Muchos creen que el dictador venezolano Nicolás Maduro se aferrará al poder indefinidamente tras robar las elecciones de julio y estar planeando juramentarse para un nuevo mandato el 10 de enero.

El dictador socialista venezolano Nicolás Maduro.

El dictador socialista venezolano Nicolás Maduro. Reuters

Sin embargo, después de una larga entrevista con la líder opositora María Corina Machado, me pregunto si Maduro está tan fuerte como muchos piensan.

Hablé con Machado pocos días atrás por Zoom, y empecé preguntándole dónde se encuentra, porque Maduro ha dicho varias veces que ella había huido del país.

Pero Machado me dijo que está "físicamente" en el corazón de Venezuela, organizando protestas dentro y fuera del país para lograr que el candidato opositor Edmundo González Urrutia (que según las actas de la votación publicadas por la oposición ganó las elecciones) pueda asumir la presidencia el 10 de enero.

Cuando le pregunté a Machado cómo espera impedir que Maduro se juramente ese día, Machado citó varias razones por las que ella cree que el dictador venezolano "está en una posición absolutamente débil, frágil, comprometida, y cada día que pasa lo estará más".

En primer lugar, Machado me recordó que antes de las elecciones del 28 de julio, el consenso entre los analistas políticos era, al igual que hoy, que Maduro ganaría fácilmente porque había diseñado las reglas electorales a su medida.

Maduro había proscrito a Machado y a los otros líderes opositores más conocidos, usó enormes recursos estatales para su campaña electoral y controló los medios para silenciar a la oposición.

Y, a pesar de todo eso, González Urrutia arrasó en las urnas con un 67% de los votos.

En segundo lugar, Maduro está cada vez más aislado internacionalmente. Hace pocas semanas, Brasil vetó el ingreso de Venezuela al bloque de los BRICS, el grupo de países emergentes encabezado por China, Rusia, India y Brasil.

Maduro deseaba ansiosamente ser admitido en ese bloque, pero el gobierno izquierdista de Brasil objetó la entrada de Venezuela, y lo dijo así públicamente.

Mientras tanto, Estados Unidos, Argentina, Italia y varios otros países han reconocido a González Urrutia en días recientes como "presidente electo" de Venezuela.

En otras palabras, lejos de hacerse los distraídos, cada vez más países están aumentando la presión para lograr una negociación que conduzca a la salida de Maduro. Y esa tendencia sólo va a aumentar a medida que nos acerquemos al 10 de enero.

En tercer lugar, y quizás lo más importante, hay una razón poderosa por la que ni Estados Unidos ni América Latina podrán desentenderse de los abusos de Maduro: la amenaza de un nuevo éxodo masivo de refugiados venezolanos si todo sigue igual.

Ya se han ido de Venezuela más de ocho millones de personas, o alrededor del 25% de la población, desde que Maduro subió al poder en 2013. Y, según me dijo Machado, "tres, cuatro, cinco, seis millones más" se irán si Maduro no acepta la victoria de González Urrutia.

El peligro de una nueva ola migratoria de Venezuela es una amenaza económica y humanitaria para muchos países de la región. En Estados Unidos, el presidente electo, Donald Trump, ha hecho su máxima prioridad detener lo que él llama una "invasión" de inmigrantes indocumentados (a pesar del hecho de que los cruces fronterizos ilegales han caído un 75% este año).

El presidente electo Donald Trump durante un acto de campaña en Pensilvania.

El presidente electo Donald Trump durante un acto de campaña en Pensilvania. Reuters

La obsesión de Trump con los indocumentados, muchos de ellos venezolanos, hará difícil que el próximo presidente de Estados Unidos ignore a Venezuela.

En resumen, no estoy convencido de que la oposición venezolana pueda evitar que Maduro se jurara ilegalmente para un nuevo período presidencial el 10 de enero.

Y tampoco estoy muy seguro de si González Urrutia y Machado están haciendo lo correcto al alimentar las esperanzas de que González Urrutia asumirá la presidencia en territorio venezolano ese día, arriesgando una decepción generalizada en las filas opositoras si eso no sucede.

Sin embargo, una cosa que deberíamos haber aprendido a lo largo de estos años es a nunca dar por vencido al movimiento por la democracia en Venezuela. Una y otra vez, cuando parecían derrotados, los opositores venezolanos probaron ser más, y más valientes, de lo que muchos creían.