Irene enamorada, Pello el melifluo y una reina con carisma
Pello Otxandiano, Irene Urdangarin, Edwin Arrieta y Máxima Zorreguieta; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Pello Otxandiano
Hasta hace nada, yo creía que Pello Otxandiano era el nombre de un ciclista. Será que me sonaba a Perurena, a Gorka Itzaguirre, a Miguel Indurain y a tantos protagonistas de los cromos que llevan la denominación de origen en los rasgos de la cara.
El candidato de Bildu a las elecciones vascas de este domingo (el recuento está al caer) no es un ciclista. Más bien parece un opositor a juez, incluso un funcionario de manguitos a quien el bisturí hubiera convertido en osito de peluche por exceso de coquetería.
El tal Pello, ese que tartamudea cuando le preguntan si Eta es una organización terrorista, tiene más enjundia que el operado Alfonso Diez, el ex de la duquesa de Alba. Otxandiano luce un gesto bondadoso que a ratos disimula con unas gafas de concha que le proporcionan un aire de intelectual. Sin embargo, aquí donde le ven, con su toque, mitad de seminarista, mitad de aspirante a corredor de fondo, es de los que dicen que la lucha de ETA sigue viva.
Como candidato de Bildu a lehendakari, ha revolucionado el tramo final de la campaña electoral que terminó el viernes por la noche. Nadie podrá decir que Pello lleva grabados en la cara los símbolos de la desaparecida banda terrorista. Ni por asomo. Sin embargo, como dirigente de Sortu, es uno de los continuadores de aquella causa, aunque por otros medios, claro.
El paso del tiempo ha cambiado también la estética de sus seguidores. No solo cambian las apariencias. También se tunea la memoria. No la mía, que recuerda muy bien una de las primeras acciones de ETA. Tuvo lugar en Pamplona en el año 1966, al paso de la Vuelta Ciclista a España. Yo estaba allí, haciendo el tonto, porque esperar horas y horas a que pasaran los corredores como un visto y no visto era una absurda pérdida de tiempo.
Entonces solo fueron clavos y chinchetas esparcidos en la carretera. Lo peor estaba por llegar.
Irene Urdangarin
La operación contagio estaba en marcha sin que lo supieran los contrayentes. Hablo de la reciente boda del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, con Teresa Urquijo, hija de Beatriz Moreno de Borbón Dos Sicilias, un apellido susceptible de estirarlo como un chicle añadiéndole el Borbón Parma y unos cuantos sonoros apellidos más. Pero entre los apellidos y las pompas aparecen sobrenombres que alteran la buena marcha del negocio matrimonial.
Aquí se trata de Juan Urquijo, hermano pequeño de Teresa (la ya esposa del alcalde) y la joven Irene Urdandarín, que se han convertido en la pareja de moda por obra y gracia de la indiscreta prensa del color. De Irene no sabemos demasiadas cosas porque ha estado desaparecida en Camboya donde ha vivido volcada en la solidaridad. Así que, de momento, nos quedamos con que hablamos de una sobrina del rey Felipe VI, como hija que es de la infanta Cristina, ya divorciada de Iñaki Urdangarin.
[Irene Urdangarin, enamorada de Juan Urquijo, cuñado de José Luis Martínez-Almeida]
Irene no se dejó ver en la boda de Teresa Urquijo, pero las revistas del colorín dieron el cante y ahora todo el mundo habla de lo mismo. En la fiesta del casorio el pequeño de los Urquijo tuvo un notable éxito de crítica y público. Juan, que no podía disimular su sonrisa ante las felicitaciones de los invitados, conoció a Irene en su más tierna infancia pero luego la pareja se perdió la pista y hasta primeros de este año no hubo reencuentro. Esta vez fueron presentados por Victoria Federica, que tiene mucho don de gentes y siempre sabe dónde pone el ojo.
Vistos desde una distancia media, Juan e Irene parecen estudiantes correctos y apoyan las causas medioambientales, la naturaleza y los animales Seguro que, en el caso de Irene lo ha heredado de su abuela, doña Sofía.
Edwin Arrieta
La familia de Edwin Arrieta, el cirujano que fue víctima de otro cirujano menos académico pero más minucioso, ha cobrado protagonismo en el sangriento culebrón de Tailandia: los dos presuntos amantes que llevaron su odio hasta la muerte violenta de uno de ellos.
La hermana del muerto, Darling Arrieta, se entrevistó el viernes pasado en Madrid con el embajador de Colombia en España, Eduardo Ávila. Además de agradecerle las gestiones que está haciendo en favor de la familia, contó en la tele con todo el dolor de su corazón las penurias causadas por la ausencia de Edwin.
Desde su desaparición, la falta de recursos se ha cebado en el hogar familiar. Aferrada al dolor y a la nostalgia, la hermana trata en vano de vivir al día con los recuerdos que le quedan y sin la ayuda económica que prestaba el hermano. Así se entiende que sus abogados se hayan descolgado con la exigencia de 760.000 euros por eso que los leguleyos llaman "lucro cesante".
El juicio sigue adelante en Samui, una isla al sur de Tailandia, donde se han producido los últimos acontecimientos. La forense había dictaminado, a la vista de las heridas en el cráneo de Edwin Arrieta, que estas eran compatibles con un forcejeo o pelea previa, lo cual puede puntuar a favor del acusado, Daniel Sancho, al menos para descartar el supuesto de premeditación.
Máxima Zorreguieta
He disfrutado con las imágenes que nos han llegado de Ámsterdam y la complicidad de las reinas consortes. Empataron en elegancia y consolidaron su vieja sintonía de primeras damas sin pedigrí aristocrático, aunque no hayan coincidido tanto en el tiempo. Lo hicieron esta semana con motivo del viaje de Estado de nuestros reyes a los Países Bajos.
En vez de enredar con las vidas paralelas de Máxima y Letizia (sus respectivos biógrafos se han perdido en la polvareda) porque el pasado no vuelve, los cronistas de la prensa rosa se han divertido con los respectivos looks. Por cierto, que en la cena de gala del miércoles en el Palacio Real de Ámsterdam, la anfitriona volvió a ponerse el mismo vestido que cuanto conoció a doña Letizia por primera vez, hace diez años, también en viaje oficial. Qué mona, como ahora se dice.
Yo también me rindo ante el carisma de esta argentina encantadora, Máxima Zorreguieta, que se ha ganado el cariño de los holandeses porque, entre otras cosas, compensa con su derroche de simpatía la cara de sieso que pasea su marido, el rey Guillermo, al que conoció en Sevilla. A la sombra de la Giralda surgió el amor en 1999 que, con boda por medio en 2002, dura ya un cuarto de siglo.
Eso no es todo. Además del carisma que desprende su figura, Máxima viene de remontar un pasado difícil, con padre vinculado a la dictadura argentina (1976-1983). Ese detalle biográfico le inhabilitó para asistir a la boda de su hija. O sea, que el gobierno holandés no se lo permitió. Bien hecho. Hoy los desvelos de la reina Máxima se centran en dejarse llevar por los nutricionistas empeñados en frenar su tendencia a crecer a lo ancho (vive dios que lo están consiguiendo) y, por supuesto, en cuidar la progresión de su hija, la princesa Catalina, primera en la línea de sucesión al trono holandés.