Manuel Orantes: "Djokovic se verá obligado a dejar de competir si se empeña en no cumplir las normas"
"Hoy en España es mucho más difícil que un joven persevere, lo de Nadal es una excepción" / "Fue muy emocionante conocer a los exiliados republicanos en Sudamérica. Vibraban con nuestros títulos".
23 enero, 2022 06:49Noticias relacionadas
Entrevistadores invitados: Álex Corretja, Emilio Sánchez Vicario y Toni Nadal
El día que Manuel Orantes (Granada, 1942) se presentó en las instalaciones del US Open para jugar la final del grand slam, algunos se atrevieron a decirle: "Pero, ¿qué hace usted aquí?". La noche anterior se habían ido a casa con este marcador: Guillermo Vilas ganaba 5-0 y 40-15. El argentino tuvo cinco pelotas de partido.
El hombre de chaqueta gris y pantalones oscuros que toma un café a media tarde en el club Bonasport de Barcelona, "un poco jubiladillo" [la expresión es suya], se puso a remar aquel día de 1975... hasta que remontó.
La gesta le dejó dolores de espalda. Se fue al hotel a cumplir con el consejo de un médico que, por supuesto, no viajaba con él. Porque los tenistas viajaban solos. "Métete en una bañera con agua caliente". Pero se rompió el grifo y el agua no dejaba de salir. Cada vez más vapor. Más agua.
El hombre que debía enfrentarse en unas horas al gran Jimmy Connors [número uno del mundo y campeón de todos los grand slam de esa temporada] estaba atrapado en una habitación que comenzaba a inundarse. Cuando lo resolvió, ganó al norteamericano en tres sets. Lo volvió loco con el revés cortado. De lado a lado. El público en pie. Kirk Douglas y Frank Sinatra fascinados. También Franco, al que tuvo que visitar en cuanto aterrizó en Madrid.
Resulta muy literario decir que la raqueta es una extensión del brazo del tenista. Lo es en el caso de Orantes, que va a tener su Wilson en la mano durante toda la conversación. Con la palma abierta, golpea el cordaje continuamente. Seguro que sin darse cuenta.
Dicen los grandes del tenis español que es un misterio por qué Orantes no es homenajeado con más frecuencia. Ganó a todos los genios: Nastase, Borg, Arthur Ashe, Santana... Llegó a Barcelona con su familia para vivir en una barraca que construyeron con sus manos. Trabajó como recogepelotas a ocho pesetas la hora. Hasta que le dieron una oportunidad.
Después vinieron todos esos datos, ¡un torrente de datos!, que lo convierten en un mito del tenis: todavía hoy es el español con más victorias en tierra batida de la Historia. Más que Rafael Nadal. Y si dejamos a un lado al balear, también es el español con más títulos ATP.
Manolo [aquí le llaman Manel] comenzó a jugar al tenis sin más pretensión que la de disfrutar. Y así acabará. Es la cuadratura del círculo. Ha jugado esta mañana. Como cada día. Da consejos a los chavales. Charla con los padres. Y saluda con la mano izquierda, ¡la de su revés cortado!, a todo el que pasa. "El hombre de la sonrisa franca", le decían.
Es difícil ver más allá de esa sonrisa. Sólo cambia el gesto cuando se le pregunta por Santana, al que admiró, pero con quien no compartió amistad. También se pone serio cuando se nombra a Novak Djokovic. Nostálgico cuando cita a su madre, que falleció dos años después de traerle al mundo.
Robert Kennedy, otro big fan de Orantes, le dijo en uno de esos encuentros que compartían de tanto en cuando: "¡Tú y el Cordobés sois los españoles más famosos del mundo!". Contra el olvido, dos sillas, una pista de tierra batida, una grabadora y el corazón de un niño que todavía piensa cómo perfeccionar su revés. El golpe que puso a España en el mapa cuando la dictadura languidecía.
Disculpe que le mire tanto la mano izquierda, pero es que usted, ¡con esa mano!, le ganó cuatro partidos a Björn Borg.
Borg, en aquella época, cambió el tenis. Abrió la etapa de lo que podríamos llamar el “tenis moderno”. Hasta entonces, había dos tipos de jugador: los de pista rápida, con saque y volea; y los de tierra batida, más técnicos y de fondo. Borg era muy fuerte físicamente. Lo cambió todo. Esas victorias que usted menciona ocurrieron cuando él era muy joven.
Luego está lo de aquella final de Roland Garros.
Sí. Iba ganando yo dos sets a cero. Me remontó, me ganó los tres siguientes. Borg tenía dieciocho años. Se convirtió en el mejor jugador del mundo.
Toni Nadal me ha dicho: “Pregúntale a Manolo qué pasó exactamente en esa final”.
¡Hola, Toni! Empecé a notar un problema en la espalda que me estaba bloqueando. Tras los dos primeros sets, no me podía mover tan bien, no podía tomar la iniciativa y jugar metido dentro de la pista. Me tuve que echar para atrás y así llegar a la pelota, corriendo por el fondo. Borg comenzó a dominarme. Fue muy duro perder aquel partido. Creí que podía ganar. Ya había ganado dos veces a Borg. Pero me encontré fatal. Nada, Toni, no me pude recuperar.
¿Cómo era Borg? Desde fuera, parece un personaje fascinante.
Sí. Luego, en las distancias cortas, es muy buena persona. Muy abierto. Tranquilito, calmado. No creaba problemas ni buscaba situaciones desagradables en la pista. Siempre tuvimos muy buena relación. Cuando se retiró, hizo una gira de homenaje por Asia para despedirse. Se llevó a los tres jugadores más importantes de su carrera. Nos eligió a mí, a Nastase y a McEnroe. Me hizo mucha ilusión.
Ya no lleva usted melena. ¿Le reconocen por la calle?
Me reconocen, sí. Hombre, menos que antes. Porque todo va muy rápido, España ha tenido grandísimos jugadores en las últimas décadas. Lo que sí me suele pasar es cruzarme con un padre que me señala y le dice a su hijo: “Mira, ése ganó el Open de Estados Unidos”. Me miran muy sorprendidos [se ríe].
Sigue siendo, por detrás de Rafael Nadal, el español con más títulos ATP.
Sí, sí. Y el otro día me contaron una cosa. Fue un amigo que está todo el día enredando en internet. “Oye, Manolo, ¿sabes que has ganado más partidos que Nadal en tierra batida? Sólo está por delante Guillermo Vilas”. Yo, claro, le dije: “Pero, ¿cómo voy a haber ganado más que Nadal en tierra batida?”. Pues parece que sí. Debe de estar a cincuenta o sesenta partidos.
Entonces, cuando Nadal juega Roland Garros va usted con el contrario.
¡No, no! [suelta una carcajada]. Me encanta que España disfrute de grandes campeones. Económicamente, nuestro tenis no ha tenido tantas ayudas como Francia, Inglaterra, Estados Unidos o Australia. Por eso es tan emocionante que los nuestros estén y hayan estado tan arriba.
"Cuando me contaron que he ganado más partidos en tierra que Rafa Nadal, no me lo creía"
De hecho, tiene usted un título que no tiene Nadal: la Copa de Maestros. Nadie daba un duro por Orantes en pista rápida.
En aquella época, cuando empecé, no teníamos pistas rápidas ni de hierba. Ahora los jóvenes entrenan en todas las superficies. Me clasifiqué siete años seguidos para la Copa de Maestros. Nunca había pasado de semifinales. En 1976, conseguí ganar el título. Fue toda una sorpresa. ¿Le cuento una anécdota?
Claro.
Yo ya tenía antes de ese torneo muchos problemas de codo. El “codo del tenista”. En Barcelona, meses antes, fui a Slazenger, mi marca de raquetas. “Mira, Manolo, tenemos una nueva raqueta de aluminio. Queremos que la pruebes para que nos digas qué te parece”. ¡Qué maravilla! Me relajó mucho el brazo. ¡Cómo salía la pelota! Gané Teherán, Madrid, Barcelona, Tokio… ¡y la Copa de Maestros!
Lo ganó, por cierto, gracias a la mujer de Kirk Douglas.
Iba perdiendo dos sets a uno. Y cuatro juegos a uno. Sacaba mi rival y era pista rápida. En los descansos, iban haciendo entrevistas al público. Habló Kirk Douglas: “Lo tiene muy difícil. Le han roto el saque. Está casi imposible”. Le interrumpió su mujer: “No, no. Yo el año pasado le vi remontar un partidazo en el US Open. Va a ganar”. Lo escuché, levanté el pulgar, me puse las pilas y gané.
Me ha citado en un club de tenis. Me dicen que sigue jugando casi todos los días. ¿Cómo ha evolucionado su estilo? Es decir: ¿qué pasa hoy con los jugadores de antes? ¿Mantienen la esencia o se amoldan a ese juego más liftado, de golpes más planos, del presente?
No, no he cambiado demasiado. Te adaptas un poco, pero cada uno tiene su base y es muy difícil cambiar después de tantos años jugando. A veces me preguntan: “Jugando como jugabas entonces, ¿serías campeón hoy?”. No. Porque el tenis de hoy no tiene nada que ver con el de antes.
Álex Corretja, a quien conoce mucho, me envía este mensaje para usted: “Hola, Manolo. Ya sabes que eres una persona muy importante para mí. Crecí entrenando contigo, me asesoraste mucho. Además, somos del mismo club en Barcelona, La Salut. De entre todas las novedades técnicas que incluye el tenis actual, ¿cuál te habría gustado tener en tu juego de entonces?”.
A Álex lo quiero mucho. Hemos tenido tantas conversaciones… Lo recuerdo cuando era un chaval. Me habría gustado tener entonces la consistencia y la clase. Por otro lado, ya ha visto usted cómo ha evolucionado el tenis con el revés a dos manos. Yo cortaba mucho el revés a una mano. Y sólo cortando es muy difícil jugar hoy. Porque la gente pega muy duro.
A Toni Nadal y a Corretja les pica la curiosidad: “Pero, Manolo, ¿te gusta más el tenis de hoy o el de antes?”.
Me gustan los dos. Antes era un deporte más técnico. Había que trabajar más las jugadas. Eran maravillosos esos partidos en los que se producían choques de estilo: el jugador de tierra, de fondo; contra el sacador, todo el rato en la red. Hoy todos juegan muy parecido: muy sólidos, completos, con golpes increíbles… El tenis de hoy también es precioso. Y el nivel es altísimo.
En España está muy de moda lo retro: sólo falta que comencemos a jugar otra vez con raquetas de madera.
Los jugadores de hoy tendrían muy difícil jugar con madera. Es que sería imposible. Ese tipo de golpes no funcionarían con las raquetas de antes.
"Eran maravillosos esos partidos en los que se producían choques de estilo. Los jugadores de tierra contra los de pista rápida"
El tenis de hoy es mucho más rápido, está mucho más relacionado con la potencia. Sigue siendo un juego psicológico, pero antes había que pensar todavía más. Sé que tiene que ver con el físico y la tecnología, pero curiosamente el tenis de hoy se parece… a la sociedad de hoy: la impaciencia, la inmediatez, el consumo.
Nos vamos adaptando. El tenis es un gran reflejo de la vida. Nos ha pasado lo mismo política y socialmente. Para entrenar en pista rápida, ¡yo tuve que jugar en canchas de baloncesto! ¡En parqué! Era tremendo. Nos resbalábamos, nos caíamos. No había distintos tipos de zapatillas. Pero nos adaptábamos. Uno se adapta a todo.
He estado viendo en el tren la final del US Open que le ganó a Jimmy Connors. ¡Le ganó en tres sets a Jimmy Connors! Él era el número uno del mundo y había vencido en tres grand slam ese año. Me da la sensación de que hubo una preparación técnica y estratégica tremenda.
Cuando me enfrentaba a jugadores mejores que yo, pensaba mucho. Yo estaba en el vestuario y pude ver la semifinal de Connors contra Borg. Borg jugaba muy liftado, pelotas muy altas. Y Connors le devolvía unos palos… Hasta que lo destrozó. Vi que si le lanzaba bolas altas a Connors me pasaría lo mismo. Le hice jugar muy bajito, lo llevé mucho a la red… El US Open, entonces, era en arcilla verde. No era pista rápida, como hoy. Connors estuvo incomodísimo, no encontró la manera. ¿Sabe lo que dijo él en la rueda de prensa posterior?
Cuente, cuente.
Un periodista le dijo: “Tiene usted un problema. Orantes ha demostrado cuál es la estrategia que hay que seguir para ganarle”. Connors respondió: “Tiene usted toda la razón. Pero a ver cuántos son capaces de llevar a cabo ese plan como lo ha hecho Manolo”.
Cuando regresó a España, fue a ver a Franco y le regaló la raqueta con la que ganó el partido. Fue muy pocos meses antes de que muriera el dictador.
Al regresar a España, me lo pidieron. Fui a verle a él y luego a Juan Carlos I. Creo que fue la última fotografía pública de Franco. Debió de ser en octubre y él murió en noviembre.
¿Y qué tal la experiencia?
Pues muy agradable, para qué le voy a decir otra cosa. Había estado con él en otras dos ocasiones. Nos había recibido por alguna final de la Copa Davis. Estaba mayorcísimo. Me dijo: “Manolo, qué bien has jugado. Qué partido, ha sido increíble. Qué bonito que hayas hecho esto por España” [se ríe]. En esa época no sabíamos nada de política, apenas habíamos conocido las democracias y el mundo abierto. A los deportistas nos decían que no nos metiéramos en política.
España no tenía buena imagen en el extranjero. Al régimen le venía muy bien que los deportistas ganáramos grandes títulos. Porque la prensa internacional, entonces, hablaba muy bien del país.
Dicen que a Franco le gustaba mucho el tenis. Ya podía haberse dedicado a eso…
Sí, sí. ¡Le gustaba mucho! [se ríe a carcajadas].
"Cuando gané el US Open, me dijeron que le llevara la raqueta a Franco. Me dijo: 'Manolo, qué bien que hayas hecho eso por España'"
Creció en una dictadura. En el colegio, le educaron en la “formación del espíritu nacional”. Imagino que viajar tanto a países democráticos en esa época tuvo que ser impactante.
Ya lo creo. Aquí se decía eso de que los comunistas y los socialistas eran “muy malas personas”. Pero, claro, llegabas a un torneo y te encontrabas con Nastase, que era de Rumanía. O con los rusos. Y eran normales, sencillos, agradables, simpáticos. ¡Imagínese el choque! Nastase y yo, por ejemplo, fuimos muy amigos.
¿Cómo operaban esos prejuicios políticos cuando se conocían en el circuito? Porque a ustedes les decían que los comunistas eran el diablo e, imagino, a ellos les dirían que el verdadero diablo era Franco.
Bueno, yo tuve una ventaja respecto a los prejuicios. Crecí en un barrio muy pobre, en una familia muy humilde. Me habían pasado algunas cosas que luego me ayudaron a comprender… Por ejemplo, ahora soy presidente de honor del Club de Tenis La Salut de Barcelona.
Les estoy muy agradecido. Pero cuando empecé, como era un chaval muy pobre, muchos socios estuvieron en contra de que entrara a jugar. Me tenía que cambiar en una especie de cobertizo donde guardaban las redes y todo eso. Tampoco podía comer donde todo el mundo.
Es decir: los partidos no acababan teniendo, más allá de lo que pudiera pasar en la prensa, un trasfondo político. España contra la URSS, por ejemplo.
No, no. Tenga en cuenta una cosa. Los tenistas viajábamos solos, no es como ahora. Llegabas allí y te tenías que relacionar. Las amistades surgían rápidamente. Era muy bonito. Nos ayudábamos cuando teníamos problemas. No existía esa óptica de… “tengo que ganar a este porque es comunista”. Al contrario, recuerdo cuando fui a la República Checa y vi esa miseria, esa falta de oportunidades.
En Sudamérica conoció a muchos españoles en el exilio.
Sí. Muchos republicanos que habían huido. Llegabas a Argentina y estaban encantados de que un español ganara títulos. Estabas con ellos, veías que eran gente muy sana… Fue muy emocionante. Iban desapareciendo los prejuicios de mi cabeza, las tonterías que me habían dicho.
No sólo conoció países donde había más libertad. También pisó algunos lugares como Sudáfrica, en pleno apartheid.
El tenis no era tan profesional como ahora. En Sudáfrica, nos acogían familias que vivían allí. Me quedé en casa de unos italianos. Tenían a seis o siete negros trabajando para ellos. Los trataban como esclavos. Al anochecer, los echaban de la ciudad. Vivían en un gueto. “Pero, ¿cómo puede ser esto?”. Fue terrible.
Hemos hablado de la final del US Open, pero lo más increíble fue la semifinal, todavía recordada por los americanos como una de las mayores gestas de la Historia del torneo. Iba usted perdiendo contra Guillermo Vilas 5-0 40-15. Y lo levantó. Si hubiera sido hoy, le habrían nombrado doctor honoris causa de Psicología en tropecientas universidades del mundo.
Han pasado muchos años, pero lo siguen recordando como el “come back” más importante. El tenis es jugar punto por punto. Las grandes distancias en el marcador son muy peligrosas. No puedes tirar la toalla. Tienes que luchar.
Es una gran escuela de vida, el tenis.
Desde luego. El tenis no funciona sin físico ni técnica, pero sobre todo: no funciona sin una buena cabeza.
Suele decirse mucho, en España y todas partes, que los chavales de hoy no estamos acostumbrados al esfuerzo. Pero el tenis prueba lo contrario. Está Nadal, pero hay otros tantos. ¿Tiene la sensación de que la perseverancia es cada vez más difícil de inculcar o se trata de un tópico?
No, no es un tópico. Los chavales se esfuerzan y trabajan mucho, pero lo de la cabeza y la perseverancia es otra cosa. Un día lo comenté con Toni Nadal: antes era más fácil conseguir que un joven perseverara. Su sobrino Rafael es una gran excepción.
¿Se acuerda del Pato Álvarez? Le preguntaron: ¿qué condiciones debe tener un niño para llegar a ser un gran tenista? Dijo: “¡Debe ser huérfano!”. Qué peligro el de los padres de las jóvenes promesas.
Son un peligro, es verdad. Hay padres que van demasiado por delante. Los niños, de primeras, van a hacer deporte y a divertirse. No puedes decirles desde el principio: “Dentro de diez años vas a estar entre los mejores”. Ese es un proceso natural. El tiempo va mostrando el camino en función del talento y el esfuerzo.
Recuerdo cuando entrené de muy jóvenes a Costa, Corretja, Berasategui… Eran todos buenísimos. Aparecían los padres: “Manolo, ¿adónde crees que van a llegar?”. “Ya lo dirá el tiempo”. Le voy a contar una anécdota muy ilustrativa.
Adelante.
El padre de un chaval, muy buena persona, venía después de los entrenamientos. Le ponía a su hijo la cabeza como un bombo. Le decíamos al chaval que jugara de una manera, y luego iba el padre y le decía lo contrario. Cuando hablé con el padre, me dijo: “Manolo, es que yo lo quiero mucho. Quiero ayudarle”. No había manera de que me entendiera. Hasta que le puse un ejemplo muy duro: “Si tiene un cáncer, ¿lo vas a operar tú en el hospital?”.
"Al padre de un alumno de la escuela tuve que preguntarle a ver si también operaría él a su hijo de cáncer en lugar de dejar actuar a los médicos"
Siempre le ha encantado estar con la gente joven. Emilio Sánchez Vicario me envía esta pregunta para usted: “Manolo, fuiste el precursor del grupo Bimbo, la generación más potente del tenis. Albert Costa, Alex Corretja, Carlos Moyá, Alberto Berasategui... ¿Nunca te motivó irte al circuito de coach con alguno de ellos? ¿Por qué? ¿No sientes como que te dejaste algo?”.
¡Saludos, Emilio! No. Había jugado muchos años como profesional. Cuando me retiré, empezaba a tener una familia. Quería vivir con ellos, no estar cada dos por tres en la otra punta del mundo. No lo dudé.
¿Lo de la ducha la noche anterior a la final del US Open es verdad?
Tuve muchos problemas físicos. El que era médico del Barça me ayudó mucho. Me aparté del circuito durante meses para construir con él una espalda más fuerte. Funcionó. Antes no había tantos aparatos. Me recomendó que, al acabar los partidos, me metiera veinte minutos en una bañera llena de agua caliente.
Entonces, la noche antes de la final, después de aquel partido eterno con Vilas, va al hotel y se mete en la bañera.
Era tardísimo. Quizá la una de la mañana. Llené la bañera, pero cuando quise cerrar el grifo… No funcionó. Se empezó a inundar aquello. Había muchísimo vapor, no se veía nada. Llamé a recepción y lo arreglaron. Entre una cosa y otra, me fui a dormir de madrugada [sonríe].
Le comentaba la anécdota para hablar de cómo han cambiado las infraestructuras. Recuerdo cuando le preguntaban a Paco Gento por la alimentación y decía que carne, pescado y una copita de vino. ¿Qué comía usted?
Igual que Gento: carne y pescado. ¡Pero no tomaba vino! Los futbolistas, para eso, eran más disolutos que nosotros.
Pese a su discreción –luego hablaremos de eso–, se convirtió en una celebridad para los estadounidenses. ¡Frank Sinatra le dedicó ‘New York, New York’ en un concierto! No sería “Flan Sin Nata”, uno que hacía 'covers' en las fiestas de los pueblos, ¿no?
Me llamaron para jugar un partido de exhibición en Las Vegas. En un hotel enorme. Estuve quince días allá promocionando el asunto. Sinatra dio un concierto y fui a verlo. Me nombró, me felicitó por mi victoria y me dedicó ‘New York, New York’. ¡Fue Sinatra el de verdad!
Una vez, Corretja reveló que existe un grupo de WhatsApp que reúne a los grandes exjugadores españoles de tenis y que todos ellos coinciden en una cosa: “No se ha reconocido lo suficiente la carrera de Orantes”.
Sí. Creo que es verdad.
¿Por qué ha ocurrido eso?
No sé. Pregúnteselo a las instituciones de entonces. Ahora la cosa está cambiando. En otros países, se trata por igual a los campeones de sus grandes torneos. No están mirando quién ganó más o menos. Le pongo un ejemplo, porque tampoco quiero entrar demasiado en esto. No me resulta cómodo.
En una final de la Davis, a Santana se le hizo un homenaje por haber sido el que más eliminatorias había jugado. Con toda la pista llena, justo antes de empezar el partido, el Rey… Muy bonito. Cuatro años después, yo estaba en esa situación. Me dijeron: “Te vamos a organizar un homenaje”. Lo hicieron tres horas antes del partido y con la pista vacía. Por no contarle lo de la medalla.
¿Qué pasó con la medalla?
Hace diez años me llaman: “Oye, Manolo, te vamos a dar la medalla de plata del deporte”. Yo dije que muy bien, que muchas gracias. Pero al rato mi hijo me dice: “Oye, he estado mirando en internet y hay un montón que tienen la de oro y que no han ganado ni la mitad de títulos que tú”. Entre ellos, el entonces presidente de la federación.
No entiendo: el presidente de la federación de tenis, sin haber ganado ningún grand slam, tenía la medalla de oro… ¿y a usted le iban a dar la de plata?
Llamé por teléfono al presidente de la federación: “¿Habéis pedido esta medalla para mí?”. Me dijo que sí. Le contesté: “¿Tú no tienes la de oro? ¿Has hecho más que yo por el tenis?”. Le dije que no quería la medalla de plata ni ninguna medalla.
Es difícil de comprender.
Por eso me duele tanto.
Aunque lo peor, imagino, fue lo de Roland Garros. No el año de la final contra Borg, sino el no-partido contra Vilas.
Hombre, es que eso ya… Hicieron la norma según la cual un jugador quedaba descalificado si no se presentaba al partido. O si lo hacía pasado determinado tiempo. Estaba yo en el vestuario. “Manolo, has ganado porque Vilas está enfermo y no va a poder jugar”. Pasado el tiempo, me dicen: “Oye, como eres un caballero, no te importará que se juegue el partido mañana”.
Yo dije que no jugaba, porque además había hecho ya las maletas para ir a otro torneo. ¡Me descalificaron a mí! ¡Y la federación española de tenis no dijo ni pío! ¡Nada! ¡Ni un comunicado! Aquel presidente, justo después, fue nombrado vicepresidente de la federación internacional.
Todo esto… ¿lo habló con Manolo Santana? Él era el gran referente. Más mayor que usted, fue su ídolo, luego su rival, coincidieron en el equipo de Copa Davis…
Admiro a Santana. Fue un grandísimo jugador. Gracias a sus triunfos muchos pudimos dedicarnos al tenis, pero nunca fuimos grandes amigos. A mí Manolo nunca me ayudó. No puedo decir lo contrario.
"Admiro a Santana. Gracias a sus triunfos muchos pudimos dedicarnos al tenis, pero nunca fuimos grandes amigos. A mí nunca me ayudó"
Hablemos del Open de Australia: el lío de Novak Djokovic. Empecemos con un comentario general: ¿qué le ha parecido su actitud?
Cuando eres una persona tan famosa, tienes que dar ejemplo. Djokovic es libre de no vacunarse. Yo apoyo las vacunas, pero respeto la libertad del que no se la quiere poner. Eso sí, para jugar el torneo, para entrar a un país, las normas son iguales para todos. Uno no puede exigir que se tenga una excepción con él por ser el número uno. ¿Qué tontería es esa?
Ha intentado erigirse en una suerte de paladín del “mundo libre”, viniendo a decir que su “derecho a no vacunarse” es la gran defensa de la “libertad individual”.
Por supuesto. Y libertad tiene para no vacunarse. Pero la ley es igual para todos. Esa es la verdadera libertad. La que nos hace libres. Luego está el hecho de que no quiera vacunarse. Que haga lo que quiera. Pero, hombre, estando en un vestuario, en un espacio cerrado, la convivencia en el club… Pone en peligro al resto.
Además, de manera indirecta, de manera buscada o no, se ha convertido en un referente y en un revulsivo para los antivacunas.
Claro. Porque, al ser tan famoso, es un referente para muchísima gente. Al final, si se empeña en incumplir las normas, se verá obligado a dejar de competir.
Se acaba de filtrar que compró una farmacéutica que lucha contra el coronavirus. Visto el lío generado.
Me parece muy bien. Perfecto. Imagino que sus sponsors le habrán dado algún toque de atención.
Djokovic es un jugador polémico: algunos compañeros del circuito le criticaron por “fingir” lesiones que luego no eran tal, que parecían un modo de cortar el ritmo para luego acabar metiéndose de nuevo en el partido.
Es un grandísimo jugador. No lo conozco personalmente. Esas imágenes de las que usted habla… A mí no me gusta. Hay jugadores así. Mire, yo una vez jugué contra un australiano. El tenis era más amateur y los árbitros menos experimentados. Cuando había una bola dudosa, nosotros opinábamos. En aquel partido, gané un punto y el árbitro cantó mala. Había sido buenísima, pero él me dijo: “Mejor, hagamos todo el partido lo que decida el árbitro”.
¿Qué ocurrió? Punto de partido para él. Le pega un palo. Buena, pero el árbitro la canta mala. Le contesté: “Que decida el árbitro”. Joder, me quería pegar con la raqueta en la cabeza. Me amenazó, fue muy desagradable.
Con la normativa actual, Djokovic sí podría jugar en Madrid. Los deportistas de élite pueden entrar en España con una PCR negativa.
Que juegue, por supuesto. Yo lo que pido es que todos respeten las leyes. Otra cosa es que a uno le parezca bien o mal que un país decida en un sentido o en otro. Veremos cómo está la normativa española cuando llegue el torneo. Yo lo que quiero es que las normas sean iguales para todos. Pero debe andar con cuidado si no se vacuna, porque se puede quedar sin jugar un montón de torneos.
Lleva en Cataluña casi toda la vida. ¡Cómo ha cambiado esta tierra!
Mucho. Ha bajado… No me parece bien. Los políticos deben solucionar problemas, no crearlos. Aquí crean muchos problemas. Lo digo sintiéndome catalán, hablando catalán. Yo no soy independentista. En este lugar hay gente que piensa muy distinto. El gobernante no puede actuar arrinconando y silenciando a quienes no piensan como él.
Imagino que esa tragedia política hace tiempo que rebasó las fronteras del deporte y que, en los clubes, las relaciones también son más difíciles.
Sí. Sobre todo entre la gente que está en los extremos. Yo respeto a todo el mundo, piense lo que piense. No se me pasa por la cabeza imponer algo a alguien. Tengo hasta familiares que ya no pueden ni hablarse por este tema. Es muy triste.
Para llegar al final, volvamos al principio: su familia era muy humilde, inmigrantes andaluces que vinieron aquí, a Barcelona, en busca del pan. En su caso, el llamado ascensor social funcionó, pero costó mucho.
Yo era muy pequeño. Vinimos a Barcelona desde Granada. Mi madre murió al poco de nacer yo. Mi padre conoció a otra mujer y acabamos criándonos con mi abuela. Todos jugábamos al fútbol, pero me enteré de que un amigo iba a un club de tenis a trabajar como recogepelotas. Pagan ocho pesetas la hora. Y me apunté. Veía a un profesor dar clases. Yo me quedaba con los consejos en la cabeza y, al acabar, buscaba una pared en la que practicar.
¿Cómo fue el principio?
Cuando Santana ganó un grand slam, se empezó a hablar de que él había pasado de recogepelotas a gran jugador. Entonces, en el club donde yo estaba alguien dijo: “Oye, aquí hay un chaval que también puede ser muy bueno”. Y me pusieron facilidades para entrenar.
Éramos una familia muy humilde. Pronto me di cuenta de que, si no lograba ser tenista, podría convertirme en entrenador. Y tener una carrera. Para mí, la felicidad no ha estado ligada a ser el mejor. Eso es una suerte. Creo que he sabido disfrutar de las cosas que he ido haciendo.
¿Cómo era esa barraca donde vivía de niño?
Las hacían las familias que iban llegando. Era muy pequeña. No teníamos agua ni luz. Pero disfrutábamos. Jugábamos mucho en la calle. Luego progresamos y, cuando pudimos, nos mudamos.
"¿Cómo es posible que chavales mucho más preparados de lo que estábamos nosotros, con carreras y másteres, no tengan un trabajo para llegar a fin de mes?"
Algunos jóvenes hoy dicen que viven mucho peor que sus padres. ¿Qué les responde?
Creo que, en cierto aspecto, es verdad. ¿Cómo es posible que chavales mucho más preparados de lo que estábamos nosotros, con mil másteres y carreras, no tengan un trabajo para llegar bien a fin de mes? Ya no te digo que vivan como ricos, pero lo que pasa hoy… Muchos jóvenes preparadísimos siguen viviendo de sus padres.
Una vez dijo: “En este país no sabemos valorar; aquí comparamos”.
Es una frase que puede resumir esta conversación. Siempre digo que tenemos que aprender a valorar. Puede parecer un tópico, pero con lo que hemos sido… No vivo en el enfrentamiento, en la negatividad. Huyo de eso.
Recuerdo un día que peloteé con un anciano de más de noventa años. Era el hombre más feliz del mundo.
Yo juego todos los días, disfruto mucho. En sus memorias, decía Agassi que no amaba el tenis. Yo no creo que se pueda ganar tantos torneos si no se ama lo que se hace. No me lo creo. Es tal el sacrificio que exige el tenis… ¡Cuánta gente paga dinero para jugar al tenis! A mí me han pagado por ello. Me he sentido muy privilegiado. Si puedo, me convertiré en ese señor de noventa años.