La historia se suele repetir. Pero siempre con matices. En el PP deberían estudiar la suya.
Hubo un momento en que las bases de Alianza Popular (el partido antecesor del PP) se rebelaron contra Manuel Fraga Iribarne, el fundador de Alianza Popular (AP). También se rebelaron sus dos partidos coaligados: Unión Liberal (UL) y Partido Demócrata Popular (PDP, después Democracia Cristiana).
Las expectativas de Alianza Popular se fueron diluyendo. Los coaligados se desentendieron y formaron agrupaciones parlamentarias propias. Fraga dimitió y propuso a Miguel Herrero de Miñón (que procedía de la UCD) para sucederle. Pero en 1987, en el 8º Congreso de Alianza Popular, eligió de presidente a Antonio Hernández Mancha, aliancista de toda la vida.
Hernández Mancha no remontó su imagen ni la de Alianza Popular. No era parlamentario y su moción de censura contra Felipe González no consiguió darle el impulso que buscaba. Además, los barones de Alianza Popular (incluido Fraga, entonces presidente de Galicia) no estaban de acuerdo con su política.
Fraga volvió en 1988 para refundar el partido, al que llamó Partido Popular. El 10º Congreso del PP (en la Sevilla de 1990) eligió como presidente a José María Aznar, que había sido presidente de Castilla y León y que era el candidato a la presidencia del Gobierno desde septiembre de 1989.
Hernández Mancha se convirtió en una anécdota en la historia del país. Le faltó experiencia de gobierno y conexión con las bases electorales, tanto con las centristas como con las situadas a la derecha de Alianza Popular. Luego, Hernández Mancha siguió una trayectoria profesional brillante alejado de la política.
Aznar consolidó su liderazgo en el PP desde la lealtad a su fundador Fraga Iribarne y centrando su oferta electoral. Su secretario general, Francisco Álvarez Cascos, barrió con mano de hierro, no exenta de habilidad, las disputas internas, que no trascendieron al exterior. En la casa le llamaban el "general secretario". Aznar ganó las elecciones en 1996 y fue presidente del Gobierno.
Pero ¿por qué Hernández Mancha no consolidó su liderazgo?
Entre otras razones, porque no consiguió sumar a su candidatura todo el espectro de centroderecha. El PDP y la Unión Liberal se habían descolgado de Alianza Popular, deshaciendo la llamada Coalición Popular (AP-PDP-UL). Con ello, Hernández Mancha disminuía sus posibilidades de llegar al Gobierno. En consecuencia, tampoco le acompañaron las fuerzas sociales que suelen acompañar a una alternativa de centroderecha. Es decir, los medios de comunicación y las financieras.
Cuanto más se alejaba la posibilidad de Hernández Mancha de llegar al Gobierno, más defecciones se producían.
Lo mismo pasaba con las baronías del partido, especialmente las que estaban en los gobiernos autonómicos y municipales. Estas se ponían nerviosas porque la debilidad del liderazgo interno y externo de su partido podía minar sus posibilidades de mantenerse o de llegar al poder.
La lección es clara. Si disminuyen las expectativas de llegar al poder, se alejan los apoyos internos y externos. Por eso son peligrosas las encuestas en contra. Por ahora, las de Pablo Casado han sido favorables. Pero si flaquean y hay mal entendimiento con Ciudadanos y Vox (las otras fuerzas del centroderecha), las expectativas de llegar al Gobierno se desplomarán y Casado perderá apoyos.
La encuesta de Sociométrica publicada por EL ESPAÑOL es un aviso. Es la primera vez en meses que sus expectativas de llegar al Gobierno se ponen en duda. Esto desatará el nerviosismo entre las fuerzas que le pueden ayudar externamente y los barones del PP.
¿Cómo marcha la reunificación del centroderecha, la posibilidad más clara de Casado de llegar al poder?
Parece que la opción de Casado respecto a Ciudadanos es la absorción electoral. El camino está andado. Ocurrió en Madrid en mayo. Veremos qué sucede en Castilla y León en febrero y, luego, en Andalucía. Pero por pocos que sean los votos de Ciudadanos, la ley D’Hont será implacable en las provincias pequeñas, donde además se perfilan las candidaturas de la España Vaciada.
Con respecto a Vox, las noticias que llegan del Ayuntamiento de Madrid tras romper su alianza para los Presupuestos no son las mejores para Casado, aunque hayan supuesto un alivio para el alcalde José Luis Martínez-Almeida. En todo caso, han sido compensadas por el acuerdo en la Comunidad de Madrid.
Casado debería estar muy atento a las encuestas. No tanto porque sean reales, sino porque contribuyen a crear expectativas (José Félix Tezanos lo sabe bien).
También debería Casado generar un clima de entendimiento en el centroderecha. Moncloa lo intenta dificultar mediante una hábil campaña que pretende colocar a sus fuerzas en el anticonstitucionalismo.
Castilla y León será el siguiente asalto. ¿Cómo plantearlo para que tenga el mismo efecto que Madrid en mayo?