El 3 de abril de 1502, Cristóbal Colón partía de Sevilla en su cuarto viaje a América. Su misión era encontrar un paso marítimo por el oeste hacia Asia, pero tras más de un año navegando y haber perdido dos embarcaciones, terminó varado en el norte de Jamaica junto a un centenar de sus hombres.
A finales de 1503, la relación con los indígenas empezó a deteriorarse y tanto Colón como su tripulación comenzaron a temer por su seguridad. Si querían sobrevivir tenían que hacer algo, así que el almirante diseñó un plan tan genial como perverso: atemorizar a los aborígenes prediciendo un eclipse de Luna que, como buen aficionado a la astronomía, sabía que iba a ocurrir el 29 de febrero de 1504.
Colón lo presentó como un castigo divino del cual los nativos no podrían escapar diciéndoles que Dios estaba enfadado con ellos y que se lo mostraría aquella noche, cuando la Luna se volviera roja, una predicción que, por supuesto se cumplió, provocando que los indígenas, asustados, colmaran a Colón y a sus hombres con comida y regalos.
Siglos más tarde, otro español comenzó a usar la astronomía, la observación y los datos para predecir el futuro del tiempo meteorológico. Sin estudios que lo avalaran, este hombre pronosticaba con un acierto extraordinario el tiempo que iba a hacer durante 15 días, poniendo en ridículo a la meteorología oficial. Aquel “Hombre del Tiempo” se llamaba Francisco León Hermoso, y fue más conocido como Noherlesoom.
El Hombre del Tiempo
Francisco nació en Santa Cecilia del Alcor, en Palencia, el 17 de septiembre de 1843. Cursó Derecho en Valladolid y estudios teológicos en Salamanca, pero lo que realmente le apasionaba eran las borrascas y los temporales. Debido a su extraordinaria capacidad de observación comenzó a estudiar meteorología de manera autodidacta leyendo todo tipo de libros, artículos y publicaciones, principalmente extranjeras, de una ciencia que se encontraba en pañales y que en España apenas existía gracias al Observatorio Astronómico de Madrid, con resultados bastante rudimentarios.
La meteorología había alcanzado gran popularidad a finales del siglo XIX, ya que se había alcanzado un nivel de acierto sorprendente, pero pronto había mostrado sus limitaciones y habría que esperar hasta bien entrado el siglo XX para que comenzara a hacer auténticos progresos.
En aquella época, la información del tiempo en la prensa y los boletines meteorológicos publicados por muchos países tenían un rotundo éxito, lo que provocó que Francisco decidiera contribuir con su talento. Conocedor de sus limitaciones académicas, decidió ocultar su nombre bajo un seudónimo construido con las letras de sus apellidos, Noherlesoom, y comenzó a asombrar a todo el mundo con sus predicciones en el diario Siglo Futuro, donde su primer ensayo le valió para que los ojos de España se fijasen en los vaticinios de aquel misterioso hombre que se presentaba a los lectores como un meteorólogo estadounidense.
Su estreno fue en el mes de mayo de 1886 y en su primer boletín anunció una fuerte tormenta en Madrid para el día 10 de mayo. El incidente ocurrió y provocó 24 muertos, 400 heridos y que cientos de árboles fuesen arrancados de cuajo del Retiro y del Paseo del Prado.
Este episodio y el acierto de gran parte de sus predicciones, hechas incluso con varias semanas de antelación, lo convirtieron en una celebridad sin rostro, hasta que, en febrero de 1888, otro diario descubrió su historia, dando a conocer su identidad secreta, la de un palentino aficionado a la meteorología sin experiencia, sin estudios y sin una base oficial de todo lo que decía.
Pero acertaba
Era mucho más exacto que el mismísimo Observatorio Astronómico de Madrid, lo que provocó que se le cerraran sus puertas y que su director llegara a decir sobre él que no sabía distinguir un barómetro de un termómetro. Francisco contestó a las acusaciones desde Siglo Futuro, provocando la desaprobación de sus propietarios, por lo que Noherlesoom decidió continuar su aventura en solitario.
Para ello lanzó el Boletín Meteorológico de Noherlesoom, en febrero de 1890, una publicación quincenal similar a las que se hacían en el extranjero, pero con una novedad: sus predicciones del tiempo abarcaban los 15 días siguientes, algo nunca visto hasta ese momento.
Durante los siguientes años, sus pronósticos a largo plazo no dejaban de cumplirse, utilizando para ello unos novedosos métodos que nunca llegaba a explicar con detalle, pero de los cuales aseguraba que superaban con creces a los obsoletos métodos tradicionales de la predicción a corto plazo.
Cada uno de sus boletines iba acompañado de mapas isobáricos en tinta azul sobre España y parte del Atlántico y el continente europeo y en él también incluía artículos de divulgación con biografías, datos, curiosidades geográficas, detalles de los astros… lo que le valió para obtener miles de suscriptores, muchos de ellos entre las instituciones oficiales, que pagaban al año 5 pesetas (3 céntimos de euro) en Madrid o 6 pesetas en el resto de provincias.
Predicción de un histórico naufragio
Las críticas de los estamentos oficial de la meteorología no tardaron en aparecer de nuevo, pero los resultados de su método estaban fuera de toda duda y para muestra, lo ocurrido el 10 de marzo de 1895, cuando una gran tormenta ocasionó el naufragio del crucero de guerra Reina Regente, que había zarpado de Tánger ese día rumbo a Cádiz.
Durante la tormenta, se perdió el contacto del barco, despareciendo en el Estrecho con sus 412 tripulantes. Ningún servicio meteorológico del mundo dio aviso alguno de lo que iba a ocurrir aquel día a excepción de uno: el Boletín Meteorológico de Noherlesoom, que el día 1 de marzo, 10 días antes de la tragedia, ya pronosticaba esa tormenta, dejando en ridículo a la ciencia “oficial”.
Un método que se llevó a la tumba
¿Pero cómo conseguía este hombre sin estudios reglados acertar siempre o casi siempre? Francisco se llevó el secreto a la tumba, pero hay quien afirma que utilizaba los tratados sobre la influencia de la Luna para sus predicciones. Otros decían que era un observador extraordinario y que, analizando el cielo, las nubes, la helada y los vientos, sin aparatos de observación, era suficiente para trazar sus pronósticos.
El Boletín Meteorológico no dejó de publicarse ni una sola quincena entre febrero de 1890 y agosto de 1897, 181 números que solo su fallecimiento fue capaz de parar, el 25 de julio de 1897, en Lourdes, Francia, a donde acudía todos los años en peregrinación, no en vano era un ferviente católico.
Su nombre siguió apareciendo durante décadas en los medios de todo el mundo e incluso se hizo célebre una expresión “hacerse el Noherlesoom” para referirse a alguien que trataba de predecir el tiempo o el futuro. Con los años, su recuerdo se fue olvidando y la figura y el legado de este genio se fueron extinguiendo.
Cuando falleció, multitud de publicaciones recogieron la noticia. En muchas de ellas se bromeaba con la idea de que era la Virgen quien le daba el don de la profecía con el que hacía sus predicciones del tiempo. Quién sabe, para muchos, conocer con seguridad el tiempo que hará este fin de semana no solo es esencial, es sagrado…