A la octava (ola) puede venir la vencida
Más allá de las vacunas, no hemos reaccionado cambiando el modelo de gestión para "digerir" la llegada de una enfermedad pandémica crónica que, al contrario de lo que se creyó, no se va a gripalizar.
Tras los incrementos sostenidos durante los meses de abril y de mayo (lo que constituiría la séptima oleada, o como queramos llamarlo), escribo estas líneas. Después de tres semanas del comienzo de un nuevo pico cuyo epicentro está en la Comunidad de Madrid. Y que ya en los datos de este pasado viernes hemos visto cómo ha empezado a producir un incremento generalizado de la incidencia a 14 días, en mayores de 60 años, que ha pasado de 612 contagiados/100.000 habitantes a 755 contagiados/100.000 habitantes.
La diferencia con la séptima ola, me temo, va a estar en la ocupación hospitalaria. Si bien en los meses de abril y mayo había una ocupación media del 5% de las camas totales por Covid, ésta nueva andanada del virus, como consecuencia de que la inmunidad cada vez se va mermando más, se ha estrenado con un 20% más de ingresados en su primera semana.
Seguro que esperar a las nuevas versiones de las vacunas (bivariantes o binarias se llaman, porque tienen características de más de una cepa, lo que les da más efectividad) tenía su lógica. Pero yo, a riesgo de equivocarme, era más partidario de haber puesto nuevo refuerzo en primavera a nuestros mayores, aunque supusiera poner la venda antes que la herida, para tratar de evitar lo que ahora está pasando: que hay más ingresos que antes.
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No obstante, afortunadamente, la cepa Ómicron es más benigna que otras anteriores, y disponemos de toda la batería terapéutica, y algo de inmunidad debe seguir quedando. Aunque es cierto que los pacientes mayores están ingresando en los hospitales, lo hacen en mejores condiciones que en olas previas, y por ahora mantenemos un ritmo constante de fallecimientos notificado de "sólo" entre 50 y 60 al día. Y entrecomillado solo, con la intención de ironizar sobre lo que ya es una cifra que no nos afecta lo más mínimo. Cuando hay que recordar que es una enfermedad infecto contagiosa que hace dos años no existía, y que está acabando con decenas de personas diarias que hace nada no hubieran fallecido. Vamos, a mí se me ponen los pelos como escarpias.
Lo más preocupante de todo es el resultado que de forma generalizada está dejando en la gestión y los resultados de nuestro sistema sanitario. La realidad es que, más allá de vacunas y tratamientos, no hemos reaccionado de ninguna forma en el modelo de gestión de la demanda sanitaria con la finalidad de tratar de "digerir" la llegada de una enfermedad con altísima incidencia (lo de que quedaría entre nosotros de forma endémica se ha mostrado una simple ilusión), tanto en la atención primaria como en la hospitalización.
"El sistema sanitario está perdiendo eficacia a marchas forzadas, la gente se está muriendo de más sin que se sepa por qué, sin que nadie dé una explicación"
Esa inacción, en un sistema que ya estaba tensionado previamente a la pandemia, sólo puede conducir a un incremento en las listas de espera, una falta de acceso a la atención primaria, a la existencia de problemas de personal que está quemado y/o dedicado a las tareas de atención, control y seguimiento del Covid. Y lo peor y más grave: a un incremento de la mortalidad esperable cada mes, que supera con mucho los muertos notificados por la Covid. Así, mientras en mayo se notificaron casi 2.000 fallecimientos con/por Covid, el incremento de mortalidad con respecto a lo esperado superó los 3.000. Y este mes de junio, con menos fallecimientos notificados por Covid, vamos a superar los 3.000 de largo.
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Es decir, el sistema sanitario está perdiendo eficacia a marchas forzadas, la gente (siento la crudeza, pero es la realidad) se está muriendo de más sin que se sepa por qué, sin que nadie dé una explicación. Y aquí no sólo no se reacciona para tratar de ampliar los recursos del sistema o los profesionales, ante la falta de los mismos, sino que nos entretenemos en promover una Ley de la cual, lo que más destacan nuestras autoridades políticas es que se va a evitar la privatización de la Sanidad pública.
Para más inri, a la vuelta del verano parece que nos viene encima una crisis económica que veremos en qué posición van a quedar los presupuestos para nuestros recursos sanitarios en el corto y medio plazo. Y seguimos sin implementar ninguna medida que trate de compensar esta situación y sus problemas más urgentes.
A saber, unos ejemplos:
Nos faltan recursos sanitarios tanto para el Covid como para la gestión de la actividad sanitaria normal. No es un tema de echar al ascua a mi sardina porque al sector privado, por el descalabro de la pública nos va a ir bien en cualquier caso, pero es el peor momento de todos en poner en cuestión la colaboración público-privada. Habría que aprovechar mañana, tarde, noches y fines de semana, todos los recursos sanitarios disponibles para tratar de enjuagar unas listas de espera que de seguir aumentando serán irreconducibles.
"Debemos hacer cambios urgentemente. Porque la Covid no sólo no se va a ir ni se va a gripalizar, sino que será una enfermedad pandémica crónica durante todo el año"
Nos falta personal médico. De acuerdo en que lo ideal no sería tener que recurrir a homologaciones de profesionales médicos especialistas por la vía de urgencia, pero siempre será mejor eso que no tener profesionales, que es lo que está pasando. Asignemos un tutor por cada médico homologado que vele por la pericia del homologado ante la duda de si tiene o no el nivel suficiente, pero no nos quedemos de brazos cruzados, porque no hay médicos.
Nos hacen falta enfermeras. Además de activar la vía de las homologaciones como con los médicos, está claro que la situación, su nivel de competencias y sus habilidades hacen que sea una auténtica pérdida de oportunidad el que estén dedicadas a poner vacunas o a hacer pruebas PCR.
Y, por acabar en algún momento (aunque habría muchas más cosas que pudieran hacerse de forma excepcional para tratar de compensar esta situación), a lo mejor podríamos pensar en habilitar nuevas formas de acceso al sistema que no fueran exclusivamente los centros de atención primaria o las urgencias. ¿Por qué no aprovechamos las posibilidades que suponen como puerta de entrada las 22.000 farmacias, y las conectamos con médicos a través de sistemas de videoconsultas?
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Insisto en que debemos hacer cambios urgentemente. Porque la Covid no sólo no se va a ir-ni siquiera va a quedarse en algo residual-, sino en una enfermedad pandémica crónica durante todo el año.
Y aunque no sirvan los muertos inesperados, creo que más allá de la crisis económica que se nos viene encima, de todos los problemas que vamos a tener que afrontar relacionados con los incrementos de los precios, lo que seguro que la gente no va a perdonar es que el sistema sanitario acabe colapsando. Y con él todo lo que implica el pilar fundamental del Estado de Bienestar.
Puedes pasar frío porque no tengas calefacción. Pero siempre esperas que, si agarras una neumonía por ello, os recursos sanitarios te van a salvar.
Yo me lo tomaría mucho más en serio
*** Juan Abarca Cidón es el presidente de la Fundación IDIS