Inmerso ya en la última etapa de su aventura, a Silvio Rodríguez (San Antonio de Baños, Cuba, 1946) no le han abandonado ninguno de los dos grandes atributos que le ofreció la vida: la poesía, porque es algo que no muere; y las ideas, porque a un poeta nunca le faltan. Ambas brotan espontáneas, machaconas, irrenunciables en su discurso. Bien pensado, es Silvio quien se niega a apartarlas de su vida, por mucho que ya no estemos en tiempos de grandes ideales.
Nació en la Cuba agraria, de padre campesino y madre procedente de una familia de trabajadores del tabaco. Escuchó las canciones de ella, Argelia Domínguez, y leyó los libros de él, Víctor Dagoberto Rodríguez. De modo que cuando los barbudos se levantaron en Sierra Maestra y terminaron derrocando a Fulgencio Batista, el pequeño Silvio tenía el espíritu preparado para cantarle a la Revolución.
Iniciado ya en la música, se embarcó junto a otro centenar de veinteañeros en un barco, el Playa Girón, fletado por la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba. “Hombres de poca niñez”, cantó, de los que aprendió la camaradería y a los que les debe algunas de sus letras inmortales. Silvio Rodríguez fue un castrista más, diputado de la Asamblea Nacional, defensor acérrimo de la causa. Pero su grandeza fue desbordar lo que se llamaba entonces canción protesta para trascender como uno de los fundadores de la Nueva Trova cubana.
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Siempre que se hace una historia
se habla de un viejo, de un niño o de sí.
Pero mi historia es difícil,
no voy a hablarles de un hombre común.
Haré la historia de un ser de otro mundo,
de un animal de galaxia.
Es una historia que tiene que ver
con el curso de la Vía Láctea.
Es una historia enterrada,
es sobre un ser de la nada.
Quizás por esto nunca se ha bajado de ciertos barcos. Porque es un soñador, un idealista, un verdadero trovador, al que le gustaría que el mundo fuese de determinada manera aunque los resultados no acompañen. Esta entrevista se realiza a miles de kilómetros de distancia, con un interlocutor en La Habana y el otro en Madrid, y a través de correo electrónico. Perdiendo la oportunidad de escuchar a un gran conversador, como dicen los cubanos, pero ganando el tiempo suficiente de reflexión para que fluyan sus armas.
Millones de cubanos, mientras, viven más pegados al suelo. La falta de comida, electricidad y otros bienes básicos han sacado en los últimos días a miles de personas a las calles en las protestas más multitudinarias desde 2021. No son tiempos de grandes ideales, porque la realidad tampoco los permite.
PREGUNTA.- Las últimas noticias que leemos sobre Cuba de este lado del océano dicen que se suceden las protestas callejeras, que el Gobierno ha pedido ayuda a la ONU para resolver la escasez de leche para los niños, que hay cortes de luz en diferentes ciudades, una inflación del 30% y que el exministro de Economía está siendo investigado por corrupción. Corren tiempos difíciles por su país.
RESPUESTA.- Es la situación que estamos viviendo tras la recesión de la pandemia, agravada ahora por dos guerras. No se puede olvidar que sobre Cuba pesan, además, sanciones imperiales muy injustas, condenadas durante décadas –al menos verbalmente– en Naciones Unidas. Aunque el gobierno de Estados Unidos dice que el bloqueo no existe porque nos venden pollo congelado, lo cierto es que la presión económica ha sido fiel a lo predicho por aquel subsecretario hace 60 años: la inducción del descontento a través de la asfixia económica.
P.- ¿Resultaría hoy más difícil ser un trovador del régimen revolucionario, despojado de la heroica del levantamiento, la victoria y el carisma de sus líderes?
R.- Supongo que no tan difícil como ser periodista del capitalismo, después de ser tan evidente que a ese régimen le interesa más la industria armamentista y la filosofía del despojo que el bien común.
P.- Quiero decir si se puede ser un ferviente seguidor de un presidente burócrata como puede ser Díaz-Canel al igual que antes se idolatraba a un carismático líder de masas como Fidel.
R.- Coincidir en principios como la soberanía y la justicia social no tiene que significar ser un idólatra. De hecho creo bastante obvio, y a mi trabajo me remito, que siempre he defendido lo que entiendo y siento mío, no consignas. Y conste que tampoco me he creído por encima del mundo. He coincidido, o no, sencilla y muy naturalmente.
P.- Su mérito siempre estuvo en mantenerse lejos del evidente panfleto. Aunque, perdóneme que le diga, mucho más dentro de la vanguardia de lo que cantaba.
R.- Empecé a formarme en medios de prensa, -que como usted sabe también lo son de propaganda-, leyendo mucha literatura, y cuando empecé a hacer canciones tenía claro lo que me interesaba.
P.- ¿Qué evocó en un joven de poco más de 20 años un viaje como aquel del Playa Girón?
R.- Aquel viaje, por una parte, fue inspirado por algo de mis lecturas de juventud, sobre todo las del ser humano a merced de las fuerzas de la naturaleza. Por otra, estaba esperando a que se creara el Grupo de Experimentación Sonora, que estaba en proceso de gestación en el ICAIC [Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos]. Pasaban los meses y decidí esperar haciendo algo interesante y útil: irme a una zona de pesca y allí saltar de barco en barco para cantarle a los trabajadores del mar.
P.- Entiendo que en una travesía así a uno le puede asaltar una crisis de fe. ¿Le ocurrió?
R.- Lo que me ocurrió fue un ejercicio de multiplicidad tremendo, porque lo mismo trabajaba congelando pescado que aprendía a bajar estrellas en el cuarto de derrota. Cuando me quedaba solo tenía mi guitarra, y muchas ganas de contar cosas.
P.- En ese caso habría dos opciones: dejarlo todo o salir de allí con el alma elevada, más convencido que antes.
R.- Los barcos son como países: van llenos de personas, cada cual con su alma. De eso sí que regresé convencido.
P.- ¿Cuándo fue la última vez que conversó con Pablo Milanés?
R.- Bueno, hace sólo un rato estuve con él.
R.- ¿Las discrepancias ideológicas llegaron a comprometer su relación personal? ¿Puede más la idea o la persona?
R.- Pablo y yo nunca tuvimos una confrontación ideológica. Por supuesto que a veces opinábamos distinto sobre algo. Por ejemplo, recuerdo que cuando compuse Oda a mi generación y él escuchó la parte que dice: “No es un hombre, es el malabarista de una generación”, me dijo: ‘Así que tú eres el malabarista de la generación’. Y yo, desde aquel mismo instante, empecé a cantar: “No es un hombre, es un malabarista de una generación”.
P.- ¿Le falta su presencia?
R.- Todo lo contrario: nunca me faltará.
Los barcos son como países: van llenos de personas, cada cual con su alma. De eso sí que regresé convencido
P.- Se le fue Pablo, se le fue Aute… Ojalá usted nos dure mucho tiempo, pero, ¿se irá un mundo cuando no esté su voz?
R.- Gracias por su deseo; yo le deseo lo mismo. Mientras hay vida uno encuentra razones… Aunque sea raro vivir cuando la mayoría de los compañeros de aventura ya no están. Porque también se nos fue Vicente [Feliú], que fue un hermano para mí, y Noel [Nicola], y Eduardo Ramos, y Sara [González], y Lázaro [García], y Martín [Rojas], y [Andrés] Escalona, y Chispa… [músicos que han tocado con él, la mayoría miembros de la Nueva Trova cubana] y muchos otros que no se olvidan. Cuando me toque juntarme con mis compañeros sólo ocurrirá lo de siempre, una vez más.
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P.- Sólo desde las protestas de 2021 en su país, se estima que medio millón de cubanos quisieron emigrar. Más todos los que se fueron antes o lo intentaron. Parece que a los jóvenes no les concierne tanto la Revolución.
R.- Yo comprendo a los jóvenes que se van. La vida es una sola y la situación en Cuba es bastante difícil. Nos ha tocado un relevo de generaciones bajo la presión de un cerco. Los más altos logros de Cuba, como las escuelas, siguen funcionando con muchas dificultades; nuestros hospitales también trabajan, aunque con menos personal, recursos y medicamentos.
Aunque parezca increíble, en estos momentos en Cuba hay un movimiento asombroso de música de conciertos. Promociones nuevas de egresados de las escuelas de arte forman orquestas, grupos de cámara, tocando y asombrando a cuantos pasan por aquí, ganando becas que otorgan instituciones y gentes solidarias. Piedras preciosas que relucen en nuestra pobreza, gracias a la política de enseñanza artística que inauguró la Revolución hace 60 años.
P.- Cuando he estado en su país, he comprobado que la música de moda es el reggaeton.
R.- Yo no suelo despreciar gusto alguno, aunque no coincida. Cada cual ama y justifica sus preferencias. Hace poco leí que alguien, auxiliado por la IA, había inventado un aparato para neutralizar ese tipo de música. A mí me dio por pensar en la posibilidad de que la Inteligencia Artificial inventara algo contra el egoísmo, a favor de la compasión y la solidaridad. Cada loco con su tema.
Yo comprendo a los jóvenes que se van. La vida es una sola y la situación en Cuba es bastante difícil
P.- ¿Qué piensa de la ola de derecha reaccionaria que triunfa actualmente en América? Es una corriente mundial, pero tenemos los fenómenos de masas de Bukele, Milei, puede que Trump en unos meses…
R.- ¿En América? ¿Y qué me dice de Europa? Pienso lo que le decía al principio, cuando me preguntó sobre Cuba. El horror por la pandemia llevó al mundo a enclaustrarse durante más de un año; eso provocó un retroceso económico en todas partes, situación que las dos guerras actuales están agravando. Por supuesto, los países pobres lo sufren más. La derecha, hábilmente, culpa a los gobiernos progresistas de la debacle económica. Por eso levanta cabeza un neofascismo. Pero es obvio que hay una guerra mundial por la dominación económica.
Los viejos imperios sienten su decadencia y se están batiendo con todo lo que tienen: la industria armamentística y la propaganda a todo trapo. Cero espacio para China y para Rusia; el mercado y la mente del mundo seguirán siendo nuestros o no serán de nadie. Es decir, la primitiva lucha por la supremacía: la ley del más fuerte.
P.- Cada vez hay más voces que dicen que la izquierda se volvió puritana, que su principal apuesta pasa por prohibir, restringir, regular, corregir. Esta nueva derecha, que en realidad parece bastante vieja, ha tomado la bandera de la libertad.
R.- Si, como usted dice, la bandera de la derecha hoy es la libertad, parece ser una libertad condicional; porque la esencia de su práctica es la impunidad del fuerte contra el débil.
P.- En sus tiempos era al revés, la izquierda era sinónimo de liberación. ¿Tiene alguna idea de qué ocurre?
R.- Bueno, en aquellos tiempos era muy buena onda aspirar a ser “el hombre de casa”. Hoy dices eso y lo menos que te dicen es misógino. Lo que ocurre es que los tiempos cambian; ocurre que hay sistemas que se idealizan y después llevarlos a la práctica es responsabilidad de cada uno de nosotros, en nuestras condiciones y con nuestras virtudes y defectos. ¿Algunos socialismos se aferran a sus defectos por tener que sobrevivir en un mundo dominado por relaciones lucrativas, en vez de solidarias? En tiempos de Lenin hubo lo que él llamó “la dictadura del proletariado”. ¿Cómo se entiende eso en la era de internet?
P.- Quizás tenga algún verso que nos libre de esta contradicción.
R.- Que la describa, quizás; pero, ¿que nos libre?
La derecha, hábilmente, culpa a los gobiernos progresistas de la debacle económica. Por eso levanta cabeza un neofacismo. Pero es obvio que hay una guerra mundial por la dominación económica.
P.- En España también existe una corriente actual que defiende que el imperialismo no fue tan malo. Y que fueron otras potencias europeas las que se encargaron de denigrar la imagen exterior de nuestro país y sus acciones en América.
R.- Curioso que se vea al imperialismo en pasado. ¿Será que cada cual ve según vive, o según sueña?
P.- ¿Tiene tiempo (o ganas) de seguir la actualidad de España? Podemos, el partido de Pablo Iglesias, se fue prácticamente al carajo.
R.- Leo, casi todos los días, alguna prensa española, y veo que la lucha política es intensa. Pero, igual que no me gusta hablar de mi casa fuera de ella, tampoco suelo opinar sobre la casa ajena. Aclaro que siempre admiré la lucidez radical de Pablo Iglesias y de Monedero. He leído en vuestra prensa que para que la extrema derecha no se hiciera con más poder, sectores de la izquierda se “centralizaron”. Desde afuera, esto parece haber permitido la victoria de una izquierda moderada. No sé cómo se verá desde dentro. Aprecio que se esté defendiendo al pueblo palestino, que necesita más que nunca la solidaridad del mundo.
P.- El fervor ideológico ha llevado a que criticar la guerra en Gaza parezca un argumento únicamente de izquierdas. Una parte de la derecha -y no sólo de la derecha, sólo hay que mirar a Estados Unidos- se ha posicionado de forma férrea con Israel.
R.- En Israel hay personas que no apoyan lo que sus coterráneos hacen a Palestina. El gobierno de Estados Unidos no está con esos “otros” israelíes, sino con los que buscan quedarse con todo el territorio, obviamente para que les sirva como punta de lanza en la región.
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P.- ¿Ocurre lo mismo con la invasión rusa en Ucrania? Entiendo que no está de acuerdo con el discurso imperante en occidente, pero, ¿no se puede ser crítico con Rusia desde ciertas posiciones de izquierdas? El gobierno de Putin parece bastante lejos de los valores del comunismo.
R.- Dicho así: “la invasión rusa en Ucrania”, confieso que a mí tampoco me agrada. Aunque no ignoro que en Ucrania hubo un golpe de estado conservador y que ese gobierno alimentó un sentimiento antirruso. Tanto así que le hizo la guerra a la región del Donbás y a parte del sur del país, zonas donde se habla ruso y no estaban de acuerdo con la política oficial. En medio de fuertes acciones militares contra esas regiones, en la frontera con Rusia, empezó el conflicto.
Parece obvio que la entrada de Ucrania en la OTAN se viene fraguando desde antes y, según analistas, esto es fruto de un programa del gobierno de Estados Unidos contra Rusia. Si esto fuera verdad, tampoco me gustaría. Yo no entiendo por qué Europa Occidental no se acercó a Rusia. Es obvio que, después de la caída de la URSS, es lo que deseaban los rusos: ser cada vez más parte de Europa.
P.- ¿Cómo es su estado de ánimo a los 77 años? ¿Mantiene las esperanzas de juventud o ve el mundo de un modo más pesimista?
R.- Cuando eres pequeño, los mayores te educan por tu bien: te enseñan a hablar, a caminar, a no meter un dedito en la corriente, a no subirte a donde puedas caerte y darte un golpe. Después, en la escuela, otros mayores te enseñan a leer, a escribir, a sacar cuentas, a prestar la goma de borrar. Cuando somos chicos, los mayores nos inspiran confianza. Cuando creces y es el mundo quien te enseña, choca descubrir que los considerados grandes no suelen ser tan generosos. Gastan en armas lo que no gastan en salud; incluso extinguen la salud de este planeta, que no es sólo de ellos sino de todos.
No entiendo por qué Europa Occidental no se acercó a Rusia. Es obvio que, después de la caída de la URSS, es lo que deseaban los rusos: ser cada vez más parte de Europa
Si ocurre que tienes algo de valor que ellos desean, te invaden y te lo quitan; inventan que eres demasiado malo por algo y lo repiten todo el tiempo para poner a todos en tu contra. Paralelamente, bajo la mesa, alimentan la codicia, el chantaje: “estás conmigo o contra mí”. Son como falsos mayores. Lamentablemente, en el mundo hay muchos falsos mayores. Eso es feo.
Sin duda hay razones para sentirse optimista: el amor existe. El abuso de los falsos mayores sigue indignando y ese sentimiento, cuando es por el bien común, siempre valdrá la pena, más si se acompaña de la acción. Por último, creerse joven a los 77 pudiera ser un tanto pretencioso. Prefiero, como dijo Clint Eastwood, no dejar entrar al viejo que cada mañana lo intenta.
P.- ¿Seguiría quemando el cielo, si es preciso, por vivir?
R.- Aquella imagen pretendía una defensa de los desvalidos. Mientras la injusticia impere es posible que esa hoguera en el cielo siga tentando.