El novelista irlandés Samuel Beckett escribió en El Innombrable una frase que puede definir el último trabajo en conjunto de Lorenzo Silva y Noemí Trujillo: "Deplorable manía, cuando ocurre algo, querer saber qué es". En torno a esa curiosidad, a esa forma de ver y de vivir la vida, Silva y Trujillo, casados desde hace 15 años, vuelven a unirse en las letras por sexta vez. En esta ocasión presentan la tercera parte de la serie de la inspectora Manuela Mauri: La Innombrable (Editorial Destino, 2024).
En sus páginas puede encontrarse una lectura sencilla pero también combativa. Los juegos literarios profundizan sus páginas, en las que todo tiene un porqué y casi nada se presta a casualidad. El título, los personajes y, especialmente, la temática y el suceso: la obra comienza con la muerte por sobredosis de una menor de edad, Susana, que ejerce la prostitución, a lo que accedió de manera engañosa y nunca pudo salir.
Después, todo parece literatura. Aunque no sólo lo es. Lorenzo Silva y Noemí Trujillo reciben a EL ESPAÑOL | Porfolio en la cercanía del hogar familiar. Ahondan en la idea del libro. Debaten sobre los motivos de una cosa o de otra. No están de acuerdo en muchas. En ocasiones ríen. En otras, se muestran más tensos. Pero en todo momento completan los silencios con las palabras de quien guarda mucho que contar.
Pregunta.- ¿Por qué somos tan tolerantes con la prostitución?
Noemí Trujillo.- La sociedad española debe preguntarsélo. Hace cinco años, cuando publicamos Si esto es una mujer (2019) yo ya dije que era abolicionista. Aunque por entonces no se generó ningún tipo de debate con el negocio de la prostitución como sí hay ahora. Creo en la abolición porque me parece que es la postura de todas que ofrece más garantías a las mujeres para que puedan salir del sistema de la prostitución. Pero de verdad que tenemos que hablarlo porque es una pregunta que tiene un trasfondo muy extenso.
Lorenzo Silva.- Para empezar, está claro que es una actividad que, como decía Walter Benjamin hace 100 años, segrega vergüenza. Vergüenza para el que la practica, para quien contrata y para una sociedad que acoge en su seno esta transacción sobre la carne de una mujer. Nadie pensará que un cliente es un filántropo. La prostitución es criminógena. Son muchos los casos de mujeres que han muerto a manos de sus proxenetas, o de sus depredadores sexuales, que se acercan a ellas porque son muujeres más accesibles.
Me molesta especialmente que los partidos de izquierda no peleen por abolir la prostitución.
P.- Parece claro que ambos sienten inquietud por esta cuestión. Pero ¿por qué comenzar a escribir sobre ella?
Lorenzo.- A ver, hay una mezcla de razones. Y, probablemente, las suyas y las mías son análogas pero no idénticas. Compartimos una visión respecto a esta cuestión, yo hace años a lo mejor no tenía tan claro si una abolición pura y dura no podía generar otros problemas. Pero viendo países que tienen experiencia con la prostitución abolida, como Suecia o Francia, el resultado ha sido que en términos absolutos ha bajado mucho el consumo de prostitución. El río se ha hecho muy pequeño, entonces se puede esconder menos cosas. Ahí estamos alineados.
Pero yo soy novelista, no soy propagandista, no soy sociólogo, no soy activista. Necesito que lo que yo cuento esté puesto al servicio de la narración. Y nosotros cuando empezamos a hablar decidimos hacer el personaje de una investigora criminal a partir de de un personaje que me había inventado yo para un cuento hace unos años. Y hemos acudido a tres historias basadas en hechos reales.
Noemí.- Yo os lo he dicho antes. Soy abolicionista. Estoy muy comprometida con este tema, pero eso no quiere decir que no me guste también la literatura. Hay muchos juegos literarios en toda la serie de Manuela Mauri, muchas referencias a libros y muchos guiños que la mayoría de lectores podrá encontrar. Entonces el motivo puede estar en intentar combinar estos tres aspectos que son mi compromiso social, mi deseo de ambición literaria y mi aliento poético. Fijándome en ese gran referente para mí que es Cortázar.
Julio Cortázar, inicialmente conocido por su estilo surrealista y experimental en obras como Bestiario (1951) y Final del juego (1956), comenzó a adoptar un tono más político y activista a partir de los años 60. Influenciado por movimientos revolucionarios en América Latina, apoyó abiertamente la Revolución Cubana y otros movimientos de resistencia. Sus obras La vuelta al día en ochenta mundos (1967) y Último round (1969) reflejan esta evolución, mientras que Libro de Manuel (1973) aborda directamente la lucha contra las dictaduras y la opresión en la región.
P.- Susana dice en el libro: "Hoy por hoy las leyes de mi país miran para otro lado cuando se trata de comercializar con el cuerpo femenino". Hace tan sólo unos días, el Congreso de los Diputados rechazó la reforma del Código Penal para castigar el proxenetismo en todas sus formas. Lorenzo, ¿tú crees que los políticos que votaron en contra deberían leer este libro?
Lorenzo.- No creo en la lectura obligatoria fuera del sistema educativo, y muchísimo menos de mis libros. Pero sí creo que sería bueno que se acercaran a una historia como ésta, que aunque es de ficción, está hecha con mimbres sacados de historiales reales. Deberían adentrarse en el esfuerzo que planteó Noemí —la base la hizo ella, y luego ya le dimos forma entre los dos— sobre el primer capítulo, que está enfocado desde la mente de una menor prostituida que se siente profundamente sola, perdida, en el fondo del laberinto. Deberían mirar el problema desde esa perspectiva. Cuando un problema vidrioso tú solo lo afrontas con argumentos que te son cómodos, te estás haciendo trampa. Hay gente que piensa con mucha facilidad que hay mujeres que quieren prostituirse. Es decir, ven a una niña de 16 años sola en su cuarto con un folio blanco pensando todo lo que puede hacer en su vida y dice: "Ay, qué bien, lo he encontrado: me voy a prostituir"
P.- Noemí, después de tratar con tanto ímpetu esta cuestión, ¿cómo te sentiste cuando viste que se rechazaba el proyecto de ley contra el proxenetismo en el Congreso?
Noemí.- Muy mal. Estoy muy enfadada. Lorenzo me tuvo que decir que me calmara. Es que no sé, para mí es muy triste porque no consigo entenderlo y una cosa que me molesta especialmente es que los partidos de izquierda no peleen por abolir la prostitución. Debería ser una reivindicación de la izquierda, que se pongan de lado no me gusta. Tampoco me gusta nada ver a mujeres de clase media diciendo que les parece bien que haya mujeres que se prostituyan, cuando sabemos que el 80% de esas mujeres prostituidas son personas sin recursos económicos. De una feminización de la pobreza llegamos a una feminización de la prostitución.
P.- En relación a eso, la literatura tiene, o debería tener, el poder de influir en la opinión pública. ¿Qué impacto esperan que tenga La Innombrable?
Lorenzo.- Una novela debe removerte de alguna forma. Y sacarte en alguna medida del lugar donde iniciaste la lectura. Tampoco concibo una novela como una herramienta que sirve para convecer a otro de lo que piensa la persona que ha escrito la novela, y además es una inspiración que tampoco me interesa. Pero sí que me parece que una novela puede ser una herramienta para que alguien revise sus prejuicios y por los menos les meta un meneo. Que las llevara a la dirección que sea, a lo mejor no tiene que ser a la que le gustaría el autor, pero por lo menos eso.
Noemí.- Yo voy a hacer otra interpretación. La historia, sé que es dura, pero se la está contando la inspectora Manuela Mauri a su hijo, que ya tiene 18 años. Y lo hace por dos motivos. El primero es porque a Mauri e hijo, en el segundo libro, en La forja de una rebelde, la pandemia y el confinamiento les rompió un poco ese vínculo familiar. Y Manuela está intentando recuperarlo, le dice a su hijo: "Sé que no soy la madre que soñaste tener, no soy la madre perfecta, no soy una madre convencional, tengo un trabajo que me obliga a estar fuera de casa mucho tiempo, pero te voy a contar qué tipo de persona soy yo y con qué personas trabajo".
Y la segunda parte del mensaje, al contarle esta historia, es porque le da a entender que fracasaría como madre si, y lo pongo entre comillas, el hijo fuera en un futuro un "cliente" del sexo de pago. El hijo, que todavía es joven, pero lo entiende, no le dice "madre mía". Le dice: "El futuro no puede ser otro que la abolición". Bien, pues en las presentaciones me estoy encontrando a muchas madres que me piden que les firme el libro a sus hijas porque les quieren decir que si les hacen alguna propuesta en redes sociales tengan muy claro que tienen que decir que no. Me parece muy importante por todas esas mentiras y esos mitos que rodean la prostitución. De alguna forma lo que pretendía este libro es hacer un señalamiento sobre la captación.
P.- Justamente mencionas un momento muy especial para Manuela Mauri, un personaje complejo y profundamente humano. ¿A quién de los dos se parece más en término de personalidad y experiencia?
Noemí.- Yo tengo una radiografía muy bien hecha de Manuela (ríe).
Lorenzo.- Yo no sé si la comparto, pero bueno (ríe, también).
Noemí.- Tiene cosas de los dos. Por ejemplo, es muy responsable en su trabajo. Los editores saben que si nosotros decimos que el día 1 de este mes tendrán el manuscrito, así será. Luego pues tiene algunas cosas del carácter de Lorenzo. Por ejemplo, moral alta: él es una persona que siempre la tiene. No se queja nunca. También asume su responsabilidad con lo que tenga que hacer, por difícil que sea. Le gusta hacer ejercicio, eso también es de Lorenzo, no estoy orgullosa de eso, pero no es lo mío. Experta conductora... todo eso es de Lorenzo. ¿Qué tiene mío? Yo tengo dos hijas y ella tiene dos hijos, además tenemos la misma edad. O, por ejemplo, no tiene un despacho propio, tiene uno compartido. Yo el mío lo comparto con mi hija pequeña.
Lorenzo.- A mí me gusta tener siempre con cualquier personaje una conexión. O dos, o tres, pero fuertes. Para que haya algo en lo que yo pueda empezar a construir desde dentro. Pero en realidad lo que me interesa es que los personajes sean muy distintos a mí, eso es lo que me interesa. Ella es una mujer, más joven que yo, funcionaria pública, que ejerce autoridad. Yo soy un autónomo que no tengo autoridad ni la quiero. Es verdad que a mí me gusta conducir porque me da mucha autonomía. Pero ella, por ejemplo es más caótica que yo.
P.- Me llama mucho la atención la capacidad de poder escribir a cuatro manos. ¿Cómo es el proceso creativo compartido de Lorenzo Silva y Noemí Trujillo?
Noemí.- Hace cinco años que publicamos el primer libro [de la serie] y es la pregunta que más nos han hecho desde entonces. Es una pregunta que me gusta pero siempre tengo la sensación de que la respondo mal. En los once años que hemos escrito juntos, seis novelas, siempre ha sido diferente, no puedo decir que haya un patrón que estemos repitiendo. Es muy importante tener mucha confianza y conocerse bien.
Lorenzo.- ¿Cómo hay que trabajar con otra persona? Mi respuesta es corta: con mucho cuidado. No sólo porque estás tratando con material sensible como es una obra literaria sino porque estás también trabajando con otra persona cuyas ideas tienen un valor y de alguna forma tienes que equilibrar dos egos. Al proceso natural se le suma que hay que negociar todo: qué va a haber, qué no. Hay una fase en el medio que aparece que es que mientras uno va escribiendo acumula el material y se lo va pasando a la otra persona y hay un pequeño peloteo de ver qué hace uno y qué hace el otro. Son negociaciones que se prolongan y que dejamos abiertas hasta prácticamente el final.
P.- ¿Alguna vez han tenido un desacuedo muy significativo?
Lorenzo.- Hemos tenido alguno muy interesante.
Noemí.- En La Innombrable nos pasó una cosa muy curiosa. Y es que en el primer libro hay un pequeño cameo de Bevilacqua [personaje de una saga diferente de Lorenzo Silva], que aparece por primera vez desde los ojos de otra persona, que es Manuela Mauri. Eso se lo propuse yo y, aunque él tuvo sus reparos, al final le pareció bien. Pues en éste yo pensé que sería genial un cameo de Virginia Chamorro y me costó convencerle porque me decía que no lo veía, que no sabía si tenía sentido y que de hacerlo había que hacerlo muy bien. Y le dije que claro que lo haríamos bien (ríe).
Lorenzo.- Yo tenía que estar convencido de dos cosas: la primera que eso no era gratuito y que debía aportar algo al desarrollo de la historia que estábamos escribiendo. Y la segunda, que no iba en menoscabo de unos personajes con los que llevo 30 años ya prácticamente y no quiero, digamos, manosear o utilizar de manera frívola. Y al final pues sí que nos encajaron en éstas historias en concreto.
P.- Noemí, un día escribiste: "Mi biografía está escrita en mis poemas / cuando dije nunca quise decir siempre / cuando escribí vértigo era calma". Si en tus poemas encontramos tu biografía, ¿qué encontramos en tus narrativas?
Noemí.- Soy poeta por encima de cualquier otra cosa. No soy una gran novelista en el sentido de que no podría publicar una novela cada año. Soy una persona que escribe despacio, que necesita bastante tiempo, y escribir novela me cuesta especialmente. En los poemas puede haber algo más de autorretrato y de espejo. En las novelas todo es absolutamente ficción, aunque, igualmente, siempre puede haber algún rasgo por ahí... en el carácter de Manuela, por ejemplo, como te he podido mencionar antes.
P.- Y en tus palabras, Lorenzo, ¿qué encontramos?
Lorenzo.- Yo he practicado muy poco la literatura autobiográfica. Sólo lo he hecho en dos ámbitos donde el aspecto autobiográfico es secundario. Por ejemplo, libros de viajes. El viaje lo hace un viajero. Pero lo importante es el paisaje, lo que ves y lo que sucede, no importa que seas tú. Yo no soy interesante, pero he escrito sobre cosas interesantes, he escrito sobre personas interesantes y he conocido cosas interesantes a través de esas personas.