pedro les enseñe el lugar en el que Ardines tiene la casa.
Primer viaje a Llanes
La fecha escogida para viajar a Llanes, la perla del oriente asturiano, fue el 27 de julio, viernes, tres semanas antes del crimen. A Jesús lo recogió en Erandio. A Djilali en Ocharcoaga, en la misma plaza donde días atrás se habían tomado aquel café para orquestarlo todo. Emprendieron el viaje hacia el oeste en el Audi A6 de Pedro. Pero en Cantabria tuvieron un pequeño problema y se les averió el coche. Un taxista les recogió y les llevó hasta el Aeropuerto de Santander. Allí alquilaron otro vehículo,
Pedro le enseñó al sicario la zona de Belmonte de Pría, le mostró la casa de Ardines, así como los caminos adyacentes. Le explicó cómo eran las costumbres del hombre al que luego habría de asesinar cuando se dirigía a su barco al alba, la mañana del 16 de agosto.
Según se desprende del sumario al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, el sicario pregunta a Pedro que si quería que le dieran duro a Ardines. Pedro le dijo que no se cebara. Que le repartiera "unas hostias" y que le dieran "bajo, que no le diera por arriba". Cinco mil euros fue el adelanto que Pedro proporcionó allí mismo al primero de los sicarios en aquella misma jornada. Dice Djilali que quedó en pagarle otros 6.000 después.
El enlace entre el marido celoso que encargó el crimen y los sicarios se enteró de la muerte de Ardines al día siguiente de volver de las vacaciones del verano. Había vuelto de pasar unos días en Málaga cuando, al leer la prensa, encontró noticias sobre la muerte del concejal. Llamó a Pedro, pero este le colgó el teléfono. Dos días después le llamó de nuevo y se citaron en un bar de Bilbao. Quedaron en no llamarse más, y en no volver a saludarse ni hablarse sobre nada.
Los sicarios, el espray y las vallas amarillas
Algunas jornadas después, el sicario Djilali contacta con su amigo Maamar Kelii, quien había aceptado el encargo, y se fueron de nuevo para Llanes. En el entorno de la casa de Ardines encontraron unas vallas de obra de color amarillo. Ese día solo querían obtener información de la ruta del concejal.
Hicieron lo mismo varios días más, yendo y volviendo a Bilbao en la misma jornada, observando cómo Ardines apartaba las vallas al amanecer para que su coches pasase por el sendero que conduce a su casa y poder así marchar a su barco a pescar temprano.
El 15 de agosto por la tarde, Djilali y Maamar se citan en el barrio de Rekalde. Esa noche es la noche del crimen. En un chino, compran un bate de béisbol de madera por ocho euros. Maamar lleva consigo también dos botes grandes de gas pimienta y un palo alargado, el mango de un pico de obra. A las dos de la madrugada, ambos se suben a un Citröen Picasso y parten hacia Llanes. Llegan a las 4:30 de la madrugada, hora y media antes del crimen, colocan de nuevo las vallas y esperan.
A las 6:15 escuchan cómo se enciende el motor del coche de Ardines. Ambos echan a correr hacia las vallas y las tiran al suelo de forma que estas ocupan toda la calzada. Luego se esconden detrás de un muro cercano.
Ambos le asaltan por sorpresa cuando Ardines sale del coche y retira el primero de los obstáculos. El concejal coge una de las vallas en forma de escudo para defenderse. Djilali le rocía con gas pimienta. Ardines grita "socorro", tira la valla al suelo y echa a correr en sentido contrario a su casa. Ambos corren tras él y Maamar le sacude con el bate de béisbol en la espalda. Ardines cae a plomo, "como si se hubiera desmayado".
Luego siguieron golpeándole. Después le estrangularon. Djilali dice que cuando estaba en el suelo se le veía el hueso de la rodilla. Ardines ya no se movía. En seguida emprendieron su camino de regreso a Bilbao.
Espionaje a su esposa Katia
"Tú eres mi único punto débil, tú y solo tú, lo demás no me importa, no me importa ni mi propia vida", le dice Pedro a Katia el 15 de diciembre de 2017. Han pasado algunos días desde que tentó la suerte y dejó el móvil con la grabadora encendida al irse un momento al baño durante una cena que la pareja mantuvo con el concejal en la parroquia de Nueva, a 10 minutos en coche del centro de Llanes.
El restaurante: Sidrería Muros, un discreto lugar con las mesas empotradas dentro de barriles gigantes y donde se sirven algunos de los mejores chuletones de la comarca.
Mientras Pedro no está en la mesa, Ardines y Katia hablan: "Yo, a calentar la casa, le dije. Pues ir calentando la casa para cuando llegues... Menos mal que no sabe cómo la caliento... (se ríe)... si no, agárrate que vienen curvas".
-Llevamos años librando, responde Ardines.
-Sí, madre mía... Hay que tener 'cuidao'.
Mientras su marido está en el baño, Katia le dice a Ardines que tiene pensado ir a solas a Belmonte de Pría durante el mes de enero. El objetivo de la visita: dice que quiere barnizar las puertas de la casa.
A partir de ahí todo comienza a torcerse. Pedro escucha el audio, confirma sus sospechas y le revela a su pareja lo que sabe. Lo primero que hace en los meses siguientes es espiarla. En el sumario aparecen recogidas por los agentes de la investigación, que analizan los dispositivos electrónicos del presunto autor intelectual del crimen, decenas de búsquedas del detenido en páginas web sobre espionaje. Pedro buscaba micrófonos, cámaras ocultas y otros objetos que le permitieran controlar a su esposa de ahí en adelante.
En sus dispositivos aparecen, incluso, búsquedas de test de paternidad por internet, test de ADN. El estado de obsesión al que llegó fue tal que comenzó a pensar que sus hijos no eran suyos, sino producto de la relación oculta de Ardines con su mujer durante más de treinta años.
Absolutamente enajenado, pretendía orquestar una vigilancia discreta en torno a su mujer para así estar al tanto de todos sus movimientos. El temor a que mantuviera nuevos encuentros sexuales con Ardines le consumía. Los agentes creen incluso que Pedro llegó a plantearse instalar micrófonos y cámaras en la casa de veraneo a raíz de una de las visitas exprés sin nadie en la casa que el presunto inductor del crimen realizó ese verano.
El 5 de agosto, 11 días antes del crimen, Katia coge un coche y abandona su casa de Amorebieta rumbo a Llanes, a pasar las vacaciones de agosto en el lugar, como todos los años. Aproxidamente una hora después de que Katia salga en dirección a Asturias, Pedro enloquece y sale detrás de ella en el otro coche de la familia. Llega a Belmonte de Pría, sorprendiéndola. Allí mantienen una fuerte discusión. Después de la misma, Pedro se sube a su automóvil y regresa a Bilbao.
Ese mismo día, Pedro no aguanta más. Es esa tarde cuando revela a Nuria, la mujer de Ardines, y a su hija la grabación con la que meses antes había comenzado todo.