¿Qué objetivos estratégicos persigue Israel? ¿Qué capacidad defensiva tiene Hezbolá? ¿Intervendrá Irán? ¿Qué sucedería el día después de una victoria israelí? A estas preguntas responderemos en las siguientes líneas.
Israel ha venido presionando a Hezbolá desde hace un año para que se establezca un colchón de seguridad de 7 a 12 kilómetros que limite los ataques con cohetes.
El penúltimo gran plan de reorganización militar israelí (el Plan Moméntum) centró sus esfuerzos durante años en desarrollar métodos para identificar y destruir rápidamente a los lanzacohetes de Hezbolá, ya que en la visión propugnada por el JEMAD israelí esa habilidad constituía la clave técnica y estratégica para derrotar a Hezbolá y a sus aliados del Eje de Resistencia.
Es más, por primera vez, en lugar de recurrir a términos como "guerrilla" o "insurgencia" o "Estado dentro del Estado", reconceptualizaron a Hezbolá como un "Ejército de Terror con Cohetes". Ejército por su organización jerárquica ortodoxa; de Terror porque su objetivo es aterrorizar a la población civil (y no destruir a la IDF) como fórmula para influir en el gobierno israelí y derrotarlo; y de cohetes porque esta herramienta barata y fácil de fabricar constituye la herramienta primordial del mismo.
Y es que un colchón fronterizo no permitiría proteger completamente a Israel, pero sí permitiría inutilizar los cohetes de menor alcance (al estilo de los Tipo 63, morteros, los IRAM caseros o los Katiuska). Y forzar a toda la artillería-cohete basada en el Grad soviético a acercarse mucho a la frontera para disparar, disminuyendo su eficacia y exponiéndoles.
La idea fundamental es que es esta clase de armas baratas la que obliga a gastar los mucho más caros misiles interceptores de Cúpula de Hierro, desecando así el arsenal antimisil israelí. De esta forma, con un colchón fronterizo, la economía de fuerzas antiproyectil israelí quedaría muy reforzada.
Ahora bien, el colchón fronterizo constituye, probablemente, el objetivo mínimo. Y sus áreas geográficas clave son las poblaciones de Bint Jbeil, el castillo de Beaufort y la desembocadura del Biyada.
Más allá del colchón, y en función de la resistencia que ofrezca Hezbolá, los israelíes intentarán avanzar hasta el río Litani, teniendo por objetivo principal el desmantelamiento y estudio de la infraestructura de Hezbolá en todo el sur de Líbano. Y la instauración en el sur de Líbano de una zona neutral amparada en un nuevo statu quo con un límite marcado por el Litani.
Cabe la posibilidad de que el avance israelí no se detenga en el sur de Líbano y se dirija a Beirut, en cuyo caso será necesario que sea relativamente sencillo, ya que en caso contrario seguir hasta la capital sería demasiado arriesgado.
Hezbolá lleva 20 años fortificando el sur de Líbano y preparando su defensa. Y las fuerzas encargadas de esta misión están menos desgastadas que sus contrapartes los artilleros de cohetes, los operadores de drones e incluso los batallones de misiles de largo alcance. Todos los cuales han padecido la furibunda campaña de bombardeos israelí.
En conjunto, Hezbolá disfruta de tres "divisiones", la Nasr y la Aziz (que llevarían el peso de la lucha) y la Badr, la más sofisticada y la responsable de las operaciones ofensivas más arriesgadas, gracias a que dispone de medios especializados en la forma de drones, cohetes y defensa aérea, y cuenta con la Brigada Al Jalil, la más potente de las fuerzas desplegadas en el sur de Líbano.
Para reforzar todo esto, Hezbolá también podría desplegar a la Brigada Radwán, que agregaría potencial ofensivo con la tropa más preparada y más experimentada, pudiendo introducir incluso fuerzas blindadas construidas a rebufo de la Guerra Civil Siria. Finalmente, la Brigada Golán sería utilizada para presionar a Israel en los Altos homónimos.
Finalmente, Hezbolá mantiene la Brigada Beirut como fuerza de último recurso para proteger el núcleo político del grupo en Líbano. Y también puede recurrir a las milicias de Amal, a las Saraya chiíes a los batallones de Hamás en Sidón y Tiro, o a la División Imán Huseín desplegada por el Eje de Resistencia.
La buena noticia para Israel es que el arsenal de misiles de largo y medio alcance de Hezbolá ha sido laminado por la aviación israelí. Así que una de las principales herramientas disuasorias de Hezbolá parece fuera de combate, no siendo siquiera capaz de inutilizar el puerto de Haifa, al otro lado de la frontera.
En definitiva, no cabe esperar una invasión sencilla y rápida del colchón fronterizo. Hezbolá, aun con las enormes bajas en su cúpula militar y en sus cuadros medios, mantiene una relevante capacidad táctica.
Hasta ahora Irán ha intervenido siempre desde la sombra, acelerando la transferencia de misiles, aumentando los programas de adiestramiento militar o financiando a sus movimientos en todo Oriente. La pérdida de credibilidad de Teherán, la sensación de acorralamiento y la necesidad de proteger a su alumno predilecto han llevado al atraque sobre Israel de este martes.
Parece claro que ahora Israel aspira a atacar el programa nuclear en su totalidad como objetivo primordial. Pero lo que sucederá el día después resulta menos claro, especialmente en lo que respecta a una intervención militar estadounidense, a un cierre del estrecho de Ormuz o a la capacidad real del escudo antimisiles israelí para soportar las inmensas andanadas de misiles y drones persas.
Si bien el gabinete de guerra israelí ha improvisado en numerosas ocasiones su estrategia (lo que no suele ser una receta recomendable), parece existir la idea de aprovechar las circunstancias para revertir el equilibrio regional y la seguridad de Israel en sus fronteras.
Ahora bien, ¿realmente puede Israel aniquilar a Hamás y Hezbolá o incluso a Irán? ¿O todo esto se quedará en cortar el césped, en segar la "mala hierba" que le ha crecido a Israel junto a la valla de su finca fronteriza?
Alterar el equilibrio regional sería un objetivo político de la máxima magnitud y muy positivo para Israel. Cortar el césped fronterizo, en cambio, supondrá regresar a la normalidad y ganar algunos años de paz antes de la siguiente guerra. en otras palabras, lo de siempre.
Por lo pronto, la capacidad de penetrar en Líbano determinará si Israel puede establecer un colchón de 12 kilómetros, establecer una zona neutral hasta el río Litani o efectuar un cambio de régimen atacando Beirut.
Sin embargo, no hay un plan claro. Netanyahu probablemente improvisará y morderá tanto como pueda digerir.
¿Y qué hay de la gestión de una ocupación del colchón fronterizo? ¿Sería posible que la UNIFIL gestione todo el sur de Líbano una vez este haya sido "desmilitarizado" por Israel? ¿Y qué hay de Hamás y Gaza?
A estas alturas nadie (ni las tribus beduinas, ni Egipto, ni la ONU, ni los Estados árabes) está dispuesto a gestionar ese galimatías llamado Gaza. Y tampoco existe alternativa a un Hamás que en el fondo se alimenta de un sentimiento popular.
Por tanto, surgen más dudas que respuestas. El resultado final de la guerra está por ver. Aún así, podemos estar seguros de que esta guerra va a poner en marcha toda clase de nuevas dinámicas difíciles de estimar, si bien aquí podemos apuntar algunas:
1. Acercamiento Moscú-Teherán en materia de cooperación militar.
2. Resurgimiento del terrorismo contra Israel como arma de guerra.
3. Aliento a los programas de armas nucleares y químicas.
4. Mejora del espacio de maniobra de China en Oriente Próximo.
5. Crisis energética inducida por un conflicto en Ormuz.
6. Acercamiento o alejamiento árabe-israelí
7. Golpes de estado fundamentalistas islámicos ante las monarquías árabes.