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En pocos meses, el escritor, catedrático y director del Instituto Cervantes Luis García Montero (Granada, 1958) ha perdido a su padre, al amor de su vida -Almudena Grandes- y a su nieta Ximena. Cuenta en esta entrevista que la niña -hija de su hija Elisa, que hace no tanto generó revuelo en los medios por su militancia falangista- murió a los 15 días de nacer por problemas médicos. Todo sucedió deprisa: el dolor es fulgurante hasta que se hace sostenido, espeso, inexplicable. Lo decía Joan Didion en El año del pensamiento mágico: "Un día te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba". O César Vallejo: "Hay golpes en la vida tan fuertes… ¡yo no sé!".
Es difícil escuchar a Luis -tan exhausto, tan gentil, tan lúcido dentro del desgarro, tan pendiendo en la esperanza- sin tragar saliva varias veces, sin que flaquee el rímmel, sin maldecir el orden cruento de este mundo tarado y hermoso, todo a la vez. Sin encomendarse uno a los dioses o a los valores humanos -en los que él cree, porque no reza-, o quizá, mejor, a la resistencia poética. Luis hablando bajito y templado, con su amplio traje pálido, con sus certezas literarias, con su roja, rojísima, insobornable conciencia política.
Publica Prometeo (Alfaguara), un libro donde revisita la rebeldía del mito clásico, el que se jugó la ira de sus compadres los dioses por enseñarnos el fuego a los humanitos, con lo poco que merecemos la pena a veces. Sirva Prometeo para hablar de todo y de todos: del pacto social, de la política, de los afectos, de los cuidados, de las trampas del posmodernismo, de la manipulación de la palabra "libertad", de la soledad del hombre y de la mujer en un panorama espídico, radicalizado y deshumanizante donde ya se mercadea con todo -hasta con la maternidad, con los cuerpos y el sexo- y donde se confunden deseos con derechos.
Pero García Montero quiere sofocar el narcisismo, quiere dejar de frivolizar la cultura y de despreciar la memoria. García Montero contra la ley del más fuerte, García Montero en la búsqueda incansable de los sabios y los justos. García Montero contra el niñaterío intelectualoide que sólo mama capitalismo, que usa palabras como "deconstrucción" y desprecia lo que era sólido: "Las futuras camadas del dinero juegan con Foucault y Derrida a ser antisistema", dispara en un poema. García Montero renovando, al cabo, la promesa de un mundo habitable, con inusitada fe. Como escribió José Alcaraz: "Quieren ponernos una venda en los ojos / y no saben que es la cinta que cortaremos / en la inauguración de una nueva mirada".
Pregunta.- ¿Quién es Prometeo y quiénes son los dioses? ¿Por qué a menudo los humanos -o los ciudadanos- se creen dioses? ¿Qué hay de este desclasamiento? Pienso en las elecciones andaluzas…
Respuesta.- De ahí la pregunta que podría hacerse Prometeo: ¿se equivocó dándole el fuego a los seres humanos, soportando el castigo de los dioses para que después ellos hicieran barbaridades…? En este libro he desdoblado su personaje: hay un Prometeo anciano y un Prometeo joven, de distintas generaciones y con distintas perspectivas de la Historia, que discuten, precisamente, sobre si es posible mantener vivo el fuego de la esperanza.
Vivimos en un mundo donde las democracias están en crisis y son conscientes de sus dificultades.En Europa, por ejemplo, hay un crecimiento notable de los discursos de extrema derecha. Hemos visto lo que pasó en EEUU con Donald Trump y hasta qué punto existen métodos de manipulación en las sociedades modernas, cómo se extienden los bulos y cómo se pueden determinar unas elecciones tras intervenir en el pensamiento político de la gente. Estas son preocupaciones que yo tengo, como la manipulación de la palabra "libertad": ya no es un derecho que invita a la convivencia, sino a la ley del más fuerte. Es una libertad separada de la palabra igualdad y de la palabra fraternidad.
P.- Así que la palabra "libertad" hoy es sospechosa, con lo que ella fue...
R.- Lo es. Fíjate que surgió como un marco de convivencia entre las democracias, respetando la conciencia de la ciudadanía como seres libres. Pero ahora tiene otro significado y se refiere a la cultura neoliberal contemporánea.
P.- Dices en el libro que lo que hizo el estalinismo con palabras como "camarada" o "comunismo" lo está haciendo ahora el neoliberalismo con "libertad".
R.- Sí. Es que las palabras son manipuladas y en nombre de la igualdad social se puede caer en la represión más bárbara, como hizo el estalinismo. Del mismo modo, en nombre de la libertad se puede caer -y se cae- en una dinámica de avaricia, en una obsesión por el enriquecimiento de las élites poderosas que supone el empobrecimiento de la mayoría, habitando unas brechas sociales cada vez más grandes y con pérdida de condiciones laborales. Nos alejamos de cualquier tipo de redistribución económica que cree una vida más justa.
P.- La palabra la ha vuelto a poner de moda Ayuso. La escuchamos más desde que ha llegado a nuestras vidas.
R.- Es su dinámica, sí, pero también es la dinámica del neoliberalismo, en general. Las políticas neoliberales que hay en la Comunidad de Madrid tienen que ver con eso, y con la destrucción de la sanidad y la educación pública, con la falta de inversión en derechos sociales. La libertad no es "que cada cual se busque la sanidad por su cuenta", sino "¿cómo creamos un espacio común para que haya asegurada una salud pública y nos dé derechos a todos". La libertad no es "el que quiera educarse, que lo haga como le dé la gana", si no…
P.- ¿La igualdad de oportunidades? Ahora este concepto también resulta polémico. La igualdad de oportunidades es literalmente imposible, de entrada, en cuanto a que no todo el mundo tiene el mismo talento o la misma inteligencia nativa.
R.- Tiene que haber igualdad de oportunidades, pero también una toma en serio de lo que eso significa, porque el neoliberalismo potencia mucho la idea del "mérito" y te dice que triunfa quien se lo merece y fracasa quien se lo merece. Pero si analizas la historia de las grandes fortunas y sus grandes triunfadores, ves que los que tienen "más mérito", en realidad son un grupo reducido y familiar de una élite que vive al margen de la convivencia en igualdad de oportunidades.
"Soy un rojo, pero haría una gran tropelía si confundiese mi ideología con el Instituto Cervantes"
P.- ¿Cómo te llevas con esta política madrileña, con este neoliberalismo tan cercano? Ya no eres solamente un poeta, ahora estás totalmente atravesado por los actos, las decisiones, los eventos, al ser la cabeza visible del Cervantes… ¿te incomoda? ¿Conoces personalmente a Ayuso y a Almeida? ¿Os saludáis?
R.- (Ríe). Te cuento. Yo, en mis relaciones institucionales, sopeso cosas que tienen que ver con mi propia vida. La primera es que tengo 63 años. La segunda es que no tengo que hacer carrera política, porque soy poeta y catedrático de universidad y no entro en esas luchas internas de la política madrileña. Y lo tercero es que en mi pensamiento y en mi cultura hay un rechazo claro a las malas lecturas de lo que se ha llamado "posmodernidad". Es decir, una cultura que tiene que ver con la manipulación de la libertad, que ha degradado la fe en valores que nos unen y que está deteriorando el peso de los espacios públicos y las instituciones.
Quien cree en la libertad auténtica, tiene que ser muy partidario de las instituciones. Porque son las instituciones las que siguen más allá de nosotros marcando los ámbitos de convivencia de una sociedad. Dentro de un tiempo habrá otro director del Instituto Cervantes, y luego otro, como antes hubo otro, y lo que queda es la institución. Te cuento esto porque en el trabajo diario lo que es importante es respetar a la institución.
Yo milito en la izquierda desde que entré en la Universidad en los años 70 y empecé a hacer política contra el franquismo, contra la dictadura y en favor de la democracia. Me he marcado políticamente, soy un militante, podemos resumirlo diciendo en que soy un rojo.
P.- ¡Otra palabra que molesta, Luis!
R.- A partir de ahí, haría una gran tropelía si confundiese mi manera de pensar con la institución. Ella tiene que estar al servicio de toda la sociedad, no al servicio de mi credo y mi ideología, y en ese sentido, por ejemplo, aquí se le hacen homenajes a poetas como José Agustín Goytisolo o como Jaime Gil de Biedma, que fueron significante escritores que se opusieron al franquismo, y también se le puede hacer un homenaje con mucha admiración a poetas como Luis Rosales o como García Nieto, que fueron cercanos al franquismo. El respeto a la institución significa también respeto a los méritos personales.
P.- No todo el mundo lo hace. De hecho, ya vemos que no lo están haciendo Almeida y Villacís cuando no acuden al acto de homenaje a Almudena Grandes.
R.- Sí. A mí me parece absurdo que se ofenda la memoria de Miguel Hernández por sus ideas políticas, sería un verdadero horror que no se reconociese la altísima calidad de un poeta como Luis Rosales porque fue cercano al régimen. Ese es el trabajo institucional decente y esa es mi visión, y efectivamente lamento que a veces ese respeto a la institución se pierda y se confundan las ideologías de cada cual con los méritos personales. La institución es de todos y de todas, no del círculo que ideológicamente te acompaña.
P.- Como nos planteas en el libro un diálogo entre el Prometeo anciano y el joven, quería preguntarte: ¿cómo ha sido ese diálogo entre el García Montero mayor y el joven, es decir, el que lidera una institución… y el que antes quería derrocarla -como tantos jóvenes antifranquistas y también hijos del 15-M, que dudaban de todo lo establecido-?
R.- Mira, lo que tú me planteas me recuerda mucho al discurso de aceptación del Premio Nobel Albert Camus. Decía: "Yo formé parte de una generación que quería transformar radicalmente el mundo, y ahora me comprometo para que ese mundo no se deshaga". Pues es así. Cuando veo la situación de la democracia en Europa y veo cómo avanzan los discursos de la extrema derecha en Francia o España -no ya en Hungría o Polonia-, me doy cuenta de que conviene tener en cuenta ciertos valores sólidos. Y ahí el debate de la posmodernidad es muy importante.
La conciencia crítica es fundamental, es una aliada de la libertad: tenemos que discutir ideas y valores que se han vendido a sí mismos como intocables o esenciales por naturaleza o divinidad. Uno hace una crítica porque descubre que esos valores esenciales, a veces, más que esenciales, son legitimación de corrientes que tienen que ver con el machismo, con ideas religiosas radicales o con el colonialismo, o que tienen mucho que ver con la dominación económica. Eso está muy bien, vale.
"El paso peligroso que se ha dado es éste: como hay valores que legitiman la injusticia, hay que acabar con todos los valores"
El paso peligroso que se ha dado es éste: como hay valores que legitiman la injusticia, hay que acabar con todos los valores. No. Esto es un terrible error. Se acaba diciendo que hay que acabar con las instituciones. Ferrajoli, el jurista italiano, hablaba de democracia constitucional y democracia plebiscitaria: la primera es la sociedad que acuerda unos valores que no son divinos, pero que les parecen deseables como espacio de convivencia. La segunda es el vértigo de los tiempos, es decir, "lo cambiamos todo, lo cambiamos todo, lo cambiamos todo".
Lo he pensado mucho cuando se da un crimen de estos que los medios convierten en un espectáculo, y cogen y hablan con la madre del asesino y con la madre de la víctima y tal, y al final se crea una corriente de opinión donde sale la gente a la calle pidiendo que se restaure la pena de muerte para ejecutar al asesino. Entonces hay dos posibilidades: o hacemos un referéndum para ver si restauramos la pena de muerte, o decimos "la pena de muerte está fuera de nuestros derechos universales y de nuestros valores democráticos, nos atendremos al acuerdo constitucional".
P.- Muy viva esa imagen: con el caso de La Manada vimos al progresismo y al feminismo gritando en las calles en defensa de la prisión permanente revisable, que es como gustan ahora de llamar a la cadena perpetua, ya sabes, eufemismos. Inaudito. Pedían lo que siempre habían rechazado. Debates que parecían superados…
R.- Sí. La "prisión permanente revisable" no es más que una expresión que maquilla la "cadena perpetua", estoy de acuerdo. Trampas del lenguaje. ¿Qué ocurre? Que caemos en una dinámica en la que se renuncia a un Código Penal democrático pensando en la reinserción y no en la venganza. La Orestíada ya nos enseñó que una cosa es la justicia y otra es la venganza. Hay impulsos irracionales que nos quieren hacer retroceder. La democracia quiere hacer justicia sin perder, en lo posible, la idea de la reinserción social.
P.- Cierto, pero también es relevante algo que apuntas en el libro: todo contrato social es temporal. ¿Qué merece la pena que sea modificado en la Constitución? Y también: ¿en qué hemos sido engañados por ella?
R.- Claro… de hecho, yo pienso que el pensamiento democrático es el que ve la Constitución no como un libro sagrado, sino como un objeto al servicio de una sociedad y que puede y debe ir cambiando. Hay que estar atentos a los debates sociales, que a veces surgen con razón, porque señalan que hay valores constitucionales que no son llevados a la práctica. Por ejemplo, si a una chica de tu generación le dices que todos los españoles tenemos derecho a una vivienda digna… se puede reír.
"La Constitución no es un texto sagrado, debe estar abierta al cambio"
P.- Nos reímos, de hecho. Y resulta la repanocha que estando la izquierda en el poder no se regule la burbuja del alquiler. ¿Cuándo?
R.- Sí. Pero en ese sentido creo que este Gobierno está haciendo bastantes cosas que no se le reconocen: es de los que ha firmado más decretos y transformado leyes que tienen que ver con la legislación laboral, con el derecho a la vivienda, con las pensiones, con la igualdad entre hombres y mujeres… son importantes y pasan un poco desapercibidas por el ruido que hay. Hay una prensa muy agresiva contra el Gobierno, por eso está siendo prudente a la hora de tomar decisiones que pueden convertirse en una catástrofe pública a través de los medios. Nos preocupan las sociedades donde se persigue a la prensa -tenemos el caso de Rusia pero hay tantos otros sitios…-, pero a la vez en nuestro país vemos cómo los medios de comunicación a menudo obedecen a intereses económicos y a beneficios particulares.
P.- Amiguismos… farándulas privadas.
R.- Es un problema grave.
P.- En el libro muestras un poema llamado Presidente, que está dedicado a Donald Trump. Pero si ese presidente fuera Pedro Sánchez, ¿cómo sería el poema? Dime algo positivo y algo crítico.
R.- Sí. Lo escribí cuando Trump fue acusado por el New York Times de emitir 30 mentiras al día…
P.- Él dijo que hablaba de "realidades alternativas".
R.- Eso es. Me preocupa el concepto de "deconstrucción", tan hijo de la posmodernidad. Como si nada fuese estable, como si todo el mundo tuviese derecho a interpretar las cosas como quiera. Con respecto a lo que preguntas de Pedro Sánchez, bueno, yo creo que él ha significado varias cosas importantes para la vida política, y eso que no pertenezco al PSOE. Pero el proceso de elección de Sánchez como responsable secretario general del Partido Socialista fue uno de los acontecimientos democráticos más grandes que ha habido en España, porque fueron las bases las que se comprometieron, tras haber sido él destituido…
P.- Y despreciado y marginado.
R.- Efectivamente. Fue el gran punto de mira del desprecio de ese sector del PSOE al que le gusta pactar con la derecha y que tiene ideas muy neoliberales. Él ha sido el candidato de las bases y ha liderado un cambio de rumbo. Su gestión, como todas, está llena de errores y de aciertos, pero el Gobierno de coalición ha hecho una serie de cosas muy notables. El diálogo de Yolanda Díaz con Pedro Sánchez es importante: han conseguido sacar adelante una reforma laboral que no es perfecta, pero que avanza en la solución de problemas difíciles. O en las pensiones. O en el tema de la perspectiva ibérica para el control de los precios de la energía.
Yo me siento identificado con este Gobierno de coalición. Cuando usan de forma despreciativa la palabra "sanchismo" o intentan ridiculizarle, lo que están diciendo es "estoy en contra de que se les suba los impuestos a los ricos". "Estoy en contra de que se limiten las ganancias de las empresas energéticas". "Estoy en contra de la dignidad laboral". Etc.
P.- En el libro hablas del error de confundir deseos con derechos. Esto me lleva a tres problemáticas de mucha actualidad donde sucede eso mismo...: prostitución, gestación subrogada y Ley Trans.
R.- Yo en esto tengo cosas que son muy claras y hay otras en las que dudo, porque no quiero molestar a la gente con la que me siento cercano. ¿Cosas que tengo claras? Varias. Que justificar la prostitución es volver a utilizar la idea de libertad como la libertad del más fuerte. No hay ninguna mujer que se dedique a la prostitución por capricho o por gusto: lo hacen porque necesitan sobrevivir y esa es la manera que encuentran. Mercantilizar los cuerpos y las relaciones sexuales me parece lo peor del capitalismo.
P.- Y cómo le duele a la gente la idea de la abolición de la pornografía, en la misma línea…
R.- Forma parte de lo mismo, de ese impudor de sacar lo privado a lo público de la manera más rentable posible. Lo vemos también con el vientre subrogado. Algunos amigos míos lo defienden, sobre todo del ámbito homosexual, pero yo creo que es otra manera de mercadear el cuerpo y la maternidad. Si yo deseo ser padre pero estoy casado con otro señor, tengo que ser consciente de que es eso, un deseo, no un derecho, y de que mis deseos no pueden poner en juego la dignidad de otras personas. Esto es lo que es: alquilar a una mujer para que tenga un hijo para ti a través de un dinero y para que así tú puedas sentirte padre. Es una explotación muy clara.
"Es un error convertir la transexualidad en el discurso político dominante, son una minoría y están haciendo daño al feminismo"
En cuanto a la Ley Trans. Veamos: yo creo que una persona, sea cual sea su condición, merece respeto y amparo social. Si alguien nace hombre y quiere ser mujer porque se siente mujer, y cuando es mayor de edad lo mantiene y lo hace, pues yo le respeto su derecho y le miro con simpatía. Eso sí, me parece que tiene sentido que a esa persona se le dé amparo médico para su bienestar, como yo cuando he tenido hiperplasia y tenía retenciones de orina, pues he tenido atención médica para superarla. Bien.
Pero claro, el problema es convertir la hiperplasia o la transexualidad en un discurso político dominante. Los trans son el 0,000001%, y una cosa es respetar ese discurso y otra es convertir ese discurso en el dominante, en categoría. No se dan cuenta, por una parte, del daño que están haciendo para el feminismo e incluso para el respeto a la diversidad, porque ese tipo de discursos que nacen de una minoría que se quiere imponer a un debate social es después lo que utiliza la extrema derecha para ridiculizar el feminismo y ridiculizar la diversidad.
P.- Ah, la obsesión por el yo grandilocuente en la era de las identidades. En este sentido, me interesa la idea del héroe. Un país queda definido por sus héroes. Te quería preguntar qué dice de nosotros que los héroes transversales de España sean hoy Rafa Nadal o Amancio Ortega pero nunca Almodóvar o Almudena Grandes.
R.- Vamos a ver, yo soy consciente de que España es un país que apuesta poco por su cultura, y quizá sea porque hemos tenido la suerte de tener una lengua que hablan de manera natural 500 millones de personas. Eso nos ha dado una repercusión que nos ha hecho meditar poco sobre la importancia de la cultura. Si comparas los presupuestos de Ayuntamientos, comunidades autónomas o ministerios de España en lo que respecta a la cultura con los de Francia, Alemania, Reino Unido o Italia, ves que las diferencias son abismales.
Eso surge del desprecio por la cultura que tuvo el franquismo, porque la República había apostado por ella totalmente. Las misiones pedagógicas, la importancia del maestro, los intelectuales y artistas… el franquismo vio esa cultura como un peligro y la rebajó durante cuarenta años. Poco a poco se va solucionado el problema, pero va despacio.
"No hay nada más triste que una camiseta que ponga ‘Todos somos Messi’ mientras está siendo juzgado por defraudar a Hacienda"
P.- A la cultura española se la acusa de ser de izquierdas. En realidad es difícil pensar en una cultura que no sea vanguardista o progresista, en general, pero a su vez esto genera mucho desprecio. Mucha inquina hacia el cine español, por ejemplo, y sus reivindicaciones… está marcado.
R.- Sí. La cultura es un ámbito de formación, de conciencia, de transformación de la sociedad, es el poder decir lo que piensa Cervantes pero también haber pensado lo que dice. Esa cultura es una aliada innegable de la libertad y a la gente que quiere manipular… le interesa la cultura pero sólo para eso. Luego está el tema de las corrientes sociales y la veneración a los deportistas. Es la cultura del éxito, fruto de la sociedad en la que vivimos. Un deportista siempre tiene más repercusión que un cineasta o un escritor. Bueno. Yo admiro mucho a Rafa Nadal porque me gusta mucho el tenis, y admiraba mucho a Maradona, y no creo que sea incompatible con admirar también a poetas y literatos y directores de cine, aunque aquí lo parezca…
P.- Lo sospechoso es que sea raro admirarles a la vez. Sólo al alcance de unos pocos… poco dogmáticos.
R.- Sí. A mí me molesta la vehemencia exagerada, el hooliganismo. Que un seguidor del Real Madrid le pida un autógrafo a Cristiano Ronaldo mientras está siendo juzgado por evadir impuestos. No hay nada más triste que una camiseta que ponga ‘Todos somos Messi’ cuando a Messi la justicia lo está juzgando por haber defraudado a Hacienda.
P.- A ver si es que vamos a ser todos un poquito corruptos…
R.- (Ríe). Pues a ver. Hay héroes modernos que parecen estar más allá de los derechos cívicos. Esos deportistas, por ejemplo, que representan a España y se ponen la mano en el corazón cuando suena el himno español y se sube la bandera y después se llevan sus cuentas a paraísos fiscales para no pagar impuestos aquí ni contribuir a la educación y la sanidad públicas Me parece muy triste.
P.- En el libro hablas de Fernando de Rojas cuando decía que "no hay rincón en las ciudades y en las almas a salvo del conocimiento y la vigilancia de la divinidad", y de que la constitución de un ‘yo secreto’ y moderno vislumbra un mundo nuevo, sin dioses. Ese pánico elocuente, de repente, a estar solo, verdaderamente solo ante el universo. ¿Has hablado con algún dios desde que se fue Almudena? ¿Dónde se encuentra el consuelo si uno es ateo? ¿Le da a uno por rezar, inéditamente?
R.- Yo no soy una persona nada religiosa, no me he refugiado en el rezo tras su pérdida… El mundo que rellenan las verdades religiosas, para mí lo rellenan los valores humanos; cosa que, por cierto, muchas veces coinciden con el sentido religioso. Tengo buenos amigos creyentes. Me encanta coincidir, por ejemplo, con cristianos que se preocupan por los pobres. Y me gusta ver la labor que hace Cáritas o el trabajo que hacen las parroquias. Te diré que muchas de las cosas más simpáticas que he oído últimamente son los discursos públicos del Papa.
Pero hay distintas maneras de intentar entender el cristianismo, igual que hubo maneras distintas de entender el socialismo, que pudo desembocar en la barbarie de Stalin o en el sacrificio de la gente que quería darle a todo el mundo una existencia digna. Yo respeto la fe de cada uno porque creo que esa fe se puede vivir de una manera o de otra, pero al no ser religioso, tengo que negociar la pérdida y la muerte de Almudena con valores humanos. Me ayuda la poesía. Hay dos ideas que me repito constantemente: una, cuando la pérdida es dolorosa, es porque se ha perdido algo importante. Y si he perdido algo importante es porque he tenido la suerte de vivir un amor de 30 años, y hay mucha gente que se muere sin saber qué es el amor.
"No soy religioso, pero me gustan los cristianos que se preocupan por los pobres y me cae muy simpático el Papa"
P.- Eso lo escribió la propia Almudena en Malena es un nombre de tango. Lo decía la abuela de la protagonista al hablar de su sentimiento de viudedad: que si cayó desde tan alto, señalaba, es porque había subido mucho, mucho…
R.- Sí, lo recuerdo. Eso me consuela. He perdido algo importante porque he sido feliz durante muchos años en mi vida. Y la segunda cosa que he utilizado mucho es el cariño de la gente. A toda la familia nos ha consolado el cariño que ha despertado Almudena entre los lectores en la Comunidad de Madrid, la cantidad de clubs de lectura, de asociaciones de vecinos, de pueblos que le han puesto su nombre a una calle o a una biblioteca… estamos agradecidos por todos los reconocimientos, porque eso parece que le vuelve a dar sentido a las cosas. Y después de una pérdida, las cosas se quedan sin sentido.
P.- Hay un capítulo del libro al que bautizas como Manual de instrucciones para seguir viviendo. Pregunta doble: en el libro dices que el amor es una "identidad compartida". ¿Qué sabes hoy del amor que no sabías con 18 años? Y la segunda: ¿cuál es tu manual de instrucciones para seguir con la vida después del amor?
R.- Pues mira… yo sé muchas cosas ahora que no sabía a los 18 y que tienen que ver con la forma de ser. No sé si me han hecho mejor o peor. Si alguien sigue pensando o sintiendo lo mismo que a los 18 años, es que ha vivido cuarenta y tantos años sin aprender nada. El amor por Almudena para mí ha tenido que ver con el deseo y con la sexualidad, también con compartir valores, ver la vida del mismo modo, y el reconocimiento de algo muy importante: lo que nos une no es la prepotencia, sino la debilidad.
P.- Hermoso.
R.- Lo que da sentido a la sociedad es la necesidad de los seres débiles de ser cuidados y de corresponder cuidando. En ese sentido, el ámbito del amor es el ámbito de los cuidados, y qué bien harían las sociedades si ese cuidado del amor saliera de manera digna de lo privado y se extendiera en la convivencia social. Que nuestra libertad no sea la libertad de los prepotentes. ¿Y qué argumentos para vivir tengo…?
P.- Puede ser lo que quieras, más allá de los grandes conceptos. Qué sé yo. Un libro. El sol. Un amigo.
R.- Por ejemplo, yo tengo tres hijos. Tengo la necesidad de seguir involucrado y acompañando a mis hijos y pensando en el futuro porque es el futuro en el que van a vivir mis hijos. Eso para mí pasa del pequeño detalle del "¿en qué te puedo ayudar?" al concepto teórico del "¿qué mundo puedo pensar para que sea digna su vida?".
"Resisto por mis hijos, por su futuro, por su dignidad, por la poesía, por la capacidad de admiración"
P.- El libro está dedicado a tu nieta Ximena.
R.- Sí, pero fíjate… es una dedicatoria más significativa de lo que parece, porque mi nieta murió. Esa niña murió a los 15 días de nacer por un problema médico.
P.- Luis, por favor, lo lamento de corazón. No lo sabía, perdóname.
R.- Tranquila, tranquila. Mi hija tuvo un problema. La niña nació y los médicos intentaron sacarla adelante pero murió a los 15 días… es el sentido de decir "hace falta la resistencia". Ha muerto el amor de mi vida y ha muerto mi nieta, pero vive mi hija y por ella resisto. A ella tengo que ayudarla. A partir de ahí, me ayuda el trabajo, la literatura, el poder leer, la capacidad de admiración.
Leo mucho a poetas y novelistas jóvenes porque quiero que esa mirada hacia la juventud me sirva de puente hacia el futuro, hacia el mundo que me queda por delante. Ahora colaboro más en prensa porque es mi manera de implicarme en la vida y de sentirme al día. Son recursos que te permiten celebrar que cada mañana amanezca el sol y que suene el despertador, a pesar de todo.