El 21 de noviembre de 1564, una expedición de cinco barcos con 350 hombres a bordo partía del puerto de Barra de Navidad, ubicado en el actual estado mexicano de Jalisco. Al mando de esta flota se encontraban el adelantado español Miguel López de Legazpi y Fray Andrés de Urdaneta, cuyo objetivo era ir en busca de las islas del Poniente descubiertas por Fernando de Magallanes.
El 13 de febrero de 1565 avistaban las que serían conocida como islas Filipinas y toman posesión de ellas para la Corona española. La escasez de alimentos impulsó la búsqueda de nuevas bases, provocando que los dominios españoles se fueran extendiendo sobre las diferentes islas, llegando a dominar gran parte del archipiélago en muy poco tiempo.
En 1568 Legazpi era informado de la prosperidad e importancia que tenía en la isla de Luzón un asentamiento conocido como 'Maynilad', un enclave musulmán situado al norte de la isla dedicado al comercio, por lo que envió para su conquista, en 1570, a 300 soldados bajo el mando de dos de sus mejores hombres, Martín de Goiti y Juan de Salcedo, considerados los fundadores de la ciudad de Manila.
Lo que no podían imaginar los españoles era que, tan sólo cuatro años después, uno de los mayores señores de la guerra que jamás hayan surcado los mares intentaría conquistar Manila junto a un ejército de 3.000 piratas, creyendo que podría vencer fácilmente a los españoles. No contaban con que allí estaba Juan de Salcedo, el héroe que salvó Manila.
El pirata Li Ma Hon
Pero ¿quién tendría la audacia o la osadía de atacar a las posesiones españolas, defendidas por los que quizá hayan sido los mejores soldados de todos los tiempos? Un pirata chino llamado Li Ma Hon. Y lo hizo por desconocimiento y prepotencia.
Li Ma Hon pertenecía a una familia acomodada de Guizhou, una provincia situada en la región suroeste de la actual China, un país que, en aquel momento se encontraba fragmentado y dominado por señores de la guerra bajo el amparo de la centenaria dinastía Ming. Li, de espíritu arrojado y valiente, se puso bajo la tutela de otro conocido pirata llamado Ti A Lan, que ejercía su oficio en las costas chinas y el litoral del océano Índico.
Tras su muerte, Li heredó seis barcos de guerra y mucho dinero con el que pagó a tropas mercenarias de China y Japón que, en poco tiempo, se convirtieron en una flota pirata de 200 buques y miles de guerreros. El emperador de China, incapaz de vencerle, fingió perdonarle para que acudiese a la corte y apresarlo, pero Li no cayó en la trampa y mató a los emisarios imperiales, provocando la ira del emperador, que mandó armar tres poderosas flotas tan solo para darle caza.
Ante tal amenaza, Li Ma Hon pensó que la suerte no le acompañaría siempre y menos ante tan poderoso enemigo, por lo que optó por buscar otros mares en los que saquear y hacer fortuna. Informado por mercaderes chinos a los que había apresado se enteró de que en Manila había riqueza, comercio y un puñado de extranjeros que tenían el control militar y económico de las islas.
Un intérprete de un mercante portugués capturado confirmó sus datos informándole de la presencia española, del reducido número de hombres con el que estaba defendida Manila (unos 150), sus armas y sus fortificaciones, así que el pirata chino decidió atacar a aquellos extranjeros y hacerse con el poder y la riqueza de aquella ciudad. De lo que nadie le informó fue de la ferocidad y la robustez que los soldados españoles mostraban en batalla. Lo descubriría por sí mismo.
Escogió de su armada los mejores sesenta y dos navíos, la mejor artillería y 3.000 guerreros junto a sus familiares, esposas, granjeros, médicos, carpinteros, artesanos; todo lo necesario para establecer un asentamiento, dejando una pequeña partida en la isla de Batán, donde se había refugiado el resto de su flota, que se incorporarían una vez vencidos los españoles.
El héroe español
Juan de Salcedo Garcés de Legazpi era nieto de uno de los descubridores y conquistadores de Nueva España y del conquistador de Filipinas, Miguel López de Legazpi. Cuando Li Ma Hon se dirigía a la conquista de Manila, Salcedo se encontraba pacificando las zonas más remotas al norte de la isla de Luzón junto a 50 de los mejores soldados que el rey de España disponía en aquellas tierras.
Durante su misión, envió un barco a reponer provisiones al sur, pero éste se encontró con la flota de Li Ma Hon que, tras hundirlo, prosiguió con su camino. Informado Salcedo de este suceso, envió inmediatamente mensajeros para avisar del peligro a Manila y prometiendo una ayuda rápida. El aviso llegó tarde, el 1 de diciembre de 1574, dos días después de que el pirata ya comenzara su ataque sobre la ciudad.
Salcedo había partido raudo tras enviar a los mensajeros para reforzar a sus compatriotas, pero la ayuda se antojaba inútil, iba a llegar tarde. O eso pensaba.
Primer ataque a Manila
Manila estaba defendida por unos 150 españoles escasos de pólvora y munición bajo el mando de Martín de Goiti. El gobernador, el sevillano Guido de Lavezares, apenas si había tenido tiempo para construir un pequeño fuerte de madera. Afortunadamente para ellos, el japones Syoko, lugarteniente de Li Ma Hon al que le había ordenado asaltar por sorpresa la ciudad con 500 hombres, se desvió de su rumbo y desembarcó en una población costera vecina que no era Manila, por lo que tuvieron que seguir a pie hasta la ciudad, dando tiempo a los lugareños a avisar al gobernador que hizo caso omiso de sus advertencias, dejando pasar unas preciosas horas.
Cuando Syoko y sus samuráis entraron en Manila, la primera casa con la que se toparon fue la de Martín de Goiti. Su esposa, asomada al balcón, comenzó a increpar e insultar a los piratas: "¡Andad, perros, que todos habéis de morir hoy!". Los japoneses, enfurecidos por la burla de una mujer, sitiaron la casa y prendieron fuego al inmueble. Martín de Goiti, que se encontraba en cama aquejado de unas fiebres, se vistió su armadura, se armó y bajó para enfrentarse a los invasores, dando batalla junto a diez de sus hombres hasta que fue abatido.
Syoko reemprendió la marcha hacia la ciudad, pero el gobernador Lavezares ya había podido organizar la defensa, obligando al japonés, a pesar de su enorme superioridad numérica, a retroceder temiendo la llegada de más refuerzos, embarcando de nuevo en la flota pirata para planear un segundo ataque.
Poco después, Juan de Salcedo llegaba a Manila con los refuerzos prometidos y le fue otorgado el puesto de Maestre de Campo vacante tras la muerte de Goiti. Su llegada sirvió para recuperar la moral y la esperanza, ya que el joven conquistador era considerado un héroe entre los suyos. El gobernador dio orden de construir fortificaciones, previendo un nuevo ataque y convocó a Manila a todos los soldados de la región. Era el 2 de diciembre de 1574 y la ciudad defendida por 200 españoles y 200 guerreros filipinos esperaba a 3.000 piratas.
Segundo ataque a Manila
La madrugada del 2 de diciembre, la flota pirata fue avistada de nuevo y al amanecer comenzaron los primeros intercambios de artillería y el desembarco de 1.500 combatientes capitaneados de nuevo por Syoko, enviando de vuelta los botes de desembarco para motivarles a combatir sin retirada posible.
Los invasores comenzaron a quemar y saquear la ciudad sin estorbo, pues por orden de Salcedo, al frente de la defensa, todos se habían refugiado en el fuerte. Frustrado, Syoko decidió atacar la posición española pensando que tomarían con facilidad aquel pequeño y débil fuerte, a pesar de que había sido reforzado. Pero el japonés no contaba con la profesionalidad y la fiereza española que, viéndose acorralados, se defendieron a distancia con todo lo que tenían hasta agotar la pólvora, momento en el que siguieron batiéndose cuerpo a cuerpo con picas, espadas y cualquier herramienta que pudiera utilizarse para matar piratas.
Viendo Salcedo que por superioridad numérica serían rebasados antes o después, decidió pasar al ataque. Dio orden a 50 soldados de formar, en el patio del fuerte, un cuadro de picas a la europea al estilo de los Tercios y con él al frente, abrieron las puertas y cargaron en el exterior contra los asombrados invasores, que no daban crédito a lo que aquellos locos extranjeros eran capaces de hacer para defender su posición, rechazándolos y obligándolos a retroceder.
Syoko, viendo que solo a costa de grandes pérdidas conseguirían la victoria, dio la orden de retirada, sin embargo, él permaneció allí, dejándose matar por los españoles. Su honor no podía soportar aquella derrota. Mientras Li Ma Hon hacía volver los botes para recoger a sus asustados guerreros, todos los españoles dejaron el fuerte para masacrar a los piratas antes de que pudieran reembarcar. El pirata chino, desconcertado por la heroica resistencia de aquellos barbudos occidentales, huyó rumbo al norte. Salcedo y el resto de los españoles, cubiertos de sangre, alzaron un grito de victoria. Manila se había salvado.
La venganza
Un año más tarde, seguían llegando noticias de que Li Ma Hon seguía sembrando el caos en las costas filipinas, por lo que Juan de Salcedo propuso al gobernador Lavezares acabar con el pirata de una vez por todas. El gobernador llamó a todos los españoles de Filipinas y a los nativos aliados, formando una fuerza de 250 españoles y 2.000 filipinos, quienes bloquearon la boca del río Agno de Pangasinán, donde el chino había levantado su base, encadenando sus barcos unos con otros.
El 22 de marzo de 1575 Salcedo y su ejército cercó el fuerte pirata durante varios días, pero Li Ma Hon escapó construyendo una pequeña embarcación con la que huyó al amparo de la oscuridad, dejando atrás a casi todos sus hombres. Poco después, fue derrotado en una escaramuza por la flota imperial china y volvió a huir, esta vez a la corte de Siam, donde no fue aceptado por el monarca y fue expulsado. Aunque lo buscó con tesón, Juan de Salcedo no fue capaz de encontrarlo y nunca más se supo de aquel legendario pirata.
Salcedo falleció el 11 de agosto de 1576. Al año siguiente sus restos se trasladaron a la iglesia de San Agustín de Manila, donde fueron enterrados junto a los de su abuelo, Miguel López de Legazpi, que había muerto en 1572 en una situación económica precaria. Nunca llegó a saber que el rey Felipe II había firmado una Real Cédula por la que le nombraba Gobernador vitalicio, Capitán General de Filipinas y le destinaba una paga de 2.000 ducados por todos los servicios prestados a la Corona española.
Curiosamente, el conflicto con Li Ma Hon trajo las primeras relaciones diplomáticas entre España y la China imperial, ya que entre todos los prisioneros hechos al pirata, se encontraban algunos nobles chinos. El gobernador Lavezares permitió su regreso sin pago alguno, aceptando como agradecimiento llevar una embajada española ante Wanli, XIV emperador de la dinastía Ming.