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El sistema sanitario también necesita un comité de emergencia

El crecimiento del sistema sanitario privado no será suficiente por sí solo para paliar los efectos del deterioro de la sanidad pública.

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Todo lo que está pasando estos días en relación con las amenazas que se vierten sobre nuestro sistema sanitario privado merecen un alto en el camino, para reflexionar sobre dónde estamos de verdad y mirar hacia la realidad a la que nos deberíamos dirigir.

Vaya por delante mi pesar por la tragedia de lo ocurrido en Valencia. Lo que pido no es oportunismo, pero creo que la situación por la que pasa nuestro sistema salud también es un drama silencioso que se extiende por todo nuestro territorio ante la pasividad de todos y el aguante de los ciudadanos, con unas consecuencias muchas veces trágicas para las familias. Y deberíamos de ser capaces de evitarlas.

Que nuestro modelo sanitario está constituido por un sistema sanitario público y un sistema sanitario privado que están interrelacionados (porque lo que se consume en uno no se consume en el otro) es una obviedad hasta para el más sectario. Nadie va voluntariamente al médico salvo para las cuestiones relacionadas con la medicina satisfactiva. 

Manifestantes de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSFI), durante la concentración frente al Ministerio de Hacienda para pedir la mejora de condiciones laborales al conjunto de los empleados públicos y en defensa de Muface.

Manifestantes de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSFI), durante la concentración frente al Ministerio de Hacienda para pedir la mejora de condiciones laborales al conjunto de los empleados públicos y en defensa de Muface. Carlos Luján / Europa Press

Si consideramos el sistema sanitario como la base para el tratamiento de la enfermedad aguda, resulta que los recursos sanitarios públicos son mayoritarios frente a los privados en una proporción 60-40%.

Ahora bien, si se consideran los dispositivos sanitarios dedicados al tratamiento global de la salud de la población, e incluimos la atención sociosanitaria, la atención mental o la odontológica, resulta que para poder dar una atención integral a las personas, desde que nacen hasta que mueren, estos dispositivos necesarios son titularidad privada en una proporción entre el 70 y el 90%.

Pero volvamos a la atención sanitaria aguda.

En lo que se reconoce habitualmente como sistema sanitario, sabemos que nuestro Sistema Nacional de Salud, garante en teoría de la asistencia sanitaria de la población, esta al límite, por unos motivos u otros, en cuanto a su capacidad de resolución.

Sabemos además que por mucha inversión que se aumente año a año por parte de los presupuestos de las Comunidades autónomas, en realidad es incapaz de aumentar su capacidad productiva.

Sabemos también que por mucho que se nos quiera transmitir la robustez y solvencia del mismo desde las autoridades políticas, la realidad es que la atención a los ciudadanos deja mucho que desear. Por los problemas de acceso y las listas de espera, los retrasos en la incorporación de la innovación farmacéutica, la actualización tecnológica o la equidad entre unos lugares y otros.

"Para reformar el sistema sólo hace falta voluntad y dejar a un lado intereses de cualquier índole que no sean pensar en lo mejor para los ciudadanos"

Y eso a pesar de que tenemos uno de los sectores sanitarios privados complementarios al sistema público más amplios y potentes del mundo. Uno que contribuye, a través de la socialización del seguro sanitario (con más de 12 millones de usuarios, el 26% de la población) a la descarga de costes y del uso de sus recursos.

La realidad es que si queremos solucionar los problemas que azotan a nuestro sistema sanitario, es necesario e imprescindible abordar e implementar una serie de reformas sobre el sistema público que no acaban de llegar, por mucho que pasan los meses y empeoren los indicadores.

Mientras, el sector sanitario privado sigue haciendo inversiones en infraestructuras sanitarias, incrementando con ello su capacidad operativa, fundamentalmente en las grandes capitales. Pero si no se introducen esas reformas en el sistema sanitario público, nos podemos olvidar de que el privado sea capaz y suficiente por sí solo.

Capaz y suficiente, primero, para dar la asistencia que necesitan hoy los ciudadanos. Y segundo y lo más importante, para dar al sistema el giro que necesita para empezar a revertir la inversión hacia una cada vez más necesaria predicción y prevención de los procesos y el diagnóstico precoz de las enfermedades, para tratarlas desde el principio o ralentizar su evolución. 

El sistema sanitario no va a ser capaz de dar solución a los problemas de los ciudadanos sólo llegando al tratamiento. O sea, llegando tarde.

El cambio real pasa por volcarse en el diagnóstico precoz, la predicción y la prevención. Y eso exige, entre cosas, reducir drásticamente los meses necesarios actualmente para llegar a los diagnósticos, y acelerar la incorporación de la innovación científica y tecnológica de una forma mucho más rápida.

Y no es fácil porque implica mucho cambio de golpe y vencer muchas resistencias, pero es posible. Sólo hace falta voluntad y arrojo para hacerlo, dejando a un lado intereses políticos, ideológicos, profesionales o de otra índole que no sea pensar en lo mejor para los ciudadanos.

Y todos sabemos lo que es lo mejor. Todos coincidimos. La diferencia está en la forma de hacerlo. Y hasta ahora la realidad es que, por unos motivos u otros y aunque tengan voluntad de cambio, nadie hace nada. Y por tanto estamos cada vez peor.

Hay que incrementar la productividad del sistema sanitario público midiendo y controlando el trabajo de los profesionales. Premiando al que trabaje más y sancionando al que lo haga menos, como se hace en cualquier empresa pública o privada. 

Hay que modificar las competencias profesionales y generar equipos multidisciplinares de verdad para que los especialistas se puedan centrar en lo realmente importante y no en la atención de consultas sucesivas.

"Gran parte de la sociedad está tomando conciencia de la precaria situación en la que se encuentra nuestro sistema nacional de salud"

Hay que abrir la puerta de entrada al sistema sanitario utilizando otros dispositivos asistenciales como las farmacias.

Hay que incorporar de manera ordenada y homogénea la innovación tecnológica, aprovechando nuestra buena base en digitalización para acelerar la incorporación de aplicaciones de IA que ayuden a que nuestros profesionales sean mucho más productivos.

Y, por supuesto, hay que fomentar la integración digital de los recursos públicos y privados. Y hacer un mapa de los recursos de ambos para aprovecharlos todos en favor de la población, para evitar duplicidades e ineficiencias y permitir a los usuarios que quieren contratar seguros con prestaciones limitadas moverse en el sistema público y el privado con normalidad y tranquilidad. Hay que recordar que es un copago voluntario que nos ahorra dinero público a todos.

Y mientras no introduzcamos estos cambios y nos quedemos en las palabras y en los golpes de pecho, el sistema sanitario público irá a menos y el sistema sanitario privado a más. Pero nunca será suficiente.

Ahora está en claro riesgo la renovación del modelo de financiación de la mutualidad de funcionarios del Estado, el modelo Muface, que mandaría de golpe a más de un millón de personas al sistema sanitario público. Y se cierne la amenaza de gravar con impuestos los seguros sanitarios como resultado de los acuerdos entre los socios de gobierno para la reforma fiscal.

Parece que una gran parte de la sociedad toma consciencia de la precaria situación en la que se encuentra nuestro sistema nacional de salud, y el difícil equilibrio que mantiene el sistema público y privado para tratar entre los dos de llegar a todos. Y claramente no estamos para experimentos. Con la comida y con la salud no se juega.

Parece que estas amenazas han supuesto una bofetada de realidad a gran parte de la sociedad. Y se han dado cuentas que cualquier pequeño desajuste en ese equilibrio puede decantar la balanza hacia el colapso del sistema sanitario público. Y no les falta razón.

Por eso, ahora es más urgente que nunca reconducir la atención y crear un grupo de trabajo de emergencia que se ponga desde ya a centrarse en esas reformas que necesita nuestro sistema público, para poder levantar el vuelo y con él sacarnos de este agujero cada vez más negro en el que nos encontramos todos.

*** Juan Abarca Cidón es presidente de la Fundación IDIS.