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Aceredo, el pueblo de Ourense que emerge de las aguas

Como si se tratara de un pueblo fantasma, Aceredo surge de las aguas de vez en cuando para recordarnos la tragedia de su inundación en 1992

6 noviembre, 2021 06:00

Observando los restos que quedan a la vista del viejo Aceredo parece que han pasado mil años desde su inundación. Pero no, este pequeño pueblo del municipio ourensano de Lobios fue tragado por las aguas del embalse de Lindoso el 8 de enero de 1992, cuando la hidroeléctrica portuguesa EDP (Eléctrica de Portugal) cerró sus compuertas y el río, con un alto caudal a causa de las fuertes lluvias de esa temporada, comenzó a inundar con rapidez los terrenos y las viviendas. 

Todo empezó con un convenio internacional firmado en 1968 entre los jefes de estado de España y Portugal, Franco y Salazar, para el aprovechamiento de los ríos fronterizos con la construcción de una presa: la presa de Lindoso. Esta gran obra de ingeniería suponía la expropiación de los terrenos y casas pertenecientes a varias aldeas de la zona. Porque no sólo se inundó Aceredo: O Bao, Buscalque, A Reloeira y Lantemil fueron otros cuatro pueblos que también desaparecieron bajo las aguas del embalse

Ruinas de Aceredo (Fuente: Pementa vía Wikimedia)

Ruinas de Aceredo (Fuente: Pementa vía Wikimedia)

¿Por qué entre ellos destaca Aceredo? Quizá porque es el único que, cuando baja el nivel del agua en Lindoso, parece subir hasta la superficie y dejar ver el esqueleto de lo que en su día fueron viviendas particulares, hórreos, terrenos de siembra y hasta el cementerio.

Para conseguir echar a los vecinos del pueblo y llevar a cabo la obra, la empresa hidroeléctrica EDP inició unas arduas negociaciones. La gente de Aceredo no quería dejar su pueblo; algunos cedieron ante las cantidades que se les pusieron sobre la mesa, pero otros afirman haber recibido fuertes presiones. La realidad es que, en cuanto tuvieron al 51% del pueblo “convencido”, se publicó en el BOE la expropiación forzosa y ya no hubo marcha atrás, a pesar de las protestas y manifestaciones vecinales, de los enfrentamientos con la policía y de las huelgas de hambre. 

De los 120 habitantes de Aceredo que vivían en su 70 casas, casi la mitad se resistieron a irse. Los de los pueblos situados más arriba tuvieron tiempo de desmontar la iglesia, piedra a piedra, y hasta de exhumar a sus familiares para trasladar sus tumbas, un atisbo de esperanza entre tamaño desastre. Hasta que en la fatal fecha se cerraron las compuertas de la presa y el resto ya es historia.

Sin tiempo para reaccionar, en pueblos como Buscalque y O Bao tuvieron que salir nadando con lo puesto, viendo como muchos de sus animales se ahogaban ante sus ojos sin poder hacer nada para salvarlos. La castástrofe pudo haberse cobrado vidas humanas, pues la EDP ni siquiera desconectó los cables de la luz. 

Así, lo que antes era un bonito valle con mucha vida, donde se pescaba la trucha y abundaba el ganado, quedó convertido en un amasijo de pueblos fantasma

El fatídico episodio de Aceredo y el resto de pueblos afectados evoca, inevitablemente, a otros similares acaecidos en España. Sólo unos años antes, en 1987, el viejo pueblo leonés de Riaño se demolió en su totalidad para construir el embalse del mismo nombre. Hoy, un Nuevo Riaño acoge a los antiguos vecinos afectados por las expropiaciones del anterior. 

También hay que recordar la catástrofe de Ribadelago viejo, pueblo ubicado en la Comarca de Sanabria (Zamora) que en 1959 fue arrasado por las aguas de la presa de Vega de Tera, que cedió por un error de construcción. De sus 549 habitantes,144 murieron, aunque sólo se recuperaron 28 cuerpos. El resto descansan bajo las aguas, soterrados en el viejo Ribadelago, del que quedaron un puñado de casas y unas cuantas cruces conmemorativas, testigos de piedra de que allí, un día, hubo un pueblo. 

Restos de Ribadelago (Fuente: Rui Serra Maia vía Shutterstock)

Restos de Ribadelago (Fuente: Rui Serra Maia vía Shutterstock)

Algunos años, cuando el nivel del agua desciende lo suficiente, es posible ver las ruinas de Aceredo: un conjunto de casas derruidas de las que apenas se mantienen en pie los muros, la fuente, de la que aún mana agua, y algunos enseres personales que flotan en el embalse. 

Estos días puede “disfrutarse” de la visión del antiguo pueblo, hasta que lleguen las fuertes lluvias y lo aneguen de nuevo, no se sabe hasta cuando. Una catástrofe convertida en visita turística que a los viejos habitantes de Aceredo, que viven en su mayoría muy cerca, quizá no les haga tanta gracia y les despierte malos recuerdos. 

Quien no pueda o no quiera ir a verlo, puede acercarse a esta tragedia a través del magnífico documental de César Souto y Luis Avilés, “Os días afogados”, que narra la inundación a través de vídeos caseros, algunos grabados por los mismos protagonistas. 

Emma Sexto

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