Tras huir de la dictadura de Jorge Videla, Rodolfo Terragno, escritor, abogado y político argentino, se había refugiado en Inglaterra, donde comenzó a realizar labores de investigación para el Institute of Latin American Studies. En 1982 comenzó a investigar en Londres documentos oficiales escoceses, entre los que buscaba datos sobre los contactos en Europa que podría haber tenido el famoso libertador español José de San Martín.
Durante su investigación encontró unos documentos privados que estaban depositados en el Archivo General de Escocia, conocidos como la colección Steel-Maitland. No le llamaron la atención excepto un documento que se había registrado con el título de Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y México.
Tras solicitar acceso al documento, se encontró con algo extraordinario. Aquel montón de papeles olvidados llenos de garabatos, anotaciones y correcciones era, nada más y nada menos, que el plan de Gran Bretaña para acabar con el Imperio español en América, un plan que durante siglos había permanecido perdido y del que ningún historiador recordaba haber oído hablar jamás: el Plan Maitland.
Thomas Maitland
Todo comenzaba en 1799, cuando un militar escocés, Thomas Maitland, recibió el encargo de diseñar un proyecto para conquistar los territorios españoles de ultramar. Este prestigioso estratega había combatido en campañas militares en India, Haití o Jamaica, era una persona respetada y era habitual que se le consultara sobre asuntos de estado militares.
Sir John Coxe Hippisley, diputado del parlamento británico, al que conocía de las campañas en la India, fue quien le pidió que desarrollara ese plan, en una época en la que España y Francia estaban en guerra contra Inglaterra, para lo cual le proporcionó amplia información sobre los virreinatos que había obtenido de jesuitas hispanoamericanos expulsados y de agentes británicos destinados en la zona.
El primer memorando que Maitland hizo llegar al secretario de Guerra, Henry Dundas, justificaba la operación no sólo por obvias razones estratégicas, sino también económicas, ya que, tras la pérdida de sus 13 colonias en Norteamérica, los británicos necesitaban de nuevos territorios que le suministrasen materias primas, oro y plata.
Dundas quiso discutirlo con el autor, ya que estaba de acuerdo con la importancia de asegurar nuevos mercados, pero estaba a favor de considerar una operación mayor para tomar toda Hispanoamérica, así que Maitland modificó su idea para concebir una operación definitiva que no solo asestaría un golpe, sino que acabaría para siempre con el Imperio español americano.
Para Maitland la clave del poder español residía en la costa occidental americana, Perú y Quito (Ecuador). No creía que atacar Caracas y Buenos Aires directamente lograra quebrar el dominio español, ya que tan sólo servían como defensa para proteger a sus posesiones occidentales, que eran en las que se encontraba el oro y la plata. Además, creía que el único modo de arrebatarle sus territorios a la Corona española era gracias a una revolución y al establecimiento de gobiernos independientes dentro de ellos, ya que en aquel momento no existía una corriente independentista con suficiente fuerza como para conseguirlo por sí mismos.
En algunos territorios, como el virreinato de Perú, su capital era una de las mayores urbes del planeta y contaba con los mayores adelantos de su época, la renta per cápita era muy superior a la de cualquier estadounidense, inglés, francés o español peninsular y gozaba de la calidad de vida más del alta mundo, así que no necesitaban ni querían independizarse. Así que habría que “ayudarles” a hacerlo.
El Plan
Para ello, el audaz plan de Maitland constaba de seis pasos:
1- Tomar el control de Buenos Aires, algo que no llegó a ser necesario.
2- Ubicar un ejército en Mendoza, al pie los Andes.
3- Coordinar las acciones con un ejército al otro lado de la cordillera, en Chile, compuesto por 3.500 soldados que llegarían por mar desde la India.
4- Cruzar los Andes, una empresa que, con tropas a ambos lados, era perfectamente posible.
5- Controlar Chile destituyendo al gobierno realista y levantando allí una base de operaciones desde la que partirían los ataques a las provincias más ricas tras haber unificado los dos ejércitos.
6- Someter Perú tomando el puerto de El Callao y Lima.
Dundas recibió el plan definitivo en el año 1800, pero no hubo tiempo de aprobarlo ni de ponerlo en práctica. Tras varios escándalos, en 1801 el rey Jorge III obligó a dimitir al primer ministro británico, William Pitt, junto a todo su gobierno, Dundas entre ellos. Ambos volverían al gobierno tiempo después, pero una acusación hecha a Dundas por corrupción y la muerte de Pitt hicieron que el plan cayera en el olvido y que los documentos originales permanecieran ocultos durante 181 años, sin que nadie supiera de la existencia de un plan británico que pretendía independizar Hispanoamérica.
Hasta que llegó Napoleón.
En 1808, Inglaterra y España se habían aliado para luchar contra Bonaparte que, tras hacerse con la Península Ibérica, pretendía seguir con las posesiones españolas en América, algo que ni británicos ni españoles podían permitir.
Entre los combatientes en la Guerra de Independencia Española se encontraba un español nacido en el virreinato del Río de la Plata, José de San Martín que, tras ser ascendido a teniente coronel, fue enviado a América para aplacar los sucesos que estaban ocurriendo en Buenos Aires: la revolución de mayo que había destituido al virrey.
Pero antes de partir a América, San Martín pasó cuatro meses en Londres, donde coincidió con otros militares españoles criollos partidarios de romper el vínculo de América con España, sobre todo ahora, estando la metrópoli en manos de los franceses y el rey español prisionero. En la capital inglesa estudió mapas, documentación sobre las fracasadas invasiones inglesas e informes británicos a los que tuvo fácil acceso, ya que alguien decidió que era el momento perfecto para poner en marcha aquel olvidado plan.
Siendo aliados, Gran Bretaña no podía atacar los territorios españoles en América de manera directa, pero seguía necesitándolos, por lo que decidió que ayudaría a los revolucionarios facilitándoles el plan y todo lo necesario para ponerlo en práctica: inteligencia, espías, recursos, tropas mercenarias… Los ingleses necesitaban ganar nuevos mercados e influencia política que derivara en nuevos negocios para el país.
Se desconoce exactamente cuándo San Martín tuvo contacto con el Plan Maitland, pero es difícil dudar de que este hecho no hubiera ocurrido. En la península coincidió con el escocés Lord Jame McDuff, IV conde de Fife, conocedor del plan, y es muy probable que en Londres se viese con Sir John Coxe Hippisley, aquel parlamentario que había pedido a Maitland la redacción de su plan en 1799 y del que, sin lugar a dudas, habría guardado una copia.
Así que, cuando San Martín llegó al Río de la Plata en 1812, pasó de héroe a traidor, y siguió el plan al pie de la letra.
¿Demasiadas coincidencias?
No necesitó tomar Buenos Aires, ya que sus habitantes ya habían echado al virrey del poder, se asentó en Mendoza y cruzó los Andes para independizar Chile, tras lo cual atacó Perú y Quito (Ecuador) a bordo de una flota que partió de Valparaíso formada por buques de guerra ingleses a los cuales, para disimular, se les cambió el nombre, al igual que a su comandante, Lord Thomas Alexander Cochrane, que pasó a llamarse Tomás Alejandro Cochran. Incluso los cientos de oficiales ingleses que participaron en las campañas americanas hispanizaron su nombre.
Tras la proclamación de la independencia de Perú el 28 de julio de 1821, el tesoro que se guardaba en la Real Hacienda de Lima (el Banco Central del Perú), más de 40 toneladas de oro, fue desvalijado por San Martín y embarcado en la flota de Cochrane en el puerto de El Callao, desde donde se trasladó a Londres.
Pero Perú no fue la única. Lo mismo ocurrió en Buenos Aires, Bogotá, Guatemala o México, donde todas las Reales Haciendas, los Bancos Centrales, fueron saqueadas, y sus tesoros enviados a Londres, convirtiendo a los ricos virreinatos y Capitanías Generales en repúblicas pobres.
Un ejemplo de la repulsa y de los problemas que muchos sabían que provocaría independizarse de España ocurrió tras la proclamación de la independencia de Perú. Parte de la población peruana se reveló contra sus supuestos libertadores, indios y mestizos se alistaron por miles en los Reales Ejércitos del Perú y en algunas batallas, menos de un 10 % de sus integrantes eran españoles peninsulares, siendo el resto peruanos. En cambio, los Ejércitos Patriotas estaban formados, básicamente, por miles de mercenarios europeos pagados por Inglaterra.
Tras la independencia de Perú, faltaba Quito, para lo que San Martín envió al general Francisco Salazar como embajador ante el gobierno de Guayaquil, con la petición de que se incorporaran a la nueva república de Perú y enviaran tropas de apoyo a Bolívar, que había sitiado a los realistas en Quito.
El plan Maitland se había cumplido e Inglaterra se convirtió en el amo de 20 repúblicas y una monarquía (Haití), que pasaron a depender económicamente de Gran Bretaña hasta el día de hoy.
Algunos historiadores afirman que San Martín podría haber coincidido con Maitland sin saberlo, ya que ambos eran estrategas que sabían cuál era la mejor manera para expulsar a España de América. Realmente a Inglaterra nunca le interesó publicitar su participación este plan por razones obvias, pero es difícil creer que Thomas Maitland no se sintió muy orgulloso, desde su balcón de la mansión del gobernador de Malta, viendo como su audaz plan conseguía cumplir el propósito para el cual había sido creado: destruir el Imperio español en América.