“Me atropellaron, fue una bicicleta que vino en dirección prohibida, me hizo caer y me destrozó el codo. Durante un año no pude tocar la guitarra. Estaba de vacaciones con mi padre y aquello me hizo sufrir mucho. Soy diestro, pero para la guitarra hacen falta las dos manos. Pude teclear poco a poco en el ordenador, con la mano izquierda, y así fue cómo volví a escribir las letras de nuevo. Luego recuperé movilidad en la mano, pero la del codo nunca lo haré, hasta el punto de que me he quedado con un treinta por ciento de discapacidad en esa articulación”.
Conviene saber, como dice la letra de una de sus canciones más conocidas, que sin embargo Marwan gestionó esta circunstancia de un modo provechoso: ahora baila más que nunca en sus conciertos. “Eso es verdad que ha hecho que salga un showman que yo no conocía. Siempre estaba de pie tocando con la guitarra: ahora bailo, salto, casi estoy a nivel expresivo más cerca de Mick Jagger que de Silvio Rodríguez (sonríe), conjugando esa canción de autor muy pura con otra un poco más cañera, pop o reggae. Me encanta porque siempre he sido muy payaso y ahora siento que me expreso también con el cuerpo, antes solo lo hacía con la voz. No conozco a ningún otro cantautor que haya hecho esto. Se rompió algo y rompo algo. Me han quitado el deporte porque ya no puedo jugar al baloncesto o al pádel. Pero puedo bailar”.
P.-¿Cómo fue su recuperación?
R.-Pues en el Hospital 12 de Octubre, ¡sanidad pública siempre! Durante mucho tiempo estuve intentando crear y sin hacerlo, tenía tiempo, todo el del mundo, pero fui incapaz de escribir una sola línea. Cuando estás encerrado en el ‘por qué’, siempre me ha parecido muy difícil crear.
P.-¿Qué pensaba mientras estaba en la cama?
R.-Fue un momento sombrío de mi vida, no tenía ganas de nada. Monté este local, eso hice, me dediqué a comprar cosas de segunda mano en Wallapop. Por eso parece tan vintage. Porque lo es (sonríe).
Un músico que hace poesía
Señala a su alrededor, estamos en su estudio en el barrio de Oporto, para muchos creadores el nuevo Brooklyn madrileño. Se accede a él por un almacén lleno de cosas, como si fuera una primera mente en la que cabe todo lo que Marwan [pronunciado Mar-u-an, significa ‘roca’] va encontrando. Luego, en un segundo espacio, todo está perfectamente colocado, las guitarras y la zona de grabación con el ordenador, las estanterías con los libros de poesía por autor y la mesa de trabajo. Dos Marwan consecutivos. “Soy increíblemente desordenado para mi vida normal”, explica, “pero soy casi militar para mi vida profesional. No tanto en los horarios como en el nivel de implicación. El almacén está un poco desordenado. Este sitio es para recogerse y disfrutar. Es verdad que me interesan muchas cosas, pero mis canciones puede que sí, que sean muy ordenadas”.
P.-¿Cómo se define artísticamente?
R.-Soy músico. No soy un poeta que escribe canciones. Soy un músico que escribe poemas. Cuando ya tenía un cierto éxito como músico y llenaba todos los meses salas como Galileo o Joy Eslava, saqué un libro de poemas y aquello fue un éxito inusitado, de hecho, mucha gente compró el libro sin tener ni idea de que yo era músico. Aunque gozo de un cierto éxito, no soy Dani Martín o Leiva, pero soy una persona conocida. Aún así hay gente que piensa que soy un poeta que a veces saca algún disco.
P.-En 2024, sus canciones están en la lista generadora de oxitocina de mucha gente…
R.-Es curioso. Porque muchas veces tengo la sensación de que soy un famoso desconocido. Soy famoso por ser desconocido (sonríe).
P.-No creo que sea cierto. Hay canciones suyas por todas partes…
R.-Me refiero a que no ha habido una canción que lo haya pegado y haya pasado al imaginario sentimental de toda la gente, o que haya trascendido.
P.-Sí las hay, en la radio, en los bares…
R.-Bueno, Un día de estos…
P.-O su colaboración con Rozalén, entre otras. Usted está en la biografía sentimental de mucha gente.
R.-Eso está guay, gracias. Siempre he soñado con acompañar a la gente para que se sienta identificada y protagonista de una canción. Nunca somos tan protagonistas de nuestra vida como cuando disfrutamos del arte.
P.-¿A qué se refiere?
R.-De repente, hay una canción que te representa y te hace saborear una y otra vez algo que viviste y que te pasó desapercibido o que fue grandioso pero no tenía nombre y hay una canción que dota de grandeza a ese momento. Es como cuando vas al psicólogo. Sabes que te pasa algo, pero la psicóloga te dice tienes un trastorno equis o un problema de asertividad. Poner nombre a las cosas ayuda a que las identifiquemos con más fuerza. Siento que las canciones nos ayudan a ser protagonistas de nuestra propia vida, nos hacen paladear con más nitidez las cosas importantes. Tú escuchas una canción de Sabina y sientes al instante que la vida es más bella. Y está contado de un modo tan certero… los buenos contadores, en el cine, en las novelas, en las canciones, realmente llegan donde no llega la ciencia. Esos lugares que sentimos pero no sabemos describir.
P.-Donde no llega la palabra, llega la música…
R.-Eso es. Una expresión poética se dota de una emocionalidad mucho más potente con la música. La buena letra junto con una melodía se vuelve mágica. Es indefinible, nos atrapa y vuelve locos a todos.
P.-¿Qué canciones están más imbricadas en su biografía?
R.-Siendo sincero, de todos los discos míos hay sólo tres o cuatro canciones que no son biográficas o de mi familia. Cómo hacer que vuelvas, esa se la hice a un amigo. El resto hablan de mí o de un sentimiento sobre algo en concreto o una lucha social.
P.-De sus músicos favoritos, ¿cuáles son?
R.-La canción del paso del tiempo por excelencia es Vértigo de Ismael Serrano para mí. Sobre el compromiso/dudas/infidelidad que nos define a todos, es Y sin embargo de Sabina; la canción que mejor ha descrito el costumbrismo del Mediterráneo y de gran parte de la vida española es la de Serrat; o como hijo de palestino, las canciones de Drexler. Hay tantas canciones que definen temas o momentos de un modo certero.
P.-¿Podría armar una biblioteca como la que tiene de poetas, pero de cantautores?
R.-El tema sentimental y nocturno está todo en Sabina: en Sabina hay más noche, en Serrat hay más día. Junto con Silvio Rodríguez son los tres músicos más importantes de la música hispana. No porque sean cantautores, sino porque son los que nos han contado cómo somos, qué sentimos y qué nos sucede. Puedes ser de derechas o de izquierdas, que a ti te ponen Y sin embargo y dices: eso me pasa. Esas canciones y autores están en la memoria sentimental a fuego.
"Si mi carrera musical desapareciera, yo sufriría muchísimo. Si mi carrera poética desapareciera, yo no sufriría en absoluto."
P.-¿Y nunca se define como poeta?
R.-Nunca me he sentido identificado con la etiqueta de poeta. No tengo mucho apego por esa carrera. Si mi carrera musical desapareciera, yo sufriría muchísimo. Si mi carrera poética desapareciera, yo no sufriría en absoluto. Evidentemente saco mis libros porque disfruto pero no porque quiera tener una carrera.
P.-¿Cómo y cuándo le llegó el éxito literario, y a qué lo achaca?
R.-Sinceramente, yo creo que hubo una moda. Alrededor de mi libro y el de otros dos o tres autores de repente por lo que sea empezaron muchos jóvenes a leer los poemas. Tenía poemas que eran muy adolescentes, inmaduros y pasionales. Que ahora los leo y me parecen algunos tontorrones, pero se conjugaban con otros que a día de hoy, quince años después, me siguen encantando.
P.-¿Qué poema suyo de aquellos le sigue gustando más?
R.-Uno que se titulaba Continente. Yo recitaba unos y otros. Y se empezó a acercar mucha gente joven. En ese primer libro había mucha poesía pasional, mucho amor y desamor. Otros amigos cantautores publicaron también sus libros y se vendían 40.000 o más, fue un boom. Luego me fichó Planeta. El boom continuó porque los libros tenían mucha presencia tanto en España como en Latinoamérica.
P.-¿Solo una moda? No parece eso…
R.-Las dos cosas. El problema de la poesía, que a mí me encanta, y leo todo de todo tipo, más liviana o más críptica, es que no todo el mundo tiene ese gusto. Yo creo ahí que la bajamos un poco de los altares y la democratizamos un poco. La hicimos quizá más accesible para la gente joven, que muchas veces le sonaba a palabros. Por una parte, propagamos una búsqueda poética un poco más diáfana, sin barreras para el entendimiento, más accesible sobre todo. Pero también hubo una moda. Porque la moda ha desaparecido, fue un pico brutal, ahora hay algunos autores que seguimos vendiendo, pero muchos han desaparecido. Incluso los que vendíamos mucho vendemos menos.
P.-¿Cómo le afectó ese éxito en la poesía?
R.-Lo disfruté mucho. Lo disfrutamos. Pensé ‘nos está devolviendo la vida todas las ventas que nos quitaron por piratearnos los discos’ (sonríe).
P.-¿Ha sufrido mucho el pirateo?
R.-Recuerdo con tristeza que en 2011, siendo un artista independiente, saqué mi disco con mucho esfuerzo, haciendo una inversión brutal. Me quedé con una mano por delante y otra por detrás y al día siguiente estaba subido en varios sitios para descargar gratis. Pensé que tenía que haber sido una persona que estuvo en el concierto de presentación, el único lugar donde se había vendido, porque aún no estaba ni en las tiendas.
El método Marwan
P.-¿De dónde vienen realmente los bloqueos? No hay un consenso…
R.-Muchas veces de la sobreexigencia, que combinada con la prisa, ya olvídate. La conversación interna negativa hace que una persona muy creativa deje de serlo, por el censor interno que le destruye. Hay mucho en mejorar la conversación interna, eso me flipa. He aprendido muchas técnicas y lugares desde los que componer leyendo sobre el tema. Pero yo creo que sobre todo por bloqueos personales.
P.-¿A qué se refiere con ‘bloqueo personal’?
R.-A haber sufrido algún tipo de abuso, una ruptura muy dura, la muerte de un ser querido, algo que te esté obligando más a la ‘supervivencia’ a nivel emocional. No es la tristeza, o el pesar, ni la decepción. Me refiero a todo aquello que te esté llevando a un territorio de supervivencia. Como cuando me operaron del brazo y estaba destruido en una cama, esperando la mejoría, ahí es imposible crear en condiciones.
P.-¿Cree que existe un mito postromántico sobre el artista en sufrimiento que es mentira, que nos ha hecho daño?
R.-Nadie quiere sufrir, eso es verdad. ‘Que se joda la poesía, si es a costa del poeta’. Todos hemos utilizado la tristeza y el pesar como vehículo para hacernos preguntas, que acaban siendo canciones o poemas…
"Cuando uno está triste escribe y cuando está feliz, vive. La tristeza es más fotogénica."
P.-…pero siempre se construye el sufrimiento artístico en cabeza ajena, ese es el engaño, como explica el filósofo Marina…
R.-Eso es. Todos hemos utilizado los momentos malos de la vida para componer, y muchas veces cuando uno está triste escribe y cuando está feliz, vive. La tristeza es más fotogénica. La tristeza invita al consuelo, y la canción es como un consuelo. Pero se puede escribir de un modo brutal estando bien. Una canción es un palacio, un monumento. Si tú eres capaz de, desde las ruinas de una ruptura, construir un palacio, eso es la hostia. Pero desde los estados de supervivencia no creo que se pueda hacerlo.
P.-¿Hace primero la letra o la música?
R.-Tengo más técnica de composición, tengo más lugares, he leído mucho sobre creatividad. Antes hacía primero la melodía, con algunos acordes, lo grababa e inmediatamente encaja la letra. Y quedaba una estructura bastante clara. Un día, después de hablar con Drexler, le pregunté por qué él había subido tanto su nivel de letras en 2004 cuando sacó su disco, y me dijo que era porque Sabina le había dicho que comenzara a escribir primero las letras. Y la realidad es que escribiendo primero las letras escribes cosas que sobre una melodía no te salen. Al escribir una letra primero no tienes el chip canción, tienes el chip letra y de repente me sorprende porque utilizo palabras o expresiones diferentes.
P.-¿Le viene a la mente algún caso concreto?
R.-Sí, por ejemplo, en una canción nueva que se llama Adrenalina, que no la he publicado todavía.
P.-Qué interesante, ¡un consejo en cadena, de Sabina a Drexler, y de Drexler a Marwan!
R.-Y ahora en el curso de la SGAE de composición que estoy dando se lo estoy explicando yo a los alumnos.
P.-Y ahora lo cuenta en EL ESPAÑOL a miles de personas…
R.-¡Y todo el mundo a escribir sus letras!
P.-¿Ahí nacen palabras que la música, por decirlo así, no hubiera traído a la vida?
R.-Vicio, maleficio y resquicio. Es como un soneto. Nunca diría vitalicio en una canción sobre una melodía, y en esta lo he dicho. Últimamente compongo mucho así. Y eso te abre campo. Una letra puede estar abierta a la posibilidad de adónde la vas a llevar a nivel musical y cambia muchísimo. A nivel poético me suelto más. Cuando escribes una canción no puedes ser excesivamente poético porque corres el riesgo de que pierda musicalidad.
P.-¿Puede llegar a sobrar poesía en las canciones?
R.-La canción es un género muy directo, en el estribillo tienes que haber soltado toda la información de la canción. Silvio Rodríguez lo demuestra, o Sabina. Piensa en La canción más hermosa del mundo o en Peces de ciudad, lo han hecho posible, pero en general ponerse muy poéticos no suena bien. Sabina creo que sí en todos los casos hace mucho, compone también con Benjamín Prado.
P.-Su forma de colaborar es muy respetada en el medio, y dicen otros artistas que vibran mucho con usted…
R.-Trato de compartir de verdad. En el último disco, de Canciones para una urgencia, en las colaboraciones con Drexler, Rozalén, Poveda, Funambulista… he tratado de incluirlos en la medida de lo posible y les he dejado trabajar. Elijo muy meticulosamente las colaboraciones.
P.-¿Cómo eligió esas colaboraciones, con qué criterios?
R.-Uno, que les admirara mucho. Quilates. Dos, sentir que la canción iba a casar bien con su estilo. Y tres, dejarles que hicieran lo que quisieran. Es importante. Hay dos o tres canciones en las que, o te ciñes a la melodía o pierde, pero en general pueden cambiar la tuya, llevarlo a otro sitio… cada artista tiene unos giros vocales propios. Con Poveda, por ejemplo, es súper bonito. Luego, como yo tengo una voz muy grave, con todos ellos empastaba muy bien la voz por arriba. Hay coros brutales. Con Izal también…
P.-¿Y con el gran compositor Santaolalla?
R.-Santaolalla es de lo mejor que hay en el mundo, para componer música más pop o bandas sonoras o con instrumentos antiguos: trabajó en Hollywood, ahora para la serie de El Cid que se está componiendo me llamaron, porque tenían una música de Santaolalla, para hacer la letra de una nana. Ahí estuve de letrista.
P.-El talento vibra con el talento, ¿eso dicen?
R.-Sí, como en todo, cuando tenemos las mismas inquietudes, buscamos los mismos sueños y por ahí es más fácil hermanarse. Soy muy apasionado, del talento humano, de qué nos mueve. De nuestra rabia e impulsividad.
P.-¿Cuál cree que es su ‘gran talento’?
R.-Mi gran talento es salir a un escenario y conectar. Mágicamente se crea algo con un gran bienestar. Mi madre me decía que creo empatía, un ambiente de familiaridad igual en los pequeños cafés y en los estadios. Ismael Serrano decía una frase que me gusta, “yo aspiro a llenar grandes recintos con la intimidad de los pequeños”.
P.-¿Ante cuántas personas ha llegado a actuar?
R.-30.000 personas en las fiestas de Aluche. ¡Cuanta más gente mejor!
P.-¿Tiene un ritual antes de salir a escena?
R.-Mi ritual de calentar la voz, caliento el cuerpo.
P.-¿Siente nervios o ya está acostumbrado?
R.-Ya llega el punto que siento cero nervios. Es increíble. Salgo y en la segunda estrofa estoy disfrutando. Es como que realmente siento que salir a cantar es lo mío pero incluso en los grandes aforos lo hago mejor. Cuando te corresponden coreando o levantando los brazos, es muy guay.
P.-¿Cuál sería el mejor concierto de su vida?
R.-Ese, el de Aluche. Mi primero después del accidente, que todavía estaba bastante maltrecho. Mi primer concierto sin tocar la guitarra todavía. No solo un concierto, un regalo, tres meses después del accidente, estando todavía hecho polvo, en rehabilitación. Fue en mi barrio, en las fiestas del parque donde yo jugaba, desde el escenario se ve la casa de mis padres, donde he vivido toda la vida. Y 30.000 personas ahí, tocando con mi banda de toda la vida y con mis amigos invitados. Fue como un sueño. Acabé llorando.
P.-¿Y el primer concierto al que fue?
R.-Fue el de Barón Rojo en las fiestas de Aluche. Tenía 7 u 8 años. Míticos. Luego ya el de Bon Jovi. A los diecisiete o dieciocho empezó a tope lo de los cantautores. A Ismael Serrano le vi en el Palacio de Congresos, el 30/10/97 me cambió la vida. Empecé a componer por él. Conocía a Serrat y Sabina, pero él era alguien que me contaba algo muy cercano. Gracias a él y a Pedro Guerra hubo un nuevo boom.
P.-¿Tuvo una revelación entonces ese día 30/10 de 1997?
R.-Llevaba un par de meses escuchándole, así que en cuanto salieron las entradas en el palacio de congresos, pillé una primera fila. Y al salir no daba crédito. Todos los artistas o con todas las grandes pasiones, lo mismo cuando alguien se convierte en buceador, hay un momento como de alucinamiento. Soy eso, dices. Ni siquiera es ‘quiero ser cantante’ o ‘quiero que venga gente a escucharme’. Eso que está haciendo este tío es lo que yo necesito hacer en mi vida. Puede parecer pedante. Cuando decimos que escribimos por una necesidad. Pero todo realmente surgió de un enamoramiento porque yo tenía un mundo emocional que no sabía manejar y de repente este tío me lo estaba contando.
Emocionalidad y unfollows
P.-¿Era usted muy emocional?
R.-Mi emocionalidad, ¡era intratable! (sonríe). Sobre todo para mí. No tenía ninguna capacidad emocional de ningún tipo. Vivía las emociones tanto buenas como malas de forma exagerada, como con olas. Tengo muchos amigos y sé de buena tinta que no viven las emociones con esa intensidad. ‘Cuando estás feliz’, me decían ‘estás exultante’, o ‘te enamoras y te vuelves loco’. Pero cuando estaba jodido también estaba muy jodido. En parte, la naturaleza de los artistas es esa, una excesiva sensibilidad, para bien y para mal.
P.-¿Es la vocación cumplida la única manera para usted de vivir una buena vida?
R.-Tienes que tener algo con lo que disfrutes, que sea tu parcelita. Tu momento de encuentro contigo que haga que florezca lo demás. Algo con lo que te pase el tiempo sin que te des cuenta. A mí se me pasa creando y también leyendo cosas de psicología y creatividad. Ayuda a hacer entender y hacer intentos de quitarte miedos, temores, para hablarte mejor y tener más autoestima. De joven tenía poca autoestima y emocionalidad, por eso toda la vida he perseguido un reencuentro conmigo, que hubiera paz. Me gusta mucho leer en alto. Recitar. Cuando leo lo hago con una buena música interna.
P.-¿Hay siempre música en la buena poesía?
R.-Todos los buenos poetas tienen un ritmo que invita a memorizarlos, por la propia cadencia.
P.-¿Cuál es el secreto de un buen poema?
R.-A Luis García Montero un día le pregunté eso. Y me dijo 'los lugares comunes'. Si hablo sobre mi pareja, sientas que estoy hablando sobre la tuya. Si hablo sobre mi infancia, tú ves la tuya o la posibilidad de una infancia aunque no sea real. El denominador común es lo que buscamos en el arte.
En el arte, uno trata de buscar los arquetipos. El del desasosiego, el del amor perfecto, el del padre. Que cada uno ponga su pincelada. El arte no debe pivotar alrededor de algo que sea exclusivamente de uno. Benjamín Prado dice que un poema no debe contar tanto la vida de quien lo escribe como recordar la de quien lo lee. Lo bonito de las canciones es que sean espejos, que te reflejen y no cuadros, que te miran desde afuera. A veces no son espejos, pero nos cuentan algo extraordinario. La forma de mirar, de colocar la cámara es importante, cómo se cuenta, que un hecho cotidiano se vuelva extraordinario. Crear una emoción imborrable en el otro.
P.-¿Cómo se relaciona con la tecnología?
R.-Desde hace mucho estamos dejando que los algoritmos elijan por nosotros, no tenemos ni la libertad de buscar la música que queremos escuchar. Las máquinas ya nos hacen pensar qué nos gusta y qué no. Si ves cómo funciona el mundo, tanto con los vídeos como las canciones… o con las series, hay millones de cosas que ver pero el algoritmo te pone encima lo que quiere que veas. Puedes encontrar un poco de libertad con cierto esfuerzo, esquivando al algoritmo. Eso hace que tengamos una visión del mundo equis: ahora ya está hiperpresente y asusta de verdad. Ya estamos en un mundo un poco distópico. No entiendo ese interés de algunos por sustituirnos con máquinas. Con lo interesantes que somos los seres humanos ¡y lo insondables!
P.-Finalmente, ¿todo arte es político?
R.-A mí me encanta que los artistas, con esa sensibilidad, se mojen por las causas sociales. Yo me mojo a tope, estoy todo el día hablando de Palestina, he estado ahí donde me han llamado asociaciones de vecinos, conciertos benéficos, luchas sociales… con mi pequeña o gran audiencia. Sobre todo por los palestinos. He escrito mucho sobre causas sociales. Porque escribo sobre lo que me emociona, una historia de amor, o lo que sucede en Palestina o los niños de la calle de Brasil o el momento tan loco de confrontación social e incontinencia verbal que vivimos.
P.-¿Cree que un artista debe expresar siempre ese compromiso?
R.-Cada uno tiene que hacer lo que quiera. Muy pocos artistas se mojan verdaderamente, entiendo que la gente tenga miedo, pero estamos aquí para dejar el mundo en la medida de lo posible un poco mejor de lo que está. Los linchamientos digitales provocan mucho miedo. Todos tenemos un agujero que nos hace subirnos a un escenario para ser aceptados, porque seguramente nosotros no aceptamos todo de nosotros, para ser admirados o queridos. Y que eso pueda compensar nuestros vacíos. Buscamos mucha aceptación y no todo el mundo está dispuesto. Es un problema de autoestima. Cuando ves cosas como las de Palestina, y que hay muchos artistas que no se pronuncian porque les pongan cuatro tuits malos, o por perder 500 seguidores, se te hiela la sangre en una situación así. Un linchamiento digital te puede dejar jodido, lo entiendo, pero te deja la sangre helada. A veces hay que poner el pecho, y ya está.